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Delante de la tumba de Gloria Patricia Castrillón, su hijo Rafael Rojas le aseguró, entre sollozos, que desde ese momento dejaría de ser violento y derrotaría la violencia en su vida con rap. Lo dijo en serio. El día que sus amigos planeaban vengar el asesinato de la señora, él interrumpió la reunión y sorprendió a los nueve jóvenes que había allí: “¡No quiero venganza, no quiero más sangre… quiero que mi hijo tenga un papá!”.
Rafael sólo tenía una esperanza: una novia con tres meses de embarazo. Su madre estaba muerta, su hermano Mateíto estaba en la cárcel y su hermana, amenazada, se había ido de la casa. Sus palabras sacudieron a los jóvenes. Por primera vez pensaron, al menos con convicción, que deberían dejar de servir de mandaderos y “campaneros” del grupo armado ilegal dominante en El Oasis, uno de los 29 barrios de Puerto Berrío, el corazón del Magdalena Medio antioqueño, con cerca de 39 mil habitantes.
La historia gruesa de El Oasis se remonta a 2005, cuando se desmovilizó el Bloque Central Bolívar (BCB), que tenía presencia en 11 departamentos. El fin del BCB llevó a la aparición en Puerto Berrío de otros grupos armados ilegales, los cuales se empezaron a disputar un territorio (ya disputado antes por guerrillas y paramilitares) que, para las economías criminales, es una zona estratégica para el tráfico de armas y droga.
En este municipio, que le sirve a Antioquia de conexión con los departamentos de Cundinamarca, Santander, Boyacá y Caldas, fueron identificados cuatro armados ilegales. Entre estos predominaban los Urabeños (ahora denominados el clan del Golfo) y los Rastrojos. Los primeros tenían presencia en el barrio La Milla y los segundos en El Oasis.
La violencia del municipio se agudizó: amenazas de muerte, extorsiones, enfrentamientos de grupos armados ilegales, fronteras invisibles, desplazamientos y homicidios. Según cifras de Medicina Legal, entre 2005 y 2012 las muertes violentas, cada año, no bajaron de 30, con un pico de 71 muertos en 2009.
En ese período de ocho años hubo 368 homicidios, lo que significa nueve muertos por cada mil habitantes. En 2013, los homicidios disminuyeron. Sin embargo, al menos tres casos causaron gran impacto: los asesinatos de Édinson Alberto Molina, abogado y líder del grupo social Los Enanos Porteños; Róbinson Piedrahíta Llano, docente de la escuela La Milla, y Gloria Patricia Castrillón, habitante de El Oasis.
La señora Castrillón, de 42 años, fue asesinada con arma blanca el 31 de octubre de 2013 a las 9:00 de la mañana, cerca del parque municipal. Nueve meses antes, el 14 de febrero, en un gesto de protección maternal, avisó a la Policía que su hijo Mateíto estaba en la casa. Los policías, quienes tenían una orden judicial de aprehensión por el delito de concierto para delinquir agravado, fueron y se llevaron al joven de 16 años, en medio del llanto de su madre.
Al final de ese año la zozobra se agudizó en Puerto Berrío: apareció un panfleto en el que se amenazaba de muerte a ladrones y a consumidores y expendedores de droga.
Ante estos hechos, el 28 de noviembre, la Defensoría del Pueblo les hizo un llamado “urgente” a diversas autoridades para que adoptaran medidas de prevención y protección para salvaguardar los derechos fundamentales de concejales y líderes sociales y comunitarios, especialmente los de 14 barrios plenamente identificados, entre ellos El Oasis.
Jóvenes Dejando Huellas, una esperanza más
Tras la muerte de Gloria y la resistencia de Rafael a vengar su muerte, algunos de los jóvenes de El Oasis pensaron que había llegado la hora de cambiar de rumbo. ¿Qué harían? Lo único que se les ocurrió fue enseñar otras cosas que habían aprendido “en medio de sus trabas” y de sus horas de ocio: bailar, cantar, actuar... Las ideas los llevarían a crear la fundación Centro Integral Xenofilia (CIX).
En esta nueva ruta, Michael Charlez Lorenzana, líder del grupo, habló con Nohemí Peña, de la emisora Puerto Berrío Stereo. Él quería hacer un programa urbano y ella, con experiencia de varios años en la creación y formación de semilleros de radio y televisión, tenía en mente crear un proyecto que involucrara más jóvenes, más gustos, más allá de los micrófonos y las cámaras. “Yo tengo tres grupos: rap, baile y teatro”, le dijo Michael.
Al equipo se unieron más jóvenes como Michelle Cossio, lidereza natural que representaba la Plataforma Municipal de la Juventud. Todos aportaron ideas y buscaron aliados. En esa búsqueda apareció Isagén, que desarrolla la central térmica Termocentro, ubicada a cinco kilómetros de Puerto Berrío.
Isagén apoyó el proyecto y sugirió ampliarlo para beneficiar a más jóvenes. Entonces Nohemí y su equipo convocaron a los interesados. Les contaron que querían crear un proyecto de jóvenes para jóvenes y les preguntaron qué querían hacer. Así nació el proyecto Jóvenes Dejando Huella.
En julio de 2015 se firmó el convenio entre Isagén y Codecom (la cooperativa de comunicaciones a la que pertenece Puerto Berrío Stereo) para echar a rodar cinco semilleros (dibujo y aerografía, danzas, teatro, canto, radio y televisión); para fortalecer cuatro grupos juveniles (entre ellos CIX) y para realizar talleres de formación en derechos humanos, liderazgo y proyecto de vida, prevención de consumo de sustancias psicoactivas y autocuidado.
“El trabajo con jóvenes vale toda la pena del mundo”. Casi dos años después, el proyecto va en la segunda fase. Durante este tiempo han hecho caminatas ecológicas, ciclopaseos y han estado en diferentes lugares de Puerto Berrío con la actividad “Parche en tu barrio”, en la que bailan, actúan, pintan. En estos sitios también han proyectado su primera película, la que recrea uno de los periodos más difíciles de Puerto Berrío a la vez que muestra el renacimiento de unos jóvenes que, parecía, no tenían futuro.
Michael propuso hacer la película sobre los integrantes de CIX. La historia era dura, quizás demasiado cruda. Pero era, tal vez, su mejor manera de contarles a todos los jóvenes que sí había una oportunidad de cambio por medio del baile y el canto.
Entonces habló con más personas que, como él, vivieron la historia de El Oasis. Con los múltiples relatos escribió la historia. Se la pasó a Nohemí y los demás semilleros hicieron su parte: buscaron actores naturales, pidieron permisos, le propusieron a la policía formar parte de la película, grabaron, editaron… En fin, durante cuatro meses confeccionaron su primera película: “La Gloria del barrio”.
Un día de febrero de 2016, centenas de habitantes de Puerto Berrío, aglomerados en el parque principal, vieron cómo sus hijos, sus familiares, sus amigos, recrearon, en gran medida, parte de la historia de la última década del municipio: la historia de El Oasis.
Vieron cómo unos muchachos, la mayoría entre los 12 y los 18 años, hacían parte del grupo armado del barrio, cómo mataban, cómo morían, cómo caían en manos de la Policía, cómo una madre entregaba su hijo a la Policía para protegerlo, cómo esa madre era después asesinada, cómo uno de los hijos de ella se negó a vengarla y a cambio le prometió armarse de rap y cómo sus amigos decidieron seguirlo.
Al ver la película, Michael no creyó, por un momento, que hubiera vivido todo eso que se relató allí. Pensó que fue tan fácil haber perdido la vida y no haber tomado un rumbo que lo llevó a ser tecnólogo en gestión administrativa y a soñar con ser sociólogo y líder social, sin abandonar su pueblo. “Esto sí funciona”, dice mientras señala con fuerza el logo de CIX plasmado en su camiseta.
En este punto, Michelle Cossio dice que el proceso exitoso de CIX demuestra que el trabajo con jóvenes vale toda la pena del mundo. Sus palabras tienen el tono de una experto social. Sin embargo, apenas tiene 20 años y su historia es tan dura como las de los jóvenes de El Oasis.
Pero, dice, esto la ha fortalecido para afianzar su deseo de formarse más y continuar su trabajo. “Sabe con qué sueño: con ganarme una beca, con estudiar ciencias políticas en Eafit (su máxima aspiración en el futuro próximo) y con ser asesora departamental de juventudes”.
Michelle es líder juvenil desde que era adolescente y hoy es una de las coordinadoras de Jóvenes Dejando Huella, donde lidera el semillero de patrimonio y cultura. Con esta trayectoria, dice con propiedad que es necesario hacer apuestas por los cerca de 11 mil jóvenes de Puerto Berrío para no perpetuar la violencia. “Por un joven que se salve se salva una generación”, dice.
Rafael fue uno de los jóvenes que emprendió el camino de la salvación. Parte del recorrido lo ha logrado hacer gracias al apoyo de personas como Nohemí, como Michael, como todos los que hoy son parte de Jóvenes Dejando Huella. “Uno no puede solo, uno necesita personas que lo impulsen”, dice.
Recuerda que cuando murió su madre pudo haber hecho cualquier tipo de locura. “Pude haber hecho cualquier tipo de masacre. Tenía la forma y la gente, pero entendí que no era quién para arrancar vidas, que matar al asesino de mi mamá no me la iba a devolver”. Agrega que “llegar a perdonar es aprender a vivir”. Esto último lo dice al recordar el día que vio en la cárcel de Puerto Berrío al hombre que, según él, le quito la vida a su madre.
¬Pana, esos son actos de guerra, le habría dicho aquel hombre.
¬El Señor lo bendiga, le habría respondido Rafael.
Ahora dice que no lo culpa porque, según él, actuaba como “un títere”.
Rafael Rojas tomó la decisión de no vengar a su madre. Su historia la cuenta mientras observa a su hijo de dos años, quien juega a su alrededor. “Él es mi milagro de vida”, dice espontáneamente este hombre de 27 años, quien en la actualidad es coordinador de rap.