La historia de resistencia de Los Paveros sonará en Polonia
Hasta el Brave Festival llegará la música de cuatro campesinos del sur de Bolívar, que encontraron en las notas y melodías un instrumento de lucha contra las amenazas en sus comunidades.
Sebastián Forero / @Sebasforeror
“Por culpa de las palmeras yo he quedado a la deriva // Por culpa de las palmeras tengo un dolor en el alma // Pero yo no me preocupo porque sé que un día es mañana // viene la peste cogollera para la palma africana”. Esos versos son el testimonio del dolor, el reclamo y la esperanza plasmados en la canción Algún día es mañana, compuesta por Edwin Torres, un campesino del sur de Bolívar, que eligió la música como el camino para la resistencia. Él, su hermano Etny, don Efraím Alvear y don Misael Payares conforman el grupo Los Paveros y este miércoles 18 de julio su historia -que es en buena parte la misma de millones de colombianos- será protagonista en el Brave Festival, de Polonia.
El camino de “Los Paveros” es una historia de resistencia. Hacen parte de las 123 familias agrupadas en la Asociación de Campesinos de Buenos Aires (Asocab), vereda del municipio El Peñon, al sur de Bolívar, que lo han enfrentado todo: los grupos armados, las grandes empresas de palma y un Estado que no aparecía, y que cuando lo hizo, fue para reprimir. Este grupo es el símbolo del caso de restitución de tierras conocido como “Las Pavas”, nombre de la hacienda que hoy está en disputa entre los campesinos de la Asociación y la empresa palmicultora Aportes San Isidro.
También lea: Un paso más por la restitución de Las Pavas
El litigio por la tierra tiene raíces profundas. La llegada de los colonos campesinos al territorio se dio en la década de los 30, instaurando allí la cultura “anfibia”, como dice don Misael, haciendo alusión al término acuñado por el sociólogo Orlando Fals Borda: una comunidad que vive entre el agua y la tierra. Décadas después, las tierras en las que ya estaban asentados los campesinos empezaron a ser tituladas a algunos consorcios ganaderos que, a su vez, en la década de 1980, venderían las tierras a Jesús Emilio Escobar, quien de acuerdo con expedientes judiciales era el hermano y testaferro del narcotraficante Gustavo Escobar Fernández.
Escobar abandonó las tierras en la década del 90 y es allí cuando las 123 familias de Asocab se asientan en el territorio. En el 2003 vendría el primer desplazamiento. Hombres del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) desplazaron a los campesinos del territorio. Aquella sería la primera vez que los habitantes de Las Pavas tendrían que abandonar sus tierras por la fuerza.
Retornaron paulatinamente entre el 2004 y el 2005, y en el 2006 realizaron una solicitud al Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder) para que iniciara el proceso de extinción de dominio por inexplotación económica y así las tierras pudieran ser luego tituladas a los campesinos que habían probado llevar años cultivando el territorio. Aquella acción les valdría un segundo desplazamiento. Esta vez sería el antiguo propietario de los terrenos, Jesús Emilio Escobar, quien llegaría a Las Pavas con un grupo armado que hasta ahora no ha sido identificado y desplazaría de nuevo a los habitantes de la hacienda.
Escobar vendió las tierras en el 2007 al consorcio El Labrador del que hacían parte Aportes San Isidro y C. I. Tequendama. Esta última, en medio del litigio judicial, vendió su participación en el consorcio, dejando como únicos propietarios de la tierra a Aportes San Isidro, con quienes hasta hoy siguen enfrentados los campesinos de Asocab, pues los palmicultores reclaman haber comprado legítimamente el territorio.
Sería esta empresa palmicultora, junto con la Fuerza Pública, quienes desplazarían a los campesinos del territorio por tercera vez, en el 2009. “Desalojo”, le llamarían en esta ocasión porque era el Estado ‘legítimamente’ quien removía a los campesinos de Las Pavas. Al menos así lo dictaminó la fiscal regional de Cartagena quien consideró que en la zona nunca había existido presencia de actores armados, que nunca hubo desplazamiento y que por tanto los campesinos no eran víctimas. Al contrario, que era necesario investigar los posibles vínculos de esta comunidad con la guerrilla y que a Edwin Torres, uno de Los Paveros, se le había visto con botas y con traje militar y portando un fusil. Que además estos campesinos no eran de la región. Edwin respondió con una canción: “pueblito mío, pueblito bello // un pueblo sencillo, humilde y trabajador // donde vive el cosechero y también el pescador // donde todas las mañanas se paran con la ilusión // de ver crecer un pueblo orgullo de la región”, les dijo a quienes reclamaban el territorio ajeno.
También lea: Posición del Grupo Daabon Frente a Las Pavas
Los paveros
Las vulneraciones de las que ha sido objeto la comunidad de Asocab en más de dos décadas de conflicto por la tierra, las han dejado plasmadas Los Paveros en varias de sus canciones, incluso en un disco que se llama Les voy a cantar la historia. Fue a Edwin Torres a quien se le ocurrió contar el dolor cantando. Empezó a componerle canciones al territorio, a su pueblo, a la resistencia. “La idea era invitar a la comunidad a resistir pacíficamente”. Su hermano Etny lo siguió. En medio del dolor, él le cantó a la alegría. Se acordó que cuando llueve, y la tierra está sembrada, el corazón campesino sonríe. Hoy cuando cae la lluvia se alegran los campesinos // porque es la bendición que del cielo Dios nos manda // y se alegran nuestros hijos porque así las cosas cambian // y se alegran los vecinos por la lluvia que nos mandan.
Don Efraím quiso cantar con ellos y es además quien lleva por escrito el registro de lo que sucede. Tiene la manía de anotarlo todo en un cuaderno. Todo lo que ve, lo que oye, lo que se imagina. También las canciones que compone. Allí, por ejemplo, en Volviendo a la tierra, Don Efra puso en palabras su firme creencia de que a su pueblo volverán los días de antaño, los días sin palma.
30, 60, tal vez 120, han comenzado a Las Pavas volver // De nuevo en la tierra hay produciendo alimento, el hambre tendrá que desaparecer // Por eso no hay duda, llegará el momento, que los que se fueron van pronto a volver.
Don Misael es el que cuenta la historia. Su abuelo y su padre fueron de los primeros colonos campesinos que llegaron al territorio y por eso es el que mejor la conoce. El litigio jurídico se lo sabe de punta a punta. Los fallos, los jueces de esos fallos, habla de primera y de segunda instancia, lo conoce todo. Él narra y sus compañeros cantan. No hay instrumentos, sólo las voces de estos cuatro paveros cantores.
A las 8:30 de la noche de este miércoles 18 de julio, de la voz de Misael, Efraím, Edwin y Etny, el testimonio de resistencia campesina, que no es solo el de Las Pavas, sino el de todos sus compañeros en lucha, se escuchará en el Teatro Polaco, en la Plaza de las Águilas de Leópolis, en la ciudad de Wroclaw, en Polonia. El cuaderno de don Efra probablemente registrará que, ante espectadores provenientes de todo el mundo, los campesinos de la vereda de Buenos Aires, del municipio de El Peñon, del sur del departamento de Bolívar, una vez más, se hicieron escuchar.
“Por culpa de las palmeras yo he quedado a la deriva // Por culpa de las palmeras tengo un dolor en el alma // Pero yo no me preocupo porque sé que un día es mañana // viene la peste cogollera para la palma africana”. Esos versos son el testimonio del dolor, el reclamo y la esperanza plasmados en la canción Algún día es mañana, compuesta por Edwin Torres, un campesino del sur de Bolívar, que eligió la música como el camino para la resistencia. Él, su hermano Etny, don Efraím Alvear y don Misael Payares conforman el grupo Los Paveros y este miércoles 18 de julio su historia -que es en buena parte la misma de millones de colombianos- será protagonista en el Brave Festival, de Polonia.
El camino de “Los Paveros” es una historia de resistencia. Hacen parte de las 123 familias agrupadas en la Asociación de Campesinos de Buenos Aires (Asocab), vereda del municipio El Peñon, al sur de Bolívar, que lo han enfrentado todo: los grupos armados, las grandes empresas de palma y un Estado que no aparecía, y que cuando lo hizo, fue para reprimir. Este grupo es el símbolo del caso de restitución de tierras conocido como “Las Pavas”, nombre de la hacienda que hoy está en disputa entre los campesinos de la Asociación y la empresa palmicultora Aportes San Isidro.
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El litigio por la tierra tiene raíces profundas. La llegada de los colonos campesinos al territorio se dio en la década de los 30, instaurando allí la cultura “anfibia”, como dice don Misael, haciendo alusión al término acuñado por el sociólogo Orlando Fals Borda: una comunidad que vive entre el agua y la tierra. Décadas después, las tierras en las que ya estaban asentados los campesinos empezaron a ser tituladas a algunos consorcios ganaderos que, a su vez, en la década de 1980, venderían las tierras a Jesús Emilio Escobar, quien de acuerdo con expedientes judiciales era el hermano y testaferro del narcotraficante Gustavo Escobar Fernández.
Escobar abandonó las tierras en la década del 90 y es allí cuando las 123 familias de Asocab se asientan en el territorio. En el 2003 vendría el primer desplazamiento. Hombres del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) desplazaron a los campesinos del territorio. Aquella sería la primera vez que los habitantes de Las Pavas tendrían que abandonar sus tierras por la fuerza.
Retornaron paulatinamente entre el 2004 y el 2005, y en el 2006 realizaron una solicitud al Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder) para que iniciara el proceso de extinción de dominio por inexplotación económica y así las tierras pudieran ser luego tituladas a los campesinos que habían probado llevar años cultivando el territorio. Aquella acción les valdría un segundo desplazamiento. Esta vez sería el antiguo propietario de los terrenos, Jesús Emilio Escobar, quien llegaría a Las Pavas con un grupo armado que hasta ahora no ha sido identificado y desplazaría de nuevo a los habitantes de la hacienda.
Escobar vendió las tierras en el 2007 al consorcio El Labrador del que hacían parte Aportes San Isidro y C. I. Tequendama. Esta última, en medio del litigio judicial, vendió su participación en el consorcio, dejando como únicos propietarios de la tierra a Aportes San Isidro, con quienes hasta hoy siguen enfrentados los campesinos de Asocab, pues los palmicultores reclaman haber comprado legítimamente el territorio.
Sería esta empresa palmicultora, junto con la Fuerza Pública, quienes desplazarían a los campesinos del territorio por tercera vez, en el 2009. “Desalojo”, le llamarían en esta ocasión porque era el Estado ‘legítimamente’ quien removía a los campesinos de Las Pavas. Al menos así lo dictaminó la fiscal regional de Cartagena quien consideró que en la zona nunca había existido presencia de actores armados, que nunca hubo desplazamiento y que por tanto los campesinos no eran víctimas. Al contrario, que era necesario investigar los posibles vínculos de esta comunidad con la guerrilla y que a Edwin Torres, uno de Los Paveros, se le había visto con botas y con traje militar y portando un fusil. Que además estos campesinos no eran de la región. Edwin respondió con una canción: “pueblito mío, pueblito bello // un pueblo sencillo, humilde y trabajador // donde vive el cosechero y también el pescador // donde todas las mañanas se paran con la ilusión // de ver crecer un pueblo orgullo de la región”, les dijo a quienes reclamaban el territorio ajeno.
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Los paveros
Las vulneraciones de las que ha sido objeto la comunidad de Asocab en más de dos décadas de conflicto por la tierra, las han dejado plasmadas Los Paveros en varias de sus canciones, incluso en un disco que se llama Les voy a cantar la historia. Fue a Edwin Torres a quien se le ocurrió contar el dolor cantando. Empezó a componerle canciones al territorio, a su pueblo, a la resistencia. “La idea era invitar a la comunidad a resistir pacíficamente”. Su hermano Etny lo siguió. En medio del dolor, él le cantó a la alegría. Se acordó que cuando llueve, y la tierra está sembrada, el corazón campesino sonríe. Hoy cuando cae la lluvia se alegran los campesinos // porque es la bendición que del cielo Dios nos manda // y se alegran nuestros hijos porque así las cosas cambian // y se alegran los vecinos por la lluvia que nos mandan.
Don Efraím quiso cantar con ellos y es además quien lleva por escrito el registro de lo que sucede. Tiene la manía de anotarlo todo en un cuaderno. Todo lo que ve, lo que oye, lo que se imagina. También las canciones que compone. Allí, por ejemplo, en Volviendo a la tierra, Don Efra puso en palabras su firme creencia de que a su pueblo volverán los días de antaño, los días sin palma.
30, 60, tal vez 120, han comenzado a Las Pavas volver // De nuevo en la tierra hay produciendo alimento, el hambre tendrá que desaparecer // Por eso no hay duda, llegará el momento, que los que se fueron van pronto a volver.
Don Misael es el que cuenta la historia. Su abuelo y su padre fueron de los primeros colonos campesinos que llegaron al territorio y por eso es el que mejor la conoce. El litigio jurídico se lo sabe de punta a punta. Los fallos, los jueces de esos fallos, habla de primera y de segunda instancia, lo conoce todo. Él narra y sus compañeros cantan. No hay instrumentos, sólo las voces de estos cuatro paveros cantores.
A las 8:30 de la noche de este miércoles 18 de julio, de la voz de Misael, Efraím, Edwin y Etny, el testimonio de resistencia campesina, que no es solo el de Las Pavas, sino el de todos sus compañeros en lucha, se escuchará en el Teatro Polaco, en la Plaza de las Águilas de Leópolis, en la ciudad de Wroclaw, en Polonia. El cuaderno de don Efra probablemente registrará que, ante espectadores provenientes de todo el mundo, los campesinos de la vereda de Buenos Aires, del municipio de El Peñon, del sur del departamento de Bolívar, una vez más, se hicieron escuchar.