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El alcalde de Totoró, Hilario Sánchez Sánchez, tiene la esperanza de que la llegada de recursos de la Unión Europea a sus territorios le permita a su comunidad consolidar sus planes de vida y su plan de desarrollo. Está seguro de que esa es la manera más expedita de garantizar la seguridad alimentaria de su pueblo nasa, una de las obsesiones de los líderes indígenas.
Durante la reciente visita de la Jefa de la Unidad de Cooperación para América Latina de la UE, Henriette Geiger, quien fue hasta Totoró a reiterar el interés de invertir cerca de 4 millones de euros en el programa Pazadentro, el alcalde organizó una feria agropecuaria para mostrarle a la visitante cuáles son los potenciales económicos y de desarrollo de su región. Esperan que la comercialización de sus tejidos, medicina ancestral, café orgánico y otros productos agrícolas, se fortalezca con el programa Pazadentro.
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El recinto de la alcaldía, donde sesiona también el concejo municipal, fue tomado por hombres, mujeres y niños que sacaron lo mejor de sus cosechas, tejidos, bailes y chirimías. En Totoró hay 55 asociaciones productivas. Las hay de papa, de frutas, de miel y sus derivados, de quinua, de huevos, y la casa de la hierbabuena, que se ha especializado en producir jabones, aceites y medicinas a base de hierbas, recuperando el conocimiento tradicional de sus ancestros.
Entre arracachas, café orgánico, moras y mochilas, los indígenas se mostraron expectantes ante la posibilidad de que los recursos anunciados por la Unión Europea, les permita comercializar sus productos, tecnificar su producción, y fortalecer lo que ellos llaman educación propia y que no es otra cosa que incorporar sus planes de vida a los proyectos educativos para integrar su visión del mundo en las escuelas y colegios.
Los proyectos educativos comunitarios, nos cuenta el alcalde, están orientados a que la educación sea un proceso pertinente, desde los mayores, y con una visión de integralidad. “Ya hemos logrado siete instituciones que vienen trabajando un proyecto educativo comunitario, esto ha permitido que cada día trabajen con un currículo propio para avanzar en el posconflicto, solucionar conflictos internos en las comunidades”, dice orgulloso.
El alcalde Hilario Sánchez sigue hablando de fortalecer la gobernabilidad de su municipio y hace énfasis en mejorar la forma en la que resuelven sus conflictos. Ahora que la guerra quedó atrás, los mandatarios de esta zona quieren dedicarse a resolver los problemas de su comunidad. Antes, el conflicto se los impedía. Tenían que resistir a los ataques, al desplazamiento, al asesinato de sus líderes, al reclutamiento de sus jóvenes, al embate del narcotráfico y de la minería ilegal.
Lo peor ya pasó. Ese período entre 1998 y 2003, cuando arreció la confrontación, sirvió de manera paradójica, para que las autoridades indígenas se fortalecieran, se empoderaran y les quitaran las riendas de las administraciones municipales a quienes no los representaban.
Ahora el reto es superar la confrontación con las comunidades campesinas y afrodescendientes, con quienes se han trenzado en disputas por la tierra. El alcalde Hilario dice que ese conflicto ya está superado y que ahora deben trabajar juntos para el bien del desarrollo regional.
Y deben hacerlo integrando a los cientos de jóvenes que regresarán después de dejar las filas de las Farc. “Los mayores y las autoridades nos estamos preparando. El fin del conflicto armado es la oportunidad de la familia en dos ámbitos, en el seno del hogar y en la comunidad. Hay un mandato: hay que recibirlos, acompañarlos en lo espiritual y a las familias, en lo económico”, reconoce don Hilario.
Por eso, porque quieren fortalecer sus proyectos productivos, es que muestran orgullosos lo que han logrado en medio y a pesar del conflicto. “Aprendimos a construir un proceso de unidad y de resistencia, la primera fue la autonomía alimentaria y la economía solidaria, tenemos alrededor de 55 agremiaciones que recogen tres pisos térmicos, es el resultado de un proceso de 12 años”, explica Hilario.
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Unas 25 de estas asociaciones están en cabeza de mujeres, la mayoría se organizó al quedar viudas, al perder a sus hijos en la guerra y al decidir pasar de la victimización a la resistencia. Ellas se han involucrado con el desarrollo agropecuario con vincular a sus hijos a las escuelas o a la guardia indígena.
Los indígenas cuentan que ya completan un año de paz, de tranquilidad, de apropiarse de las carreteras de día y de noche, de no tener miedo porque se van a llevar a sus jóvenes a la guerra. Ahora celebran que la Unión Europea confíe en ellos y haya decidido hacer interlocución directa con sus organizaciones.