Colombia debe atreverse a hacer un diálogo sobre el futuro del país
Peter Ptassek dice que el país no ha descubierto el potencial de cambio que ofrece el Acuerdo de Paz. Invita al próximo presidente a hablar del futuro para superar la polarización y encontrar la oportunidad que brinda lo acordado en La Habana.
Gloria Castrillón Pulido
Durante casi cuatro años de estancia en Colombia, Peter Ptassek, saliente embajador de Alemania, rompió los esquemas de los diplomáticos europeos. Viajó por el país como pocos, con la curiosidad de conocer la situación social del país, con la sensibilidad de escuchar a las comunidades y con su cámara Cannon colgada al cuello para fotografiar los paisajes más bellos en los lugares más inaccesibles, incluso para quienes habitamos este país.
Su particular estilo de comunicar a través de redes sociales le hizo obtener 70.000 seguidores en Twitter, a quienes les contestaba con humor, sátira y frases ingeniosas. Y lo hizo por igual a quienes lo alababan como a los que lo atacaban. Dice que se va con cerca de 200.000 imágenes de lugares como las cuevas de Santander, el cañón del Chicamocha, los páramos y nevados, los desiertos de la Tatacoa y de La Guajira, y que en su maleta se lleva una lección para toda la vida: el optimismo a toda prueba de los colombianos.
¿Cuál es el balance de su paso por Colombia?
Llegué a Colombia cuando iban dos años de implementación del Acuerdo de Paz, han transcurrido seis ya. Este Acuerdo sorprendió al mundo entero, porque no hay muchos ejemplos de un éxito tan grande: se logró poner fin, en muy poco tiempo, a 50 años de conflicto armado con tantos muertos, tanta violencia, tantas atrocidades, para pasar la página y poner la vista adelante. Sabíamos desde el inicio que no sería fácil. El Acuerdo tiene unos capítulos muy exigentes sobre la tierra y la participación política, que abarcan soluciones a casi todos los problemas estructurales del país y estos no desaparecen con la firma de un texto.
¿Qué destaca de la implementación del Acuerdo?
El Acuerdo logró abrir una puerta muy pesada hacia el futuro que permitió pensar en un diálogo sobre el futuro del país, pero esto se cubrió con la polarización del referendo. Colombia debe atreverse a un diálogo sobre el futuro del país, porque tras la firma ha sido más la polarización que la oportunidad. Esa polarización es normal; no es útil, pero hace parte de un proceso de cambio que no se ha materializado, aunque ya hay realizaciones como el Sistema Integral de Paz, algo que nunca ha existido en el mundo, pero es un modelo que ofrece dos cosas que generalmente se excluyen: una paz negociada y evitar la impunidad.
Lea también: Las luces y sombras sobre la paz que detectó MAPP-OEA en su más reciente informe.
¿Cómo le ha parecido el desempeño de la Jurisdicción Especial para la Paz?
Allí los responsables deben hablar y reconocer los crímenes para dar paso a sanciones propias, que no son cárcel. Es buscar un balance entre contribuir a la verdad, admitir crímenes y aceptar una sanción. No es fácil para los firmantes, que por años se creyeron liberadores del país, aceptar y ser tratados como personas que cometieron crímenes de guerra. Es una demostración de fuerza moral muy grande admitir que lo que hice durante toda mi vida en la selva como guerrillero no llevó al cambio y se cometieron crímenes, como secuestros, violaciones y matanzas. Lo mismo pasa con el comportamiento de algunos miembros de la fuerza pública, quienes se ponen frente a un espejo que no tuvieron antes y se ven como alguien que mató sin tener el derecho legal para hacerlo. Esta experiencia dolorosa de ambos lados lleva a la oportunidad de pensar qué hicimos y qué queremos hacer en el futuro.
Hay críticas porque los responsables no pagan cárcel…
Se están llevando a cabo encuentros entre victimarios y víctimas para que los victimarios adquieran un compromiso de satisfacer las necesidades de las víctimas. Si las sanciones propias coinciden con esas necesidades de las víctimas, el perdón es más probable y la no repetición estará asegurada. Las sanciones propias pueden transformar hacia la reconciliación y la reconstrucción del país.
Las víctimas son los aliados más importantes de los victimarios, si logran convencerlas de la honestidad de su intención de reparar. ¿Qué nos pasó? ¿Por qué no fuimos capaces de abrir esa puerta para hablar del futuro?
Yo estudié Filosofía y hay un texto que me impresiona muchísimo: la metáfora de la cueva, de Platón. En esta cueva las personas ven solo sombras porque la luz está a su espalda. Para que entiendan las cosas que ven en sombras deben volver la vista hacia otra dirección. Eso es doloroso, porque durante toda su vida vieron las cosas de esta manera, vieron las sombras y no los originales, no vieron las causas del problema. Eso es doloroso, se necesita valor y mucha fuerza intelectual. Ese es un trauma que está viviendo el país durante estos primeros años después de la firma, insistiendo en la perspectiva del pasado: “Ellos hicieron eso malo, ahora tienen que pagar” y eso lo dicen ambos lados. Lo que pasa en estos años es que muy paulatinamente se están orientando más hacia el futuro y esa transición del pasado traumático al futuro mejor lo puede guiar el Acuerdo de Paz, del cual no se habla tanto. ¿Quién sabe hoy que contiene el Acuerdo?
¿Por qué los candidatos presidenciales no hablaron del Acuerdo en esta campaña?
Yo creo que el país todavía no ha descubierto el poder y el potencial del Acuerdo. Están hablando de lo que pasará con los que firmaron sin conocer su contenido. Colombia tiene dos candidatos que tienen una cosa en común y es que representan una suerte de cambio, pero nadie sabe muy bien qué cambio es y cómo van a implementarlo, pero es la manifestación de la inconformidad.
¿Qué mensaje les daría al nuevo gobierno y al nuevo Congreso?
Hay que tomar en serio esa necesidad de cambio. El futuro presidente debe iniciar este diálogo sobre cómo Colombia quiere construir su futuro. Uno puede discutir sobre el pasado, pero hablar del futuro será más constructivo; habrá más consenso que odio. Hay que dar ese paso.
Le puede interesar: Plenaria de Senado aprueba ampliar comisiones constitucionales por curules de paz.
Pero vamos a quedar muy divididos al final de las elecciones. Así es más difícil ese diálogo…
No sabemos cómo saldrá esta elección en un momento de incertidumbre global, pero cuanto más claro tengas qué quieres tú a escala nacional es mejor para jugar un papel en el ámbito mundial. Y esto empieza por la casa: ¿cómo queremos vivir como familia? ¿Vamos a golpearnos? ¿Vamos a respetar la vida o a resolver los conflictos con fuerza física? Creo que el informe que prepara la Comisión de la Verdad, con recomendaciones prácticas, servirá para eso. El país tendrá que leerlo y discutirlo, quizá no todos estén de acuerdo.
¿Cómo ve que hay un sector que ha descalificado ese informe sin que haya sido publicado?
Me impresiona mucho que haya personas que descalifican algo que desconocen. Es una manera de negar el avance. Es importante que todos lean el informe y las recomendaciones. No hay que estar de acuerdo con todo, porque no es una verdad que cae del cielo como una gran roca que matará a todos los que no están de acuerdo. La Comisión no tiene la receta de cómo solucionar los problemas del país, pero hará una contribución contundente a una discusión que se ha aplazado y es imprescindible. El país la debe entender como una oportunidad, como un gran regalo.
Los candidatos no hablaron de las recomendaciones de la Comisión. Parece que se desconoce ese proceso…
La Comisión dará recomendaciones, no son órdenes. Son oportunidades, son partes de un espejo en el que el país podrá ver su cara, tal vez de una manera desagradable, pero ningún proceso de reforma es exitoso sin tener clara la situación inicial, de dónde partimos, a dónde queremos ir y cómo vamos a lograrlo. Ese es el aporte de la Comisión.
Lo más difícil es discutir esto mientras persiste la violencia…
Estoy convencido de que nadie podrá resolver esto muy rápido. El momento llegará cuando Colombia quiera empoderarse de su propio territorio, cuando sea una prioridad política garantizar los mismos derechos a todos los colombianos, a todas las colombianas, sin importar dónde están. Solo en ese momento se articulará la voluntad política para decir: no me da igual lo que les pasa a mis compatriotas en Tumaco, Chocó o Antioquia. Aquí no hay una pérdida de control estatal, porque en muchas partes nunca hubo control. Colombia tardó tiempo en reconocerlo y ese es el primer paso para cambiarlo. La comunidad internacional debe visibilizar el costo en vidas humanas de esta falta de voluntad, ver qué está pasando en el territorio donde hay seres humanos comprometidos por una Colombia mejor, abandonados, rodeados por grupos armados.
¿Cree que falta el diálogo con el Eln para lograr la paz completa?
El Eln tiene importancia, pero no es el único factor de riesgo o amenaza. Y surgen varias preguntas: ¿qué incidencia sobre la violencia tendría un acuerdo de paz con ese grupo? Me temo que sea un efecto limitado. ¿Hay voluntad del Eln para negociar, siendo un grupo tan disperso y mal organizado? Los negociadores que están en La Habana perdieron contacto por varios años con sus colegas. ¿En qué se distingue el Eln de otros grupos armados ilegales? No lo sé. Me sumo a los que abogan por una paz negociada con el Eln. Hay que iniciar ese proceso desde cero, porque las condiciones cambiaron, pero hay que reconocer que hay una multitud de actores armados actuando en el país. ¿Se puede negociar con criminales sin agenda política? No lo sé.
Durante casi cuatro años de estancia en Colombia, Peter Ptassek, saliente embajador de Alemania, rompió los esquemas de los diplomáticos europeos. Viajó por el país como pocos, con la curiosidad de conocer la situación social del país, con la sensibilidad de escuchar a las comunidades y con su cámara Cannon colgada al cuello para fotografiar los paisajes más bellos en los lugares más inaccesibles, incluso para quienes habitamos este país.
Su particular estilo de comunicar a través de redes sociales le hizo obtener 70.000 seguidores en Twitter, a quienes les contestaba con humor, sátira y frases ingeniosas. Y lo hizo por igual a quienes lo alababan como a los que lo atacaban. Dice que se va con cerca de 200.000 imágenes de lugares como las cuevas de Santander, el cañón del Chicamocha, los páramos y nevados, los desiertos de la Tatacoa y de La Guajira, y que en su maleta se lleva una lección para toda la vida: el optimismo a toda prueba de los colombianos.
¿Cuál es el balance de su paso por Colombia?
Llegué a Colombia cuando iban dos años de implementación del Acuerdo de Paz, han transcurrido seis ya. Este Acuerdo sorprendió al mundo entero, porque no hay muchos ejemplos de un éxito tan grande: se logró poner fin, en muy poco tiempo, a 50 años de conflicto armado con tantos muertos, tanta violencia, tantas atrocidades, para pasar la página y poner la vista adelante. Sabíamos desde el inicio que no sería fácil. El Acuerdo tiene unos capítulos muy exigentes sobre la tierra y la participación política, que abarcan soluciones a casi todos los problemas estructurales del país y estos no desaparecen con la firma de un texto.
¿Qué destaca de la implementación del Acuerdo?
El Acuerdo logró abrir una puerta muy pesada hacia el futuro que permitió pensar en un diálogo sobre el futuro del país, pero esto se cubrió con la polarización del referendo. Colombia debe atreverse a un diálogo sobre el futuro del país, porque tras la firma ha sido más la polarización que la oportunidad. Esa polarización es normal; no es útil, pero hace parte de un proceso de cambio que no se ha materializado, aunque ya hay realizaciones como el Sistema Integral de Paz, algo que nunca ha existido en el mundo, pero es un modelo que ofrece dos cosas que generalmente se excluyen: una paz negociada y evitar la impunidad.
Lea también: Las luces y sombras sobre la paz que detectó MAPP-OEA en su más reciente informe.
¿Cómo le ha parecido el desempeño de la Jurisdicción Especial para la Paz?
Allí los responsables deben hablar y reconocer los crímenes para dar paso a sanciones propias, que no son cárcel. Es buscar un balance entre contribuir a la verdad, admitir crímenes y aceptar una sanción. No es fácil para los firmantes, que por años se creyeron liberadores del país, aceptar y ser tratados como personas que cometieron crímenes de guerra. Es una demostración de fuerza moral muy grande admitir que lo que hice durante toda mi vida en la selva como guerrillero no llevó al cambio y se cometieron crímenes, como secuestros, violaciones y matanzas. Lo mismo pasa con el comportamiento de algunos miembros de la fuerza pública, quienes se ponen frente a un espejo que no tuvieron antes y se ven como alguien que mató sin tener el derecho legal para hacerlo. Esta experiencia dolorosa de ambos lados lleva a la oportunidad de pensar qué hicimos y qué queremos hacer en el futuro.
Hay críticas porque los responsables no pagan cárcel…
Se están llevando a cabo encuentros entre victimarios y víctimas para que los victimarios adquieran un compromiso de satisfacer las necesidades de las víctimas. Si las sanciones propias coinciden con esas necesidades de las víctimas, el perdón es más probable y la no repetición estará asegurada. Las sanciones propias pueden transformar hacia la reconciliación y la reconstrucción del país.
Las víctimas son los aliados más importantes de los victimarios, si logran convencerlas de la honestidad de su intención de reparar. ¿Qué nos pasó? ¿Por qué no fuimos capaces de abrir esa puerta para hablar del futuro?
Yo estudié Filosofía y hay un texto que me impresiona muchísimo: la metáfora de la cueva, de Platón. En esta cueva las personas ven solo sombras porque la luz está a su espalda. Para que entiendan las cosas que ven en sombras deben volver la vista hacia otra dirección. Eso es doloroso, porque durante toda su vida vieron las cosas de esta manera, vieron las sombras y no los originales, no vieron las causas del problema. Eso es doloroso, se necesita valor y mucha fuerza intelectual. Ese es un trauma que está viviendo el país durante estos primeros años después de la firma, insistiendo en la perspectiva del pasado: “Ellos hicieron eso malo, ahora tienen que pagar” y eso lo dicen ambos lados. Lo que pasa en estos años es que muy paulatinamente se están orientando más hacia el futuro y esa transición del pasado traumático al futuro mejor lo puede guiar el Acuerdo de Paz, del cual no se habla tanto. ¿Quién sabe hoy que contiene el Acuerdo?
¿Por qué los candidatos presidenciales no hablaron del Acuerdo en esta campaña?
Yo creo que el país todavía no ha descubierto el poder y el potencial del Acuerdo. Están hablando de lo que pasará con los que firmaron sin conocer su contenido. Colombia tiene dos candidatos que tienen una cosa en común y es que representan una suerte de cambio, pero nadie sabe muy bien qué cambio es y cómo van a implementarlo, pero es la manifestación de la inconformidad.
¿Qué mensaje les daría al nuevo gobierno y al nuevo Congreso?
Hay que tomar en serio esa necesidad de cambio. El futuro presidente debe iniciar este diálogo sobre cómo Colombia quiere construir su futuro. Uno puede discutir sobre el pasado, pero hablar del futuro será más constructivo; habrá más consenso que odio. Hay que dar ese paso.
Le puede interesar: Plenaria de Senado aprueba ampliar comisiones constitucionales por curules de paz.
Pero vamos a quedar muy divididos al final de las elecciones. Así es más difícil ese diálogo…
No sabemos cómo saldrá esta elección en un momento de incertidumbre global, pero cuanto más claro tengas qué quieres tú a escala nacional es mejor para jugar un papel en el ámbito mundial. Y esto empieza por la casa: ¿cómo queremos vivir como familia? ¿Vamos a golpearnos? ¿Vamos a respetar la vida o a resolver los conflictos con fuerza física? Creo que el informe que prepara la Comisión de la Verdad, con recomendaciones prácticas, servirá para eso. El país tendrá que leerlo y discutirlo, quizá no todos estén de acuerdo.
¿Cómo ve que hay un sector que ha descalificado ese informe sin que haya sido publicado?
Me impresiona mucho que haya personas que descalifican algo que desconocen. Es una manera de negar el avance. Es importante que todos lean el informe y las recomendaciones. No hay que estar de acuerdo con todo, porque no es una verdad que cae del cielo como una gran roca que matará a todos los que no están de acuerdo. La Comisión no tiene la receta de cómo solucionar los problemas del país, pero hará una contribución contundente a una discusión que se ha aplazado y es imprescindible. El país la debe entender como una oportunidad, como un gran regalo.
Los candidatos no hablaron de las recomendaciones de la Comisión. Parece que se desconoce ese proceso…
La Comisión dará recomendaciones, no son órdenes. Son oportunidades, son partes de un espejo en el que el país podrá ver su cara, tal vez de una manera desagradable, pero ningún proceso de reforma es exitoso sin tener clara la situación inicial, de dónde partimos, a dónde queremos ir y cómo vamos a lograrlo. Ese es el aporte de la Comisión.
Lo más difícil es discutir esto mientras persiste la violencia…
Estoy convencido de que nadie podrá resolver esto muy rápido. El momento llegará cuando Colombia quiera empoderarse de su propio territorio, cuando sea una prioridad política garantizar los mismos derechos a todos los colombianos, a todas las colombianas, sin importar dónde están. Solo en ese momento se articulará la voluntad política para decir: no me da igual lo que les pasa a mis compatriotas en Tumaco, Chocó o Antioquia. Aquí no hay una pérdida de control estatal, porque en muchas partes nunca hubo control. Colombia tardó tiempo en reconocerlo y ese es el primer paso para cambiarlo. La comunidad internacional debe visibilizar el costo en vidas humanas de esta falta de voluntad, ver qué está pasando en el territorio donde hay seres humanos comprometidos por una Colombia mejor, abandonados, rodeados por grupos armados.
¿Cree que falta el diálogo con el Eln para lograr la paz completa?
El Eln tiene importancia, pero no es el único factor de riesgo o amenaza. Y surgen varias preguntas: ¿qué incidencia sobre la violencia tendría un acuerdo de paz con ese grupo? Me temo que sea un efecto limitado. ¿Hay voluntad del Eln para negociar, siendo un grupo tan disperso y mal organizado? Los negociadores que están en La Habana perdieron contacto por varios años con sus colegas. ¿En qué se distingue el Eln de otros grupos armados ilegales? No lo sé. Me sumo a los que abogan por una paz negociada con el Eln. Hay que iniciar ese proceso desde cero, porque las condiciones cambiaron, pero hay que reconocer que hay una multitud de actores armados actuando en el país. ¿Se puede negociar con criminales sin agenda política? No lo sé.