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Durante más de cuatro horas, la multitud estuvo de pie. No importaron la lluvia, el sol, el barro, el hambre o a la sed. Las cuentas de los organizadores dicen que allí, en una explanada, en un lugar conocido como Casa Roja, se reunieron 10 mil personas. El cálculo podría estar acertado, ya que una semana antes empezaron a llegar buses y camiones repletos de gente. La llegada de comitivas de campesinos siguió incluso hasta el domingo en la mañana. Mientras un líder campesino de la Coordinadora del Suroriente Colombiano para los Procesos Agrarios Ambientales y Sociales (Coscopaaz) daba los saludos protocolarios y animaba a la gente, los buses seguían llegando al lugar por una carretera sin pavimentar, pero en perfecto estado.
Muchos de esos buses hicieron travesías de más de 24 horas. Llegaron del Valle, Nariño, Cauca, Tolima, Bogotá, Guaviare y hasta de Catatumbo. Las delegaciones con las que pude hablar confirmaron que habían recogido fondos a través de las organizaciones para hacerse presentes en el lugar.
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Allí, las disidencias que se hacen llamar Estado Mayor Central de las FARC-EP habían acondicionado una tarima, con dos grandes banderas que retomaban los símbolos de la extinta guerrilla que firmó el Acuerdo Final: una bandera de ese movimiento guerrillero y una más de rojo intenso con el hacha y la hoz que representan al Partido Comunista Clandestino. Por todo el sitio había grandes vallas con fotografías de los líderes históricos, como Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Alfonso Cano, Raúl Reyes, el Mono Jojoy, entre otros.
Un puñado de hombres y mujeres con camuflado, portando fusiles y radios de comunicación, resguardaban el lugar y controlaban el paso de vehículos en un retén a pocos metros de llegar al lugar, que había sido acondicionado por el Mono Jojoy durante la vigencia de la zona de distensión para hacer eventos. Dos casas con varios cuartos, baños enchapados y cocinas bien equipadas sirvieron de oficina y restaurante para los jefes de este grupo que llegaron también de diversos lugares del país, con el apoyo del Gobierno Nacional y el acompañamiento de la comunidad internacional.
En el orden del día había cerca de 40 intervenciones de las organizaciones campesinas. Esos documentos fueron previamente discutidos en las carpas que sirvieron de alojamiento. Las discusiones incluso avanzaron hasta el mismo domingo 16 de abril bajo la fuerte lluvia que cayó en las sabanas del Yarí desde las 4 de la mañana. El evento empezó un poco antes de las 10 de la mañana con gran protagonismo de las guardias campesinas, que también tenían delegaciones de varios departamentos, principalmente de Caquetá, Guaviare, Meta, Huila y hasta de Catatumbo.
Fue clara la intención de mostrar que el evento era manejado por las organizaciones campesinas. De hecho, las declaraciones de los jefes guerrilleros estuvieron casi al final de la jornada. Todas las intervenciones de las delegaciones incluían, en general, tres mensajes: decepción y reclamo por la no implementación del Acuerdo Final -los discursos más radicales lo calificaron como un proceso fallido-; exigencia de participar directamente en la mesa de diálogo con el EMC FARC -algunas intervenciones pedían que las comunidades fueran el actor principal frente al Estado y que el grupo guerrillero fuera una especie de acompañante y garante-, y el reconocimiento del campesinado y sus guardias campesinas como sujeto de derecho.
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De parte de la dirigencia de esta guerrilla -que ya supimos que es colegiada- hubo otras dos intenciones claras: no hacer un gran despliegue armado y evidenciar cohesión de todas sus estructuras. Aunque la llegada al lugar de Iván Mordisco (Néstor Gregorio Vera Hernández) con un sofisticado fusil hizo parecer lo contrario, lo cierto es que los jefes no exhibieron armas. Llegaban con ellas, pero las guardaban discretamente. Se cuidaron de no dar las entrevistas con sus fusiles al hombro y de no subir a la tarima con ellos. Se cuidaron también de que no hubiera menores de edad entre las tropas que se encargaron de la logística y la seguridad.
En cuanto a la unidad de mando, allí se hicieron presentes los jefes de las estructuras que operan en Cauca y Arauca -incluido Antonio Medina, del frente 28- de los que se había especulado que no estarían siguiendo las directrices de Mordisco. En ese mismo sentido se dio la orden de que John Mechas dirigiera los esfuerzos por desescalar el conflicto con el ELN.
La foto de la tarima registró a los mandos de las principales estructuras de esta organización en torno a Mordisco y a Calarcá Córdoba (Alexánder Díaz Mendoza) quienes ocuparon la primera fila. A esto se sumó el mensaje en audio enviado por John Mechas (Javier Alfonso Velosa García), quien no pudo asistir al evento debido a la negativa de la Fiscalía General de la Nación de levantarle las órdenes de captura, por tener un pedido de extradición.
El mensaje de unidad se dio tras la cumbre de mandos que durante 15 días se realizó en cercanías a Casa Roja. Y este evento fue pensado, justamente, como una especie de rendición de cuentas del grupo guerrillero frente a sus bases sociales. Por un lado, el grupo guerrillero les entregaba a las organizaciones campesinas el mensaje de unidad y reforzaban su interés de avanzar en las negociaciones, mientras las comunidades reclamaban su lugar en la mesa y pedía al EMC-FARC una especie de veeduría para que la negociación las tuviera en cuenta.
Los retos
La insistencia de que las comunidades participen como un tercer actor -además del Estado y la guerrilla- en una mesa de diálogo itinerante por las 16 regiones del país donde tienen influencia estas estructuras y las declaraciones de Calarcá Córdoba a Colombia+20 sobre una negociación que abarque múltiples temas y que se alargue hasta superar las causas del conflicto, ponen de presente lo difícil que será este proceso, con un elemento adicional: la poca preparación política, académica e intelectual de sus líderes.
El hecho de que se reivindiquen como las “verdaderas FARC” pone al Gobierno en una encrucijada, ya que reconocerles esta denominación podría significar el desconocimiento del Acuerdo Final firmado en 2016. Esa advertencia la hizo el senador Iván Cepeda en el debate de control político que se desarrolló el pasado martes.
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En sus recomendaciones el senador habló del “pleno respeto a los contenidos del Acuerdo Final de Paz, a la institucionalidad que ha creado y a los procesos de implementación que le corresponden”. Y pidió tener en cuenta “un principio de complementariedad de futuros acuerdos de paz con el Acuerdo suscrito de 2016″.
Lo visto en el Yarí: miles de personas que se movilizaron para reconocer a esta disidencia como las guerrilla que acompañará su participación en la mesa de diálogo, unos líderes que se hacen llamar las verdaderas FARC, la intención de negociar hasta superar todas las causas que originaron el conflicto, dejan claro que el Estado no está al frente de una “bandola de narcotraficantes”. Es cierto que se financian con el narcotráfico, que mantienen la extorsión y otras rentas ilegales como sus fuentes de financiación y que están dispuestos a mantener su disputa a sangre y fuego con otros grupos con tal de consolidar el control sobre los territorios que ocupaban las extintas FARC.
Quedan varias preguntas: ¿qué y cómo negociar con estas disidencias?, ¿qué tipo de reconocimiento darles?, ¿cuáles son las líneas rojas en ese diálogo?, ¿qué impacto tendrá esta mesa en la negociación con el ELN?
Muchas de esas respuestas dependerán del equipo negociador que nombre el presidente Petro y de la postura que expongan el 16 de mayo durante la instalación de la mesa. Y, por otro lado, de la respuesta del ELN a la invitación que hizo Mordisco para parar la confrontación entre las dos guerrillas y la celeridad que le impriman a esa negociación?
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Se instala Mecanismo de Veeduría, Monitoreo y Verificación
El Mecanismo de Veeduría, Monitoreo y Verificación del cese al fuego bilateral entre el Gobierno y el Estado Mayor Central de las FARC se instalará del 24 de abril con la participación de cinco integrantes de esa guerrilla, cinco miembros de la Fuerza Pública, encabezados por el general Gerardo Benavides, comandante del Comando Conjunto Estratégico de Transición de las Fuerzas Militares (CCOET). También estarán representantes de la MAPP-OEA y la Misión de Verificación de la ONU (observadora), además del padre Eliécer Soto, delegado por la Conferencia Episcopal, y representantes de las comunidades. Así mismo habrá delegados de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz y del Ministerio de Defensa. Este mecanismo será el encargado de velar para que las partes cumplan las medidas previstas en los protocolos que rigen el cese al fuego bilateral, rendirán informes y resolverán las diferencias que surjan. Ese equipo nacional sesionará en Bogotá y se desplegarán 16 puntos focales en varios departamentos del país.
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