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                                                                                                                                “La verdad no acaba con la impunidad, pero me ha dado libertad”: Helena Urán Bidegain

                                                                                                                                La académica e hija del magistrado auxiliar del Consejo de Estado Carlos Horacio Urán, asesinado durante la toma y retoma del Palacio de Justicia, el 6 y 7 de noviembre de 1985, reflexiona sobre lo que significó para su familia enfrentarse, 22 años después, a la verdad: su padre salió vivo del palacio y habría sido asesinado después por agentes del Estado.

                                                                                                                                Helena Urán Bidegain

                                                                                                                                Helena Urán Bidegain es asesora parlamentaria en el Bundestag alemán, miembro del grupo de trabajo sobre memoria y exilio del conflicto armado colombiano, del Colectivo Creando Memoria-Berlin.
                                                                                                                                Foto: Archivo Particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                La verdad llegó tarde con la dignidad de su lado, pero avergonzada por lo que había sucedido durante todos esos años. Por fin nos revelaba que Carlos Horacio Urán, mi padre, sí había salido con vida del edificio, sede de las altas Cortes de la justicia colombiana, el día 7 de noviembre de 1985, y que la justicia había sido una víctima más. La verdad había aparecido en 2007 porque no soportaba más el engaño y dejaba en claro, de una vez por todas, que Carlos Horacio Urán había logrado sobrevivir a ese infierno ocurrido dentro del Palacio de Justicia, pero que una vez afuera, los agentes del Estado fueron quienes lo privaron de su libertad, lo golpearon brutalmente y lo ejecutaron.

                                                                                                                                Reflexiones sobre la verdad: “Se escuchan voces de perdón de quienes hacen poco llamaban al odio”: Manuel Ramiro Muñoz

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La verdad nos explicaba por qué el caso de mi padre no era un asunto solo familiar, sino uno asunto político que nos atravesaba a todos como Nación. En esa masacre fallecieron cerca de cien personas entre magistrados, empleados de las cortes y visitantes ocasionales, y once más desaparecieron. Fue el trato que en todos esos años se les dio a los hechos: se insistía en negar y esconder aquello que precisamente sentó las bases para el exterminio que siguió después de quienes tuvieron el deseo de buscar un país con valores democráticos, pacíficos, libres.

                                                                                                                                La justicia fue herida y humillada en su casa de por vida; descalificada como poder superior dentro de un Estado de Derecho para convertirla –por miedo o convicción– en una rama complaciente con intereses particulares y políticos y amiga íntima de la impunidad.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Esa verdad llevaba veintidós años intentando imponerse al atropello y la mentira. Sabía que solo conociéndola podríamos resistir y cambiar el rumbo. Ahora que había aparecido, gritaba para hacerse escuchar por todos, incluso por aquellos quienes habían hecho de la violencia su razón de ser y su mayor usufructo, porque sus engaños y terror los mantiene en pie.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La verdad sabía que la intentarían callar, quebrar, atacar, como sucedió con Eduardo Umaña Mendoza, representante de personas desaparecidas desde los hechos del ataque el 6 y 7 de noviembre de 1985, que fue acribillado en su casa, o la fiscal Ángela María Buitrago que fue retirada del caso, cuando reveló cómo el Ejército había escondido, por más de dos décadas, la billetera de mi padre, el tipo de arma (restrictiva del Ejército) que empuñó quien lo asesinó y la forma como las Fuerzas Armadas condujeron la operación de principio a fin, con el único objetivo de aniquilar al enemigo. Mientras tanto, escondieron sus intenciones en frases acomodadas como la del excoronel Alfonso Plazas Vega, comandante de los tanques de guerra, quien, sin rubor, declaró ante las cámaras de los medios de comunicación de la época, mientras sonaban los estertores detrás, que estaba “defendiendo la democracia, maestro”, aunque dentro del Palacio se torturaban a seres inocentes y en completa indefensión, pues salvar sus vidas nunca fue, desde el comienzo de la operación, una prioridad.

                                                                                                                                Reflexiones sobre la verdad: El desarrollo rural es indispensable para alcanzar la paz: José Antonio Ocampo

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Dos décadas y algo más tuvieron que pasar para que fuera claro por qué desde el principio intentaron confundirnos en la percepción de la realidad, cuando nos decían que mi padre, Carlos Horacio Urán, y posiblemente otros, había caído dentro del edificio por una bala perdida; por qué habían acusado a la guerrilla de haberlo asesinado, e incluso intentaron acusarlo de guerrillero o simpatizante de los insurrectos. Hicieron todo para impedir las certezas de una familia y de un país: alteraron los hechos, la escena del crimen y por ahí derecho, la memoria colectiva, y nos quitaron hasta el derecho de reclamar.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En 2007 la verdad nos dejó claro, finalmente, que todo el Estado en su conjunto había sido parte y cómplice de un hecho ominoso: de manera calculada el gobierno, las Fuerzas Armadas, Medicina Legal, la Cruz Roja, la Fiscalía y los medios de comunicación habían contribuido a tenerla sometida y silenciada. En ese momento una fiscal y un periodista se atrevieron a romper esa mentira y a cuestionar por primera vez una versión oficial y política que hasta ese entonces la inmensa mayoría del público aceptaba, en parte, por efecto de la visión impartida por los medios de comunicación, que reprodujeron durante años lo que el poder oficial quería que se impusiera como cierto: la guerrilla del M-19 patrocinada por el Cartel de Medellín eran los únicos responsables, y el Estado era, de nuevo, inocente, pues había protegido a las instituciones. Allí entendí por qué Colombia era un país condenado a la guerra y a tener, una y otra vez, fallidos acuerdos de paz, pues le temía a la verdad.

                                                                                                                                En esta mentira organizada se blindaron todos los que, por acción u omisión, participaron de esas 27 horas terribles del ataque al Palacio de Justicia. El crimen de Estado y la violencia política no quieren que se conozcan los hechos, y por lo tanto eluden la conquista de la dignidad y la posibilidad cierta de crecer y vivir en paz.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hoy, 35 años después de los hechos del atentado al Palacio de Justicia en 1985, la verdad no logra aún acabar con la impunidad en nuestro caso, pero me ha dado libertad y ha sentado el punto de partida para no volver a callar; para poder hablar y contar mi historia y, como un acto cívico, insistir en un sistema político en el que todos podamos y debamos hablar, para entonces todos juntos decir, ahí si con legitimidad, que tenemos el derecho de “¡defender la democracia, maestro!”.

                                                                                                                                Por @HelenaUranBideg

                                                                                                                                *Este texto es producto de una alianza entre Colombia2020 y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                **Helena Urán Bidegain es asesora parlamentaria en el Bundestag alemán, miembro del grupo de trabajo sobre memoria y exilio del conflicto armado colombiano, del Colectivo Creando Memoria-Berlin. Autora del libro Mi Vida y El Palacio que será publicado próximamente.

                                                                                                                                Helena Urán Bidegain es asesora parlamentaria en el Bundestag alemán, miembro del grupo de trabajo sobre memoria y exilio del conflicto armado colombiano, del Colectivo Creando Memoria-Berlin.
                                                                                                                                Foto: Archivo Particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                La verdad llegó tarde con la dignidad de su lado, pero avergonzada por lo que había sucedido durante todos esos años. Por fin nos revelaba que Carlos Horacio Urán, mi padre, sí había salido con vida del edificio, sede de las altas Cortes de la justicia colombiana, el día 7 de noviembre de 1985, y que la justicia había sido una víctima más. La verdad había aparecido en 2007 porque no soportaba más el engaño y dejaba en claro, de una vez por todas, que Carlos Horacio Urán había logrado sobrevivir a ese infierno ocurrido dentro del Palacio de Justicia, pero que una vez afuera, los agentes del Estado fueron quienes lo privaron de su libertad, lo golpearon brutalmente y lo ejecutaron.

                                                                                                                                Reflexiones sobre la verdad: “Se escuchan voces de perdón de quienes hacen poco llamaban al odio”: Manuel Ramiro Muñoz

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La verdad nos explicaba por qué el caso de mi padre no era un asunto solo familiar, sino uno asunto político que nos atravesaba a todos como Nación. En esa masacre fallecieron cerca de cien personas entre magistrados, empleados de las cortes y visitantes ocasionales, y once más desaparecieron. Fue el trato que en todos esos años se les dio a los hechos: se insistía en negar y esconder aquello que precisamente sentó las bases para el exterminio que siguió después de quienes tuvieron el deseo de buscar un país con valores democráticos, pacíficos, libres.

                                                                                                                                La justicia fue herida y humillada en su casa de por vida; descalificada como poder superior dentro de un Estado de Derecho para convertirla –por miedo o convicción– en una rama complaciente con intereses particulares y políticos y amiga íntima de la impunidad.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Esa verdad llevaba veintidós años intentando imponerse al atropello y la mentira. Sabía que solo conociéndola podríamos resistir y cambiar el rumbo. Ahora que había aparecido, gritaba para hacerse escuchar por todos, incluso por aquellos quienes habían hecho de la violencia su razón de ser y su mayor usufructo, porque sus engaños y terror los mantiene en pie.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Reflexiones sobre la verdad: El desarrollo rural es indispensable para alcanzar la paz: José Antonio Ocampo

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Dos décadas y algo más tuvieron que pasar para que fuera claro por qué desde el principio intentaron confundirnos en la percepción de la realidad, cuando nos decían que mi padre, Carlos Horacio Urán, y posiblemente otros, había caído dentro del edificio por una bala perdida; por qué habían acusado a la guerrilla de haberlo asesinado, e incluso intentaron acusarlo de guerrillero o simpatizante de los insurrectos. Hicieron todo para impedir las certezas de una familia y de un país: alteraron los hechos, la escena del crimen y por ahí derecho, la memoria colectiva, y nos quitaron hasta el derecho de reclamar.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En 2007 la verdad nos dejó claro, finalmente, que todo el Estado en su conjunto había sido parte y cómplice de un hecho ominoso: de manera calculada el gobierno, las Fuerzas Armadas, Medicina Legal, la Cruz Roja, la Fiscalía y los medios de comunicación habían contribuido a tenerla sometida y silenciada. En ese momento una fiscal y un periodista se atrevieron a romper esa mentira y a cuestionar por primera vez una versión oficial y política que hasta ese entonces la inmensa mayoría del público aceptaba, en parte, por efecto de la visión impartida por los medios de comunicación, que reprodujeron durante años lo que el poder oficial quería que se impusiera como cierto: la guerrilla del M-19 patrocinada por el Cartel de Medellín eran los únicos responsables, y el Estado era, de nuevo, inocente, pues había protegido a las instituciones. Allí entendí por qué Colombia era un país condenado a la guerra y a tener, una y otra vez, fallidos acuerdos de paz, pues le temía a la verdad.

                                                                                                                                En esta mentira organizada se blindaron todos los que, por acción u omisión, participaron de esas 27 horas terribles del ataque al Palacio de Justicia. El crimen de Estado y la violencia política no quieren que se conozcan los hechos, y por lo tanto eluden la conquista de la dignidad y la posibilidad cierta de crecer y vivir en paz.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hoy, 35 años después de los hechos del atentado al Palacio de Justicia en 1985, la verdad no logra aún acabar con la impunidad en nuestro caso, pero me ha dado libertad y ha sentado el punto de partida para no volver a callar; para poder hablar y contar mi historia y, como un acto cívico, insistir en un sistema político en el que todos podamos y debamos hablar, para entonces todos juntos decir, ahí si con legitimidad, que tenemos el derecho de “¡defender la democracia, maestro!”.

                                                                                                                                Por @HelenaUranBideg

                                                                                                                                *Este texto es producto de una alianza entre Colombia2020 y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                **Helena Urán Bidegain es asesora parlamentaria en el Bundestag alemán, miembro del grupo de trabajo sobre memoria y exilio del conflicto armado colombiano, del Colectivo Creando Memoria-Berlin. Autora del libro Mi Vida y El Palacio que será publicado próximamente.

                                                                                                                                Por Helena Urán Bidegain

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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