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De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para los Asuntos Humanitarios (OCHA) en Colombia al menos 400 mil personas requieren de algún tipo de asistencia humanitaria inmediata o en el corto plazo, producto de crisis que se desatan por múltiples factores: las confrontaciones entre grupos armados, los desastres naturales, la migración venezolana o de otras nacionalidades que hace su tránsito por el país, o simplemente la pobreza asociada a problemas estructurales como la falta de acceso a servicios básicos.
Esta misma oficina asegura que aunque “Colombia avanza en la consolidación de la paz” todavía “se enfrenta a múltiples choques que generan necesidades humanitarias” urgentes que deben suplirse con diferentes tipos de ayuda e intervención.
Para discutir cómo deben canalizarse las ayudas y recursos de la respuesta humanitaria, cinco organizaciones locales se unieron en Colombia para promover lo que denominan la “localización de la respuesta humanitaria”, un concepto que se viene planteando desde 2016 y que cada vez toma más fuerza entre ONG y comunidades locales que trabajan atendiendo a la población en contextos de crisis, algo que en palabras de María Elena Baraja, de la organización Benposta, es “un reto muy grande”.
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Las ONG que se unieron para promover este enfoque son Abiudea, que lidera proyectos de mitigación del cambio climático y la seguridad alimentaria en el Caribe, Benposta, que acompaña comunidades campesinas en los llanos orientales, la Asociación Salto Ángel, dedicada a atender y acompañar migrantes en La Guajira, la Agencia Afrocolombiana Hileros, que promueve los derechos de las comunidades afros, y finalmente Pastoral Caritas Colombia, una organización ligada a la iglesia católica que acompaña múltiples procesos y comunidades en zonas de conflicto en el país.
Hace un año realizaron un congreso en Cúcuta que discutió el asunto del enfoque de localización en la respuesta humanitaria y este año decidieron ampliar la convocatoria a organizaciones de América latina y el Caribe, que discutirán propuestas el 8 y 9 de noviembre en el Hotel Tequendama de Bogotá. Su propósito en común es que “grandes donantes y las organizaciones internacionales se comprometieron a darle voz y voto a organizaciones locales dentro del sistema humanitario”, explica Andrés Boscán.
Andrés Boscán es un venezolano que salió de su país en medio de la crisis política y económica de Venezuela y ahora trabaja en la Asociación Salto Ángel impulsando la estabilización comunitaria y la integración socioeconómica de refugiados y migrantes como él. Explica que estas cinco organizaciones se unieron en torno a un proyecto denominado Togheter, financiado con apoyo de la Cancillería Alemana, para “discutir de manera igualitaria con los grandes del sistema humanitario sobre esas necesidades” que existen en la región, con el propósito de “promover el enfoque de localización para resolver esa crisis humanitaria”.
Con los “grandes del sistema” Boscán se refiere a los Estados, a los donantes y a las entidades multilaterales que canalizan millones de dólares en recursos del sistema humanitario para atender diversas crisis en todo el mundo. Según él, las organizaciones locales, como las cinco que el proyecto Togheter agrupa, nacen de la “sociedad civil, para dar respuesta a sus necesidades, somos esa tercera parte de ese triángulo de poder entre el Estado, la cooperación internacional y la comunidad local”.
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Por eso, insisten, la respuesta humanitaria a las distintas crisis debe ser localizada: “Si nosotros no estamos, no hay fórmula para que el Estado o la cooperación puedan dar respuesta, siempre es necesaria la base de la comunidad y la organización”, puntualiza Boscán.
Nuestro país es un buen ejemplo de dramas humanitarios que surgen por diferentes motivos y requieren intervenciones inmediatas, que no podrían hacerse sin la gestión de las mismas comunidades. OCHA asegura en su último informe de respuesta humanitaria, que abarca el primer semestre de 2023, que hay más de 7 millones de colombianos en situación de necesidad, por causas diversas, que van desde problemas asociados al cambio climático, como las inundaciones de la Mojana, pasando por la crisis de la migración transcontinental, e incluyendo, obviamente, el drama de la violencia y el conflicto armado interno que provoca desplazados y confinados en todos los rincones del país.
Situaciones de crisis que, de acuerdo con María Vanesa Medoza, de Pastoral Social, no podrían enfrentarse sin “darle voz a los territorios y organizaciones que están con esas comunidades”. Por eso, una de las peticiones más fuertes de las organizaciones es que el concepto de localización de la respuesta humanitaria se aplique en concordancia con los grandes financiadores de la ayuda, como lo son las agencias de las Naciones Unidas y los Estados donantes.
Según Mendoza, en los territorios son frecuentes las “quejas de que llegan a intervenir y hacen lo que quieren” sin consultar realmente con los afectados, así que las organizaciones pequeñas y las comunidades afectadas esperan “una voz más firme” al momento de tener acceso a esos recursos y la manera como se invierten: “darle voz a los territorios y organizaciones que están con esas comunidades”, puntualiza Mendoza.
“Los asuntos humanitarios siempre se manejan por una línea, y los asuntos de desarrollo se manejan por otra”, asegura Andrés Boscán: “América latina tiene mucha cátedra para visibilizar dinámicas que son de respuesta humanitaria, pero que ciertamente sientan unas bases para la construcción de procesos de desarrollo y de paz en los territorios”.
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Desde la Cumbre Mundial Humanitaria, convocada en 2016 en Turquía, se habla de la localización como una estrategia para que las organizaciones y comunidades locales tengan una mayor implicación en las respuestas a las crisis. No obstante, en opinión de Boscán, hay asuntos de fondo que desbordan la simple respuesta a las crisis o emergencias y que requieren cambios estructurales: “¿Qué hacemos con esas necesidades que cada vez son más y más complejas? No se han solucionado los problemas de fondo”, dice, agregando que “todavía hay guerras, todavía la violencia afecta la dignidad humana, todavía el ejercicio del poder obliga a las personas a situaciones que atentan contra su humanidad. Pasó un huracán y se construyen casas, pero lo que no se soluciona son los problemas sociales en esas estructuras de poder que tenemos en nuestras naciones”.
Boscán cree que este nuevo enfoque “revoluciona todos los procesos y permite que los locales tengamos un empoderamiento y unas capacidades para poder responder a las necesidades humanitarias, pero al mismo tiempo tenemos un nivel de participación dentro de la estructura”. Un desafío que esperan afrontar pronto, ya no solo en Colombia, sino junto a organizaciones y comunidades de América latina y el Caribe.