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El padre Jorge Humberto Cadavid, de 72 años, párroco de la iglesia Cristo del Perdón y de la Universidad del Valle, recita de memoria su verdad sobre el secuestro de 194 feligreses en la iglesia La María, ubicada en el corregimiento de Pance, al sur de Cali, el 30 de mayo de 1999. Ese día, miembros del frente José María Becerra, del Ejército de Liberación Nacional (Eln), irrumpieron la misa matutina para fingir un operativo militar y raptarlos. Ese domingo fue el comienzo de un secuestro no solo físico, sino social, dice Cadavid, pues desde entonces es señalado por otras víctimas de haber sido cómplice y colaborador de la guerrilla para cometer ese delito, aunque la Fiscalía nunca tuvo en cuenta esta hipótesis.
Este suceso fue el primero de los tres secuestros masivos que convulsionaron a la capital del Valle del Cauca entre 1999 y 2002. El segundo de ellos ocurrió el 17 de septiembre de 2000, en el kilómetro 18 en la vía Cali-Buenaventura, cuando fueron captadas 66 personas, y el tercero, el de los 12 diputados del Valle del Cauca, el 11 de abril de 2002, en la Asamblea Departamental.
En esa época la guerrilla del Eln y las extintas Farc trataban de tomarse la ciudad, que ya estaba azotada por las mafias de los carteles del narcotráfico del norte del Valle y de Cali. Según el expediente de este caso, que conoció El Espectador, el secuestro fue con fines extorsivos y muchas de las víctimas pagaron los rescates que pedía el grupo armado para la liberación, como una persona de nombre Roy, estadounidense, que declaró ante la Fiscalía haber pagado una suma alta de dinero por su libertad. “Me liberaron porque pagamos más temprano que otros, por razones de salud”, se lee en el documento judicial.
Por este secuestro fueron condenados Nicolás Rodríguez Bautista (“Gabino”); Ovidio Antonio Parra, conocido en la guerra como “Jota”; Tulio Gilberto Astudillo o “Silvio”, e Israel Ramírez, más conocido como “Pablo Beltrán”, todos integrantes del Eln, pero en 2013 la Corte Suprema de Justicia ratificó la prescripción de la condena contra todos, menos “Gabino”, a quien condenaron con 24 años y 10 meses de prisión por este plagio. Aunque el caso todavía no se ha desenredado y muchas de las personas que vivieron el secuestro decidieron exiliarse por seguridad, sus relatos siguen vigentes y por eso la Comisión de la Verdad viajó hasta Cali, el pasado 26 de junio, para conocer su verdad. Casi todas las voces fueron escuchadas menos la del padre Cadavid, quien a pesar de haber estado 15 días en cautiverio, no fue tenido en cuenta para ese encuentro, aunque sí rindió versión individual como aporte al informe final que entregará esta entidad a finales de este año. En entrevista con Colombia +20, el sacerdote habló sobre la estigmatización que ha vivido y aseguró que sí hubo pagos de extorsión al Eln para las liberaciones.
¿Cómo recuerda el día del secuestro?
En ese momento la iglesia La María estaba en construcción. Recuerdo que había llegado a Cali dos días antes, el viernes por la tarde, después de estar en Bucaramanga, porque estaba enterrando a mi papá. Cuando llegué a Cali pensé que iba a poder vivir bien mi duelo, que iba a poder gritar, pero el grito fue el secuestro. Ese día llegué unos minutos tarde a la misa y cuando íbamos por la consagración, como en la mitad, vino el secuestro. Eran unos hombres de camuflado que me dijeron que pidiera desalojar la iglesia porque había una supuesta amenaza de explosivo. Al principio les creí, pero luego vi que tenían botas de caucho, entonces supe que era la guerrilla. Y ahí empezaron las órdenes: dígale a la gente esto, que lo otro, que salgan, y yo intenté demorarme para ganar tiempo y que alguien se percatara y llamara a las autoridades, pero no pasó, y bueno, se dio el secuestro.
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¿Por qué dice que lo han tildado de cómplice de la guerrilla?
Después de mi liberación duré 20 días en los que les pedía a quienes luego fueron liberados ir a su casa, pero todos se negaban. No me daban la dirección ni el teléfono, hasta que por fin un día una señora que también había sido secuestrada me dijo que la consigna entre las otras víctimas era que no me hablaran nada de teléfonos ni de direcciones. Después en un video afirmaron que yo era el que les pasaba la información de sus casas y familias a los guerrilleros para las extorsiones, datos que no tiene sentido que yo conociera, porque llevaba apenas dos meses en esa parroquia. No conocía la gente y además estaba en esa iglesia porque me la habían asignado, pues ya era párroco de una iglesia en Los Cristales.
Más allá de la posible conexión que hizo la gente de su posible relación con el secuestro, ¿pasó algo más para que ellas pensaran eso?
Para mí la iglesia nace de un estilo totalmente socialista. Pero no del socialismo político que uno conoce, sino del hecho de compartir todo, entonces, mi predicación va mucho por ese lado. Y hubo otros comentarios mal interpretados. Cuando recién llegué a esa iglesia apenas estaba en construcción y con la junta pensamos poner una cuota mensual o unos fondos por familia, para poder terminarla, y ellos se negaron. Cuando nos secuestraron, les dije: “No quisieron dar $50.000 para la construcción y ahora les va tocar dar millones para que el Eln compre armas y nos maten”. Hubo otra cosa adicional. Cuando llegué recién a esa parroquia una señora se me acercó y me dijo que no querían trabajar conmigo porque, supuestamente, yo me busqué esa parroquia y saqué al anterior cura. Le dije que era todo lo contrario, que yo estaba cumpliendo órdenes y que, de hecho, estaba contra mi voluntad. Todo eso fue sumando para lo que ellos decían.
Se dice también que fue porque, según otras víctimas, la guerrilla sabía muchas cosas de usted, ¿no?
Todo. Me habían estudiado por completo y yo les pregunté sobre eso cuando estábamos secuestrados. Me respondieron que era porque antes de llegar a La María, cuando era párroco en una iglesia en Los Cristales, yo subía cada mes a celebrar misa en la iglesia del corregimiento de Peñas Blancas, en los Farallones de Cali, y a varias zonas rurales de mucha presencia guerrillera. Muchas veces la comunidad me alertaba que los guerrilleros entraban a la iglesia, vestidos de civil, como feligreses. Por otro lado, en la Universidad del Valle, donde soy párroco también, conocí a un estudiante que cuando me liberaron fue a mi oficina y me dijo que le habían contado que yo les caí muy bien a los del Eln por todas las cosas que les hablaba. La pregunté quién le dijo eso y me habló de dos guerrilleros que conocí allá y entendí todo.
(Lea también: Los testimonios de las víctimas del secuestro en el Valle del Cauca)
¿Le llegaron a pedir dinero a cambio de su liberación?
A mí no. En eso fui muy claro con los guerrilleros desde el principio cuando ellos empezaron a insinuarlo y a decir que necesitaban plata porque sus armas estaban muy viejas. Les dije que de mí no iban a recibir cinco centavos porque era capaz de impedir que les den dinero. De pronto el hecho de que fuera el sacerdote también hizo que hubiera algo de respeto. Pero ahí hubo gente que dio muchísimo dinero y eso es algo que nunca han querido reconocer.
¿Cuál fue su rol durante el cautiverio?
Ahí hubo otro error y es que ellos durante el cautiverio siempre hablaban conmigo primero. Yo se los pedí porque el lenguaje que ellos hablaban como guerrilla no es el mismo que tenía la gente. Entonces llegó un punto en el que le dije a uno de los que mandaba ahí que si él quería hacer algo bueno en la vida, no le hablara a mi gente, sino que le hablaba yo. Entonces llegó un momento en el que me dijeron que tenía que bajar a hablar con el Gobierno para la negociación de nuestro secuestro y yo no quería. Afortunadamente, antes de que eso sucediera comenzaron las liberaciones.
En 2019, a los 20 años del secuestro, hubo un acto de perdón entre usted y el resto de familias víctimas, ¿qué pasó ahí?
Ese día hubo muchas cosas que a mí me parecieron ficticias y traigo a colación lo que pasó con Ingrid (Betancourt) esta semana en la Comisión de la Verdad: si uno no siente el perdón y el arrepentimiento, no vale de nada hablarlo ni pedirlo, porque no es de corazón y no se trata de discursos políticos. De ese día me acuerdo que cuando fue el momento de dar la paz me acerqué a una señora, no voy a decir el nombre, y cuando la iba a abrazar, me estiró la mano inmediatamente. Eso dice mucho de que no hay una intención de hablar de perdón (...). Hubo otro momento al finalizar la misa que se reunieron todas las víctimas con el señor Darío Acevedo, del Centro Nacional de Memoria Histórica, supongo para cuestiones de testimonios, pero a mí nunca me invitaron a las reuniones que hubo ni antes ni después de la ceremonia. ¿Entonces cuál es la razón del perdón si no cuentan conmigo para nada? Por lo menos que me juzguen, pero lo hagan de frente. Es como si mis secuestradores hubieran sido otros distintos a los de ellos.
Hace una semana hubo un encuentro de la Comisión de la Verdad sobre secuestros en el Valle del Cauca y usted no participó, ¿no lo invitaron o no quiso estar?
Me enteré que la Comisión del padre De Roux había venido a Cali a hablar de secuestros porque lo vi en las noticias, pero no recibí ninguna invitación para participar. Tampoco sé si me hubiera prestado para ciertas cosas que vi ahí. Rendí versión ante la Comisión de la Verdad como dos o tres veces, cuando vinieron a la parroquia, y a ellos sí les conté detalles más delicados sobre lo que sé.
¿Para qué cosas no se hubiera prestado?
(Silencio)
¿Usted se considera una víctima del conflicto?
No sé qué soy. Sí viví el secuestro, pero no me considero tanto víctima del Eln, sino de la sociedad civil, empezando por la gente de mi parroquia, por la misma Iglesia. Y no porque quiera recuperar mi nombre o mi honor, porque esto es una cuestión de conciencia, y la tengo tranquila porque solamente Dios sabe qué he hecho, pero creo que el problema en Colombia no es solo que se repare el daño cometido, sino que se contribuya a que las víctimas sientan que sus victimarios sepan bien el daño que le hicieron al país.
Y no hablo solo de la guerrilla. Los primeros que deberían pedirles perdón al país son los políticos colombianos, porque han perdido el tiempo y han abusado de la generosidad del pueblo, aprovechándose de las circunstancias del poder. Moriría feliz sabiendo que en las próximas elecciones no reeligieron a ninguno de esos que están en la política actual, porque ellos no están limpios, sobre todo los del Valle del Cauca.
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