Hacer periodismo en medio de la autocensura en Putumayo
Valentina Parada Lugo
El 7 de marzo pasado, la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) advirtió que los periodistas de Putumayo están pidiendo que “los dejen fuera de la guerra”. A renglón seguido, señaló: “Los enfrentamientos por el control del territorio entre los grupos armados ilegales Frente Carolina Ramírez y Comandos de Frontera han obligado a los periodistas de Putumayo a no volver a hablar sobre la guerra.” Cuando comenzamos a buscar a periodistas para que participaran de este proyecto de periodismo colaborativo, nos encontramos con personas con un profundo conocimiento del territorio, pero para quienes la autocensura se ha convertido en su único mecanismo para preservar la vida.
La denuncia de la Flip sobre el estado de los periodistas en esa región no deja de ser injusta e irónica, justamente porque se da en un momento en el que varios grupos armados que hacen presencia en ese departamento han expresado la voluntad de entrar en la política de “paz total” del gobierno Petro, en lo que se ha considerado un nuevo -y ambicioso- intento para silenciar las armas en Colombia. El papel de la prensa es fundamental para acercar esas negociaciones, así como otros puntos de la agenda del Gobierno, a la gente en todo el departamento.
En contexto: El costo del progreso, la serie que revela los principales conflictos por el desarrollo
Ya en junio de 2021, periodistas putumayenses habían hecho un silencio informativo durante 48 horas a modo de protesta por la estigmatización y amenazas en su contra. Durante ese tiempo dejaron de publicar para que cesara la violencia contra ellos.
Dos años después el silencio informativo no es una opción de manifestación, sino la única carta para salvaguardar su integridad y evitar ser amplificadores de los actores armados que los intimidan para que difundan sus comunicados. Uno de los colegas que tuvo la intención de participar en este proyecto decidió no hacerlo aludiendo los riesgos que podía tener hablar de conflicto armado en un medio nacional. Otra de las periodistas nos dijo que por vivir en una zona disputada por dos grupos armados había temas sobre los que no podía hablar, mucho menos escribir.
Pese al miedo y a las complejas dinámicas del territorio, periodistas locales nos acompañaron en esta separata que tiene cinco historias que justamente retratan algunos de los esfuerzos que se han hecho por mantener la paz. Todas las periodistas que trabajamos esta separata somos mujeres: Luz Mary Lame, periodista independiente; Martha Cecilia Rentería, periodista de Radio Nacional de Colombia; Brigitte Escobar, estudiante de comunicación de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia; Silvia Corredor y Valentina Parada Lugo, ambas periodistas de Colombia+20 de El Espectador, y Valentina Matiz, videógrafa de este diario.
Con ellas escribimos sobre la lucha de una abogada indígena para que su nombre fuera aceptado en su documento de identidad con el abecedario indígena (awapit); el trabajo de los excombatientes de las FARC por reforestar la Amazonia; el ecoturismo que reverdece zonas que antes estaban vedadas por la guerra; los esfuerzos de la guardia siona por cuidar su territorio y el trabajo de ese mismo pueblo por velar por el cumplimiento de las medidas cautelares que los protegen.
Lea también: Voces desde el territorio, periodismo colaborativo desde las zonas más afectadas por el conflicto
También participó en este proyecto Estefanía Ciro, investigadora del centro de pensamiento A La Orilla del Río, quien escribió una columna de opinión en estas páginas justamente sobre los retos de la “paz total” en esta zona del país y la importancia de que la nueva política de drogas del gobierno de Gustavo Petro llegue con soluciones sostenibles que van más allá de arrancar la coca de los cultivos. Para este proceso la prensa es fundamental.
Las historias de esta separata, que fue posible gracias al apoyo de la Embajada de Países Bajos, destacan la fuerza de los procesos organizativos que han levantado en medio de la reconfiguración del conflicto armado y de las dificultades por construir un territorio en paz.
El 7 de marzo pasado, la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) advirtió que los periodistas de Putumayo están pidiendo que “los dejen fuera de la guerra”. A renglón seguido, señaló: “Los enfrentamientos por el control del territorio entre los grupos armados ilegales Frente Carolina Ramírez y Comandos de Frontera han obligado a los periodistas de Putumayo a no volver a hablar sobre la guerra.” Cuando comenzamos a buscar a periodistas para que participaran de este proyecto de periodismo colaborativo, nos encontramos con personas con un profundo conocimiento del territorio, pero para quienes la autocensura se ha convertido en su único mecanismo para preservar la vida.
La denuncia de la Flip sobre el estado de los periodistas en esa región no deja de ser injusta e irónica, justamente porque se da en un momento en el que varios grupos armados que hacen presencia en ese departamento han expresado la voluntad de entrar en la política de “paz total” del gobierno Petro, en lo que se ha considerado un nuevo -y ambicioso- intento para silenciar las armas en Colombia. El papel de la prensa es fundamental para acercar esas negociaciones, así como otros puntos de la agenda del Gobierno, a la gente en todo el departamento.
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Ya en junio de 2021, periodistas putumayenses habían hecho un silencio informativo durante 48 horas a modo de protesta por la estigmatización y amenazas en su contra. Durante ese tiempo dejaron de publicar para que cesara la violencia contra ellos.
Dos años después el silencio informativo no es una opción de manifestación, sino la única carta para salvaguardar su integridad y evitar ser amplificadores de los actores armados que los intimidan para que difundan sus comunicados. Uno de los colegas que tuvo la intención de participar en este proyecto decidió no hacerlo aludiendo los riesgos que podía tener hablar de conflicto armado en un medio nacional. Otra de las periodistas nos dijo que por vivir en una zona disputada por dos grupos armados había temas sobre los que no podía hablar, mucho menos escribir.
Pese al miedo y a las complejas dinámicas del territorio, periodistas locales nos acompañaron en esta separata que tiene cinco historias que justamente retratan algunos de los esfuerzos que se han hecho por mantener la paz. Todas las periodistas que trabajamos esta separata somos mujeres: Luz Mary Lame, periodista independiente; Martha Cecilia Rentería, periodista de Radio Nacional de Colombia; Brigitte Escobar, estudiante de comunicación de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia; Silvia Corredor y Valentina Parada Lugo, ambas periodistas de Colombia+20 de El Espectador, y Valentina Matiz, videógrafa de este diario.
Con ellas escribimos sobre la lucha de una abogada indígena para que su nombre fuera aceptado en su documento de identidad con el abecedario indígena (awapit); el trabajo de los excombatientes de las FARC por reforestar la Amazonia; el ecoturismo que reverdece zonas que antes estaban vedadas por la guerra; los esfuerzos de la guardia siona por cuidar su territorio y el trabajo de ese mismo pueblo por velar por el cumplimiento de las medidas cautelares que los protegen.
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También participó en este proyecto Estefanía Ciro, investigadora del centro de pensamiento A La Orilla del Río, quien escribió una columna de opinión en estas páginas justamente sobre los retos de la “paz total” en esta zona del país y la importancia de que la nueva política de drogas del gobierno de Gustavo Petro llegue con soluciones sostenibles que van más allá de arrancar la coca de los cultivos. Para este proceso la prensa es fundamental.
Las historias de esta separata, que fue posible gracias al apoyo de la Embajada de Países Bajos, destacan la fuerza de los procesos organizativos que han levantado en medio de la reconfiguración del conflicto armado y de las dificultades por construir un territorio en paz.