“La verdad es un antídoto contra la indiferencia”: Jorge Melguizo
El ex secretario de cultura de Medellín analiza la verdad como un derecho cultural y a partir de ahí, plantea que al conocer los impactos reales que tuvo el conflicto armado en millones de víctimas, la sociedad colombiana dejará de ser indiferente con el dolor ajeno.
Jorge Melguizo* (@jorgemelguizo)
“Nuestra crisis no es solo una crisis económica, es también y fundamentalmente una crisis política, una crisis ética y una crisis cultural”, me dijo Josep Ramoneda, filósofo catalán, tomándonos una aguapanela con arepa de chócolo en una ramada de El Retiro, Antioquia, hace unos años. Y me lo explicó así: es una crisis política, porque es la crisis de la democracia: a qué llamamos democracia en estos tiempos. Es una crisis ética, porque es la crisis de la inclusión: a quién incluye y a quién excluye nuestro modelo de desarrollo. Y es una crisis cultural, porque es la crisis de la indiferencia, y la indiferencia es un asunto de nuestra cultura”.[i]
Desde entonces, cada vez que me preguntan qué es la cultura respondo que es un antídoto contra la indiferencia. Los derechos culturales son antídotos contra las muchas indiferencias de nuestra sociedad. Asumo la cultura como lo que nos permite apreciar la propia vida y aprender a vivir con los otros. La cultura nos lleva a construir una nueva sociedad, otra sociedad, una sociedad en la que no predomine el “yo” sino el “nosotros”, y en la que las búsquedas no sean las mías para los míos, sino las búsquedas colectivas de un nosotros para los otros: la construcción colectiva de lo colectivo.
La verdad es, también, un antídoto contra la indiferencia. Las muchas verdades que necesitamos conocer nos ayudarán a construir una nueva memoria de lo que ha pasado, de lo que hemos pasado; pero también nos ayudarán a enfrentarnos con ellas mismas, para superar la indiferencia hacia quienes en Colombia han sido víctimas de muchas maneras de las violencias que nos han desgarrado durante décadas. No es comprensible que hayamos sido tan indiferentes ante el abandono estatal, ante la pobreza de millones de compatriotas, ante las masacres, ante los desplazamientos forzados, ante los dolores de quienes han padecido de cerca los horrores. No es comprensible nuestra indiferencia ante las verdades necesarias.
(Le puede interesar: “Quisiéramos perdonar, pero para eso necesitamos que nos digan la verdad”: Mafapo)
La verdad es uno de esos derechos culturales colectivos que debemos ser capaces de construir colectivamente. Cada una de nuestras historias de horror y de dolor tiene, atrás, muchas historias. Necesitamos construir, colectivamente, esas historias, contarnos esas historias, conocer esas miles de historias detrás de los relatos que defienden y justifican nuestras violencias. O mejor: la historia que nos han contado, esa que sigue justificando las formas de actuar de unos y otros, no es verdad.
Las verdades están en lo que no se ha contado, en las otras historias que acompañan cada hecho. Conocer esas otras historias nos ayudará a entender y comprender lo que hemos vivido, a dimensionar lo que ha significado individual y colectivamente, y nos ayudará a construir una mejor sociedad a partir de poder mirarnos a los ojos, sin las nubes que hoy cubren esas verdades.
En esas historias que hemos empezado a esculcar, con temor, con recelo, con miedo, incluso con incredulidad cuando las descubrimos, está buena parte de la esencia que necesitamos en Colombia para avanzar como sociedad, para construir una nueva sociedad, para ser una mejor sociedad.
Las verdades que empezamos a conocer formarán parte de nuestro cambio cultural. Es decir, de nuestra construcción social de una nueva sociedad con valores como la solidaridad, la sororidad, el respeto y la valoración del otro, a pesar de las diferencias o, precisamente, a partir de las diferencias. Entendernos y aprender a convivir es también otro de los buenos resultados de conocer la verdad, de enfrentarnos con la verdad.
[i] Pueden buscar el libro Contra la indiferencia, de Josep Ramoneda, publicado por Galaxia Gutenberg en 2010.
*Este texto es producto de “Reflexiones sobre la verdad”, una alianza de Colombia2020 con la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.
“Nuestra crisis no es solo una crisis económica, es también y fundamentalmente una crisis política, una crisis ética y una crisis cultural”, me dijo Josep Ramoneda, filósofo catalán, tomándonos una aguapanela con arepa de chócolo en una ramada de El Retiro, Antioquia, hace unos años. Y me lo explicó así: es una crisis política, porque es la crisis de la democracia: a qué llamamos democracia en estos tiempos. Es una crisis ética, porque es la crisis de la inclusión: a quién incluye y a quién excluye nuestro modelo de desarrollo. Y es una crisis cultural, porque es la crisis de la indiferencia, y la indiferencia es un asunto de nuestra cultura”.[i]
Desde entonces, cada vez que me preguntan qué es la cultura respondo que es un antídoto contra la indiferencia. Los derechos culturales son antídotos contra las muchas indiferencias de nuestra sociedad. Asumo la cultura como lo que nos permite apreciar la propia vida y aprender a vivir con los otros. La cultura nos lleva a construir una nueva sociedad, otra sociedad, una sociedad en la que no predomine el “yo” sino el “nosotros”, y en la que las búsquedas no sean las mías para los míos, sino las búsquedas colectivas de un nosotros para los otros: la construcción colectiva de lo colectivo.
La verdad es, también, un antídoto contra la indiferencia. Las muchas verdades que necesitamos conocer nos ayudarán a construir una nueva memoria de lo que ha pasado, de lo que hemos pasado; pero también nos ayudarán a enfrentarnos con ellas mismas, para superar la indiferencia hacia quienes en Colombia han sido víctimas de muchas maneras de las violencias que nos han desgarrado durante décadas. No es comprensible que hayamos sido tan indiferentes ante el abandono estatal, ante la pobreza de millones de compatriotas, ante las masacres, ante los desplazamientos forzados, ante los dolores de quienes han padecido de cerca los horrores. No es comprensible nuestra indiferencia ante las verdades necesarias.
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La verdad es uno de esos derechos culturales colectivos que debemos ser capaces de construir colectivamente. Cada una de nuestras historias de horror y de dolor tiene, atrás, muchas historias. Necesitamos construir, colectivamente, esas historias, contarnos esas historias, conocer esas miles de historias detrás de los relatos que defienden y justifican nuestras violencias. O mejor: la historia que nos han contado, esa que sigue justificando las formas de actuar de unos y otros, no es verdad.
Las verdades están en lo que no se ha contado, en las otras historias que acompañan cada hecho. Conocer esas otras historias nos ayudará a entender y comprender lo que hemos vivido, a dimensionar lo que ha significado individual y colectivamente, y nos ayudará a construir una mejor sociedad a partir de poder mirarnos a los ojos, sin las nubes que hoy cubren esas verdades.
En esas historias que hemos empezado a esculcar, con temor, con recelo, con miedo, incluso con incredulidad cuando las descubrimos, está buena parte de la esencia que necesitamos en Colombia para avanzar como sociedad, para construir una nueva sociedad, para ser una mejor sociedad.
Las verdades que empezamos a conocer formarán parte de nuestro cambio cultural. Es decir, de nuestra construcción social de una nueva sociedad con valores como la solidaridad, la sororidad, el respeto y la valoración del otro, a pesar de las diferencias o, precisamente, a partir de las diferencias. Entendernos y aprender a convivir es también otro de los buenos resultados de conocer la verdad, de enfrentarnos con la verdad.
[i] Pueden buscar el libro Contra la indiferencia, de Josep Ramoneda, publicado por Galaxia Gutenberg en 2010.
*Este texto es producto de “Reflexiones sobre la verdad”, una alianza de Colombia2020 con la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.