Excombatientes de paras, Farc y víctimas se juntan por la verdad en Villavicencio
Manuel de Jesús Pirabán, excomandante de las Auc; Isabela San Roque, excombatiente de las Farc, y el sacerdote Henry Ramírez hacen un llamado para no atacar más el proceso de paz y trabajar juntos para que las víctimas sepan la verdad de lo que pasó en el conflicto.
Gloria Castrillón / @glocastri
No se conocían, a pesar de haber trasegado los mismos territorios: Manuel de Jesús Pirabán, como comandante de las estructuras de las autodefensas que operaron en los llanos orientales; Isabela Sanroque, como combatiente del Bloque Oriental de las Farc; y el padre Henry Ramírez, misionero claretiano, dedicado al trabajo con las comunidades en la región del Ariari. Pero una vez los invitamos a conversar sobre la importancia de buscar la verdad en esta región del país, lo hicieron sin prevención. Se conocieron ayer, en un hotel de Villavicencio y al calor de un café, se miraron a los ojos, se estrecharon las manos y hablaron de la necesidad de salvar el Acuerdo Final firmado con las Farc.
El primero en tomar la palabra fue Pirabán, conocido en la guerra como Jorge Pirata. Contó que ingresó a las autodefensas a los 23 años (enero de 1989) en Cundinamarca, que apenas terminó quinto de primaria y que era un campesino de familia humilde que había decidido tomar las armas porque el frente 22 de las Farc lo perseguía acusándolo de ser “sapo del Estado”. Hizo un repaso de su vida en armas en el Bloque Centauros y luego como líder del Bloque Héroes del Llano, de su desmovilización en 2006 y de los nueve años y cinco meses de cárcel que pagó.
Y explicó que a pesar de haber recobrado la libertad en 2016, aún sigue asistiendo a diligencias judiciales, dándoles la cara a sus víctimas y entregándoles información sobre los delitos que cometieron. “Muchos, sin saber, dicen que nosotros no dijimos la verdad. Eso no es cierto. Hay miles de horas de grabación, en las que hablamos de los terceros que nos apoyaron, entregamos información de 185 cuerpos de desaparecidos, y por nuestras confesiones hay más de 700 militares presos”, resaltó.
Pirabán, de 54 años, pelo cano y mirada fuerte, explicó cómo el acto de entregar la verdad a sus víctimas, incluso fuera del estrado judicial, de pedir perdón y recibir el abrazo de las personas a las que les hizo tanto daño, le ha transformado la vida. Pero advirtió que la verdad no solo se construye entre los victimarios, las víctimas y la Fiscalía. Si bien es crucial su diálogo, de nada sirve si la información no llega al resto del país, si los colombianos no se enteran de lo que sucedió en el conflicto armado.
“Cuando llegue a la cárcel en el 2006 solo tenía una condena por un caso. He entregado la verdad de más de 2.500 hechos. Le puedo asegurar que le he entregado a cada víctima la información que tenía, ellos saben qué pasó, quiénes lo hicieron y por qué”, dice Pirabán mirando a sus interlocutores a los ojos. Y explica que hoy, varios excomandantes de las autodefensas quieren participar en las nuevas entidades como la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desparecidas.
Y se atrevió a darle un consejo a Isabela Sanroque: “Les sugiero a los de las Farc que tengan mucho ánimo y mucha fe, que este proceso se va a desempantanar. Es un proceso que vale la pena. Nada en esta vida es fácil, ¡menos esto tan grande y delicado! Hay muchas partes del país a las que no les conviene que se sepa la verdad. Es que la guerra es un negocio que les conviene a muchos que no han sido descubiertos. Pero, créanme, este es el camino”, dijo el exjefe paramilitar.
El perdón y la reconciliación
El padre Henry, que también ingresó a su lucha a los 20 años -a trabajar en favor de poblaciones vulnerables en Chocó y en Medellín del Ariari (Meta)-, escuchó con atención y en un momento interrumpió para decirle a Pirabán que “en la medida en que aporten estos elementos, podemos ayudar no solo a saber la verdad, sino también a encontrar a los desaparecidos”, un capítulo que no deja de dolerle, ya que sus últimos años ha luchado por encontrar a los desaparecidos que tanto las autodefensas como las Farc y otros grupos han producido durante la guerra.
Él, que ha tenido que presenciar desplazamientos masivos, soportado el dolor de ver decenas de asesinatos de líderes, de amigos, de vecinos, y que fue amenazado más de siete veces por las Farc y los paramilitares, fue el testigo de excepción de este encuentro.
Finalmente su labor ha sido esa, acompañar. Pese a las amenazas y el dolor nunca dejó de cumplir con sus responsabilidades, que iban desde ofrecer una misa hasta acompañar la exhumación y entrega de cuerpos. Tampoco permitió que los actores armados ingresaran a su parroquia o a las poblaciones donde él trabajó. Les dejaba claro que no dialogaba con ninguno, ni siquiera con el Ejército, y que su apoyo siempre estaría del lado de las comunidades. Tanto así, que años más tarde construyó el Protocolo Humanitario de Exhumaciones y fue postulado por las organizaciones de víctimas en la terna para liderar la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas.
El padre Henry reconoce que al ver tanto dolor fue tocado por la rabia y el rencor. Es un sacerdote, no un dios, así que se perdona esos sentimientos y también perdona a quienes se los provocaron. Y si bien invita a hacer lo mismo a quienes lo rodean, advierte que eso no necesariamente implica una reconciliación. Para eso, agrega, se necesita dar el primer paso: el reconocimiento del otro y el diálogo.
Por eso decidió asistir a este diálogo. “Si estoy aquí sentado es porque estas familias quieren tener una respuesta sobre los cuerpos de sus familiares. Quieren enterrarlos con los rituales de su religión”, dice Ramírez.
Está de acuerdo con Pirabán en que el conflicto no encierra solamente a víctimas y victimarios, pues hay que “entender que hay alguien más detrás que se ha beneficiado con esta guerra”. Sin embargo, invita al perdón y, posteriormente, a la reconciliación, un paso que se da cuando se reconoce al que antes era enemigo como un ser humano con un contexto y unas motivaciones.
El compromiso de las Farc
Isabela Sanroque aguardó en silencio su turno para intervenir. Contó que ingresó a las Farc hace 16 años, cuando era estudiante de la Universidad Distrital en Bogotá, de donde es oriunda. Al igual que Pirabán, relata que se fue al monte porque tenía la certeza de que la iban a matar o a capturar. Vino a Mesetas, a integrar el frente 40, convencida de que su lucha era justa. Estuvo 13 años en la selva, hasta que se fue a La Habana, a conformar la subcomisión de género en la mesa de negociación.
Sigue reinvindicando las razones por las cuales ingresó a la lucha armada, pero se reafirma en el compromiso del nuevo Partido Farc de “contar su parte de la verdad frente a hechos concretos, frente a esas familias que están buscando rescatar los cuerpos, pero también de cómo se dieron las cosas, porque la verdad de las medios de comunicación es distinta a la que tenemos nosotros y a la que tiene la gente en las regiones”, señaló.
Es precisamente en las regiones donde estuvo el padre Henry Soler, quien lleva más de la mitad de sus 44 años dedicado al trabajo con comunidades de Meta, Guaviare y Chocó. Esta era la primera vez que el sacerdote claretiano se encontraba con quienes habían victimizado a algunas de las poblaciones donde él estuvo. Al mirar a Pirabán terminó confesando que había humanizado al guerrero. “Para mí es la primera vez que me encuentro con un personaje, porque hasta ahora era personaje. Hoy ya es persona, hoy tiene rostro, un nombre”, le dijo.
Y el otrora jefe de las autodefensas le contesto diciendo: este encuentro lo celebro como una oportunidad para construir la verdad. “Hay trocitos de verdad por todos lados y tenemos que juntarlos para sanar, para aclarar cosas”. Se refiere también a la intención de varios actores armados, como los presos de La Picota, las autodefensas y la insurgencia, por contar la verdad ante los mecanismos extrajudiciales del sistema de justicia transicional: la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos.
Y reconoce que la paz “es un proceso demorado y dispendioso”. Él y los demás exparamilitares que comparecieron ante Justicia y Paz lo saben. Por eso les sugiere a las víctimas y a los exintegrantes de las Farc, que hoy intentan atravesar el limbo jurídico provocado por las discusiones políticas, tener paciencia. En el proceso de desmovilización paramilitar también hubo cambios en los acuerdos, incluso cuando estaban en la cárcel.
Les insistió que su compromiso no es ni siquiera con los jueces o los políticos, sino con quienes fueron afectados en la guerra: “No tengo ni idea de mi condena, cuánto tiempo me falta por estar vigilados, pero sigo cumpliéndoles a las víctimas, yendo a mis audiencias de Justicia y Paz. Es mi compromiso y mi deber. Ojalá pronto esta etapa tan dura por la que pasan las Farc sea superada y beneficiosa para todos”.
El mensaje final
Antes de la foto de rigor, Pirabán, Isabela y el padre Henry dejaron sus reflexiones finales. Serán los mismos que ampliarán durante el encuentro “Hablemos de verdad” que se celebrará hoy en Villavicencio, y en el que participarán víctimas de todos los grupos armados, líderes políticos, sociales, gremiales y empresariales.
Dejar las diferencias, los fanatismos y los odios para construir un país juntos como colombianos fue el llamado al que llegaron los tres a pesar de las orillas tan distintas de las que vienen. “¿Qué les vamos a dejar a las otras generaciones? ¿Otra vez guerra y muertos o la posibilidad de pensarnos un país en democracia, donde quepamos todos?”, fue la reflexión de Isabela Sanroque.
Manuel de Jesús Pirabán dijo que para que antiguos enemigos se miren a la cara sin rencores primero cada uno debe tratar de “sanar su espíritu”. “Cuando uno se llena de ira, más se deja llevar por la idea de menoscabar los ideales de otra persona. Hay muchas maneras de expresar las ideas, que ya no es con las armas ni tampoco incitando a la violencia. Hay que dejar de ver fantasmas donde no existen”, asevera.
Pero despojarse del odio y las polarizaciones no quiere decir que haya que renunciar a las exigencias de verdad, justicia y las posturas políticas, explica el padre Henry. Para él, como colombianos tenemos que despertar un sentimiento de patria, de territorio y arriesgarnos a encontrarnos y ver al otro como persona, no como el enemigo. Finalmente, invitó a “quienes se empeñan en obstaculizar la implementación de los Acuerdos a que escuchen el dolor de las víctimas y entiendan que la justicia no es igual a la cárcel, que la verdad tiene de por sí altas dosis de justicia”.
No se conocían, a pesar de haber trasegado los mismos territorios: Manuel de Jesús Pirabán, como comandante de las estructuras de las autodefensas que operaron en los llanos orientales; Isabela Sanroque, como combatiente del Bloque Oriental de las Farc; y el padre Henry Ramírez, misionero claretiano, dedicado al trabajo con las comunidades en la región del Ariari. Pero una vez los invitamos a conversar sobre la importancia de buscar la verdad en esta región del país, lo hicieron sin prevención. Se conocieron ayer, en un hotel de Villavicencio y al calor de un café, se miraron a los ojos, se estrecharon las manos y hablaron de la necesidad de salvar el Acuerdo Final firmado con las Farc.
El primero en tomar la palabra fue Pirabán, conocido en la guerra como Jorge Pirata. Contó que ingresó a las autodefensas a los 23 años (enero de 1989) en Cundinamarca, que apenas terminó quinto de primaria y que era un campesino de familia humilde que había decidido tomar las armas porque el frente 22 de las Farc lo perseguía acusándolo de ser “sapo del Estado”. Hizo un repaso de su vida en armas en el Bloque Centauros y luego como líder del Bloque Héroes del Llano, de su desmovilización en 2006 y de los nueve años y cinco meses de cárcel que pagó.
Y explicó que a pesar de haber recobrado la libertad en 2016, aún sigue asistiendo a diligencias judiciales, dándoles la cara a sus víctimas y entregándoles información sobre los delitos que cometieron. “Muchos, sin saber, dicen que nosotros no dijimos la verdad. Eso no es cierto. Hay miles de horas de grabación, en las que hablamos de los terceros que nos apoyaron, entregamos información de 185 cuerpos de desaparecidos, y por nuestras confesiones hay más de 700 militares presos”, resaltó.
Pirabán, de 54 años, pelo cano y mirada fuerte, explicó cómo el acto de entregar la verdad a sus víctimas, incluso fuera del estrado judicial, de pedir perdón y recibir el abrazo de las personas a las que les hizo tanto daño, le ha transformado la vida. Pero advirtió que la verdad no solo se construye entre los victimarios, las víctimas y la Fiscalía. Si bien es crucial su diálogo, de nada sirve si la información no llega al resto del país, si los colombianos no se enteran de lo que sucedió en el conflicto armado.
“Cuando llegue a la cárcel en el 2006 solo tenía una condena por un caso. He entregado la verdad de más de 2.500 hechos. Le puedo asegurar que le he entregado a cada víctima la información que tenía, ellos saben qué pasó, quiénes lo hicieron y por qué”, dice Pirabán mirando a sus interlocutores a los ojos. Y explica que hoy, varios excomandantes de las autodefensas quieren participar en las nuevas entidades como la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desparecidas.
Y se atrevió a darle un consejo a Isabela Sanroque: “Les sugiero a los de las Farc que tengan mucho ánimo y mucha fe, que este proceso se va a desempantanar. Es un proceso que vale la pena. Nada en esta vida es fácil, ¡menos esto tan grande y delicado! Hay muchas partes del país a las que no les conviene que se sepa la verdad. Es que la guerra es un negocio que les conviene a muchos que no han sido descubiertos. Pero, créanme, este es el camino”, dijo el exjefe paramilitar.
El perdón y la reconciliación
El padre Henry, que también ingresó a su lucha a los 20 años -a trabajar en favor de poblaciones vulnerables en Chocó y en Medellín del Ariari (Meta)-, escuchó con atención y en un momento interrumpió para decirle a Pirabán que “en la medida en que aporten estos elementos, podemos ayudar no solo a saber la verdad, sino también a encontrar a los desaparecidos”, un capítulo que no deja de dolerle, ya que sus últimos años ha luchado por encontrar a los desaparecidos que tanto las autodefensas como las Farc y otros grupos han producido durante la guerra.
Él, que ha tenido que presenciar desplazamientos masivos, soportado el dolor de ver decenas de asesinatos de líderes, de amigos, de vecinos, y que fue amenazado más de siete veces por las Farc y los paramilitares, fue el testigo de excepción de este encuentro.
Finalmente su labor ha sido esa, acompañar. Pese a las amenazas y el dolor nunca dejó de cumplir con sus responsabilidades, que iban desde ofrecer una misa hasta acompañar la exhumación y entrega de cuerpos. Tampoco permitió que los actores armados ingresaran a su parroquia o a las poblaciones donde él trabajó. Les dejaba claro que no dialogaba con ninguno, ni siquiera con el Ejército, y que su apoyo siempre estaría del lado de las comunidades. Tanto así, que años más tarde construyó el Protocolo Humanitario de Exhumaciones y fue postulado por las organizaciones de víctimas en la terna para liderar la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas.
El padre Henry reconoce que al ver tanto dolor fue tocado por la rabia y el rencor. Es un sacerdote, no un dios, así que se perdona esos sentimientos y también perdona a quienes se los provocaron. Y si bien invita a hacer lo mismo a quienes lo rodean, advierte que eso no necesariamente implica una reconciliación. Para eso, agrega, se necesita dar el primer paso: el reconocimiento del otro y el diálogo.
Por eso decidió asistir a este diálogo. “Si estoy aquí sentado es porque estas familias quieren tener una respuesta sobre los cuerpos de sus familiares. Quieren enterrarlos con los rituales de su religión”, dice Ramírez.
Está de acuerdo con Pirabán en que el conflicto no encierra solamente a víctimas y victimarios, pues hay que “entender que hay alguien más detrás que se ha beneficiado con esta guerra”. Sin embargo, invita al perdón y, posteriormente, a la reconciliación, un paso que se da cuando se reconoce al que antes era enemigo como un ser humano con un contexto y unas motivaciones.
El compromiso de las Farc
Isabela Sanroque aguardó en silencio su turno para intervenir. Contó que ingresó a las Farc hace 16 años, cuando era estudiante de la Universidad Distrital en Bogotá, de donde es oriunda. Al igual que Pirabán, relata que se fue al monte porque tenía la certeza de que la iban a matar o a capturar. Vino a Mesetas, a integrar el frente 40, convencida de que su lucha era justa. Estuvo 13 años en la selva, hasta que se fue a La Habana, a conformar la subcomisión de género en la mesa de negociación.
Sigue reinvindicando las razones por las cuales ingresó a la lucha armada, pero se reafirma en el compromiso del nuevo Partido Farc de “contar su parte de la verdad frente a hechos concretos, frente a esas familias que están buscando rescatar los cuerpos, pero también de cómo se dieron las cosas, porque la verdad de las medios de comunicación es distinta a la que tenemos nosotros y a la que tiene la gente en las regiones”, señaló.
Es precisamente en las regiones donde estuvo el padre Henry Soler, quien lleva más de la mitad de sus 44 años dedicado al trabajo con comunidades de Meta, Guaviare y Chocó. Esta era la primera vez que el sacerdote claretiano se encontraba con quienes habían victimizado a algunas de las poblaciones donde él estuvo. Al mirar a Pirabán terminó confesando que había humanizado al guerrero. “Para mí es la primera vez que me encuentro con un personaje, porque hasta ahora era personaje. Hoy ya es persona, hoy tiene rostro, un nombre”, le dijo.
Y el otrora jefe de las autodefensas le contesto diciendo: este encuentro lo celebro como una oportunidad para construir la verdad. “Hay trocitos de verdad por todos lados y tenemos que juntarlos para sanar, para aclarar cosas”. Se refiere también a la intención de varios actores armados, como los presos de La Picota, las autodefensas y la insurgencia, por contar la verdad ante los mecanismos extrajudiciales del sistema de justicia transicional: la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos.
Y reconoce que la paz “es un proceso demorado y dispendioso”. Él y los demás exparamilitares que comparecieron ante Justicia y Paz lo saben. Por eso les sugiere a las víctimas y a los exintegrantes de las Farc, que hoy intentan atravesar el limbo jurídico provocado por las discusiones políticas, tener paciencia. En el proceso de desmovilización paramilitar también hubo cambios en los acuerdos, incluso cuando estaban en la cárcel.
Les insistió que su compromiso no es ni siquiera con los jueces o los políticos, sino con quienes fueron afectados en la guerra: “No tengo ni idea de mi condena, cuánto tiempo me falta por estar vigilados, pero sigo cumpliéndoles a las víctimas, yendo a mis audiencias de Justicia y Paz. Es mi compromiso y mi deber. Ojalá pronto esta etapa tan dura por la que pasan las Farc sea superada y beneficiosa para todos”.
El mensaje final
Antes de la foto de rigor, Pirabán, Isabela y el padre Henry dejaron sus reflexiones finales. Serán los mismos que ampliarán durante el encuentro “Hablemos de verdad” que se celebrará hoy en Villavicencio, y en el que participarán víctimas de todos los grupos armados, líderes políticos, sociales, gremiales y empresariales.
Dejar las diferencias, los fanatismos y los odios para construir un país juntos como colombianos fue el llamado al que llegaron los tres a pesar de las orillas tan distintas de las que vienen. “¿Qué les vamos a dejar a las otras generaciones? ¿Otra vez guerra y muertos o la posibilidad de pensarnos un país en democracia, donde quepamos todos?”, fue la reflexión de Isabela Sanroque.
Manuel de Jesús Pirabán dijo que para que antiguos enemigos se miren a la cara sin rencores primero cada uno debe tratar de “sanar su espíritu”. “Cuando uno se llena de ira, más se deja llevar por la idea de menoscabar los ideales de otra persona. Hay muchas maneras de expresar las ideas, que ya no es con las armas ni tampoco incitando a la violencia. Hay que dejar de ver fantasmas donde no existen”, asevera.
Pero despojarse del odio y las polarizaciones no quiere decir que haya que renunciar a las exigencias de verdad, justicia y las posturas políticas, explica el padre Henry. Para él, como colombianos tenemos que despertar un sentimiento de patria, de territorio y arriesgarnos a encontrarnos y ver al otro como persona, no como el enemigo. Finalmente, invitó a “quienes se empeñan en obstaculizar la implementación de los Acuerdos a que escuchen el dolor de las víctimas y entiendan que la justicia no es igual a la cárcel, que la verdad tiene de por sí altas dosis de justicia”.