La fortaleza comunitaria de Machuca resistió más allá de la violencia

Este corregimiento de Segovia (Antioquia), que en 1998 sufrió la voladura del oleoducto por parte del Eln y la muerte de 84 personas por ese hecho, hoy tiene liderazgos fuertes y los jóvenes se apropian de la memoria. De la mano del Centro Nacional de Memoria Histórica hicieron una serie radial que los narra como comunidad.

11 de julio de 2020 - 04:30 p. m.
La fortaleza comunitaria de Machuca resistió más allá de la violencia
Foto: Centro Nacional de Memoria Histórica

En Machuca, corregimiento de Segovia (Antioquia), también se despide a los muertos con alabaos, como se hace en el Pacífico. Las mujeres del grupo de cantaoras se visten y se ponen sus turbantes en el velorio en la última de las nueve noches de velación de un muerto de la comunidad. Y una vez al año, también, ellas salen a cantar en las fiestas del río Pocuné. En Machuca todavía hay parteras y algunas personas ejercen la medicina tradicional con plantas. En Machuca los jóvenes son antioqueños, los mayores son chocoanos y todos reconocen en su territorio, porque es de ellos, un lugar que resiste y se reconstruye, y que es más que los hechos que una guerra ajena les obligó a sufrir.

En el relato nacional Machuca, realmente llamado Fraguas, fue el epicentro de una tragedia. En la madrugada 18 de octubre de 1998 los machuquenses vieron arder casas y vecinos. 84 personas, entre ellos 42 niños, murieron después de un incendio que fue ocasionado por la voladura del oleoducto Caño Limón-Coveñas por parte de la guerrilla del Eln. El petróleo se regó por el río Pocuné y fue a parar a Machuca. Apenas tres años después el Bloque Metro de las AUC incursionó en el pueblo, según la comunidad, junto a soldados conocidos por todos. Sacaron a la gente de sus casas y la llevaron al parque, donde, frente a todos, asesinaron a tres personas, desaparecieron a dos más en el río y una fue llevada a una vereda y asesinada.

La guerra no paró ahí. En 2004, los paramilitares volvieron a aparecer en Machuca, reunieron a la comunidad y asesinaron a una persona. Hasta 2012 el pueblo estuvo más o menos tranquilo, pero en ese año la disputa territorial de grupos paramilitares posdesmovilización e insurgentes asesinaron, amenazaron y extorsionaron a los pobladores, ocasionando desplazamientos masivos. A pesar de todos esos hechos, la comunidad afro y mestiza de Machuca se fortaleció.

Este territorio del nordeste antioqueño tiene tradición minera, de hecho, su nombre popular (Machuca) viene de una mina que tenía ese nombre, y es por eso por lo que ha sido receptor de población afro, especialmente del Pacífico, que ha llegado a trabajar la minería, también artesanal, de oro y se ha quedado a hacer allí su vida. Y como pueblo negro que es, está organizado a través de un Consejo Comunitario, y de Juntas de Acción Comunal, que representan también a la población mestiza. Fue desde estas instancias desde las que se propuso hacer memoria y fueron escogidos por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), que cada año apoya 25 iniciativas de memoria, para impulsarlos en esta causa.

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Después de concertar con la comunidad, el producto fue una serie radial que hicieron los estudiantes del semillero de radio de la Institución Educativa Fray Martín de Porres con maestros, líderes y lideresas comunitarias y otros mayores. Machuca más allá de la violencia tiene cinco capítulos en los que hablan de los orígenes del territorio, de su cultura, del conflicto armado, de sus líderes y del presente y futuro de los niños, niñas y jóvenes.

Edinso Culma Vargas, coordinador del equipo de Iniciativas de Memoria Histórica del CNMH, dice que el contenido de la serie es una reflexión también sobre la memoria. “Cuando se piensa en la memoria, se piensa con el único objetivo de ser esclarecedora, pero también tiene otras funciones, como el fortalecimiento organizativo y la protección del legado de comunidades y líderes, y papel muy importante que es dignificar, reconstruir o reparar el daño moral que en el marco del conflicto armado se ha causado”. Precisamente a esto le apuntaron los líderes y jóvenes. Estos últimos, sin haber hecho radio antes y algunos sin conocer los hechos como “la quema” de 1998, se decidieron a aprender para preservar su historia.

De hecho, la escogencia del formato no fue al azar. En Machuca hay vocación radial. Un año después de la tragedia, los machuquenses pensaron en que no tenían ningún medio para comunicarse, alertarse sobre el peligro e incluso para convocarse y conversar. En 1999 un grupo de jóvenes, liderados por Maribel Agualimpia Perea, conformó una emisora: Machuca Digital Estéreo. “Había un megáfono en el que se pasaban los avisos, pero no se escuchaba en las veredas. Decidimos aprovechar la emisora para comunicarnos más. A través de lo que pasó, la gente se animó mucho a escuchar: pedían las canciones que les recordaban a sus difuntos. La gente, a pesar del dolor, se alegró con la emisora”, recuerda Agualimpia, directora de la emisora comunitaria. Así, la emisora sirvió para difundir las visitas de funcionarios, de capacitaciones, y proyectos que fueron fortaleciendo la comunidad.

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Maribel Agualimpia, una de las lideresas del territorio, fue maestra para los estudiantes que estaban estrenando equipos para formar una emisora en el colegio. La experiencia fue un éxito. “Me pareció muy satisfactorio y participativo porque ellos se animaron, participaron, escucharon y conocieron de la historia. Los vi muy animaros. En su rol de productores radiales estuvieron nerviosos y con pena porque nunca les había tocado hablar ni hacer entrevistas, pero lo hicieron bien, muy centrados”, dice la lideresa.

En la serie se nota la reportería de los estudiantes. Son sus voces las que hacen semblanzas de sus líderes y lideresas más representativas, las que encuentran personajes que les hablan sobre la botánica y cómo se pueden tratar enfermedades usando las plantas del patio, las que relatan la historia de un conflicto que vivieron recientemente. Incluso se oye a los estudiantes recrear una entrevista que hubieran podido tener con un líder comunitario si no lo hubieran asesinado en los 90.

Quizás la enseñanza más grande para Machuca es que existe una juventud dispuesta a, en palabras de Edinso Culma, “pensarse cuáles son sus tradiciones, por qué es importante mantenerse en su territorio y porque ese territorio debe mantenerse en paz”. Los sueños que narran los y las adolescentes machuquenses requieren que no se repita la guerra para hacerlos realidad.

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