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“Fuimos un pueblo invadido, pero jamás conquistado”. Enosh David Arias, un indígena kankuamo de 28 años, dice esta frase con orgullo y con la esperanza de no ver sufrir más a su comunidad por causas de la guerra. Junto con un grupo de compañeros y compañeras eligió el camino de la fotografía y de la comunicación visual para hacer una memoria histórica resiliente y, con el apoyo del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), lanzaron una exposición llamada ‘Sanar a través de nuestra imagen’, que sueña con ser itinerante por el mundo y que por el momento estará en el Museo de la Independencia – Casa del Florero hasta el próximo 4 de diciembre.
Las experiencias y formas de vida de los kankuamos han sido rescatadas a lo largo de más de cinco siglos por medio de gaitas y chicotes, como se lee en un fragmento de la exposición. Ahora es la fotografía y el poder de la imagen lo que honra a los ancestros, a los presentes y a la unión luego de un pasado reciente hostil que les dejó un conflicto armado que los atacó de manera diferenciada. Su proceso de perdón se hizo a través de la fotografía donde intentaron mostrar la esencia de los suyos, valientes y sabios, como figuras más poderosas que las mismas armas que en su momento los quisieron exterminar.
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Como se lee en otra descripción dentro de la exposición, la naturaleza de este proyecto fotográfico está en ser “memoria viva e identidad del ser kankuamo: es palabra endulzada para otras cosmovisiones, para hacerla más suave y amable para todas y todos”.
En otras palabras de Enosh David, esta exposición fotográfica es la evidencia de que que se puede sanar desde lo simbólico, respetando tradiciones, mostrando memorias de vida y dejando claro en cada plano y cada historia contada que el territorio es sagrado y resistente, incluso en los días más oscuros.
El Mochilón
En el lanzamiento de la exposición, un par de mayoras kankuamas estaban tejiendo y exponiendo sus memorias. Los mochilones, tan propios de ellos, como de otras comunidades indígenas hermanas, tienen una carga simbólica fortísima y por eso no es casualidad que el colectivo de jóvenes en cabeza de la exposición se llame El Mochilón TV.
“La mochila… el mochilón… no se agota. Cuando usted la comienza, usted la acaba. Esto no es solo un acto de disciplina o de respeto por las tradiciones, es un modo de vida en el que le damos continuidad a nuestros valores y creemos en lo que hacemos. Estos muchachos y muchachas no descansaron hasta tener su trabajo completo. Eligieron a la memoria como instrumento de trabajo y hoy vemos el “mochilón” finalizado fruto de su esfuerzo”, comentó una de las mayoras, conmovida por el trabajo de la juventud de su pueblo.
“La guerra no los define, lo hace su forma de vivir, su cosmogonía, los valores que transmiten, el poder de sus palabras y su esperanza por siempre salir adelante. Creo que eso logra la exposición; sanarse entre ellos”
Daniel Sarmiento, acompañante del CNMH
“Nosotros en el Mochilón de la Sierra hemos aprendido empíricamente y nos ayudó mucho el acompañamiento del CNMH. Tengo contacto con ellos desde una participación que tuve en SaNaciones y desde ahí hemos trabajado en conjunto. Nuestra tarea ahora es la de visibilizar al pueblo kankuamo como el más afectado durante la violencia; dentro de la Sierra Nevada hay cuatro pueblos y por nuestra cercanía a las ciudades nosotros fuimos los más perjudicados. Hay registros de más de 400 kankuamos desaparecidos durante el conflicto… y con esta exposición queremos dignificar el trabajo de esas personas, hacer un reconocimiento a esos mayores y rescatar esos saberes que nos dejaron”, le dijo Enosh David a Colombia+20.
A Enosh y su colectivo les preocupa que de a poco sus tradiciones se pierdan. Esa es su mayor inspiración y por eso quieren darle largo aliento a su exposición y a su forma de trabajo: “En el mochilón vamos a enmochilar los saberes ancestrales que se están perdiendo. Nuestras bibliotecas andantes, que son nuestros mayores, se están perdiendo y como jóvenes queremos aprovechar narrativas audiovisuales para que esos conocimientos queden allí a disposición de todo el mundo. Que sepan que hay un pueblo que está luchando”, concluyó el joven.
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Atenai Camila Carrillo es otro miembro de El Mochilón y parte fundamental en la exposición. Una buena parte de las reflexiones sobre el trabajo expuesto está a cargo de ella y su forma de vivir y de sentir a los suyos se evidencia con la siguiente frase de su autoría: “Mi abuela nos ha enseñado con la intención de preservar aquello por lo que mi familia ha pervivido durante siglos. Vienen artesanas de todas partes por nuestro fique, aquí al pie del río”.
Amante de la naturaleza, de los colores y la diversidad, muestra fielmente su trabajo fotográfico por medio de una imagen bellísima en la que una niña kankuama manipula y observa cabellos variados. Una imagen con colores tan variados, como la diversidad que por muchos años han defendido estos indígenas.
¡Nunca más! para la guerra
Daniel Sarmiento, del CNMH, fue la persona que permanentemente acompañó a los jóvenes de El Mochilón para que pudieran realizar su exposición fotográfica sin contratiempos y siempre asesorados. Ha estudiado por años los impactos de la guerra sobre este pueblo y cree que este trabajo artístico que están mostrando le hace justicia a los momentos más dolorosos que vivieron los kankuamos en la Sierra por los grupos armados.
“Nuestra tarea ahora es la de visibilizar al pueblo kankuamo como el más afectado durante la violencia; dentro de la Sierra Nevada hay cuatro pueblos y por nuestra cercanía a las ciudades nosotros fuimos los más perjudicados”
Enosh David
“Son sanación simbólica, pero también ejemplo de fortaleza. Ellos, directamente, vieron cómo los violentos les quitaron a sus mayores, cómo entraron a sus territorios y convirtieron esos traumas en narraciones. Una muestra más para no estigmatizar ni ver desde el centralismo a los kankuamos. La guerra no los define, lo hace su forma de vivir, su cosmogonía, los valores que transmiten, el poder de sus palabras y su esperanza por siempre salir adelante. Creo que eso logra la exposición; sanarse entre ellos y sanar a los que los miran con ojos externos”, dijo.
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La guerra, sus dolores y males, quieren ser algo del pasado de forma definitiva. Los kankuamos ya han expuesto cómo las armas y el fuego entrecruzado los quisieron acabar. Hay testimonios suyos documentados en la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, libros y tesis de grado responden a muchas preguntas sobre las trayectorias de la guerra en sus territorios y muestras como ‘Sanar a través de nuestra imagen’ son un llamado al nunca más; al resurgir cuando todo parecía difícil.
“Guatapurí puede tener un significado bello por la música de Carlos Vives, pero nosotros estamos en la transición de superar lo que sucedía allí. En las fiestas del Guatapurí, las Farc hacían su festín de la guerra, intervinieron alegría con miedo y eso es algo que no queremos más. Que la fiesta acabe con más fiesta y que nuestros muchachos, con memoria y apropiación de lo suyo sigan honrándonos y haciéndonos sentir orgullosos de quienes somos”, concluyó Silsa Matilde Arias, secretaria técnica de la Comisión Nacional de Comunicación de los Pueblos Indígenas, que cerró el evento de lanzamiento en la Casa del Florero.