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Este año para el periodista, fotógrafo, caminante e investigador del conflicto, Jesús Abad Colorado, ha sido una etapa de reconocimientos. Recibió el Premio Nacional de Fotografía 2018 del Ministerio de Cultura, con la serie “Mata que Dios perdona”; en las salas de cine se presentó Testigo, un documental realizado por la directora británica Kate Horne, en el que podemos ver un ser humano extraordinario y una investigación acuciosa en torno al conflicto armado que ha vivido Colombia en las últimas décadas. Igualmente, la Universidad Nacional lleva a cabo una exposición ambiciosa curada por María Belén Sáenz, 500 fotografías que podemos observar en el Claustro de San Agustín.
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Así, Abad Colorado se posiciona como una fuente confiable de los desastres de la guerra. Desde 1992, hasta el día de hoy, anda a pie con la gente, escucha las historias de las personas anónimas y registra los hechos con su lente. Es el hombre que transita por las trochas con botas pantaneras, por las montañas con las víctimas de la guerra, y con los desplazados, los que llevan sus niños en sus brazos, sus neveras al hombro y sus animales. Él va con las personas, quién sabe a dónde, pues no hay un lugar, lo han perdido todo y buscan un sitio en el mundo. Su oficio, como él lo manifiesta, es documentar lo que pasa con los olvidados, pues la voz se la han dado a los políticos, a los paramilitares o a la guerrilla, y no a la población civil que sufre el dolor de la guerra.
El trabajo de Abad Colorado nos pone de frente a la guerra. En la exposición, que estará abierta hasta febrero de 2019, da cuenta de la memoria y registra una serie de acontecimientos trágicos, como los ocurridos en lugares como Bojayá, en Chocó, San José de Apartadó, en Urabá, Granada, en Antioquia, Mapiripán, en Meta, por citar algunas poblaciones. Las imágenes registran fragmentos de lo acontecido, evitando que se pongan en duda estos hechos, y plantea preguntas a través de ellas como las siguientes: si estas fracciones no son la guerra, entonces, ¿qué son? ¿Por qué es necesaria la enseñanza de una historia crítica en los colegios y universidades, y no de una serie de datos? ¿Por qué debemos reflexionar en torno a lo que pasa en nuestro país? ¿Por qué apostarle a la paz? ¿Por qué es importante ponernos en la piel de la otredad?
Esta exhibición, que cruza el límite de la fotografía documental y del fotoperiodismo, propone algunas respuestas a esos interrogantes. Testigo nos conduce al campo de la estética contemporánea, que de acuerdo con el pensador Jacques Rancière, se determina desde un punto de vista político, social y ético. En la postura de Abad Colorado hay un discurso pacifista, que va en contravía de la violencia indiscriminada y depredadora. “Lo que busco es la humanidad de nuestra gente, muchas veces reducida en la guerra a meras cifras del Gobierno”, afirma el fotógrafo. La exposición habla de seres humanos con nombre propio: Camila, Juana, Lucas..., y captan el estado emocional, la manera de sentir y de vivir de la población que se enfrenta a una guerra, y esos momentos de angustia han quedado consignados en sus imágenes.
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Abad Colorado se ha enfrentado al secuestro, del cual no le gusta hablar. También ha sufrido las muertes en su familia, como la de su abuelo, un liberal que murió de un balazo en su cama por la violencia bipartidista a comienzos de los años 60, las muertes, torturas y secuestros de sus familiares, el desplazamiento por la guerra de sus padres de San Carlos a Medellín. Luego, cuando era estudiante de la Universidad de Antioquia, vivió de cerca las muertes del médico Héctor Abad Gómez, a quien tanto admiraba, y más tarde los magnicidios de los candidatos Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro. Esos son algunos hechos que lo llevaron a no soltar su cámara y andar por el país convencido de que su trabajo habla de memoria y de reconciliación.
Sus fotos son un relato genuino de la tragedia, de lo indecible y de los hechos que desangran a Colombia. En su trabajo se acentúa la primera persona: “Yo fui testigo, yo estuve ahí, yo dejo un testimonio.” Ese yo-ismo se traduce en una necesidad apremiante de contar. El propósito de Abad Colorado es que conozcamos la historia y que no la olvidemos, y que, por supuesto, pese más el anhelo de que Colombia se aparte del sino de la muerte y de la violencia de una vez por todas.
Igualmente, Testigo evidencia la destrucción de la naturaleza, bombardeos que han dejado cráteres y la tierra destruida, los ríos que han servido para tirar los cadáveres. Sus imágenes son también una advertencia de que si continúa la guerra, pronto veremos nuestros campos secos, el agua se acabará por la explotación minera y los campesinos no podrán sembrar la tierra. En este sentido, la muestra es un documento desgarrador que deja ver la transformación del territorio a partir de la confrontación violenta, los derrames de petróleo a causa de las explosiones en los oleoductos por parte de la guerrilla. Es una memoria del país hecha con respeto y ética, de esta manera sus fotos, lo que más le interesa, es cómo la gente vive en medio de la tragedia.
Podemos observar las balas perdidas, las ejecuciones extrajudiciales, las masacres, vacunas, torturas, secuestros, desplazamientos forzados, los niños huérfanos, las niñas violadas con marcas en el brazo de una de ellas, en el que aparece un “tatuaje” en el que se lee AUC, o la misma marca en un árbol en el que se amarraban a los secuestrados o un perro con la misma señal en su piel. Esta codificación forma parte de una serie de gramáticas de las que la guerra se vale para identificar a los actores y para indicar cómo matar y rematar, o cómo utilizar los símbolos y los nombres bíblicos que se han fusionado en la guerra: “Somos los hijos del ejército de Dios, AUC,” como se percibe en una de sus imágenes. A lo largo de la exposición también se denuncia cómo estos códigos se convierten en paradigmas de la guerra y designan quiénes son los “dueños”, quiénes mandan, de quién es el territorio y quiénes pueden matar.
Sí, nos duele Colombia con esta exposición y Jesús Abad Colorado nos entrega su testimonio, pues es un testigo que arriesga su vida para narrarnos la historia: “Sí, yo estuve ahí, créanme”. “Sí, él es un testigo y también alguien que habla de la esperanza”.
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