La verdad del conflicto armado que aún está pendiente en Norte de Santander
En medio de una de las peores crisis humanitarias, por primera vez Jorge Iván Laverde o ‘El Iguano’, exjefe del Frente Fronteras de las Auc, y Emiro del Carmen Ropero o ‘Rubén Zamora’, excomandante del frente 33 de las Farc, se encuentran para dialogar sobre el conflicto armado en este departamento.
Gloria Castrillón
Norte de Santander es uno de los departamentos de Colombia que no respiró un minuto de paz después de la firma del Acuerdo Final con las Farc. Durante la época más fuerte del conflicto entre las autodefensas y las guerrillas de las Farc, el Eln y el Epl, (1999-2006) esta región del país registró los índices más altos de homicidios, desplazamientos y masacres, asociados a la incursión y proceso de consolidación de los grupos paramilitares y a la disputa del territorio de entre estos cuatro grupos ilegales. La guerra se vivió en los barrios de Cúcuta, en la zona de frontera y, principalmente, en el Catatumbo.
Muchos pobladores huyeron, pero una buena cantidad se quedó resistiendo, en medio de un crecimiento inusitado de los cultivos de coca que alimentaban a todos los bandos del conflicto. Además de los campesinos que eran señalados de ser auxiliadores de las guerrillas, los otros grandes afectados fueron los raspachines, que quedaron en medio del fuego cruzado de estos grupos. (En una incursión las Farc masacraron a 33 raspachines en La Gabarra). Solo para recordar un par de cifras, entre 1999 y 2002, se presentaron más de 60.000 desplazados, cerca de 300 víctimas de minas antipersona y, solo en el Catatumbo, se registraron 877 homicidios en un año (2002). Las cifras en los años siguientes bajaron, en parte, por la consolidación de los paramilitares y su posterior desmovilización.
Pero luego de la dejación de armas de las Farc, la crisis humanitaria ha crecido por cuenta de la guerra entre el Eln y el Epl que, según la Defensoría del Pueblo, ha dejado 35.000 personas desplazadas. De acuerdo con organizaciones de derechos humanos, el territorio que abandonaron las Farc se lo disputan cerca de 30 grupos y bandas criminales asociadas al narcotráfico, el contrabando, la trata de personas y la venta ilegal de combustible. Un verdadero coctel en medio de la crisis migratoria de Venezuela.
En medio de esta alarmante situación de crisis, dos de los protagonistas de esa confrontación Jorge Iván Laverde, exjefe paramilitar conocido en la guerra como ‘El Iguano’, y Emiro del Carmen Ropero, quien usó el sobrenombre de ‘Rubén Zamora’ como comandante del frente 33 de las Farc, se sentarán a dialogar hoy sobre la búsqueda de la verdad de lo que ocurrió en esos años aciagos del conflicto. Los dos libraron una guerra a muerte durante siete largos años.
Junto a ellos estarán el comisionado de la verdad para esta zona del país, Saúl Franco; el Obispo de Tibú, Ómar Sánchez; Ashcaira Arabadora, representante del pueblo Barí; y Elizabeth Pabón, de la Asociación de Campesinos del Catatumbo.
(Conozca la agenda del evento de Hablemos de Verdad en Norte de Sanander aquí)
‘Rubén Zamora’, nacido en El Tarra, era combatiente de las Farc desde 1986, cuando ingresó huyendo de una muerte segura por ser dirigente de la Unión Patriótica en Cúcuta.Desde entonces integró el frente 33 hasta comandarlo durante varios años. Operó en la capital del departamento y luego consolidó su poder en el Catatumbo, donde resistió la arremetida paramilitar que ‘El Iguano’ y otros jefes de las Atodefensas Unidas de Colombia (Auc) emprendieron para aniquilarlo a él y a otros 600 combatientes.
Laverde llegó a Norte de Santander el 9 mayo de 1999, cumpliendo órdenes de Carlos Castaño y Salvatore Mancuso de crear el Frente Frontera. Fue el primero en arribar, acompañado de Lorenzo González Quinchía, conocido como ‘Yunda’. Luego vendría el Bloque Catatumbo, que comandó Camilo. Al momento de su desmovilización reportó cerca de 1.300 combatientes.
De campesinos a guerreros
Las historias de estos dos hombres tienen varias coincidencias a pesar de ser tan disímiles. ‘Zamora’ se describe como un campesino de esos que viven en casa hecha de barro. Dice que la suya, en El Tarra, la construyó su papá, un hombre humilde que prestó servicio en el Batallón Colombia que persiguió a Manuel Marulanda y un puñado de campesinos comunistas.
La pobreza no le permitió el lujo de estudiar bachillerato y su sueño de ir a la universidad se frustró temprano. Pero su vocación de liderazgo no tardó en emerger, protegiendo a los campesinos que defendían la tierra de los embargos de los bancos luego de la reforma agraria. Fundó la primera junta patriótica en el barrio Antonia Santos de Cúcuta.
Por su parte, Jorge Iván Laverde nació en Turbo, Antioquia, en un hogar de 15 hermanos y muchas necesidades. Creció en el campo y allá admiró a los guerrilleros del Epl que veía transitar por su casa como única autoridad. Un poco más grande conoció a Karina, una legendaria guerrillera de las Farc, de la que se crearon mitos y leyendas porque era la única mujer comandante que se conocía en aquella época y de la que se rumoraba que tenía pactos con el diablo.
A los 13 años, él y su hermano le aceptaron la invitación y se enrolaron en las Farc. El papá, un hombre severo y convencido de que eso de las armas era para vagos, se los arrebató a la guerrilla y los reprendió a fuete. Mientras soñaba con ser artista, cantar y tocar la guitarra, le tocó sobrevivir como camionero en la ciudad porque la guerra los sacó de la finca.
Su ingreso a la guerra se dio por motivos bien distintos, pero ambos relacionados con la necesidad de sobrevivir. Como líder de la Unión Patriótica, ‘Zamora’ empezó a ver morir a sus copartidarios en 1985. Los primeros fueron Ramón Aníbal Díaz y su esposa, Cecilia Castro. Luego serían varios de sus compañeros que eran detenidos, torturados y algunos asesinados. Luego de sobrevivir a una captura no reportada del Ejército, buscó la manera de ingresar a las Farc. Tenía 24 años.
(Le puede interesar: Encuentro inédito por verdad de la guerra en el Cesar)
Laverde dice que tenía 17 años y trabajaba cargando y transportando cajas de plátanos para la empresa Uniban, cuando conoció a las autodefensas. Empezó transportando tropa a cambio de un dinero extra y luego le hablaron de la lucha que tenían contra la guerrilla, cansados de los atropellos, secuestros, quemas de las fincas y que les mataran el ganado. Recordó que su familia lo había perdido todo por la misma razón y terminó ingresando en el año 1996.
La vida se les cruzó en 1999, cuando ‘El iguano’ llegó a combatir a ‘Zamora’ y su tropa. El ingreso de los paramilitares a Norte de Santander fue contundente: con masacres. Recuerda que la primera la cometieron con la lista que le entregaron cinco guerrilleros del Eln que habían desertado y que terminaron en sus filas. “Siempre llegábamos con una lista que era entregada por los militares, por la policía, por gente que antes pertenecía a las Farc o por campesinos que trabajaban con nosotros. La comunidad, para salvarse, se sapeaban unos a otros”.
La crudeza con la que Laverde relata su accionar en esta zona causa escalofríos. “No se movía una hoja sin que yo lo supiera. Coordinábamos acciones con la Policía y el Ejército. Se hacían retenes, patrullábamos juntos, nos entregaban información de inteligencia. Para nadie es un secreto que nosotros infiltramos todo: el Das, la Fiscalía, la fuerza pública, las alcaldías, la gobernación”.
“Nosotros no esperábamos que llegaran. Estábamos en otra cosa, tratando de ponerle freno a los cultivos de coca, estábamos construyendo una propuesta de sustitución, y estaban los diálogos del Caguán”, recuerda ‘Zamora’ sobre la llegada de los paramilitares en 1999.
Y rememora que la confrontación fue ardua, que los combates y las masacres no daban tregua, que los paramilitares y el Ejército los cercaron y les cortaron las rutas de abastecimiento.
Los recuerdos de ambos excombatientes afloraron durante una charla previa al encuentro que tendrán hoy con víctimas y representantes de la sociedad civil. Aceptaron reunirse antes, conocerse, mirarse a los ojos, estrecharse las manos y dejar el pasado de la guerra atrás. “Yo los admiré, ustedes resistieron a nuestra arremetida. Es que nos juntamos con el Estado para acabarlos y no lo logramos”, le dijo ‘El Iguano’ a ‘Zamora’ al calor de un café.
Ambos reconocieron que la guerra los llevó a cometer errores, a afectar civiles e inocentes que no debieron morir. “Lo más trágico de la guerra es la desaparición. Usted no sabe lo que significa enfrentarse a los familiares que esperan que uno les diga que están vivos, y decirles que los quemamos o los echamos a un río”, reconoce Laverde.
‘El Iguano’ es recordado porque quemó cadáveres de sus víctimas en hornos de hacer ladrillos. Según organizaciones de víctimas, fueron cerca de 500 cuerpos calcinados. En Justicia y Paz han identificado a 80 personas que fueron incineradas y otras 40 que fueron arrojadas a los ríos en El Zulia y Puerto León.
(Lea también: “Quiero que todo el país sepa la verdad que conté”: exjefe paramilitar de los Llanos)
La mayor parte de la conversación quedará para el recuerdo de los dos. Lo que sí aceptaron anticipar de manera pública es que no volverán a la guerra. Los dos emprendieron el camino de dejar las armas. Laverde ha confesado cerca de 5.000 crímenes ante Justicia y Paz, pagó 11 años de cárcel y ha recibido apenas condenas por 500 hechos. ‘Zamora’ aspira a la asamblea del departamento y ya se está presentado ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
Ambos están dispuestos a pedir perdón, a comprometerse con la no repetición y a declarar a los cuatro vientos que la guerra no es el camino.
Norte de Santander es uno de los departamentos de Colombia que no respiró un minuto de paz después de la firma del Acuerdo Final con las Farc. Durante la época más fuerte del conflicto entre las autodefensas y las guerrillas de las Farc, el Eln y el Epl, (1999-2006) esta región del país registró los índices más altos de homicidios, desplazamientos y masacres, asociados a la incursión y proceso de consolidación de los grupos paramilitares y a la disputa del territorio de entre estos cuatro grupos ilegales. La guerra se vivió en los barrios de Cúcuta, en la zona de frontera y, principalmente, en el Catatumbo.
Muchos pobladores huyeron, pero una buena cantidad se quedó resistiendo, en medio de un crecimiento inusitado de los cultivos de coca que alimentaban a todos los bandos del conflicto. Además de los campesinos que eran señalados de ser auxiliadores de las guerrillas, los otros grandes afectados fueron los raspachines, que quedaron en medio del fuego cruzado de estos grupos. (En una incursión las Farc masacraron a 33 raspachines en La Gabarra). Solo para recordar un par de cifras, entre 1999 y 2002, se presentaron más de 60.000 desplazados, cerca de 300 víctimas de minas antipersona y, solo en el Catatumbo, se registraron 877 homicidios en un año (2002). Las cifras en los años siguientes bajaron, en parte, por la consolidación de los paramilitares y su posterior desmovilización.
Pero luego de la dejación de armas de las Farc, la crisis humanitaria ha crecido por cuenta de la guerra entre el Eln y el Epl que, según la Defensoría del Pueblo, ha dejado 35.000 personas desplazadas. De acuerdo con organizaciones de derechos humanos, el territorio que abandonaron las Farc se lo disputan cerca de 30 grupos y bandas criminales asociadas al narcotráfico, el contrabando, la trata de personas y la venta ilegal de combustible. Un verdadero coctel en medio de la crisis migratoria de Venezuela.
En medio de esta alarmante situación de crisis, dos de los protagonistas de esa confrontación Jorge Iván Laverde, exjefe paramilitar conocido en la guerra como ‘El Iguano’, y Emiro del Carmen Ropero, quien usó el sobrenombre de ‘Rubén Zamora’ como comandante del frente 33 de las Farc, se sentarán a dialogar hoy sobre la búsqueda de la verdad de lo que ocurrió en esos años aciagos del conflicto. Los dos libraron una guerra a muerte durante siete largos años.
Junto a ellos estarán el comisionado de la verdad para esta zona del país, Saúl Franco; el Obispo de Tibú, Ómar Sánchez; Ashcaira Arabadora, representante del pueblo Barí; y Elizabeth Pabón, de la Asociación de Campesinos del Catatumbo.
(Conozca la agenda del evento de Hablemos de Verdad en Norte de Sanander aquí)
‘Rubén Zamora’, nacido en El Tarra, era combatiente de las Farc desde 1986, cuando ingresó huyendo de una muerte segura por ser dirigente de la Unión Patriótica en Cúcuta.Desde entonces integró el frente 33 hasta comandarlo durante varios años. Operó en la capital del departamento y luego consolidó su poder en el Catatumbo, donde resistió la arremetida paramilitar que ‘El Iguano’ y otros jefes de las Atodefensas Unidas de Colombia (Auc) emprendieron para aniquilarlo a él y a otros 600 combatientes.
Laverde llegó a Norte de Santander el 9 mayo de 1999, cumpliendo órdenes de Carlos Castaño y Salvatore Mancuso de crear el Frente Frontera. Fue el primero en arribar, acompañado de Lorenzo González Quinchía, conocido como ‘Yunda’. Luego vendría el Bloque Catatumbo, que comandó Camilo. Al momento de su desmovilización reportó cerca de 1.300 combatientes.
De campesinos a guerreros
Las historias de estos dos hombres tienen varias coincidencias a pesar de ser tan disímiles. ‘Zamora’ se describe como un campesino de esos que viven en casa hecha de barro. Dice que la suya, en El Tarra, la construyó su papá, un hombre humilde que prestó servicio en el Batallón Colombia que persiguió a Manuel Marulanda y un puñado de campesinos comunistas.
La pobreza no le permitió el lujo de estudiar bachillerato y su sueño de ir a la universidad se frustró temprano. Pero su vocación de liderazgo no tardó en emerger, protegiendo a los campesinos que defendían la tierra de los embargos de los bancos luego de la reforma agraria. Fundó la primera junta patriótica en el barrio Antonia Santos de Cúcuta.
Por su parte, Jorge Iván Laverde nació en Turbo, Antioquia, en un hogar de 15 hermanos y muchas necesidades. Creció en el campo y allá admiró a los guerrilleros del Epl que veía transitar por su casa como única autoridad. Un poco más grande conoció a Karina, una legendaria guerrillera de las Farc, de la que se crearon mitos y leyendas porque era la única mujer comandante que se conocía en aquella época y de la que se rumoraba que tenía pactos con el diablo.
A los 13 años, él y su hermano le aceptaron la invitación y se enrolaron en las Farc. El papá, un hombre severo y convencido de que eso de las armas era para vagos, se los arrebató a la guerrilla y los reprendió a fuete. Mientras soñaba con ser artista, cantar y tocar la guitarra, le tocó sobrevivir como camionero en la ciudad porque la guerra los sacó de la finca.
Su ingreso a la guerra se dio por motivos bien distintos, pero ambos relacionados con la necesidad de sobrevivir. Como líder de la Unión Patriótica, ‘Zamora’ empezó a ver morir a sus copartidarios en 1985. Los primeros fueron Ramón Aníbal Díaz y su esposa, Cecilia Castro. Luego serían varios de sus compañeros que eran detenidos, torturados y algunos asesinados. Luego de sobrevivir a una captura no reportada del Ejército, buscó la manera de ingresar a las Farc. Tenía 24 años.
(Le puede interesar: Encuentro inédito por verdad de la guerra en el Cesar)
Laverde dice que tenía 17 años y trabajaba cargando y transportando cajas de plátanos para la empresa Uniban, cuando conoció a las autodefensas. Empezó transportando tropa a cambio de un dinero extra y luego le hablaron de la lucha que tenían contra la guerrilla, cansados de los atropellos, secuestros, quemas de las fincas y que les mataran el ganado. Recordó que su familia lo había perdido todo por la misma razón y terminó ingresando en el año 1996.
La vida se les cruzó en 1999, cuando ‘El iguano’ llegó a combatir a ‘Zamora’ y su tropa. El ingreso de los paramilitares a Norte de Santander fue contundente: con masacres. Recuerda que la primera la cometieron con la lista que le entregaron cinco guerrilleros del Eln que habían desertado y que terminaron en sus filas. “Siempre llegábamos con una lista que era entregada por los militares, por la policía, por gente que antes pertenecía a las Farc o por campesinos que trabajaban con nosotros. La comunidad, para salvarse, se sapeaban unos a otros”.
La crudeza con la que Laverde relata su accionar en esta zona causa escalofríos. “No se movía una hoja sin que yo lo supiera. Coordinábamos acciones con la Policía y el Ejército. Se hacían retenes, patrullábamos juntos, nos entregaban información de inteligencia. Para nadie es un secreto que nosotros infiltramos todo: el Das, la Fiscalía, la fuerza pública, las alcaldías, la gobernación”.
“Nosotros no esperábamos que llegaran. Estábamos en otra cosa, tratando de ponerle freno a los cultivos de coca, estábamos construyendo una propuesta de sustitución, y estaban los diálogos del Caguán”, recuerda ‘Zamora’ sobre la llegada de los paramilitares en 1999.
Y rememora que la confrontación fue ardua, que los combates y las masacres no daban tregua, que los paramilitares y el Ejército los cercaron y les cortaron las rutas de abastecimiento.
Los recuerdos de ambos excombatientes afloraron durante una charla previa al encuentro que tendrán hoy con víctimas y representantes de la sociedad civil. Aceptaron reunirse antes, conocerse, mirarse a los ojos, estrecharse las manos y dejar el pasado de la guerra atrás. “Yo los admiré, ustedes resistieron a nuestra arremetida. Es que nos juntamos con el Estado para acabarlos y no lo logramos”, le dijo ‘El Iguano’ a ‘Zamora’ al calor de un café.
Ambos reconocieron que la guerra los llevó a cometer errores, a afectar civiles e inocentes que no debieron morir. “Lo más trágico de la guerra es la desaparición. Usted no sabe lo que significa enfrentarse a los familiares que esperan que uno les diga que están vivos, y decirles que los quemamos o los echamos a un río”, reconoce Laverde.
‘El Iguano’ es recordado porque quemó cadáveres de sus víctimas en hornos de hacer ladrillos. Según organizaciones de víctimas, fueron cerca de 500 cuerpos calcinados. En Justicia y Paz han identificado a 80 personas que fueron incineradas y otras 40 que fueron arrojadas a los ríos en El Zulia y Puerto León.
(Lea también: “Quiero que todo el país sepa la verdad que conté”: exjefe paramilitar de los Llanos)
La mayor parte de la conversación quedará para el recuerdo de los dos. Lo que sí aceptaron anticipar de manera pública es que no volverán a la guerra. Los dos emprendieron el camino de dejar las armas. Laverde ha confesado cerca de 5.000 crímenes ante Justicia y Paz, pagó 11 años de cárcel y ha recibido apenas condenas por 500 hechos. ‘Zamora’ aspira a la asamblea del departamento y ya se está presentado ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
Ambos están dispuestos a pedir perdón, a comprometerse con la no repetición y a declarar a los cuatro vientos que la guerra no es el camino.