Gobierno Petro negocia con el mismo ELN con quien suspendió la mesa: ¿Qué cambia en estrategia?
Todo indica que ambas delegaciones revivirán la mesa de negociación de paz, suspendida desde hace dos meses. La próxima reunión será decisiva para ese objetivo. ¿Qué debe cambiar en las conversaciones?
Cindy A. Morales Castillo
Tras seis meses sin verse cara a cara y dos desde que se suspendió el proceso de paz por cuenta del atentado terrorista en Arauca, las delegaciones de Gobierno y de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se reunieron esta semana en Caracas (Venezuela), en un encuentro que duró cuatro días y que todo apunta a que llevará al descongelamiento de la mesa de diálogos.
La llegada hasta este punto estuvo marcada por comunicados de parte y parte en los que la guerrilla acusaba al Gobierno de incumplir con los acuerdos y, al tiempo, le daba un ultimátum para que cumpliera con algunas peticiones. Mientras, el Gobierno trataba de bajar el tono y le pedía al ELN que volviera a la mesa.
Incluso días después del ataque contra la base militar en Puerto Jordán, Arauca, que dejó tres soldados muertos y 27 heridos, el Gobierno no cerró la puerta del todo del diálogo, pero dijo que se necesitaba un “gesto inequívoco de paz” para que se pudieran retomar las negociaciones.
El gesto -que se barajó que pudiera ser una declaración del cese al fuego unilateral- no llegó, y por ello este nuevo encuentro aumentó las críticas hacia la estrategia de paz del gobierno de Gustavo Petro que muchos ven como demasiado flexible con los grupos armados.
Con todo esto de fondo, las delegaciones sí están preparando el camino para reactivar oficialmente y por completo este diálogo que entró en una fase letárgica cuando el Gobierno decidió abrir un diálogo regional con Comuneros del Sur, un frente que se separó del ELN. Pero esto abre algunas dudas sobre cuáles serán los cambios de cara a esta nueva etapa de negociación, qué compromisos adquirirá el ELN, si esa guerrilla está dispuesta a hacerlos y a cumplirlos, y cómo se resolverán las nada fáciles demandas acumuladas de ambas partes.
“La reunión fue cordial, pero sobre todo franca. Ambas partes sabemos que hay compromisos y peticiones y el diálogo se dio en ese sentido”, dijo a Colombia+20 el senador Iván Cepeda, quien hace parte de la delegación de Gobierno en ese proceso de paz.
Pero esa “prenegociación” que ya tiene una primera fecha de encuentro, entre 19 y el 25 de noviembre -justo en medio de la conmemoración de los dos años de instalación de esa mesa-, será crucial no solo para que el diálogo vuelva a tener vida, sino también para que el Gobierno trace nuevas directrices en este proceso de paz y tenga, al fin, una mejor estrategia que pueda evitar la inactividad en la que cayó la negociación muchos meses antes de que se suspendiera el proceso.
Laura Bonilla, subdirectora de la Fundación Paz y Reconciliación, resumen este punto diciendo que el ELN que se sentó esta semana en Caracas es exactamente el mismo que estaba cuando ocurrió el atentado. “El Gobierno debe tener en cuenta que no está hablando con un ELN diferente o que, en términos que se entiendan, haya ido a terapia, que haya hecho una reflexión. Es exactamente el mismo que hace unos meses. Entonces lo que debe cambiar es cómo se aborda la negociación- Debe haber unas consecuencias y eso no necesariamente puede ser un castigo, sino un cambio en la forma en cómo se aborda este proceso”, explica.
La prueba de que ese ELN no ha cambiado es que apenas unas horas después de que se terminara la reunión de Caracas, el Frente de Guerra Oriental Ómar Gómez, que opera en el Chocó, declaró un paro armado indefinido en los ríos San Juan, Sipí y Cajón desde este sábado 9 de noviembre que afecta al menos a unas 45.000 personas.
Este sábado también se concoció una alerta dada por José Félix Lafaurie, miembro del equipo negociador de Petro y presidente de Fedegán, sobre el secuestro de ganadero en Cesar, presuntamente a manos del ELN.
Esa dualidad entre un grupo armado que se siente en la mesa y otro que quiere demostrar fuerza, a través de acciones violentas muestran el carácter de esa guerrilla, y las fragilidades internas de esa guerrilla y, a juicio de Bonilla, también una manera de negociar.
“Ese un juego en el que se incrementan el número de acciones bélicas para decir: me puedo sentar, pero también todavía puedo hacer daño. El ELN juega con eso porque sabe que lo que más le está costando al Gobierno hoy es no tener un cese al fuego. Ahora, eso no quita que esto también puede obedecer a que hay fracturas internas y son muy evidentes. Eso también entra en la negociación, pero en este caso no creo que el COCE (Comando Central y máximo órgano del ELN) no sepa que esto no va a pasar”, explica.
El investigador de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), Gerson Arias, también concuerda en que esta decisión del Frente de Guerra Oriental responde a dinámicas de la negociación, pero afirma que no creo que demuestre que no hay unidad de mando. “Estamos lejos de entender realmente la trayectoria y funcionamiento del ELN y eso es parte del reto que existe para que una negociación sea exitosa. Cada Frente de Guerra tiene una identidad y al menos desde el anterior proceso con el gobierno Santos el FGO ha mostrado su escepticismo por la mesa, reclama presencia en la delegación y ahora, sin cese al fuego y ante la disputa con el Clan del Golfo, toma esta decisión de decretar un nuevo paro armado. Hay que entender que el ELN tiene una unidad de mando con raíces históricas y con un peso territorial fuerte, y afincada en las decisiones estratégicas”, explica.
Además: “En las últimas semanas, hubo más muertes que en un año de cese con ELN”: ONU
Lo que debería cambiar en la negociación
El Gobierno debe entender que tiene poco margen de negociación y su estrategia debería lograr acuerdos más tangibles y rápidos posibles o, al menos, avanzar lo suficiente en este proceso para que, de cara a quien llegue al solio de la Casa de Nariño en 2026 sea irreversible.
Su escasa maniobrabilidad se da por varios factores, entre ellos, que desde un inicio se pintó a esta negociación como uno de los procesos estrella del Gobierno de Gustavo Petro.
“El Gobierno tiene una buena voluntad de paz, pero está excesivamente presionado por dos lados. Uno, el de un ELN pasivo-agresivo que se sienta en la mesa, pero te monta un paro armado porque aún tiene el control territorial y por el otro lado unas metas impuestas desde el mismo presidente que dicen que necesitan que esa guerrilla salga de la guerra. El Gobierno necesita dar resultados y que no digan: esto fue un desastre total”, dice la investigadora Bonilla.
El otro factor importante, que al mismo tiempo es una de las peticiones que ha hecho el Gobierno, es cómo se podría reactivar el cese al fuego, que terminó el pasado 3 de agosto. La población civil ha sido insisten en que se reanude ese alto al fuego, pero aún existen errores que no se han subsanado. Hace unas semanas, por ejemplo, se conoció que desde hacía meses el ELN no reportaba ni trabaja con el mecanismo de verificación. De reactivarse el proceso, eso deberá hablarse.
“Cuando se levantó el cese al fuego no hubo contención para muchas comunidades donde la guerrilla entró con furia. Hay casos en Arauca y Catatumbo. Ahora, si el Gobierno dijera no va a haber cese al fuego, eso no es algo tan simple. No es algo como, no funcionó entonces lo quitó. Eso no se puede porque eso tiene unas consecuencias tremendas que incluso pueden ser más graves y mayores que si nunca hubiera habido el cese. El Gobierno no evalúo eso y debería hacerlo ahora”, explica la investigadora de Pares.
Tanto los acuerdos de la mesa, que ya suman 28, como los seis puntos de la agenda de negociación contienen propuestas que requieren mover muchos esfuerzos del Estado y, en algunos casos, acciones que toman tiempo desde la intervención en las zonas críticas, la participación de la sociedad civil hasta la revisión del modelo económico.
“El Estado colombiano tiene un promedio de seis o ocho meses para firmar un simple contrato de prestación de servicios. Imagínate lo que es cumplir cada uno de esos 28 acuerdos espaciales que están en la mesa. ¿Cómo cumplimos algo de ese tamaño y de esa dimensión? Por eso me parece importante, no firmar nada que no se pueda cumplir y separar la negociación ya de esa idea de que lo que se va acordando se va cumpliendo. Se tienen que encontrar otras formas de crear confianza entre las partes”, dice Bonilla.
También le puede interesar: ELN aleja oportunidad de paz con Petro, el presidente que más ha cedido a sus demandas
Por su parte, el senador Cepeda afirma que se perdió tiempo valioso, pero que cree que la mesa va a afrontar lo que viene.
“En la reunión se abordaron los problemas de fondo del proceso y se buscó en cada uno de esos temas encontrar soluciones que puedan darle solidez al proceso en la perspectiva de que ambas delegaciones somos conscientes del tiempo. El tiempo que ha transcurrido es valioso, no creemos que haya sido un tiempo perdido por distintas circunstancias. Ambas delegaciones hemos hecho balances. La propia sociedad colombiana ha entendido la importancia del proceso. Desde esa perspectiva y con realismo vamos a afrontar lo que viene. No hay ninguna clase de impedimento para que el proceso pueda llegar a su final, pero también hay que tener en cuenta que necesitamos acelerar los ritmos, y cumplir ambas delegaciones”, explicó Cepeda.
En un comunicado unilateral publicado el mismo día en que terminó la reunión de esta semana, el ELN hizo una declaración de principios de 13 puntos, uno de los cuales era un nuevo modelo de negociación en el que hubiese un mecanismo de monitoreo de los acuerdos y cláusulas de incumplimiento.
“Eso es sobre complicar la mesa y la negociación. Son mecanismos que no le suman, sino que le restan al proceso y lo vuelven más lento. Además, eso necesita gente, recursos, oficinas, territorialización”, afirma Bonilla.
“El Gobierno debe tener en cuenta que no está hablando con un ELN diferente o que, en términos que se entiendan, haya ido a terapia, que haya hecho una reflexión”
Laura Bonilla, subdirectora de Pares
Cepeda admite que ambas partes han reflexionado sobre si no es momento de repensar algunos aspectos de este proceso. “Detalles no quiero dar sin que hayamos llegado a un acuerdo con el ELN, pero creo que coincidimos en ambos lados de la mesa en que hay la necesidad de acelerar. Acelerar quiere decir priorizar, agilizar procedimientos, buscar vías más expeditas. Por supuesto, nosotros coincidimos con el ELN en el momento de que hay que cumplir. El cumplimiento es una manera no solamente de poner de nuevo en términos muy sólidos la confianza en la mesa, sino también de cumplirle a la sociedad colombiana”, explicó.
Las exigencias pendientes
Entre los temas que el Gobierno puso sobre la mesa en la reunión de esta semana está retomar el compromiso de suspender los secuestros con fines extorsivos, una declaración que hizo el ELN en diciembre del año pasado, pero que apenas duró cinco meses.
Del lado del ELN, aún persisten en la eliminación de la lista de Grupos Armados Organizados (GAO). “Eso es algo que el Gobierno no se ha negado a estudiar. Estamos abiertos”, admite Cepeda.
Además: No es solo el secuestro: cinco claves para entender la crisis en diálogos con el ELN
La designación del ELN como un GAO le permite al Estado utilizar una “gama más amplia de medidas” en contra de esas estructuras, incluyendo operaciones militares y acciones legales específicas.
Esa gama incluye el uso de la máxima fuerza legítima, con acciones como los bombardeos -que en teoría se usan tras la firma del Acuerdo de Paz solo con las estructuras que están dentro del listado GAO-. Aunque el Gobierno de Petro ya expidió una resolución en ese sentido, el ELN quiere que tenga fuerza de decreto.
Las dificultades estructurales, la desconfianza de la sociedad, las fracciones internas del ELN o incluso su lentitud para entender el punto del proceso en el que se está representan riesgos que podrían llevar al fracaso de la negociación. La reunión de la próxima semana será crucial para determinar primero si se reactiva la mesa y luego, cuál será el rumbo de este proceso de paz.
Tras seis meses sin verse cara a cara y dos desde que se suspendió el proceso de paz por cuenta del atentado terrorista en Arauca, las delegaciones de Gobierno y de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se reunieron esta semana en Caracas (Venezuela), en un encuentro que duró cuatro días y que todo apunta a que llevará al descongelamiento de la mesa de diálogos.
La llegada hasta este punto estuvo marcada por comunicados de parte y parte en los que la guerrilla acusaba al Gobierno de incumplir con los acuerdos y, al tiempo, le daba un ultimátum para que cumpliera con algunas peticiones. Mientras, el Gobierno trataba de bajar el tono y le pedía al ELN que volviera a la mesa.
Incluso días después del ataque contra la base militar en Puerto Jordán, Arauca, que dejó tres soldados muertos y 27 heridos, el Gobierno no cerró la puerta del todo del diálogo, pero dijo que se necesitaba un “gesto inequívoco de paz” para que se pudieran retomar las negociaciones.
El gesto -que se barajó que pudiera ser una declaración del cese al fuego unilateral- no llegó, y por ello este nuevo encuentro aumentó las críticas hacia la estrategia de paz del gobierno de Gustavo Petro que muchos ven como demasiado flexible con los grupos armados.
Con todo esto de fondo, las delegaciones sí están preparando el camino para reactivar oficialmente y por completo este diálogo que entró en una fase letárgica cuando el Gobierno decidió abrir un diálogo regional con Comuneros del Sur, un frente que se separó del ELN. Pero esto abre algunas dudas sobre cuáles serán los cambios de cara a esta nueva etapa de negociación, qué compromisos adquirirá el ELN, si esa guerrilla está dispuesta a hacerlos y a cumplirlos, y cómo se resolverán las nada fáciles demandas acumuladas de ambas partes.
“La reunión fue cordial, pero sobre todo franca. Ambas partes sabemos que hay compromisos y peticiones y el diálogo se dio en ese sentido”, dijo a Colombia+20 el senador Iván Cepeda, quien hace parte de la delegación de Gobierno en ese proceso de paz.
Pero esa “prenegociación” que ya tiene una primera fecha de encuentro, entre 19 y el 25 de noviembre -justo en medio de la conmemoración de los dos años de instalación de esa mesa-, será crucial no solo para que el diálogo vuelva a tener vida, sino también para que el Gobierno trace nuevas directrices en este proceso de paz y tenga, al fin, una mejor estrategia que pueda evitar la inactividad en la que cayó la negociación muchos meses antes de que se suspendiera el proceso.
Laura Bonilla, subdirectora de la Fundación Paz y Reconciliación, resumen este punto diciendo que el ELN que se sentó esta semana en Caracas es exactamente el mismo que estaba cuando ocurrió el atentado. “El Gobierno debe tener en cuenta que no está hablando con un ELN diferente o que, en términos que se entiendan, haya ido a terapia, que haya hecho una reflexión. Es exactamente el mismo que hace unos meses. Entonces lo que debe cambiar es cómo se aborda la negociación- Debe haber unas consecuencias y eso no necesariamente puede ser un castigo, sino un cambio en la forma en cómo se aborda este proceso”, explica.
La prueba de que ese ELN no ha cambiado es que apenas unas horas después de que se terminara la reunión de Caracas, el Frente de Guerra Oriental Ómar Gómez, que opera en el Chocó, declaró un paro armado indefinido en los ríos San Juan, Sipí y Cajón desde este sábado 9 de noviembre que afecta al menos a unas 45.000 personas.
Este sábado también se concoció una alerta dada por José Félix Lafaurie, miembro del equipo negociador de Petro y presidente de Fedegán, sobre el secuestro de ganadero en Cesar, presuntamente a manos del ELN.
Esa dualidad entre un grupo armado que se siente en la mesa y otro que quiere demostrar fuerza, a través de acciones violentas muestran el carácter de esa guerrilla, y las fragilidades internas de esa guerrilla y, a juicio de Bonilla, también una manera de negociar.
“Ese un juego en el que se incrementan el número de acciones bélicas para decir: me puedo sentar, pero también todavía puedo hacer daño. El ELN juega con eso porque sabe que lo que más le está costando al Gobierno hoy es no tener un cese al fuego. Ahora, eso no quita que esto también puede obedecer a que hay fracturas internas y son muy evidentes. Eso también entra en la negociación, pero en este caso no creo que el COCE (Comando Central y máximo órgano del ELN) no sepa que esto no va a pasar”, explica.
El investigador de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), Gerson Arias, también concuerda en que esta decisión del Frente de Guerra Oriental responde a dinámicas de la negociación, pero afirma que no creo que demuestre que no hay unidad de mando. “Estamos lejos de entender realmente la trayectoria y funcionamiento del ELN y eso es parte del reto que existe para que una negociación sea exitosa. Cada Frente de Guerra tiene una identidad y al menos desde el anterior proceso con el gobierno Santos el FGO ha mostrado su escepticismo por la mesa, reclama presencia en la delegación y ahora, sin cese al fuego y ante la disputa con el Clan del Golfo, toma esta decisión de decretar un nuevo paro armado. Hay que entender que el ELN tiene una unidad de mando con raíces históricas y con un peso territorial fuerte, y afincada en las decisiones estratégicas”, explica.
Además: “En las últimas semanas, hubo más muertes que en un año de cese con ELN”: ONU
Lo que debería cambiar en la negociación
El Gobierno debe entender que tiene poco margen de negociación y su estrategia debería lograr acuerdos más tangibles y rápidos posibles o, al menos, avanzar lo suficiente en este proceso para que, de cara a quien llegue al solio de la Casa de Nariño en 2026 sea irreversible.
Su escasa maniobrabilidad se da por varios factores, entre ellos, que desde un inicio se pintó a esta negociación como uno de los procesos estrella del Gobierno de Gustavo Petro.
“El Gobierno tiene una buena voluntad de paz, pero está excesivamente presionado por dos lados. Uno, el de un ELN pasivo-agresivo que se sienta en la mesa, pero te monta un paro armado porque aún tiene el control territorial y por el otro lado unas metas impuestas desde el mismo presidente que dicen que necesitan que esa guerrilla salga de la guerra. El Gobierno necesita dar resultados y que no digan: esto fue un desastre total”, dice la investigadora Bonilla.
El otro factor importante, que al mismo tiempo es una de las peticiones que ha hecho el Gobierno, es cómo se podría reactivar el cese al fuego, que terminó el pasado 3 de agosto. La población civil ha sido insisten en que se reanude ese alto al fuego, pero aún existen errores que no se han subsanado. Hace unas semanas, por ejemplo, se conoció que desde hacía meses el ELN no reportaba ni trabaja con el mecanismo de verificación. De reactivarse el proceso, eso deberá hablarse.
“Cuando se levantó el cese al fuego no hubo contención para muchas comunidades donde la guerrilla entró con furia. Hay casos en Arauca y Catatumbo. Ahora, si el Gobierno dijera no va a haber cese al fuego, eso no es algo tan simple. No es algo como, no funcionó entonces lo quitó. Eso no se puede porque eso tiene unas consecuencias tremendas que incluso pueden ser más graves y mayores que si nunca hubiera habido el cese. El Gobierno no evalúo eso y debería hacerlo ahora”, explica la investigadora de Pares.
Tanto los acuerdos de la mesa, que ya suman 28, como los seis puntos de la agenda de negociación contienen propuestas que requieren mover muchos esfuerzos del Estado y, en algunos casos, acciones que toman tiempo desde la intervención en las zonas críticas, la participación de la sociedad civil hasta la revisión del modelo económico.
“El Estado colombiano tiene un promedio de seis o ocho meses para firmar un simple contrato de prestación de servicios. Imagínate lo que es cumplir cada uno de esos 28 acuerdos espaciales que están en la mesa. ¿Cómo cumplimos algo de ese tamaño y de esa dimensión? Por eso me parece importante, no firmar nada que no se pueda cumplir y separar la negociación ya de esa idea de que lo que se va acordando se va cumpliendo. Se tienen que encontrar otras formas de crear confianza entre las partes”, dice Bonilla.
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Por su parte, el senador Cepeda afirma que se perdió tiempo valioso, pero que cree que la mesa va a afrontar lo que viene.
“En la reunión se abordaron los problemas de fondo del proceso y se buscó en cada uno de esos temas encontrar soluciones que puedan darle solidez al proceso en la perspectiva de que ambas delegaciones somos conscientes del tiempo. El tiempo que ha transcurrido es valioso, no creemos que haya sido un tiempo perdido por distintas circunstancias. Ambas delegaciones hemos hecho balances. La propia sociedad colombiana ha entendido la importancia del proceso. Desde esa perspectiva y con realismo vamos a afrontar lo que viene. No hay ninguna clase de impedimento para que el proceso pueda llegar a su final, pero también hay que tener en cuenta que necesitamos acelerar los ritmos, y cumplir ambas delegaciones”, explicó Cepeda.
En un comunicado unilateral publicado el mismo día en que terminó la reunión de esta semana, el ELN hizo una declaración de principios de 13 puntos, uno de los cuales era un nuevo modelo de negociación en el que hubiese un mecanismo de monitoreo de los acuerdos y cláusulas de incumplimiento.
“Eso es sobre complicar la mesa y la negociación. Son mecanismos que no le suman, sino que le restan al proceso y lo vuelven más lento. Además, eso necesita gente, recursos, oficinas, territorialización”, afirma Bonilla.
“El Gobierno debe tener en cuenta que no está hablando con un ELN diferente o que, en términos que se entiendan, haya ido a terapia, que haya hecho una reflexión”
Laura Bonilla, subdirectora de Pares
Cepeda admite que ambas partes han reflexionado sobre si no es momento de repensar algunos aspectos de este proceso. “Detalles no quiero dar sin que hayamos llegado a un acuerdo con el ELN, pero creo que coincidimos en ambos lados de la mesa en que hay la necesidad de acelerar. Acelerar quiere decir priorizar, agilizar procedimientos, buscar vías más expeditas. Por supuesto, nosotros coincidimos con el ELN en el momento de que hay que cumplir. El cumplimiento es una manera no solamente de poner de nuevo en términos muy sólidos la confianza en la mesa, sino también de cumplirle a la sociedad colombiana”, explicó.
Las exigencias pendientes
Entre los temas que el Gobierno puso sobre la mesa en la reunión de esta semana está retomar el compromiso de suspender los secuestros con fines extorsivos, una declaración que hizo el ELN en diciembre del año pasado, pero que apenas duró cinco meses.
Del lado del ELN, aún persisten en la eliminación de la lista de Grupos Armados Organizados (GAO). “Eso es algo que el Gobierno no se ha negado a estudiar. Estamos abiertos”, admite Cepeda.
Además: No es solo el secuestro: cinco claves para entender la crisis en diálogos con el ELN
La designación del ELN como un GAO le permite al Estado utilizar una “gama más amplia de medidas” en contra de esas estructuras, incluyendo operaciones militares y acciones legales específicas.
Esa gama incluye el uso de la máxima fuerza legítima, con acciones como los bombardeos -que en teoría se usan tras la firma del Acuerdo de Paz solo con las estructuras que están dentro del listado GAO-. Aunque el Gobierno de Petro ya expidió una resolución en ese sentido, el ELN quiere que tenga fuerza de decreto.
Las dificultades estructurales, la desconfianza de la sociedad, las fracciones internas del ELN o incluso su lentitud para entender el punto del proceso en el que se está representan riesgos que podrían llevar al fracaso de la negociación. La reunión de la próxima semana será crucial para determinar primero si se reactiva la mesa y luego, cuál será el rumbo de este proceso de paz.