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El pueblo Nükak del Guaviare y la Comunidad de Juristas Akubadaura, con apoyo del Fondo de Iniciativas Locales de la Embajada de Canadá, desarrollaron talleres para fortalecer las prácticas artesanales tradicionales de este pueblo, como una herramienta para hacerle frente a algunos tipos de violencias que han enfrentado. Cuentan sus autoridades que, en solo seis meses, ya han participado en ferias artesanales indígenas y no indígenas, y han visto mejoras en su calidad de vida gracias al precio justo al que ahora pueden vender sus productos.
Esta comunidad, que es tradicionalmente nómada y ancestralmente habitó el territorio del norte de la Amazonía, ha sido víctima de varias formas de violencia desde su encuentro con los colonos mestizos de este departamento, en 1989, según el informe Tiempos de Vida y Muerte, realizado por la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).
Enfermedades como la gripa común o el paludismo, traídas al territorio Nükak por los colonos, redujeron a esta población a la mitad. Además, según el actual gobernador Joaquin Dajadah Nijbe, a pesar de que los Nükak son uno de los pueblos que más conserva sus tradiciones ancestrales como la transmisión de su lengua a las nuevas generaciones, su dieta y prácticas de caza y recolección, varios elementos culturales se han transformado también por el contacto con “el hombre blanco”.
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También, se lee en el informe de la ONIC y el CNMH, los Nükak enfrentaron el reto de ver su territorio “sabanizado y lleno de colonos por la bonanza cocalera en el último cuarto del siglo XX”. Además, su territorio se ha visto afectado por cultivos de Palma que aunque la Federación Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite (Fedepalma) no reconoce como parte de su gremio, están efectivamente en lo que era territorio ancestral Nükak y se han expandido con el tiempo, según documenta la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS).
Simultáneamente, estas comunidades fueron víctimas de desplazamientos por la presencia de grupos armados ilegales como las antiguas Farc que recorrían el territorio que ellos habitaban. Para un pueblo tan pequeño en número, dice el mismo informe de la ONIC y el CNMH, el desplazamiento forzado, pone en peligro su existencia misma. Tan es así que en el Auto 004 de 2009, la Corte Constitucional reconoce que el pueblo Nükak está en riesgo de exterminio físico y cultural, junto con otros 33 pueblos de Colombia.
Las mujeres Nükak además han sido víctimas de violencia sexual. Muchas de ellas, según documentaron en un informe que fue entregado a la Comisión de la Verdad, perdieron a sus padres en la década del 70 y 80 y tuvieron que integrarse a comunidades urbanas donde fueron víctimas de explotación sexual infantil. Además, denuncian haber sido víctimas de acoso y penetración sin consentimiento por parte de actores armados. La situación de vulnerabilidad para ellas tiene el agravante de que la mayoría no habla español y dependen de terceros para denunciar este tipo de hechos.
Artesanías y resistencia
Todas estas formas de violencia, según documentó este diario, continuaron incluso después del Acuerdo de Paz, según denunció la ONU en 2019. Estas formas de violencia que vivía el pueblo Nükak, les ha obligado a acercarse cada vez más a asentamientos mestizos y las cabeceras municipales. Cuenta el actual gobernador Joaquin Sajadah Nijbe que algunos de ellos tuvieron que establecerse por largos periodos de tiempo en campamentos “para desplazados” en cabeceras municipales para refugiarse de la violencia. Así, tuvieron que aprender a insertarse en los mercados capitalistas para sobrevivir.
Como una forma de subsistencia, las mujeres Nükak pusieron a la venta artesanías como manillas y canastos que antes tejían solo para su pueblo, para conseguir dinero para víveres. Pero, para el gobernador Joaquin Dajadah Nijbe, el trato a las mujeres cuando vendían artesanías en lugares como en San José del Guaviare, es una de las formas mas evidentes de la discriminación que ha sufrido su pueblo: “no las compraban a precios justos, se aprovechaban que las mujeres no hablaban español y les daban miserias por trabajos que duraban horas haciendo, además del tiempo que le toma a la comunidad conseguir material y llevarlo al pueblo”, dice Dajadah Nijbe. Andrés Huertas, investigador del proyecto, explica que en San José, las personas compraban a 2.000 o 5.000 pesos, un canasto que podría costar 20.000 pesos y las mujeres no tenían las herramientas para pedir lo que era justo.
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En esto coincide Rocío Caballero, investigadora indígena Pijao de Akubadaura, quien dice que en el Guaviare hay patrones de discriminación y estigmatización muy profundos hacia los indígenas del pueblo Nükak que agrava la situación de vulnerabilidad y pobreza que ellos enfrentan en el territorio. Por eso, añade, uno de los énfasis del proyecto fue que las mujeres reconocieran el valor de sus productos, y aprendieran estrategias financieras para “poder moverse con confianza en el juego financiero de vender y comprar. Ya no aceptan, por ejemplo, un bloquecito de panela a cambio de un canasto que les tomaba varios días hacer”.
Andrés Huertas cuenta que además los talleres buscaban optimizar los procesos del tejido y la pintura para hacer las artesanías más “atractivas” en mercados locales y ferias artesanales. Gracias a ello, ya han participado en ferias importantes de la región como ExpoGuaviare, y han aprovechado las herramientas tecnológicas, como las redes sociales, para expandir su mercado.
Otra parte importante del proyecto para Rocío Caballero fueron los encuentros de socialización en el que hombres y mujeres recordaron que una de las relaciones que han cambiado por este contacto con pueblos sedentarios y agrarios, son los roles de género dentro de las comunidades. Antes, las mujeres y los hombres compartían varios roles de autoridad, aunque se repartían algunas tareas. De hecho, los hombres antes también tejían algunos canastos y fabricaban utensilios de barro que usaban para secar raíces y cocinar. Huertas recuerda que después de los buenos resultados de los talleres, algunos hombres se animaron a retomar la fabricación de artesanías para ser vendidas también a las ferias y a los asentamientos urbanos.
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Por su parte, Caballero afirma que se vieron cambios en ciertas dinámicas de control que los hombres ejercían sobre las mujeres: “Al ver que ellas llegaban con dinero y comida, producto de la venta de artesanías, ellos mostraban menos recelo cuando las mujeres se iban a estos espacios a participar sin ellos”. Sin embargo, dice la investigadora, todavía hay retos muy grandes en ese sentido porque la mayoría de las mujeres no se sienten cómodas hablando español y dependen de ser acompañadas de los hombres en muchos otros espacios.
A pesar del balance positivo que ha dejado el proceso de fortalecimiento del pueblo Nükak por medio de las artesanías, estas comunidades siguen enfrentándose a varios peligros por la presencia de otros grupos armados en sus territorios y el recrudecimiento de la violencia. Según Miguel García, de Akubadaura, en los territorios de algunos de los asentamientos más aislados del pueblo Nükak operan disidencias de las Farc que dificultan el caminar indígena por el territorio. Así, habitantes de este pueblo se ven obligados a desplazarse a sitios aún más remotos para poder desarrollar sus actividades de subsistencia, haciendo que sea difícil vender las artesanías o conseguir materiales para ellas.
Joaquin Dajadah Nijbe dice que los Nükak llevan más de 17 años sorteando estas dificultades. “si no es un grupo es otro, o las empresas, o las enfermedades”, dice. Él espera que el proyecto de artesanías demuestre la belleza de la cultura Nükak y ponga la lupa de la opinión pública en proteger a este pueblo que ha estado al margen de las políticas públicas y sigue en peligro de extinción.