La idea de habitantes de Aguazul para superar el terror de Henry Torres Escalante
A través de ejercicios de memoria, sobrevivientes del conflicto armado en esta zona de Casanare buscan honrar a víctimas de ‘falsos positivos‘ cometidos por hombres al mando del excomandante de la Brigada XVI del Ejército, y así detener los estigmas sobre su municipio.
Camilo Pardo Quintero
En la vereda El Triunfo, zona rural de Aguazul (Casanare), hay un recuerdo que atormenta a quienes vivieron el conflicto armado: los asesinatos en 2007, por parte del Ejército, de Daniel Torres Arciniegas y su hijo Roque Julio Torres.
“Los torturaron, les dispararon y luego, como a muchos otros, los metieron por “La Y” (una zona de ese municipio en el que encontraron fosas comunes con cuerpos de víctimas de ejecuciones extrajudiciales, también llamados ‘falsos positivos’). En su momento los responsables declararon ante la Justicia Penal Militar, aunque varias verdades quedaron sin contar”, contó a Colombia+20 Miguel Yesid Daza, un líder social de la zona, quien afirma que pese a que hace unos años la JEP les ordenó pedir perdón e indemnizar a sus familiares, “los responsables dejaron un mensaje claro a todo el mundo: el que supiera más de la cuenta iba a pagar, incluso con su vida”.
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Distintos expedientes judiciales han demostrado que los asesinatos a Daniel (de 38 años) y Roque (de 16 años) fueron un acto premeditado del Ejército, institución que estaba ensañada con ellos dos. En el Juzgado 61 Administrativo de Bogotá reza un documento que dice que militares al mando del excomandante Henry Torres Escalante, imputado por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) por cometer y ordenar crímenes de lesa humanidad, “acusaron a Daniel Torres de colaborar con la guerrilla, el hombre denunció a los militares por entrar sin autorización a su casa a increparlo; posteriormente Torres se negó a ser capturado por ellos y tiempo después fue asesinado, al igual que su hijo, y el resto de su familia salió desplazada”.
Otras versiones, como las que publicó en agosto de 2022 el medio independiente Vorágine, apuntan a que el ensañamiento era porque Roque Julio había presenciado en 2006 cómo “integrantes del Grupo Especial Delta se llevaban por la fuerza al campesino Fredy Sanabria, quien después fue reportado como guerrillero muerto en combate”, según cita ese portal de periodismo investigativo. Por años esa acción fue negada por la fuerza pública.
Los asesinatos de los Torres y de Sanabria fueron apenas tres de los 303 casos identificados por la JEP en el Casanare por los que fueron imputados 22 militares, incluidos el general en retiro Torres Escalante -excomandante de la Brigada XVI- y Gustavo Soto Bracamonte, entonces cabeza del Gaula en el departamento.
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Enfrentar el pasado con educación
Los cuerpos de los Torres y de los Sanabria fueron encontrados justamente en la zona de “La Y” al igual que el de otras víctimas de esas ejecuciones. Ir a ese sitio es “prácticamente mirar la muerte a los ojos; algo que ya queremos superar”, según contó Paola Quiroga, otra lideresa de la zona y una mujer dedicada al liderazgo social y a la construcción de memoria histórica en Aguazul.
“La gente acá es buena; nos quisieron exterminar y seguimos adelante. Ya queremos pensar mejor en nuestro futuro y en creer que la mejor Aguazul está por venir”
Paola Quiroga, lideresa de Aguazul
El sector de “La Y” es rural, alejado del casco urbano y, dependiendo las condiciones meteorológicas, incluso puede ser de difícil acceso para algunos vehículos. Sin embargo, esto no es impedimento para los locales a la hora de querer hacer ejercicios de memoria. “En muchos sentidos, nos hemos callado injusticias. Si divulgamos lo que sucedió acá, seguramente la gente de afuera verá con otros ojos a Aguazul, sus veredas y la realidad de su gente. Tal vez esas respuestas vengan con pedagogía social”, dice por su parte Miguel Daza.
Dos árboles grandes son lo primero que se alcanza a ver dentro de la pradera de “La Y” y con ellos comienzan relatos de hechos que son difíciles de superar para la gente en El Triunfo. Muy cerca a este punto fue el diálogo con Daza, quien luego de años jugándosela por la dignidad de su gente ya está cansado de seguir viendo sufrimientos. Para él, el camino de la pedagogía, la reconstrucción de la memoria histórica y el esclarecimiento de hechos en los que la justicia o grandes grupos económicos se han encargado de perfilar y estigmatizar a los habitantes de Plan Brisas.
La comunidad de esa zona quiere afrontar esa sensación de zozobra e impotencia que les quedó tras los sucesos del conflicto. Por ello, Paola y otro grupo de compañeros líderes y lideresas de la región reciben visitantes foráneos y les hablan acerca de la historia de su pueblo. No se dedican al turismo o actividades similares, pero creen que por medio de la pedagogía y la recolección de enseñanzas del pasado pueden superar traumas y mostrar que en Aguazul hay muchas cosas buenas más allá del paso de la guerra.
“Con varios vecinos nos hemos unido para hacer proyectos piloto de educación para la paz. Llegamos a la escuela de Plan Brisas para mostrar que nuestro pasado es algo que nos debe unir para que no pasen las mismas cosas que en los años de Torres Escalante. Ese señor compraba dignidades y hacía que la gente se traicionara entre sí. Ahora ya no permitimos eso, tenemos lecciones aprendidas y entre ellas es mostrar que la vida es sagrada y que el que está al lado nuestro tiene una vida que no se puede afectar”, contó Fran Smith Lyn, habitante de Plan Brisas y yerno de Daza.
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“Queremos y haremos murales en la escuela y otras zonas de nuestro campo para recordar y hacerles honor a quienes los grupos armados nos quitaron. Hay énfasis en nuestros “falsos positivos”, en aquellos que fueron matados por voluntad del general Torres Escalante; pero no podemos olvidar aquellos a quienes la guerrilla y los paramilitares nos arrebataron aquí y en otras zonas del Llano”, dijo Miguel.
Entre la gente hay un sueño latente y es que este plan piloto de memoria llegue a la Alcaldía de Aguazul, instancia desde la cual personas como Paola y su grupo esperan un apoyo económico, logístico y de difusión. Si bien creen que la memoria se construye no solo por “los que más tienen”, no ven de más un apoyo para que sus mensajes toquen los corazones de incluso los que siguen pensando que Aguazul solo puede ser pensada como un campo de batalla.
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“Nuestro municipio es hermoso. Vayan a La Florida para ver nuestra cascada preciosa, vean nuestras llanuras y el verde de nuestros prados. La gente acá es buena; nos quisieron exterminar y seguimos adelante. Ya queremos pensar mejor en nuestro futuro y en creer que la mejor Aguazul está por venir”, concluyó la lideresa.
El paso que tuvo Colombia+20 por esas zonas rurales incluso forman parte de ese proyecto informal de educación para la paz. “Ya sea de afectaciones por petroleras o cosas relacionadas a los “falsos positivos”, el que venga acá y nos pueda ubicar va a ser bienvenido de aprender sobre nuestra historia. No somos los ‘duchos’ de la docencia, pero por medio del amor a nuestro pueblo es suficiente para que la gente nos deje de ver como un bicho raro, como un pueblo que solo supo ver muerte y que vivió durante mucho tiempo con miedo”, insistió Paola, quien también menciona otros problemas que tiene la escuela y una decena de viviendas que quedan muy cerca de una planta de Ecopetrol. “La empresa lleva años acá, han prometido adecuaciones para el colegio, compensaciones ambientales y muchas más cosas que no han cumplido. Nos manifestamos por esas y otras cosas para que nos escuchen. En este pueblo hemos sufrido por muchas afectaciones y ya queremos un alto”, asegura.
En la vereda El Triunfo, zona rural de Aguazul (Casanare), hay un recuerdo que atormenta a quienes vivieron el conflicto armado: los asesinatos en 2007, por parte del Ejército, de Daniel Torres Arciniegas y su hijo Roque Julio Torres.
“Los torturaron, les dispararon y luego, como a muchos otros, los metieron por “La Y” (una zona de ese municipio en el que encontraron fosas comunes con cuerpos de víctimas de ejecuciones extrajudiciales, también llamados ‘falsos positivos’). En su momento los responsables declararon ante la Justicia Penal Militar, aunque varias verdades quedaron sin contar”, contó a Colombia+20 Miguel Yesid Daza, un líder social de la zona, quien afirma que pese a que hace unos años la JEP les ordenó pedir perdón e indemnizar a sus familiares, “los responsables dejaron un mensaje claro a todo el mundo: el que supiera más de la cuenta iba a pagar, incluso con su vida”.
En contexto: Estos son los militares imputados por la JEP por falsos positivos en Casanare
Distintos expedientes judiciales han demostrado que los asesinatos a Daniel (de 38 años) y Roque (de 16 años) fueron un acto premeditado del Ejército, institución que estaba ensañada con ellos dos. En el Juzgado 61 Administrativo de Bogotá reza un documento que dice que militares al mando del excomandante Henry Torres Escalante, imputado por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) por cometer y ordenar crímenes de lesa humanidad, “acusaron a Daniel Torres de colaborar con la guerrilla, el hombre denunció a los militares por entrar sin autorización a su casa a increparlo; posteriormente Torres se negó a ser capturado por ellos y tiempo después fue asesinado, al igual que su hijo, y el resto de su familia salió desplazada”.
Otras versiones, como las que publicó en agosto de 2022 el medio independiente Vorágine, apuntan a que el ensañamiento era porque Roque Julio había presenciado en 2006 cómo “integrantes del Grupo Especial Delta se llevaban por la fuerza al campesino Fredy Sanabria, quien después fue reportado como guerrillero muerto en combate”, según cita ese portal de periodismo investigativo. Por años esa acción fue negada por la fuerza pública.
Los asesinatos de los Torres y de Sanabria fueron apenas tres de los 303 casos identificados por la JEP en el Casanare por los que fueron imputados 22 militares, incluidos el general en retiro Torres Escalante -excomandante de la Brigada XVI- y Gustavo Soto Bracamonte, entonces cabeza del Gaula en el departamento.
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Los cuerpos de los Torres y de los Sanabria fueron encontrados justamente en la zona de “La Y” al igual que el de otras víctimas de esas ejecuciones. Ir a ese sitio es “prácticamente mirar la muerte a los ojos; algo que ya queremos superar”, según contó Paola Quiroga, otra lideresa de la zona y una mujer dedicada al liderazgo social y a la construcción de memoria histórica en Aguazul.
“La gente acá es buena; nos quisieron exterminar y seguimos adelante. Ya queremos pensar mejor en nuestro futuro y en creer que la mejor Aguazul está por venir”
Paola Quiroga, lideresa de Aguazul
El sector de “La Y” es rural, alejado del casco urbano y, dependiendo las condiciones meteorológicas, incluso puede ser de difícil acceso para algunos vehículos. Sin embargo, esto no es impedimento para los locales a la hora de querer hacer ejercicios de memoria. “En muchos sentidos, nos hemos callado injusticias. Si divulgamos lo que sucedió acá, seguramente la gente de afuera verá con otros ojos a Aguazul, sus veredas y la realidad de su gente. Tal vez esas respuestas vengan con pedagogía social”, dice por su parte Miguel Daza.
Dos árboles grandes son lo primero que se alcanza a ver dentro de la pradera de “La Y” y con ellos comienzan relatos de hechos que son difíciles de superar para la gente en El Triunfo. Muy cerca a este punto fue el diálogo con Daza, quien luego de años jugándosela por la dignidad de su gente ya está cansado de seguir viendo sufrimientos. Para él, el camino de la pedagogía, la reconstrucción de la memoria histórica y el esclarecimiento de hechos en los que la justicia o grandes grupos económicos se han encargado de perfilar y estigmatizar a los habitantes de Plan Brisas.
La comunidad de esa zona quiere afrontar esa sensación de zozobra e impotencia que les quedó tras los sucesos del conflicto. Por ello, Paola y otro grupo de compañeros líderes y lideresas de la región reciben visitantes foráneos y les hablan acerca de la historia de su pueblo. No se dedican al turismo o actividades similares, pero creen que por medio de la pedagogía y la recolección de enseñanzas del pasado pueden superar traumas y mostrar que en Aguazul hay muchas cosas buenas más allá del paso de la guerra.
“Con varios vecinos nos hemos unido para hacer proyectos piloto de educación para la paz. Llegamos a la escuela de Plan Brisas para mostrar que nuestro pasado es algo que nos debe unir para que no pasen las mismas cosas que en los años de Torres Escalante. Ese señor compraba dignidades y hacía que la gente se traicionara entre sí. Ahora ya no permitimos eso, tenemos lecciones aprendidas y entre ellas es mostrar que la vida es sagrada y que el que está al lado nuestro tiene una vida que no se puede afectar”, contó Fran Smith Lyn, habitante de Plan Brisas y yerno de Daza.
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“Queremos y haremos murales en la escuela y otras zonas de nuestro campo para recordar y hacerles honor a quienes los grupos armados nos quitaron. Hay énfasis en nuestros “falsos positivos”, en aquellos que fueron matados por voluntad del general Torres Escalante; pero no podemos olvidar aquellos a quienes la guerrilla y los paramilitares nos arrebataron aquí y en otras zonas del Llano”, dijo Miguel.
Entre la gente hay un sueño latente y es que este plan piloto de memoria llegue a la Alcaldía de Aguazul, instancia desde la cual personas como Paola y su grupo esperan un apoyo económico, logístico y de difusión. Si bien creen que la memoria se construye no solo por “los que más tienen”, no ven de más un apoyo para que sus mensajes toquen los corazones de incluso los que siguen pensando que Aguazul solo puede ser pensada como un campo de batalla.
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“Nuestro municipio es hermoso. Vayan a La Florida para ver nuestra cascada preciosa, vean nuestras llanuras y el verde de nuestros prados. La gente acá es buena; nos quisieron exterminar y seguimos adelante. Ya queremos pensar mejor en nuestro futuro y en creer que la mejor Aguazul está por venir”, concluyó la lideresa.
El paso que tuvo Colombia+20 por esas zonas rurales incluso forman parte de ese proyecto informal de educación para la paz. “Ya sea de afectaciones por petroleras o cosas relacionadas a los “falsos positivos”, el que venga acá y nos pueda ubicar va a ser bienvenido de aprender sobre nuestra historia. No somos los ‘duchos’ de la docencia, pero por medio del amor a nuestro pueblo es suficiente para que la gente nos deje de ver como un bicho raro, como un pueblo que solo supo ver muerte y que vivió durante mucho tiempo con miedo”, insistió Paola, quien también menciona otros problemas que tiene la escuela y una decena de viviendas que quedan muy cerca de una planta de Ecopetrol. “La empresa lleva años acá, han prometido adecuaciones para el colegio, compensaciones ambientales y muchas más cosas que no han cumplido. Nos manifestamos por esas y otras cosas para que nos escuchen. En este pueblo hemos sufrido por muchas afectaciones y ya queremos un alto”, asegura.