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La palabra, las palabras. A veces efímeras, pero en otras tantas, fundamentales. Y es que, en Riosucio (Chocó), donde sus pobladores han visto a los ojos y por años el conflicto, hay un deseo compartido de las comunidades: poner en palabras lo que les ha sucedido. Lo desea gran parte del 95% de la población del municipio que es identificada como víctima del conflicto, según la Unidad para las Víctimas.
Si bien ese ejercicio resulta riesgoso en un municipio en el que aún la violencia continúa, las personas están manifestando querer recordar y narrar para así poder “soltar”, para poder garantizar que podrán seguir estando en la tierra y el agua que lo son todo para ellas y ellos, dejar aprendizajes a las generaciones que llegan y sobre todo aportar a la construcción de paz.
Precisamente, en el marco de ese deseo colectivo aparecen personas como Ana Luisa Ramírez y Jenry Serna. Ambos líderes comunitarios que durante años han hecho diferentes esfuerzos para construir condiciones que permitan “el buen vivir” en el municipio.
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Jenry, por ejemplo, pertenece al Consejo Comunitario de Truandó Medio, hace parte de la Asociación Rural de Desplazados de Riosucio (ASORUDE) e integra el equipo de la iniciativa de memoria “Memorial por las Víctimas de Riosucio, Chocó”, proceso que viene acompañando el Centro Nacional de Memoria Histórica desde su equipo de Apoyo a Iniciativas de Memoria Histórica.
A través de ella, ocho personas, cada de una de ellas perteneciente a uno de los diferentes consejos comunitarios o comunidades de Riosucio, vienen construyendo una serie de murales y un libro de postales que identifican hechos que han fracturado el tejido social, pero también situaciones de la cotidianidad que no son nada distinto a muestras de amor, resistencia y resiliencia. Dos de los murales están ubicados en la cabecera municipal. Estos son “Resistencias: pasado, presente y futuro” y “El territorio, un entramado de vida”.
“Nosotros quisimos centrarnos específicamente en un hecho que nos cambió y marcó al municipio de Riosucio que fue el desplazamiento del año de 1997, donde se originó el éxodo más grande de las comunidades de Riosucio. Pero en este mismo mural encontrarás toda la cultura que tenemos acá, conocerás de cómo si el vecino tiene bocachico, pero no plátano, nosotros se lo damos”, agrega Jenry.
Valga recordar que, durante ese año, se desarrollaron la Operación Génesis y la Operación Cacarica. La primera ejecutada por los batallones Fuerzas Especiales 1 y Contraguerrillas 35, adscritos a la Brigada 17 del Ejército, con sede en Carepa, Urabá antioqueño, y perpetrada entre el 24 y 28 de febrero. De manera paralela, un grupo de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu) inició la Operación Cacarica, acción en la que los ilegales ejecutaron a Marino López en el caserío de Bijao, a quien acusaron de ser un guerrillero, y desmembraron su cuerpo. Producto de estos dos hechos, al menos 3.500 personas salieron desplazadas del municipio.
El otro mural que hace parte de la iniciativa se está pintando en la comunidad “La Nueva” y llevará por nombre “Un lugar para sanar”. En este, es el amor y el trabajo en equipo los que hablan. “Es un mural que enmarca el amor, la resiliencia del Chocó, así como la hermandad que tuvieron las comunidades en 1997, porque en ese entonces las comunidades tuvieron que unirse y llegar a unos acuerdos en conjunto. Sin eso quizás no estaríamos contando la historia nosotros”, recuerda Serna.
Para el director del CNMH, Darío Acevedo, el proceso que la comunidad ha venido acompañando en Riosucio ha sido inspirador. “Nosotros como CNMH, en cumplimiento de nuestro mandato misional, contribuimos a la visibilización de la memoria de las víctimas y de los sobrevivientes. Estos murales serán pieza clave para la reflexión y para la recordación que busca escenarios de no repetición”, manifesta.
La iniciativa espera lanzarse en noviembre, pero el proceso ya ha dejado satisfacciones múltiples. Las jornadas de trabajo conjunto con las y los profesionales del equipo de IMH han permitido que cada una de las personas que pertenecen a la iniciativa reconozcan que muchas otras personas han vivido experiencias similares a las suyas. Esto, sin olvidar además que la iniciativa ha despertado un interés en niños, niñas y jóvenes que desean conocer más sobre diferentes épocas, momentos o hechos que han marcado a las comunidades del municipio.
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Para Jenry, lo más significativo del proceso de elaboración de estos murales ha sido el sentimiento que le han puesto quienes han participado en ellos y en el nivel de conexión que esperan despertar en las personas que los observen. “Cuando vayamos con niños, con nuestros hijos, con nuestros sobrinos, podremos decirles: A mí me tocó vivir eso, pasar por eso, pero a pesar de las dificultades pudimos salir adelante, cogimos la brocha y pintamos para poder sacar todo eso que estaba en nuestra mente, en nuestro corazón”, añade.
A VivaVoz
En Riosucio, muchos procesos están sucediendo en simultáneo. Uno de ellos es el que ha liderado Ana Luisa Ramírez y Jenry Serna, quienes fueron seleccionados en el marco de la segunda fase de la convocatoria “VivaVoz”, espacio realizado por Memria.org, Luminate, la Fundación Ford y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, y donde se apoya a líderes comunitarios que deseen realizar proyectos narrativos en audio, video o fotografía, y en temas enmarcados en clave de no repetición y construcción de paz.
“Antes de la beca de VivaVoz, Jenry y yo empezamos a hablar un poco para saber cómo hacer para contar las historias, nos poníamos a planear y decir: Bueno han pasado tantas cosas, pero vemos que aquí en nuestro territorio eso no está saliendo”, recuerda Ana.
Tiempo después apareció la convocatoria, de la cual supieron gracias a personas de organizaciones con las que han trabajado anteriormente. Se postularon y quedaron seleccionados. Su decisión: jugársela por la elaboración de piezas sonoras.
Desde ese entonces y hasta ahora ya han publicado por lo menos 8 podcast, muchos más de los que inicialmente estaban contemplados en el marco de la beca. Estos hablan de desaparición forzada, de ancestralidad, de diálogos interétnicos, de los aportes de las mujeres, de líderes sociales, de las expectativas en torno a la implementación de los Acuerdos de Paz, entre otros.
“Al principio estábamos muy ansiosos porque no sabíamos cómo íbamos a hacer las cosas, pero gracias a Dios hemos podido hacer un trabajo bastante maravilloso que nos llena de satisfacción. Primeramente, hemos podido conocer muchas personas de nuestro territorio que las veíamos, pero que, en sí, no sabíamos nada de ellas. Hoy sí podemos llegar al fondo del corazón de algunas personas, escudriñar en ciertas cosas que tenían guardadas. Entonces yo creo que eso ha sido algo que nos ha ayudado a nosotros, digamos acá en nuestro territorio”, agrega Ana.
El trabajo es meritorio por donde se le mire. Esta dupla se ha ganado el respeto y la confianza de muchos riosuceños y riosuceñas. En cuatro meses han recolectado bastante información a través de la realización de entrevistas, lo que ha permitido la elaboración de los podcasts.
“Pudimos dialogar con personas que al comienzo nos decían: ‘Yo no quiero hablar con ustedes’, pero después nos sentábamos, dialogábamos y nos decían: ‘Quiero seguir hablando’. Eso fue algo que nos motivó a seguir escuchando a esas comunidades que tienen algo en su mente y en su corazón, que no lo han podido hablar ni contárselo a nadie”, sostiene Ana Luisa. Por su parte, Jenry manifiesta que hacerlo les va a permitir tener una vida más tranquila.
Jenry habla con la propiedad de quien ha llevado cargas a cuestas. Cuando llegó el momento de decidir qué temas trabajar en los podcasts de la beca, decidió abrirse y contar en uno de ellos la historia de su padre, a quien desaparecieron cuando Jenry apenas tenía 13 años.
“Resulta que mi padre fue desaparecido y de eso hay una pieza en la serie de podcasts. Yo hace cuatro meses no hablaba de eso, yo me hacía el loco, yo no hablaba, pero después me di cuenta que sí era necesario. Hoy hablo de ello y además sin resentimiento, mi mensaje es un llamado para que no sigan desapareciendo personas en este país”, menciona Jenry.
Enlace de los podcast: https://www.vivavoz.org/ana-y-jenry
Ana, quien también ha vivido en carne propia los estragos del conflicto, cree que las estrategias comunicativas son de utilidad en comunidades que necesitan narrarse. “En alguna época, si mataban a un familiar y usted lo lloraba, eso era pecado. Si lo podían enterrar, lo tenía que enterrar sin llorar. Hoy gracias a las comunicaciones muchas personas de esa época y que a lo mejor hoy están en otros lugares dirán: ‘Yo viví eso, y los que no habían nacido y que tampoco conocen ese proceso porque no se habla de ello, pues ahora lo sabrán’”, asegura.
Ana y Jenry tienen claro que no se quedarán con lo que les permitió el impulso de VivaVoz y el apoyo del CNMH con la iniciativa de memoria, sino que seguirán trabajando, metiendo las manos y buscando recursos para seguir haciendo trabajo en el territorio.
“Si escuchan los podcasts todos están enmarcados en el conflicto que ha sido muy duro, pero también en el territorio que pide la no repetición de estos hechos. Nuestro proceso está enmarcado en la memoria, en recordar para que no se vuelvan a repetir situaciones que por desgracia ya se han venido repitiendo”, concluye Jenry.