Hacer memoria desde la diversidad, sin seguridad y reconocimiento, una comparación entre el caso colombiano y el alemán

Podría pensarse que no tiene sentido comparar dos situaciones tan disimiles. No obstante, contrastar casos tan dispares sirve para tener una perspectiva amplia de la diversidad de retos del trabajo de memoria y evitar que una forma de hacer memoria histórica (la alemana, por ejemplo) se convierta en un modelo global.

Luis Berneth Peña*
03 de septiembre de 2018 - 08:00 p. m.
Reunión de personas de la Alemania Oriental y Occidental en Berlín, después de la caída del muro. / AFP -  Patrick Hertzog
Reunión de personas de la Alemania Oriental y Occidental en Berlín, después de la caída del muro. / AFP - Patrick Hertzog
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Para las instituciones y organizaciones que promueven el trabajo de memoria histórica del conflicto, Alemania es un caso interesante por lo destacable, por sus fallos y por las alianzas que se pueden crear con este país. Existe una muy consolidada institucionalidad sobre los crímenes del colonialismo alemán, del nazismo, de la Segunda Guerra Mundial y de la dictadura comunista de la República Democrática Alemana. Numerosos lugares de memoria, fundaciones, museos, monumentos, publicaciones, centros de investigación y archivos que tratan sobre las vivencias, objetos y expedientes de esas épocas componen esa institucionalidad. Sin embargo, el auge de posiciones de extrema derecha pone en tensión esa institucionalidad y la llamada cultura de la memoria alemana porque éstas se han constituido justamente para superar, entre otras cosas, el sectarismo político y la deshumanización de ciertos grupos sociales que éste promueve.

En Colombia también existen numerosas iniciativas de memoria histórica públicas y de organizaciones sociales. En medio de la precariedad presupuestaria, de la falta de seguridad y el escaso reconocimiento social del trabajo de memoria histórica, ellas han estado aportando a las demandas de justicia, verdad y reparación. El trabajo de organizaciones e instituciones estatales en Colombia no solo ha servido para conocer los actores y las dinámicas geográficamente diversas del conflicto, sino que han creado un rico repertorio de acciones fundamentales para el trabajo de memoria y reconciliación.

Una descripción de esas iniciativas está en el siguiente vínculo

http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/home-iniciativas-memoria

¿Qué reflexiones practicas pueden hacerse de comparar el caso alemán y el colombiano?

Podría pensarse que no tiene sentido comparar dos situaciones tan disimiles. No obstante, contrastar casos tan dispares sirve para tener una perspectiva amplia de la diversidad de retos del trabajo de memoria y evitar que una forma de hacer memoria histórica (la alemana, por ejemplo) se convierta en un modelo global.

Comparemos el trabajo de memoria sobre la dictadura comunista en Alemania que centraliza la Fundación Federal para el Estudio de la Dictadura Comunista en Alemania Oriental (Bundesstiftung zur Aufareitung der SED Diktatur) y el trabajo de memoria sobre el conflicto en Colombia que converge, en gran medida, en el Centro Nacional de Memoria Histórica.

El link a la pagina de la Fundación Federal para el Estudio de la Dictadura Comunista en Alemania Oriental es https://www.bundesstiftung-aufarbeitung.de/die-stiftung-1074.html

Una primera reflexión es que el trabajo de memoria necesita seguridad. Hacer trabajo de memoria en medio del conflicto es muy diferente a cuando habido un cambio profundo en la sociedad. En Alemania las iniciativas que promueve la Fundación Federal para el Estudio de la Dictadura Comunista en Alemania Oriental (FFDC) se hacen cuando el régimen comunista ha desaparecido. En Colombia, por el contrario, persiste el régimen político, económico y social que ha dado lugar a la violencia y los que se han beneficiado del desplazamiento, del narcotráfico y de las masacres tienen una influencia activa y poder vigente para entorpecer el trabajo de memoria.

La situación de seguridad es diametralmente opuesta. El asesinato sistemático de los líderes que sufre Colombia tiene que ver, por supuesto, también con la destrucción de las bases del trabajo de memoria que están estrechamente ligados con la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Al igual que Alemania, el trabajo de memoria es un mandato legalmente establecido en Colombia, sin embargo, trabajar sobre la historia de la RDA no representa un riesgo para la vida en Alemania. Las tensiones más agudas en Alemania se dan entre quienes dicen que “no todo era tan malo” y los consideran que era un régimen criminal.

Una segunda reflexión es que es sobre la legitimidad discursiva de las víctimas y el tipo de víctimas que se visibilizan en el trabajo de memoria. La memoria es un proceso de negociación entre personas con recursos y redes de poder desiguales que va decantando unas ideas comunes sobre el pasado y el futuro. En esa negociación constante de la memoria se reivindican victimas diferentes. En el caso de la dictadura comunista en Alemania, el trabajo de memoria exhibe victimas heroicas, las que se sacrificaron por luchar contra este régimen, al lado de las víctimas pasivas, aquellas que sufrieron el rigor del autoritarismo. En la actualidad pocos repudiarían la idea de que los manifestantes encarcelados y asesinados en las protestas dentro de la RDA hayan sido víctimas heroicas.  Tampoco se atreverían a desestimar que las familias separadas por la construcción del Muro de Berlín hayan sido víctimas pasivas.

En Colombia, por el contrario, se visibiliza con dificultad las víctimas pasivas y hablar de víctimas heroicas despierta feroces polémicas. No existe un reconocimiento ni social ni político de éstas. Personas en situación de desplazamiento, personas ejecutadas extrajudicialmente, comunidades de paz, líderes sociales, difícilmente son reconocidas como víctimas para el conjunto de la sociedad. Hay sectores que consideran como víctimas legítimas del conflicto a los soldados y policías asesinados y mutilados, los secuestrados, los niños reclutados por las Farc. Todas éstas víctimas se han convertido en instrumentos deshumanizados y maleables según la conveniencia política. Por lo que se observa del trabajo del Centro Nacional de Memoria Histórica, el interés es sacar a la luz las víctimas que no tienen una posición privilegiada. Eso introduce la diversidad necesaria que requiere el trabajo de memoria y, al mismo tiempo, es una apuesta valerosa para confrontar sectores influyentes del Estado y la sociedad interesados en minar el aporte judicial que el trabajo de memoria desempeña.

En los dos casos sigue siendo un tema de investigación cómo se ha construido discursivamente quiénes son víctimas. No es un tema menor porque responder con qué hechos, con qué términos y cuáles argumentos se defiende quiénes son víctimas devela las fuentes de poder social.

Una tercera reflexión es sobre la “turistificación” de la memoria y el reto que esto representa para la función pedagógica, el esclarecimiento de la verdad y la consecución de justicia y reparación. En Alemania, existe una situación que no se presenta en Colombia. Allí existe la llamada cultura de la memoria que puebla todo el territorio. Monumentos, placas, archivos, murales, museos y colecciones privadas de objetos son elementos que están muy presentes. Ellos cumplen la función de evocar el pasado, lo cual no se traduce automáticamente en crear conciencia sobre el autoritarismo, ni en justicia. La Fundación Federal para el Estudio de la Dictadura Comunista en Alemania Oriental reconoce ese problema y por eso insiste en comprender el contexto y la relevancia de los lugares y objetos del pasado comunista a través de acciones en la escuela y el espacio público. Pero al mismo tiempo, son sensibles a la diversidad de memorias y los peligros de crear una memoria oficial fija.

En Alemania, los lugares de memoria suelen estar integrados a circuitos económicos como los del turismo. La asociación de turismo con memoria no es per se negativa o positiva. De hecho, puede ser una combinación para promover actividades económicas alternativas en las zonas afectadas por el conflicto. Así lo entienden algunas organizaciones sociales en Colombia que tienen planeados proyectos destinados a hacer turismo de memoria en lugares como La Macarena, Ciudad Bolívar o en valle del rio Cimitarra, por nombrar algunos.

En el caso de la memoria de la RDA, el turismo ha promovido una mercantilización de la estética del periodo comunista. De hecho, existe toda una industria asociada a la “Ostalgia”, nostalgia del Este (“Ost”, traduce oriente en alemán). Esta representación y simulación de la RDA despierta debates sobre los conflictos entre memorias hegemónicas y alternativas y, también, sobre si la “Ostalgia” es un producto de la masiva mercantilización de la memoria o si es, por el contrario, una expresión de la posición de algunos ciudadanos que consideran que “no todo era tan malo durante la dictadura”.  Ese desarrollo advierte sobre los posibles caminos que puede tomar adoptar la mercantilización de la memoria, pero también sobre la diversidad de experiencias de las personas bajo un régimen social.

Otra reflexión de contrastar los dos casos tiene que ver con el papel tan diferente que juega la memoria en la formación de identidades. Mientras que mucho del trabajo de memoria en Alemania está destinado a cerrar brechas e integrar los “ossis” (los alemanes del oriente) y los “wessis” (los alemanes del occidente) que estuvieron separados durante 40 años, en el caso colombiano el trabajo de memoria tiene mucho que ver con mostrar la fragmentación y la diversidad del país. La diferencia se deriva de que en la sociedad alemana el enlace de la memoria con la identidad se da en el marco de un proceso de reconciliación, mientras que en Colombia el trabajo de memoria se conjuga con la reivindicación de varias identidades culturales, regionales y/o sociales que todavía no está todavía en la fase de contribuir a la reconciliación sino al esclarecimiento de los crímenes y sus actores.

En Alemania la división mencionada ha producido una formación identitaria que se interpreta como beneficiosa en el sentido que pone en evidencia varias formas de ser alemán. La nostalgia del Este, con todos sus problemas, es una reivindicación, no del comunismo, sino de una vida más comunal, de la cultura de reparar antes que tirar a la basura y hasta de la austeridad. Algunos ciudadanos valoran positivamente estos rasgos de la sociabilidad de los “Ossis” frente al consumismo e individualismo en la sociedad capitalista.

En Colombia, el trabajo de memoria ha implicado evidenciar los dramas de la guerra interna y ha servido para fortalecer y producir identidades negras, campesinas e indígenas porque ha  mostrado que existen formas de vida, economía, espiritualidad y relación con la naturaleza muy diversas y valiosas que están amenazadas. Por eso no es una sorpresa que el trabajo de memoria esté asociado a la reivindicación de autonomías: zonas de reservas campesinas, territorios de comunidades negras e indígenas. 

En ese sentido, en Colombia, la memoria está asociada muchas veces a lo que las organizaciones sociales denominan “la defensa del territorio”. Eso se traduce en que hay una suerte de memoria de la ecología rota que denuncia cómo la violenta transformación de la estructura de propiedad ha desintegrado las relaciones ecológicas y los sentidos de lugar de las comunidades. Por eso hacer trabajo de memoria para algunas comunidades implica recuperar recetas locales, semillas, usos de la naturaleza y ordenamientos espaciales locales que el latifundio, la mega minería, los megaproyectos y el narcotráfico han destruido.

En Alemania el trabajo de memoria sobre la colectivización de la tierra trata el tema de los efectos de la transformación autoritaria de la propiedad privada en propiedad estatal. Los conflictos interpersonales asociados a la pérdida de autonomía sobre lo que antes era su casa y su propiedad y los dramas de la re-localización de familias son algunos de los conflictos que evidencia el trabajo de memoria sobre la dictadura comunista en Alemania oriental. Derivado del trabajo de memoria de organizaciones sociales, de individuos y las instituciones estatales no existe algo semejante a “la defensa del territorio” en el trabajo de memoria en Alemania, que, en contraste con Colombia, es un lema asociado con el neonazismo.

Una última reflexión sobre lo relevante de contrastar dos experiencias tan diferentes tiene que ver con la memoria de la Guerra Fría, un periodo que, según el relato eurocéntrico, se cerró definitivamente con la caída del Muro de Berlín. Es pertinente decir que la dictadura comunista y el conflicto colombiano se forjaron en la matriz común de la Guerra Fría. La constitución de la Alemania comunista, la creación del Muro de Berlín y la Cortina de Hierro, la formación de los aparatos de seguridad y de represión y las experiencias cotidianas de las personas se enmarca en la confrontación político, militar, económica entre el bloque capitalista y el comunista que tenía como centro a Alemania. Al mismo tiempo, el conflicto colombiano, si bien tiene raíces muy profundas en la historia colonial y republicana, se convirtió en un escenario periférico de la confrontación ideológico-militar de la Guerra Fría.

Se puede decir que el conflicto colombiano pone en tensión el relato hegemónico de que la Guerra Fría se terminó con el desmoronamiento de la Unión Soviética. En los debates políticos sobre el conflicto, la paz, la reconciliación y la memoria en Colombia, los actores se refieren constantemente a la amenaza del comunismo. El conflicto armado ha creado un sentido común político mayormente anticomunista y anti-izquierdista que se usa para interpretar y deslegitimar las demandas sociales y procesos de memoria histórica. El comunismo o la izquierda, en el relato de las élites más conservadoras, es una denominación amplia, abstracta y simplista que califica a una cantidad de actores e ideas. El trabajo de memoria en Colombia, como en Alemania, tienen el gran reto de mostrar cómo ha sido el proceso de subjetivación política que permitió la guerra, el autoritarismo y que es el caldo de cultivo de extremismos políticos.

La Fundación Federal para el Estudio de la Dictadura Comunista en Alemania Oriental, se ha convertido en un espacio de reflexión sobre estos temas porque no se dedica solamente a la historia del comunismo y la Guerra Fría en Alemania, sino que promueve el estudio de sus consecuencias en todo el mundo. Esta institución y otras en Alemania, además, pueden ser aliadas para organizaciones sociales e instituciones públicas en Colombia porque recopilan conocimientos e instrumentos sobre acciones en el espacio público, en la escuela, sobre el manejo de archivos, el montaje de exposiciones o la promoción de la escritura sobre el conflicto de muchos lugares del mundo.

*PhD Geografía social. Investigador del Centro de Estudios sobre la Reconciliación de la Universidad de Jena, Alemania. 

Por Luis Berneth Peña*

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