La miel volvió a unir a la gente en Chengue (Sucre)
En sus tierras, 159 familias trabajan en la extracción de miel y reconstruyen el tejido comunitario que se rompió después de la masacre del 17 de enero de 2001. Quieren que a su territorio lo conozcan por su trabajo, no por su pasado violento.
Gina Paola Ortiz tenía 14 años cuando le tocó irse, con toda su familia, para Sincelejo (Sucre). Estaba cursando el grado octavo y nunca había vivido en un lugar distinto “al monte”, es decir, al campo. Vivía en una finca en el corregimiento de Chengue, en Ovejas (Sucre), y ahí sus padres cultivaban comida. Sin embargo, el horror los hizo irse después de la masacre del 17 de enero de 2001, en la que 27 campesinos fueron asesinados por paramilitares del Bloque Héroes de los Montes de María, a golpes de mazo, y con cuchillos y machetes.
Se fueron casi inmediatamente, dejando atrás un pueblo quemado y adolorido. Gina y sus hermanas se quedaron en Sincelejo, pero su papá no se aguantó la vida en una ciudad y una casa que no eran suyas. Al mes se devolvió a Chengue. Y luego, también lo acompañó su esposa. Sin embargo, la vida en la finca no volvió a ser la misma. “A veces había enfrentamientos y quedaba la casa sola, se tenían que ir uno o dos meses, y después regresaban. Las Farc andaban por ahí y en la noche pasaban los helicópteros bombardeando esa zona. Allá en la finca ya no se podía vivir”, recuerda Gina Ortiz.
De hecho, hace siete años su madre se fue a vivir al propio pueblo de Chengue evitando la guerra, hasta que las cosas se fueron normalizando. La tierra quedó abandonada, pero en 2016 el Juzgado Primero Civil Especializado de Sincelejo devolvió las tierras a esta y a otras 36 familias que, a pesar de todos los hechos vividos, querían reconstruirse en el campo. Entonces, hace tres años Gina volvió a Chengue. En ese momento se capacitó con la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y con las demás familias escogieron trabajar la apicultura.
Fue un convenio entre la FAO, la Unidad de Restitución de Tierras y la cooperación sueca el que permitió que estas y otras familias que no son restituidas pusieran todos sus esfuerzos en su proyecto de “melicultura”, del que sacan su producto Miel de Chengue. Este convenio aportó 500 colmenas, centrifugas para la extracción de la miel, equipos de protección y tanques de almacenamiento, entre otros insumos que permiten la producción de miel que, en su primera extracción, dio un total de 1.5 toneladas.
Andrés Castro, director de la URT, dijo que su propósito “es reconstruir la vida productiva de los campesinos de Chengue y sus alrededores, para que se conviertan en emprendedores autosuficientes en el trabajo de la tierra”. Por eso en 2019 entregaron 30 colmenas que se instalaron en predios restituidos.
Y, de hecho, los integrantes de las asociaciones Asociación de Víctimas de Chengue (Asovichengue); Asociación de Cultivadores de Paz y Esperanza del Corregimiento de Chengue; Asociación de Productores de la Vereda El Tesoro (APROT); y la Asociación de Cultivadores Desplazados y Retornados de Salitral (ACDRES), dicen que con este proyecto quieren convertirse en referentes para otras poblaciones, tanto por la producción como por sus prácticas respetuosas del medio ambiente, pues velan por la conservación de la flora y la fauna nativa y no usan agroquímicos.
Pero lo que le parece aún más importante a Gina Ortiz, que ahora es líder y tesorera del proyecto, es la reconstrucción del tejido comunitario y de la imagen de su territorio.
“Con este proyecto queremos salir adelante, ya no queremos ser recordados por la masacre, que digan Chengue ya no piensen de una vez: ah, allá donde hubo una masacre y tantos muertos. Sino que piensen que es donde se cultiva, donde se hace esta miel, donde hay una reconstrucción del tejido social que se rompió en la guerra, porque uno ya no hablaba con los vecinos. Unos se fueron para allá, otros pa’cá. Todo el mundo se regó y ni más. Pero ya con este proyecto se reconstruyeron las amistades con los vecinos, y que conozcan a Chengue por esas ganas que tenemos de seguir adelante. Con este proyecto nos hemos reencontrado. Ahora nos saludamos y hablamos de miel y de abejas. Queremos que esa parte pase a la historia, y que no se repita”, dice Gina.
En total, en Chengue se han proferido tres sentencias de restitución de tierras, de las cuales se han beneficiado 44 familias, restituido 37 casas lotes y 7 predios que suman 250 hectáreas aproximadamente.
Gina Paola Ortiz tenía 14 años cuando le tocó irse, con toda su familia, para Sincelejo (Sucre). Estaba cursando el grado octavo y nunca había vivido en un lugar distinto “al monte”, es decir, al campo. Vivía en una finca en el corregimiento de Chengue, en Ovejas (Sucre), y ahí sus padres cultivaban comida. Sin embargo, el horror los hizo irse después de la masacre del 17 de enero de 2001, en la que 27 campesinos fueron asesinados por paramilitares del Bloque Héroes de los Montes de María, a golpes de mazo, y con cuchillos y machetes.
Se fueron casi inmediatamente, dejando atrás un pueblo quemado y adolorido. Gina y sus hermanas se quedaron en Sincelejo, pero su papá no se aguantó la vida en una ciudad y una casa que no eran suyas. Al mes se devolvió a Chengue. Y luego, también lo acompañó su esposa. Sin embargo, la vida en la finca no volvió a ser la misma. “A veces había enfrentamientos y quedaba la casa sola, se tenían que ir uno o dos meses, y después regresaban. Las Farc andaban por ahí y en la noche pasaban los helicópteros bombardeando esa zona. Allá en la finca ya no se podía vivir”, recuerda Gina Ortiz.
De hecho, hace siete años su madre se fue a vivir al propio pueblo de Chengue evitando la guerra, hasta que las cosas se fueron normalizando. La tierra quedó abandonada, pero en 2016 el Juzgado Primero Civil Especializado de Sincelejo devolvió las tierras a esta y a otras 36 familias que, a pesar de todos los hechos vividos, querían reconstruirse en el campo. Entonces, hace tres años Gina volvió a Chengue. En ese momento se capacitó con la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y con las demás familias escogieron trabajar la apicultura.
Fue un convenio entre la FAO, la Unidad de Restitución de Tierras y la cooperación sueca el que permitió que estas y otras familias que no son restituidas pusieran todos sus esfuerzos en su proyecto de “melicultura”, del que sacan su producto Miel de Chengue. Este convenio aportó 500 colmenas, centrifugas para la extracción de la miel, equipos de protección y tanques de almacenamiento, entre otros insumos que permiten la producción de miel que, en su primera extracción, dio un total de 1.5 toneladas.
Andrés Castro, director de la URT, dijo que su propósito “es reconstruir la vida productiva de los campesinos de Chengue y sus alrededores, para que se conviertan en emprendedores autosuficientes en el trabajo de la tierra”. Por eso en 2019 entregaron 30 colmenas que se instalaron en predios restituidos.
Y, de hecho, los integrantes de las asociaciones Asociación de Víctimas de Chengue (Asovichengue); Asociación de Cultivadores de Paz y Esperanza del Corregimiento de Chengue; Asociación de Productores de la Vereda El Tesoro (APROT); y la Asociación de Cultivadores Desplazados y Retornados de Salitral (ACDRES), dicen que con este proyecto quieren convertirse en referentes para otras poblaciones, tanto por la producción como por sus prácticas respetuosas del medio ambiente, pues velan por la conservación de la flora y la fauna nativa y no usan agroquímicos.
Pero lo que le parece aún más importante a Gina Ortiz, que ahora es líder y tesorera del proyecto, es la reconstrucción del tejido comunitario y de la imagen de su territorio.
“Con este proyecto queremos salir adelante, ya no queremos ser recordados por la masacre, que digan Chengue ya no piensen de una vez: ah, allá donde hubo una masacre y tantos muertos. Sino que piensen que es donde se cultiva, donde se hace esta miel, donde hay una reconstrucción del tejido social que se rompió en la guerra, porque uno ya no hablaba con los vecinos. Unos se fueron para allá, otros pa’cá. Todo el mundo se regó y ni más. Pero ya con este proyecto se reconstruyeron las amistades con los vecinos, y que conozcan a Chengue por esas ganas que tenemos de seguir adelante. Con este proyecto nos hemos reencontrado. Ahora nos saludamos y hablamos de miel y de abejas. Queremos que esa parte pase a la historia, y que no se repita”, dice Gina.
En total, en Chengue se han proferido tres sentencias de restitución de tierras, de las cuales se han beneficiado 44 familias, restituido 37 casas lotes y 7 predios que suman 250 hectáreas aproximadamente.