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El Catatumbo lucha con fuerza para superar el estigma que ha sumergido a esa región en el miedo y el olvido por el conflicto armado, que ha persistido en las últimas cuatro décadas.
Esta región, compuesta de 11 municipios, ha sido afectada por la presencia de grupos armados que compiten por el control territorial en esta zona estratégica para el paso de narcotráfico. El más reciente informe de la oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC), publicado hace un mes, muestra que la coca que se produce en Colombia para fines ilícitos sigue siendo cultivada en las mismas zonas desde 2019, una de ellas es la subregión del Catatumbo.
Por eso, los proyectos de transformación que han llegado este año son una ilusión para los catatumberos, que quieren dejar atrás las plantaciones de ese tipo de cultivos.
Desde la mesa de diálogo entre el Gobierno y el Estado Mayor de los bloques Jorge Suárez Briceño, Magdalena Medio y frente Comandante Raúl Reyes de las FARC-EP (EMBF), la disidencia que comanda Calarcá Córdoba, se está impulsando una estrategia para promover esos otros proyectos.
Esa mesa ha sido uno de los procesos del Gobierno que más ha adelantado la apuesta de territorialización de la paz, cuyo corazón son las transformaciones territoriales. La idea es llevar iniciativas que permitan el desarrollo y la calidad de vida de las comunidades en zonas priorizadas de Norte de Santander, Caquetá, sur de Bolívar, norte y nordeste de Antioquia, Putumayo y Guaviare.
En esas regiones, la mesa ha tenido encuentros con organizaciones de la sociedad civil, campesinos, indígenas, afros, líderes sociales, presidentes de Juntas de Acción Comunal, empresarios y ganaderos, entre otros, para priorizar, categorizar y echar a andar las iniciativas que beneficien a esas comunidades.
Para Camilo González Posso, jefe de la delegación de Gobierno en la mesa con el EMBF, se trata de una experiencia demostrativa de que es posible construir en el territorio una vida en paz y es importante porque responde al conjunto de aspectos de la búsqueda de una solución negociada.
“Las comunidades han estado en un ambiente prolongado de conflicto armado con débil presencia institucional. Se busca encontrar puntos comunes que lleven al actor armado a ver que es posible una convivencia en un Estado social de derecho y una acción política y social sin armas”, explicó González Posso.
En el recorrido que hizo Colombia+20 por Catatumbo encontró proyectos de firmantes de paz, jóvenes y mujeres, entre otros, que han recibido el apoyo de esta mesa de diálogos para su proyección, producción o ejecución; por ejemplo, uno para industrializar un cultivo de yuca, otro con búfalos en Tibú y uno más para proteger toda una cadena humedales, entre otros.
La primera vez que se abordó este tema de manera formal fue durante el tercer ciclo de negociación, en enero de este año, donde se acordó que dichas transformaciones serían mediante “planes de desarrollo sostenible integral orientados a mejorar las condiciones de vida de la población en los territorios”.
“La decisión de emprender transformaciones territoriales obedece, en primera instancia, a que esta es un área de presencia, incidencia e injerencia del EMB FARC EP. Así, en el ciclo desarrollado en marzo de 2024 en la ciudad de San José del Guaviare, se acordó lo que se denominó ‘Acuerdo especial sobre transformaciones territoriales en el Catatumbo’, que tiene como base lo suscrito por las partes en la implementación de transformaciones territoriales y en respuesta a las necesidades planteadas por las comunidades frente a la definición de lineamientos para la superación de la dependencia de las economías ilícitas, aplicación de mínimos vitales para la justicia social y ambiental”, explicó a este diario Gloria Quiceno, delegada del Gobierno en esos diálogos.
La funcionaria agregó que “el acuerdo ha contemplado el desarrollo de iniciativas participativas de construcción de paz con enfoque de género y étnico en las temáticas de salud, agricultura, educación, vías, tierras y soberanía alimentaria, entre otras. Se han priorización de espacios de participación con las comunidades para el fortalecimiento de organizaciones, el cooperativismo y la asociatividad, así como el apoyo a iniciativas de productividad que potencien el desarrollo y la dignificación del trabajo del campo”.
Ese compromiso se ha mantenido en el tiempo. Por ejemplo, durante el sexto ciclo, que culminó el 18 de octubre, las partes pactaron nuevos planes de transformación bajo el Decreto 1280, que resalta el avance efectivo de los acuerdos en beneficio de la población.
La iniciativa está enmarcada en el proyecto “Apoyo a la consolidación de la paz en Colombia”, de ICTJ y la Embajada de la Unión Europea, que pretende sensibilizar a las audiencias nacionales, regionales y locales sobre la importancia de las transformaciones territoriales en la consolidación de la paz.
Esta pieza periodística hace parte de la iniciativa “Comunidades que Transforman” de El Espectador, el Centro Internacional de Justicia Transicional (ICTJ por su sigla en inglés) y la Embajada de la Unión Europea. Esta es una alianza para producir contenidos que narran los esfuerzos de las organizaciones comunitarias, las autoridades y el sector privado en la construcción de paz.
En contexto: “Comunidades que Transforman”, alianza para sensibilizar sobre la territorialización de la paz
Estos son los seis proyectos:
Proyecto productivo de Arroz en El Zulia: Asozulia - La esperanza puesta en cultivos de arroz
Jesús Homero Morales mira su cultivo en el horizonte y de sus ojos brotan lágrimas, que se confunden con el sudor que cae de su frente por tanto trabajo bajo el sol. Le duele pensar que puede perder su tierra si la paz no llega a la región. Jesús es el presidente de Asozulia, asociación que reúne a más de 800 campesinos del Catatumbo que se dedican al cultivo de arroz en sus fincas, sembrando alrededor de 1.200 parcelas, lo que produce una cosecha al año de 18.000 hectáreas de cereal, de las que sacan en promedio 111.600 toneladas de arroz.
El proyecto buscó formas de financiar a los pequeños productores del Catatumbo y hoy genera empleo a unas 7.000 familias. Hace dos años construyeron su molino y ahora buscan un impulso para comercializar su marca de arroz La Unión. Hace dos años construyeron su propio molino y ahora buscan un impulso del Gobierno para comercializar su propia marca de arroz “La Unión” y hacerle el quite a las grandes industrias y bancos que amenazan con quitarles el patrimonio.
“¿Qué daríamos nosotros por esa paz? Llevamos más de 60 años cultivando arroz, pero el conflicto y la industria molinera se quieren llevar nuestras tierras. Yo le doy trabajo a los muchachos de acá, pero si esto se acaba, ¿para dónde se van? Van a aprender a armar la bomba que estalla porque no hay más”, relata Morales. En ese sentido, para él es importante que la paz llegue a través de los diálogos para que la violencia no se repita y las industrias entiendan la importancia del campo. “Yo aspiro que el Gobierno salvaguarde a nuestros campesinos. Necesitamos urgentemente la paz para que se nos respete la vida, la propiedad y que todo sea equitativo, no unos solos acaparando todo. Este arroz es nuestro sustento, en ese cultivo están nuestros esfuerzos y nuestra esperanza”, concluye.
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Para Rubén Fernández, representante legal de Asozulia, en la mesa de diálogo entre el Gobierno y el EMBF saben el esfuerzo que han realizado por años para construir país en el campo, a pesar del conflicto. “Este proyecto ha generado economía lícita para los agricultores del Catatumbo. Hemos sobrevivido y luchado al efecto de los grupos armados que llegan a la región. Somos un ejemplo de resistencia y nuestro trabajo social ha sido una coraza frente a la violencia”, dice. Por ahora, el arroz que producen es de alta calidad y lo están vendiendo a entidades del Estado y a grandes comercializadoras de arroz en el país. Esperan que el Gobierno poco a poco les ayude comprando más arroz, lo que les permitirá pagar a más agricultores de la región.
La yuca como una señal de progreso
Miguel Ángel Bacca cree que la paz llegará cuando en las mesas colombianas de desayuno esté servido un caldo de costilla con dos huevos, pan y café. Y para eso está consciente de que se necesita volver a labrar la tierra con el objetivo de que a toda la comunidad le vaya bien. Bajo esa premisa nació el emprendimiento “Yucas Catatumbo”, en 2022. Se trata de una iniciativa de siete familias que buscan la industrialización del campo y lograr la exportación de un producto que nace en las tierras de esa subregión. “Queremos que la gente produzca en función de la ganancia y no de la pérdida, porque si algo hizo que la gente sembrara coca al final de los ochenta es precisamente cuando salían a Tibú y les rechazaban el producido. Nos hicieron creer que la yuca era para los pobres. Hoy podemos demostrar que la yuca es un producto que nos ha hecho ser lo que hoy somos”, dice Bacca.
Asimismo, asegura que el trabajo con la yuca es una salida diferente al conflicto armado que tanto ha golpeado al Catatumbo. “La mesa de diálogo ha sido un caldo de cultivo para volver a creer. En esta región hay un campesinado que está esperando que cada día la mesa de diálogo se vuelva más fuerte para llegar a la paz. En el Catatumbo necesitamos pequeñas acciones para lograr que este territorio sea lo que todo catatumbero sueña”, agrega. Esas pequeñas acciones se traducen en iniciativas y presupuesto que acompañe la transformación de la región. “Queremos conquistar más mercados. Detrás de nosotros hay 150 familias que han empezado a abandonar el cultivo de la coca porque quieren hacer la transición, pero necesitamos que el Gobierno nos apoye” dice. Otro de sus principales pedidos al Estado es que exista una mayor articulación para que la yuca catatumbera tenga reconocimiento dentro y fuera del país. “Sembrar yuca no es algo que nos inventamos ayer, hemos sembrado yuca toda la vida. La agroindustria nos va a permitir vivir mejor con menos. Aquí deben entrar todas las instituciones con buenas intenciones para tener un buen suelo para sembrar y ser más competitivos en el mercado. Comer bien en Catatumbo no puede ser un lujo, cuando logremos eso, ya vamos cinco pasos adelante de la paz”.
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Los humedales protegidos en Catatumbo
El Humedal Las Garzas en el municipio de Tibú tiene un área total de 1,92 hectáreas y es el hogar de la garza grande. Allí construyen sus nidos y obtienen su principal fuente de alimento a través de la pesca. Es apenas uno de los 400 humedales identificados en toda la región para los que se instaló una Comisión Técnica Ambiental con miras a la recuperación y conservación en el marco de los diálogos de paz. La comisión busca la protección de los servicios ambientales que generan esos ecosistemas vitales para el desarrollo de la región. Además, se podrán caracterizar la biodiversidad en territorios donde no se podía acceder por la violencia. Esa Comisión se dio en cumplimiento a lo acordado entre el Gobierno y el bloque Gentil Duarte del Estado Mayor de las FARC. Desde Corponor se están impulsando los planes de manejo y el trabajo con las comunidades.
“En Catatumbo queremos elaborar planes de manejo a los humedales que se han identificado para reconocer las afectaciones que tienen e implementar un plan de manejo ambiental comunitario para empezar los planes de conservación”, detalla Sandra Gómez, subdirectora. Una de las principales urgencias es que a parte de las actividades ilícitas también hay actividades lícitas que afectan a los humedales como los cultivos de palma. Los reclamos de las comunidades es que han drenado los humedales para esa área productiva y eso ha afectado en gran medida. En un trabajo conjunto con las Juntas de Acción Comunal, fundaciones y entidades nacionales y departamentales se están creando los planes de conservación de los humedales como ecosistemas vitales para la paz y el desarrollo. “Es realmente importante que bajo este marco de diálogo se haya podido plantear un escenario donde los humedales sean favorecidos porque tenemos una deuda histórica y necesitamos reconciliarnos con el medio ambiente”, detalló Luisa Figueredo de la Fundación Humedales Catatumbo.
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Viveros certificados en Tibú
Parménides Calderón siembra plantas desde hace más de 20 años. Con un machete en la cintura y con las manos llenas de tierra, Parménides sabe a ciencia cierta los tiempos de sembrado y la fórmula exacta para abonar los cultivos. Su trabajo es ser vigilante de la sede en Tibú de la Corporación autónoma regional de la Frontera Nororiental, que protege los recursos ambientales de la región, pero la tarea de Parménides será pasar todo su conocimiento y sabiduría a los viveristas que está contratando el Gobierno para echar a andar la apuesta de viveros certificados con el objetivo de reforestar el Catatumbo. La iniciativa se está habilitando desde Corponor y la meta será sembrar 180.000 árboles y especies nativas del territorio como pardillo, cedro rojo, sabarco, cedro caoba, cañahuate, para recuperar los ecosistemas con alto grado de afectación en la región. Asimismo, se sembrarán árboles protectores como el yatago y la guadua para proteger las fuentes hídricas y los humedales. También habrá plantas frutales y ornamentales.
Desde Corponor se ha hecho acompañamiento a las mesas de diálogo y a los procesos que quedaron establecidos en los acuerdos. Algunos están en etapa de planificación. “El vivero hasta ahora se ha puesto a disposición del ejercicio de la mesa para proveer de material vegetal los proyectos de restauración. La dificultad es que estamos a la espera de que arranquen los proyectos”, señala Sandra Milena Gómez, subdirectora.
A la par de los viveros, la corporación adelanta una apuesta mucho más ambiciosa para reforestar y recuperar al Catatumbo a través de un proyecto piloto con 25 familias en La Gabarra para cambio de cultivos por plátano y cacao. La meta es transformar la vida de 300 familias. “La paz es la base de todo. Nosotros somos los encargados de la paz con la naturaleza y hemos pedido que no siga la violencia en Norte de Santander. Sin la paz no podemos llegar a los territorios. Por eso, celebramos que el Gobierno siga en la sintonía de invertir en el Catatumbo, de llegar a las familias más afectadas que están en el olvido, pero llegar con una oferta importante que les cambie la vida. Estamos reforestando, cuidando y sembrando. Cuando las comunidades están unidas, no hay grupo que valga. Esperamos que la paz se dé”, explica Rafael Humberto Camacho, director de Corponor.
Proyectos productivos de firmantes de paz
Rubén Zamora, firmante del Acuerdo de Paz de 2016 entre el Gobierno y las FARC, cree que lo que va a blindar el proceso de paz con el Estado Mayor de Bloques y Frentes son precisamente los proyectos de transformación territorial. Gracias a ese tipo de acuerdos, las comunidades están esperanzadas en un cambio posible, lo cual cataloga como algo muy positivo en el proceso. Esas transformaciones territoriales también cobijan a los ex FARC.
Por ejemplo, en el ETCR de Caño Indio, los firmantes tienen un proyecto de ganadería bufalina en Tibú, una de las principales iniciativas de reincorporación económica en la región del Catatumbo. Uno de los principales pedidos de los firmantes para que ese proyecto sea exitoso es para que desde la ANT se agilice la compra de tierras en Norte de Santander para que no se sigan muriendo las búfalas por falta de pasto. Asimismo, están a la espera de la resolución de aprobación de un proyecto integral de Desarrollo Agropecuario y Rural por 1.200 millones de pesos para ganadería silvopastoril doble propósito, que beneficia a la cooperativa de firmantes de paz COMDERPAZ.
En el marco de los diálogos de paz junto con la Gobernación de Norte de Santander, se espera que para este mes se logre la puesta en marcha de un proyecto piscícola en el municipio de El Zulia, que debe beneficiar a 100 firmantes del acuerdo de paz y a sus familias.
Para Zamora, la participación de los firmantes de paz en los temas de transformación territorial que impulsa la mesa de diálogos de paz del Gobierno con el Estado Mayor de Bloques es clave para la consolidación de la paz. “Venimos de un proceso de paz con el que existe una deuda social y política del Estado. Implementar el acuerdo de paz ayuda a impulsar las transformaciones territoriales y a consolidar este nuevo proceso de diálogo. Vale destacar que, en este proceso, hemos conocido funcionarios y funcionarias que sin vacilación alguna se la juegan por la paz, y también a quienes en algunas instituciones conspiran contra los esfuerzos de paz y de transformaciones territoriales”, señala.
Por eso, para Zamora es fundamental prestar atención a los tiempos, presupuestos y responsabilidades para la implementación. Asimismo, empezar a formular los proyectos para que los acuerdos avancen a buen paso y que los funcionarios del Gobierno se comprometan. “Creo que es necesario un gabinete de paz para el Catatumbo para definir los presupuestos para las transformaciones territoriales y su destinación. Lo que va a blindar el proceso de paz son las transformaciones territoriales”, concluye.
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Proyecto de polinización con abejas en Tibú: Miel de abejas Tibú
Desde hace cuatro años, Leiver Moreno y su equipo de 22 jóvenes se han dedicado a rescatar abejas en Catatumbo. La iniciativa busca aprovechar de manera sostenible todos los beneficios de las abejas e impulsar el proyecto para que sea sustentable la producción de miel. Actualmente comercializan su marca propia llamada Miel de Abejas Tibú.
Con este proyecto productivo al año hacen entre tres y cuatro cosechas con una producción aproximada de 20 y 25 kilos de miel, que luego se venden en presentaciones de medio kilo y un kilo, pero también venden polen, propóleo y una bebida de hidromiel.
Pero su trabajo con las abejas encierra un propósito mucho más grande: tratar de cerrar la herida profunda que la guerra le ha dejado al Catatumbo. Por eso Leiver y su equipo trabajan para que exista otro Catatumbo. “Queremos mostrarle al mundo qué es lo que se está haciendo aquí en Catatumbo, que se pueden hacer cosas diferentes”, explica Leiver.
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