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Gioconda Belli habla con la inocencia de una poetisa. Aún cree en la revolución y en todos los tipos de amor, que es otra clase de sublevación.
A donde va no pasa inadvertida. A veces por su fascinante pasado en el que pasó de ser una joven privilegiada a estar en las filas de la guerrilla Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua y luego a ser exiliada desde 2021 por miembros de ese mismo grupo armado cuando…. Otras veces por su pelo desordenado y su boca siempre con labial rojo. Podría ser extremadamente provocadora, pero, en cambio, es sensiblemente provocativa, ingeniosa y una habladora con chispa.
Pero sobre todo, no pasa inadvertida por sus letras. Lleva dos semanas en Colombia presentando su libro “Un silencio lleno de murmullos”, una novela que habla de la desilusión de los hijos de los revolucionarios que, sin quererlo, “sufrieron el abandono”, dijo a este diario Belli hace una semana en el Hay Festival de Jericó, en Antioquia, al que no solo llegó por primera vez, sino que también por primera vez hizo algo que le mueve sus fibras: leyó poesía.
Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra;
se visten como culpas, como oportunidades,
como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma, meten el barreno de sus miradas
o sus llantos hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego,
sino para apagar la pasión, la erudición de tus fantasías.
Se dirigió a las mujeres, claro. Desde “La mujer habitada” o “El país de las mujeres”, otras de sus obras, se ha consolidado no solo como una feminista, sino como esa voz interna de cientos de sus seguidoras que hallan en ella el erotismo y las contradicciones, pero también la calma para los dolores de amor. “En la novela “Un silencio lleno de murmullos” sí está el amor presente. Por lo menos el debate de amor. O sea, que eso sí sigue siendo una cosa importante. Yo al amor no lo puedo expulsar de la ficción. Mi novela parte de eso, de cómo podemos entrar al amor, pero salir de la desilusión. Todos, de alguna manera, hemos luchado por cosas. Aquí en América Latina hemos sufrido enormes desilusiones. Esa novela tiene que ver con la relación entre madre e hija y con compartir un enorme sueño y una gran derrota”, afirma.
No deja de hablar de política, aun cuando esté hablando de su novela... ¿Ha dejado de ser una revolucionaria?
No lo creo. Hacemos otras revoluciones. Me involucré en la de mi país porque quería que cambiara Nicaragua, quería que se fuera ese tirano (Anastasio Somoza).
Muchos dicen que usted no necesitaba eso porque había nacido en medio de privilegios...
Pero uno puede ser acomodada y ver la miseria. Muchas cosas me fueron cambiando la manera de ver a mi país. Yo quería la idea de tener un país con justicia social y libre. Eso era muy seductor para mí, y eso fue lo que me movió
¿Y cómo es usted ahora?
Exiliada, pero sigo siendo la misma persona. Mi compromiso nunca fue con el Frente Sandinista ni mucho menos con Daniel Ortega, fue con una idea de sociedad, de justicia. Estoy clara de que eso no se consigue como se cree a veces en la revolución, solo porque llegas al poder. Es decir, llegas al poder, y ese es un apenas. Tienes la oportunidad de hacer unas cuantas cositas, y creo que uno de los grandes problemas de la izquierda, a nivel general, es que quieren cambiar todo en cuatro o cinco años, o en el caso de Nicaragua, y empezar a darle vuelta a toda una manera de ser un pueblo.
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Eso que dice que uno llega al poder y lo quiere hacer todo suena familiar en la política colombiana. ¿Cómo ha visto a Petro, lo conoce?
Lo conozco no muy bien, me ha parecido una persona muy interesante, muy atrevido, que ha pasado por muchos cambios, obviamente. De ser guerrillero, a ser alcalde, a volver a tratar. Me parece una persona que está tratando, pero que tal vez está tratando de hacerlo todo. Ese resurgimiento de la violencia en este país me parece terrible y me aflige mucho. Tanto que ha costado ese Acuerdo de Paz que nunca se llegó a realizar totalmente y ahora vuelva más muerto.
Belli se emociona cuando habla de estos temas. Mueve su pelo de un lado a otro, con ese ímpetu de quien se sabe conocedor del tema. Es que ella estuvo en la entraña de esa guerrilla que surgió en los años 70 y luego, tras la salida de Somoza, se volvió un partido político. En una de sus charlas en Jericó recordó cómo de una célula de 10 personas, solo sobrevivieron dos. Ella fue una.
Con la sabiduría de sus 77 años se anima a predecir un poco el futuro del mundo, y dice que la revolución es sobre todo espera y una larga transición por momentos de oscuridad. “La historia no cede tan radicalmente ni tan rápido, te impone estas derrotas. Nunca vivimos lo suficiente para ver nuestros sueños cumplidos, y por eso la gente se desilusiona demasiado”, sentencia.
¿Hay todavía espacio para esas personas que creen en las revoluciones, en las salidas negociadas o en la justicia social?
Yo creo. Aún creo. También pienso que se nos viene una época bien oscura. Quizás ahora no tendríamos un movimiento de guerrilla, pero lo que no puedo pasar es que dejemos de movilizarnos, porque ahí gana la indiferencia. También por eso escribo, para no dejar esta marcha. Hay mucho miedo. Yo creo que una de las cosas extraordinarias de las revoluciones era que siempre estuvimos dispuestos a morir. Cuando llegas a ese punto, inventas, tienes una creatividad extraordinaria. Nicaragua está cautiva del miedo. Algunas partes del mundo también.
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¿Cuál es hoy su revolución?
Tarda un momento. Mira a un lado y vuelve a mover su pelo. Es que Belli también es toda ímpetu y sensualidad. Entonces vuelve la mujer y responde: “Tengo un poema llamado ‘No me arrepiento de nada’, donde escribo: ‘Desde la mujer que soy, a veces me da por contemplar aquellas que pude haber sido’. Eso me sigue pasando. En la mañana me veo al espejo y veo a esas otras mujeres, levantando su dedo acusador, porque me atrevo a ser esta loca, maligna, tierna, vulnerable, porque me enamoro. Porque creo en las causas justas, en los hombres hermosos y en palabras juguetonas. Mi revolución es escribir, dirán unos. Quizá. Pero hay otras como luchar contra esa mujer que veo bailando alrededor de mí, burlándose de mí. Y la otra es esta: hay que decir todo lo que piensas. Esa es una revolución en las mujeres”.
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