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                                                                                                                                Juan Frío, un territorio que reconstruyen las mujeres

                                                                                                                                Para la conmemoración de los 18 años de la masacre paramilitar en este corregimiento de Villa del Rosario (Norte de Santander), un grupo de mujeres trabajó para resignificar los espacios donde antes hubo violencia. Quieren quitar el estigma que pesa sobre este lugar.

                                                                                                                                Beatriz Valdés Correa - @beatrijelena

                                                                                                                                Las mujeres y niñas de Juan Frío tejieron la manera en que veían su territorio. / Fotos: cortesía de 5ta con 5ta.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Esta escena se dio en la conmemoración Huellas y Resistencia en Juan Frío: territorio de esperanza, un espacio en el que los habitantes de Juan Frío, en cabeza de las mujeres, recordaron y homenajearon a las víctimas de la masacre del 24 de septiembre de 2000. Ese fue el inicio de la incursión paramilitar en su territorio, cuando, a manos del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia, fueron asesinados cinco hombres y una mujer.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Los grupos guerrilleros que estaban y la violencia paramilitar que arremetió con furia crearon un estigma sobre este corregimiento, y es de eso de lo que se quieren sacudir. Juan Frío ya no es así, “no es un territorio de violencia, sí hemos sido tocados por la violencia, pero ya es justo que nos dejen tranquilos”, dice Fideligna Gómez, una mujer que hace 37 años vive en este corregimiento. Es víctima del conflicto, fue secuestrada y torturada, y ahora hace parte de la Junta de Acción Comunal, desde donde trabajó por la conmemoración de las víctimas. De hecho, Juan Frío es sujeto de reparación colectiva desde 2013 y por eso cada año se organiza una conmemoración con apoyo de la Unidad para las Víctimas y de la cooperación alemana GIZ.

                                                                                                                                Gómez cuenta que cada vez hacen algo mejor para recordar a los que ya no están, por eso se puso tan feliz cuando desde la organización Quinta con Quinta le presentaron la idea de conmemorar desde el arte y de la mano del Centro Nacional de Memoria Histórica.  “La Quinta” no es ajena al territorio, de hecho este grupo de jóvenes nortesantandereanos ya llevaban un proceso con los niños y jóvenes del territorio a través de la Escuela Itinerante Del Norte Bravos Hijos, así como un proyecto con mujeres y niñas, apoyado por el Fondo Lunaria.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Todo se juntó para hacer memoria. Desde junio Paola Cañizares y Andrea Quiñonez, de 5ta con 5ta, empezaron a trabajar con un grupo de 25 mujeres y niñas de todas las edades para pensar “cómo era el papel de las mujeres como constructoras de memoria, cómo pensar un tejido social desde la concepción de feminidad de cada una y cómo hacíamos ese proceso teniendo como herramienta artística el tejido”, explica Quiñonez, quien fue la tallerista de tejido. Esta actividad ya la había desarrollado en otras ocasiones, pero esta vez decidieron tejer mochilas y, a través de la técnica Wayúu, crearon las Mochilas de la memoria, tomando elementos de las Tejedoras de Mapuján, viendo el tejido como una posibilidad de sanación.

                                                                                                                                Cañizares, por su parte, trabajó desde la creación audiovisual con las más jóvenes. Tomaron fotografías y realizaron el documental Tejedoras de memoria, sobre el trabajo que estaban realizando las otras mujeres. Estos Círculos de sororidad, como se llamó el proceso, pusieron en evidencia las heridas que la misma guerra había dejado en las mujeres, que vivieron el conflicto de manera distinta.

                                                                                                                                Le puede interesar: “Si los agresores no hablan, la verdad será la de las mujeres”: Alejandra Miller

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Ahora, a la entrada de Juan Frío se siente el olor a cilantro, se ve una valla que da la bienvenida y dice que ese es un territorio de paz y aparece el mural que le recuerda a los habitantes de este corregimiento que ellos no son lo que les hicieron, que hay esperanza, que se están reconstruyendo y la iniciativa la llevan las mujeres.

                                                                                                                                Las mujeres y niñas de Juan Frío tejieron la manera en que veían su territorio. / Fotos: cortesía de 5ta con 5ta.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Esta escena se dio en la conmemoración Huellas y Resistencia en Juan Frío: territorio de esperanza, un espacio en el que los habitantes de Juan Frío, en cabeza de las mujeres, recordaron y homenajearon a las víctimas de la masacre del 24 de septiembre de 2000. Ese fue el inicio de la incursión paramilitar en su territorio, cuando, a manos del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia, fueron asesinados cinco hombres y una mujer.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Los grupos guerrilleros que estaban y la violencia paramilitar que arremetió con furia crearon un estigma sobre este corregimiento, y es de eso de lo que se quieren sacudir. Juan Frío ya no es así, “no es un territorio de violencia, sí hemos sido tocados por la violencia, pero ya es justo que nos dejen tranquilos”, dice Fideligna Gómez, una mujer que hace 37 años vive en este corregimiento. Es víctima del conflicto, fue secuestrada y torturada, y ahora hace parte de la Junta de Acción Comunal, desde donde trabajó por la conmemoración de las víctimas. De hecho, Juan Frío es sujeto de reparación colectiva desde 2013 y por eso cada año se organiza una conmemoración con apoyo de la Unidad para las Víctimas y de la cooperación alemana GIZ.

                                                                                                                                Gómez cuenta que cada vez hacen algo mejor para recordar a los que ya no están, por eso se puso tan feliz cuando desde la organización Quinta con Quinta le presentaron la idea de conmemorar desde el arte y de la mano del Centro Nacional de Memoria Histórica.  “La Quinta” no es ajena al territorio, de hecho este grupo de jóvenes nortesantandereanos ya llevaban un proceso con los niños y jóvenes del territorio a través de la Escuela Itinerante Del Norte Bravos Hijos, así como un proyecto con mujeres y niñas, apoyado por el Fondo Lunaria.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Todo se juntó para hacer memoria. Desde junio Paola Cañizares y Andrea Quiñonez, de 5ta con 5ta, empezaron a trabajar con un grupo de 25 mujeres y niñas de todas las edades para pensar “cómo era el papel de las mujeres como constructoras de memoria, cómo pensar un tejido social desde la concepción de feminidad de cada una y cómo hacíamos ese proceso teniendo como herramienta artística el tejido”, explica Quiñonez, quien fue la tallerista de tejido. Esta actividad ya la había desarrollado en otras ocasiones, pero esta vez decidieron tejer mochilas y, a través de la técnica Wayúu, crearon las Mochilas de la memoria, tomando elementos de las Tejedoras de Mapuján, viendo el tejido como una posibilidad de sanación.

                                                                                                                                Cañizares, por su parte, trabajó desde la creación audiovisual con las más jóvenes. Tomaron fotografías y realizaron el documental Tejedoras de memoria, sobre el trabajo que estaban realizando las otras mujeres. Estos Círculos de sororidad, como se llamó el proceso, pusieron en evidencia las heridas que la misma guerra había dejado en las mujeres, que vivieron el conflicto de manera distinta.

                                                                                                                                Le puede interesar: “Si los agresores no hablan, la verdad será la de las mujeres”: Alejandra Miller

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Ahora, a la entrada de Juan Frío se siente el olor a cilantro, se ve una valla que da la bienvenida y dice que ese es un territorio de paz y aparece el mural que le recuerda a los habitantes de este corregimiento que ellos no son lo que les hicieron, que hay esperanza, que se están reconstruyendo y la iniciativa la llevan las mujeres.

                                                                                                                                Por Beatriz Valdés Correa - @beatrijelena

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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