La última travesía del bloque Sur
Mecanismo de Monitoreo y Verificación informó que hasta ayer más del 80 % del personal de las Farc ya está en las zonas veredales y sólo faltan 1.300 que llegarán en los próximos tres días. El cronograma se está cumpliendo.
Gerald Bermúdez
El llanto de una bebé de tres meses se confundía con los gemidos de varios perros, maullidos de gatos, cloqueos de incontables gallinas, reclamos de un cachorro de nutria gigante e infinidad de sonidos de animales. Eran lo que llevaban consigo los más de 300 guerrilleros del bloque Sur de las Farc y reaccionaban al sonido de los pitos de motocicletas, camionetas, buses y camiones en los que hombres y mujeres llegaron el pasado jueves a la zona veredal transitoria de normalización de La Carmelita, en Putumayo. (Vea nuestro especial sobre las zonas veredales)
Allí arribaron después de tres días de un recorrido por el sur del país que los llevó desde el recóndito río Mecaya, en el Caquetá, hasta ese corregimiento del municipio de Puerto Asís. Los integrantes de los frentes 32, 48 y 49, la Comisión Domingo Biohó, encargada de las comunicaciones, y la guardia del estado mayor del bloque habían partido en la mañana del lunes sin saber con qué se iban a encontrar, en un recorrido que muchos nunca habían hecho.
El primer día, la ansiedad de saber que río arriba estaban apostadas las “pirañas” de la Armada —los infantes de Marina que están a bordo de los elementos de combate fluvial— inquietaba a muchos de los guerrilleros que se desplazaban en más de diez botes. Sin embargo, estos fueron en realidad sus escoltas, y sus pulgares arriba en señal de saludo recibieron igual respuesta de quienes hasta hace poco eran sus enemigos jurados.
Lea también: Radiografía de la concentración de las Farc
Las comunidades de las riberas del Caquetá se asomaban tímidamente a saludar con banderas blancas y movimientos de brazos. El hambre se notaba en la mayoría de los hombres y mujeres que, acostumbrados a comer copiosamente, se preguntaban extrañados por qué el protocolo del Mecanismo de Monitoreo y Verificación no había logrado garantizar ninguna de las comidas de ese primer día de movilización.
La cantidad de viajeros y la carga que llevaba cada embarcación hicieron que un trayecto de dos horas se convirtiera en un recorrido de seis. Así fue como decidieron acampar a la orilla del río. Momento aprovechado por los comunicadores del bloque para instalar una antena satelital, orientarla vía GPS e informar a través de internet, con fotos y crónicas, sobre el trayecto realizado.
El viaje río arriba en el segundo día estuvo acompañado del himno de las Farc, además de incontables canciones que dan cuenta del sentir y la historia de ese grupo guerrillero, que salían de sendos sistemas de sonido llevados para el caso. “Uy hermano, la cordillera, hace seis años no la veía”, exclamó Danilo Alvizú, miembro de la Domingo Biohó, mirando con nostalgia las lejanas montañas mientras arrullaba a su hija Manuela, de no más de cuatro meses de edad, que dormía en una hamaca.
El tedio de un viaje de diez horas se interrumpió por un par de paradas en caseríos ribereños que veían en estos guerrilleros a los amigos y familiares que no habían podido abrazar desde hacía mucho tiempo. Al ir cayendo la tarde divisaron el embarcadero de Puerto Rosario, un caserío putumayense al que el río Caquetá le quita 20 metros de ribera cada año. Cientos de personas con carteles, banderas y pañuelos blancos esperaban a los guerrilleros para saludarlos o verlos, algunos con curiosidad y otros con la alegría de sentir que era la última vez que andarían armados por esos lugares.
Vea también: (Galería) La marcha final de las Farc hacia las zonas veredales
Dos colegios les sirvieron para descansar, para que las guerrilleras en estado de gestación fueran valoradas y para poderse bañar y refrescar. En la mañana del tercer día, las mujeres se esmeraban por maquillarse y “ponerse hermosas para construir la paz”, como lo expresó Carolina, guerrillera del frente 49. Una caravana compuesta por seis buses, varias camionetas y camiones partió rumbo a Puerto Asís con todo los miembros del bloque.
Durante el trayecto hicieron varias paradas para recibir el saludo de los estudiantes de la escuela de algún caserío al que el Estado pareciera no haber llegado nunca o para esperar algún vehículo rezagado. Estos momentos eran aprovechados por algunas personas que se arrimaban buscando entre tantos uniformes camuflados a hermanos, hijos o amigos. Incluso, Tatiana, del frente 49, pidió abrir la puerta del bus con la esperanza truncada de ver a su madre.
A las 8:30 de la noche, después de 11 horas de viaje por tierra y escoltados por cientos de personas dispuestas a acompañar a los guerrilleros en su cruce del río Putumayo en ferry, el bloque Sur de las Farc, considerado la principal estructura militar, llegó a La Carmelita. El comandante Ramiro Durán tomó un megáfono y desde una tarima improvisada en el centro del corregimiento agradeció el recibimiento. Sus vivas a la paz, al amor y a Colombia tuvieron eco en la gente que desde temprano los esperaba.
La Carmelita, situado en el corredor Puerto Vega-Teteyé, fue entonces una sola fiesta que, en palabras de Martín Corena, del estado mayor del bloque Sur, “es un momento histórico del que hay que sentirse honrado de ser partícipe”. Sin embargo, llegar a la zona de concentración fue a la vez un trago amargo: sin luz eléctrica, sin cena garantizada, sin baterías sanitarias y con el cansancio acumulado, el montaje del campamento será una dura exigencia para todos los que allí arribaron.
La algarabía se extinguió abruptamente cuando el último miembro del bloque Sur entró a la zona y la gente fue perdiéndose en la noche amazónica, mientras cada guerrillero —cargado con sus armas, equipajes y mascotas— caminaba buscando el mejor sitio para recogerse a descansar y esperar la llegada de un nuevo día, el primero en el conteo regresivo hacia la desmovilización.
El llanto de una bebé de tres meses se confundía con los gemidos de varios perros, maullidos de gatos, cloqueos de incontables gallinas, reclamos de un cachorro de nutria gigante e infinidad de sonidos de animales. Eran lo que llevaban consigo los más de 300 guerrilleros del bloque Sur de las Farc y reaccionaban al sonido de los pitos de motocicletas, camionetas, buses y camiones en los que hombres y mujeres llegaron el pasado jueves a la zona veredal transitoria de normalización de La Carmelita, en Putumayo. (Vea nuestro especial sobre las zonas veredales)
Allí arribaron después de tres días de un recorrido por el sur del país que los llevó desde el recóndito río Mecaya, en el Caquetá, hasta ese corregimiento del municipio de Puerto Asís. Los integrantes de los frentes 32, 48 y 49, la Comisión Domingo Biohó, encargada de las comunicaciones, y la guardia del estado mayor del bloque habían partido en la mañana del lunes sin saber con qué se iban a encontrar, en un recorrido que muchos nunca habían hecho.
El primer día, la ansiedad de saber que río arriba estaban apostadas las “pirañas” de la Armada —los infantes de Marina que están a bordo de los elementos de combate fluvial— inquietaba a muchos de los guerrilleros que se desplazaban en más de diez botes. Sin embargo, estos fueron en realidad sus escoltas, y sus pulgares arriba en señal de saludo recibieron igual respuesta de quienes hasta hace poco eran sus enemigos jurados.
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Las comunidades de las riberas del Caquetá se asomaban tímidamente a saludar con banderas blancas y movimientos de brazos. El hambre se notaba en la mayoría de los hombres y mujeres que, acostumbrados a comer copiosamente, se preguntaban extrañados por qué el protocolo del Mecanismo de Monitoreo y Verificación no había logrado garantizar ninguna de las comidas de ese primer día de movilización.
La cantidad de viajeros y la carga que llevaba cada embarcación hicieron que un trayecto de dos horas se convirtiera en un recorrido de seis. Así fue como decidieron acampar a la orilla del río. Momento aprovechado por los comunicadores del bloque para instalar una antena satelital, orientarla vía GPS e informar a través de internet, con fotos y crónicas, sobre el trayecto realizado.
El viaje río arriba en el segundo día estuvo acompañado del himno de las Farc, además de incontables canciones que dan cuenta del sentir y la historia de ese grupo guerrillero, que salían de sendos sistemas de sonido llevados para el caso. “Uy hermano, la cordillera, hace seis años no la veía”, exclamó Danilo Alvizú, miembro de la Domingo Biohó, mirando con nostalgia las lejanas montañas mientras arrullaba a su hija Manuela, de no más de cuatro meses de edad, que dormía en una hamaca.
El tedio de un viaje de diez horas se interrumpió por un par de paradas en caseríos ribereños que veían en estos guerrilleros a los amigos y familiares que no habían podido abrazar desde hacía mucho tiempo. Al ir cayendo la tarde divisaron el embarcadero de Puerto Rosario, un caserío putumayense al que el río Caquetá le quita 20 metros de ribera cada año. Cientos de personas con carteles, banderas y pañuelos blancos esperaban a los guerrilleros para saludarlos o verlos, algunos con curiosidad y otros con la alegría de sentir que era la última vez que andarían armados por esos lugares.
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Dos colegios les sirvieron para descansar, para que las guerrilleras en estado de gestación fueran valoradas y para poderse bañar y refrescar. En la mañana del tercer día, las mujeres se esmeraban por maquillarse y “ponerse hermosas para construir la paz”, como lo expresó Carolina, guerrillera del frente 49. Una caravana compuesta por seis buses, varias camionetas y camiones partió rumbo a Puerto Asís con todo los miembros del bloque.
Durante el trayecto hicieron varias paradas para recibir el saludo de los estudiantes de la escuela de algún caserío al que el Estado pareciera no haber llegado nunca o para esperar algún vehículo rezagado. Estos momentos eran aprovechados por algunas personas que se arrimaban buscando entre tantos uniformes camuflados a hermanos, hijos o amigos. Incluso, Tatiana, del frente 49, pidió abrir la puerta del bus con la esperanza truncada de ver a su madre.
A las 8:30 de la noche, después de 11 horas de viaje por tierra y escoltados por cientos de personas dispuestas a acompañar a los guerrilleros en su cruce del río Putumayo en ferry, el bloque Sur de las Farc, considerado la principal estructura militar, llegó a La Carmelita. El comandante Ramiro Durán tomó un megáfono y desde una tarima improvisada en el centro del corregimiento agradeció el recibimiento. Sus vivas a la paz, al amor y a Colombia tuvieron eco en la gente que desde temprano los esperaba.
La Carmelita, situado en el corredor Puerto Vega-Teteyé, fue entonces una sola fiesta que, en palabras de Martín Corena, del estado mayor del bloque Sur, “es un momento histórico del que hay que sentirse honrado de ser partícipe”. Sin embargo, llegar a la zona de concentración fue a la vez un trago amargo: sin luz eléctrica, sin cena garantizada, sin baterías sanitarias y con el cansancio acumulado, el montaje del campamento será una dura exigencia para todos los que allí arribaron.
La algarabía se extinguió abruptamente cuando el último miembro del bloque Sur entró a la zona y la gente fue perdiéndose en la noche amazónica, mientras cada guerrillero —cargado con sus armas, equipajes y mascotas— caminaba buscando el mejor sitio para recogerse a descansar y esperar la llegada de un nuevo día, el primero en el conteo regresivo hacia la desmovilización.