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El primer espacio comunitario que crearon excombatientes de las extintas Farc cuando llegaron, en 2017, a la vereda Las Colinas, del municipio de San José del Guaviare, fue una biblioteca. Cerca de 480 hombres y mujeres llegaron allí a conformar una Zona Veredal Transitoria de Normalización, un espacio donde se concentrarían para hacer dejación de armas, en cumplimiento del Acuerdo de Paz firmado en La Habana.
Empezaron adecuando el terreno para la construcción de sus viviendas, crearon huertas para la siembra de tomate, pimentón y maracuyá, entre otros cultivos, y fueron sumando la piscicultura y la porcicultura. Al mismo tiempo, trabajaron en levantar La Revolucionaria, como se llama la biblioteca que está ubicada en la parte alta del lugar que hoy se llama Espacio Territorial de Capacitación (ETCR) Jaime Pardo Leal, y se erige en el paisaje como un punto de referencia para la cultura de este lugar.
Los primeros libros de la biblioteca fueron los mismos que los acompañaron durante su vida en la selva. Muchos textos eran sobre pensamiento político, literatura, biografías de pensadores y líderes sociales. “La lectura siempre estuvo presente durante nuestras largas travesías por la selva. Cada uno tenía un libro que debía leer en un margen de tiempo acordado, para luego socializar su lectura y contenido con el resto del grupo. Se organizaban jornadas en las que nos reuníamos en torno a la lectura, el diálogo y la reflexión a partir de los libros que cada uno en esos momentos compartía y que luego se intercambiaban para que circularán por todos los integrantes del grupo”, resaltó Íngrid Sáenz, quien lidera ese espacio territorial y acompañó el proceso de adecuación, organización y activación de la biblioteca.
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La colección también está compuesta por los aportes que hicieron las comunidades. Además, el lugar está equipado con los libros enviados por organizaciones internacionales, universidades, centros de estudio y la Biblioteca Pública Departamental y Patrimonial del Guaviare, que donaron textos y recursos. Estas entidades ofrecieron a la comunidad espacios para la realización de encuentros sobre los procesos organizativos de los pobladores de esas zonas, así como actividades para los niños, niñas, madres gestantes y lactantes, adolescentes, adultos y adultos mayores que conforman las familias que están allí.
La Revolucionaria es una de las pocas edificaciones del ETCR que tiene dos niveles. En el primero piso, que es de cemento, hay 2.500 libros en muebles de madera. En la parte alta se encuentra la sala de cómputo, donde un tapete de caucho protege el piso de madera que sostiene los doce computadores donde pueden acceder a internet. Este espacio también alberga una colección infantil y se ha convertido en un centro de interés, donde se reúnen algunas obras sobre la historia del proceso de paz en el territorio. El ser guerrero del Libertador, del general Álvaro Valencia Tovar; Paz, amigos y enemigos, del jefe guerrillero Jacobo Arenas; Comisión histórica del conflicto y sus víctimas, de Eduardo Pizarro Leongómez, y, claro, el Acuerdo final son algunos de los títulos que los habitantes del ETCR pueden consultar en esta biblioteca.
Yeimi Saldarriaga, perteneciente a la comunidad, es la bibliotecaria. De lunes a viernes, llega a las ocho de la mañana a esta parte alta del ETCR a abrir la biblioteca, organizar el material y, en época de lluvias, revisar que las filtraciones no hayan afectado los libros y materiales.
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Saldarriaga ha realizado varias capacitaciones para el uso del espacio, cuyo mayor reto —dadas las condiciones climáticas y geográficas— es la adecuación de las instalaciones para garantizar la conservación de los libros. La infraestructura, hecha con bloques y madera, necesita mejoras para el mantenimiento de las colecciones y los equipos tecnológicos. “Me he sentido muy orgullosa de hacer parte de este proceso tan importante dentro de nuestra comunidad. He contado con el apoyo para brindar un buen servicio y sobre todo una buena educación a los 98 niños y niñas de nuestra escuela Nueva Generación”, resaltó Saldarriaga.
Ómar Arévalo, líder de la Fundación Raíces de mi Tierra, ha desarrollado procesos de formación deportiva, educativa y de danza con niños, niñas y adolescentes de espacios de reincorporación como este y en La Revolucionaria. “He visto que este espacio ahora está mucho más concurrido y es propicio y necesario para garantizar una cultura educativa en nuestra comunidad”, comentó Arévalo.
En Guaviare hay otra iniciativa que aún no está consolidada en el ETCR Marco Aurelio Buendía, del corregimiento de Charras de San José, porque están en proceso de traslado. Aún no tienen inventario, pero hay una colección de literatura política, liderazgo social, proceso de paz y una pequeña parte dedicada a literatura infantil.
Junto a La Revolucionaria se suman otras bibliotecas creadas por los excombatientes. En el ETCR de Pondores, en Fonseca (La Guajira), está Sueños de Paz; en el espacio de La Fila, en Icononzo (Tolima), está la biblioteca Simón Trinidad Libertad y otra en Agua Bonita (La Montañita-Caquetá), llamada la biblioteca popular Alfonso Cano.
Los libros, que los acompañaron en la guerra, ahora están La Revolucionaria para leer sin control, como indica el letrero a la entrada de la biblioteca.
*Periodista de Maloca Joven.