“No me siento entrampado”: Danilo Rueda, de la Comisión de Justicia y Paz
El director de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz dice que su visita a La Picota pretendía integrar al excongresista Álvaro García, condenado por parapolítica, a un proceso de verdad restauradora.
Gloria Castrillón Pulido
El más reciente escándalo alrededor de esta campaña electoral tiene varios protagonistas: Juan Fernando Petro, hermano del candidato por el Pacto Histórico, Gustavo Petro; Danilo Rueda, de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, y los presos que visitaron el pabellón ERE 2 de La Picota para propósitos aún no aclarados. Rueda, un comunicador que hizo estudios de filosofía, teología y de ciencias políticas, habla por primera vez de este episodio.
¿Qué es y qué hace la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz?
Es una organización de derechos humanos que inició en el año 1988 y que, en desarrollo de su misión por los derechos a la justicia, desde el año 2002, tiene una apuesta de justicia a través del derecho restaurador y de memorias transformantes. Luego de evaluar la desmovilización que se generó por la Ley 975 y del proceso de paz con las Farc, concretamos un ejercicio de diálogos directos entre los responsables de las victimizaciones y las víctimas de esas afectaciones. Los acercamientos tienen como finalidad buscar la verdad y la restauración de la dignidad de las víctimas. En este momento la Comisión de Justicia y Paz somos 34 personas, trabajamos sobre unos principios y unos objetivos misionales que están claramente estipulados. Tenemos tres programas que se desarrollan en 160 procesos territoriales campesinos, rurales, étnicos, afros e indígenas, y tres procesos urbanos: ambiente y territorio, memoria y justicia, y participación y democracia.
¿En cuál de esas líneas está su visita a La Picota?
En el de Memoria y Justicia. Nosotros desarrollamos una dinámica de conversaciones extrajudiciales con diversos actores que han tenido responsabilidad en la violencia, esos diálogos pueden ser dentro o fuera de las cárceles, para generar una confianza que pretende construir el escenario de la verdad. Esa visita se inscribe en un escenario de verdad que va más allá de los estrados judiciales, que tiene trascendencias históricas, que afectan a las nuevas generaciones, niños y jóvenes. Nuestra perspectiva de memorias transformantes mira el pasado, el presente y tiene una perspectiva de futuro.
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¿Es normal que usted entre a las cárceles?
Sí. Venimos visitando diversos centros carcelarios desde hace varios años. Fui a cárceles de Estados Unidos en una misión humanitaria, a escuchar las condiciones en que se encontraban los jefes paramilitares extraditados, y lo que vimos junto con personas como Iván Cepeda y quien la lideró en ese momento, Rodrigo Lara y Piedad Córdoba, está consignado en informes ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, los cuales desvirtúan lo que afirma un expresidente de la República de que fui a buscar testigos falsos. Esa no es nuestra manera de proceder. Sería incoherente estar hablando de verdad y proceder con medios y mecanismos espurios.
¿Ese informe que rindieron ante la Comisión Interamericana qué decía?
Ellos nos compartieron sobre su situación familiar, sus historias de vida, algunos de ellos hablaron del proceso de desmovilización y de todas sus historias en la violencia. El objetivo inicial fue preguntarles: cómo se encuentran ustedes, qué requieren por parte de las instituciones colombianas para que ustedes tengan garantías procesales. Y por supuesto, a partir de allí se genera una relación con algunos que buscan que se les apoye a miembros de sus familias por la situación de inseguridad o desprotección de derechos que tienen en Colombia.
Y ese es el trabajo que hacemos muchas organizaciones de derechos humanos. Nosotros trabajamos con las víctimas, pero también con aquellos seres humanos que quieren decir la verdad y requieren un apoyo en materia de protección.
¿Por qué fue a La Picota esta vez?
Nuestro trabajo lo conocen más de 300 personas que han participado en esos encuentros públicos, como bien lo conoce la comunidad internacional, como bien lo conocen las Madres de la Plaza de Mayo Línea Fundadora, el Arzobispado de Guatemala, un sector de la Iglesia católica colombiana que ayuda a estos encuentros. El más reciente lo hicimos en Turbo y Cacarica. Nosotros nos relacionamos con exparamilitares, exguerrilleros, exmilitares de alto rango, de bajo rango, terceros, algunos que están compareciendo ante la JEP y otros que están en justicia ordinaria, y también las víctimas. Y estamos generando espacios de confianza, de diálogo, de intercambio, para construir propuestas de garantías de no repetición, ¿cómo logramos romper ciclos de violencia? El propósito es tener unas cartas abiertas donde se van a compartir algunos elementos que creemos que debe ser tenidos en cuenta por la sociedad colombiana y por quienes toman decisiones políticas para que pueda haber unos cambios que permitan una democracia distinta en este país.
Otro contexto: “Aquí estoy por la reconciliación y aquí me quedo”: Jaime Palmera, hermano de ‘Simón Trinidad’
Pero la mayoría de los presos que usted visitó no tienen nada que ver con el conflicto armado, están procesados por corrupción…
Nuestro objetivo era conocer y hablar con Álvaro García para volver sobre la misma pregunta: con su experiencia, ¿qué propuestas tendría para que este país pueda ser distinto?
¿Usted no iba por los otros cinco, sino por Álvaro García?
Quería escucharlo desde la dimensión humana y desde su ser, también sus reflexiones con relación a cómo podemos superar fases de violencia en nuestro país.
¿Y obtuvo algo de eso?, ¿qué impresión le dejó esa conversación?
Quedé muy impresionado por la situación en la que se encuentra como ser humano. Puedo decir que me quebró, me dejó muchas preguntas profundas, solo puedo decir eso.
Y en esa reflexión tan profunda, ¿se habló de rebaja de penas para él?
En esa conversación no.
¿Ya había visitado presos por corrupción?
No, es la primera vez.
¿Quién lo invitó y para qué?
Llegó una carta de invitación que se conoce públicamente para hablar de varios temas, a través del abogado Pedro Niño. Yo venía de otras visitas carcelarias, agotado, pero acepté para cerrar este ciclo de visitas. La idea era llegar a las 7:30 de la mañana y salir a las 11 de la mañana.
¿Cómo se desarrollaron esas seis horas de visita?
Nos dijeron que habría dos espacios. Resulta que Álvaro García e Iván Moreno querían hablar en privado primero, hubo una tensión entre ellos por quién hablaba primero y por cuánto tiempo. Fueron unas conversaciones muy atropelladas, no fue un escenario propicio para conversar con tranquilidad. En diálogos reales y con mínimas condiciones no duramos más de dos horas.
Lea: “Nunca se habló de ofrecer rebajas de penas o indultos”: Comisión Intereclesial
¿Y por qué se habla de la visita de seis horas?
No han explicado que llegamos a las 7:30, hicimos filas e ingresamos a las 9:30. Estuvimos como a las 10:40 en el pabellón y empezamos el primer diálogo, pero nos avisan que tenemos que salir otra vez al otro patio porque no nos habían dado un ficho; nos tocó salir. Volvimos otra vez y tuvimos otros 10 o 15 minutos con Álvaro García y luego los otros internos empiezan a tocar, a decir que ya tenían que irse. Entonces entraron rápidamente. Nos dieron las 12:03 y los guardias del Inpec nos dicen que no podemos salir. Volvemos al patio y nos dicen que podemos salir a las 2:30, nos invitaron a almorzar. Nos sentamos todos en la mesa larga. Había un televisor de fondo y hablamos de muchos temas, de todo. Y luego nos paramos como a la 1:30. Ahí no se habló de política, se habló de cosas que se hablan en un almuerzo y en un momento hay conversaciones individuales muy cortas, de personas que fueron llegando. Salimos a las 2 y esperamos hasta las 2:30 que nos permitieran salir. Y salimos a las tres y algo hasta que pasa uno todos los controles.
¿Por qué se identifica como trabajador de la Comisión de la Verdad?
Cuando ingreso, a mí no me preguntan de dónde vengo, solo me piden mi documento de identidad. Inicialmente el guardia me dice: el ERE 2 no tiene visitas hoy. Espero a que me entreguen el documento y luego me dice que entre; me entregaron un papel impreso, no preguntaron de qué organización íbamos. Íbamos en un día de visita normal.
¿Por qué se presentaron como amigos y no como lo que son?
Si tengo la posibilidad de ingresar en un día de visita normal pues entro y nadie pregunta de dónde vengo. Yo he ingresado a la Picota a visitar exmilitares, exparamilitares, en días normales de visita que eran los sábados, ellos ponen una lista y ya.
¿A qué atribuye que en el registro dice que usted se identificó como funcionario de la Comisión de la Verdad?
No sé. Esa es una pregunta que le formulamos al Inpec, que nos aclare por qué aparecemos como miembros de la Comisión de la Verdad, porque nunca lo hemos hecho, nunca. Nosotros, como organización de la sociedad civil, hemos trabajado con la Comisión de la Verdad, con dos comisionados de manera particular hemos hecho visitas territoriales, hemos desarrollado actividades. Ellos dan fe de ese tipo de encuentros que hemos desarrollado y que son públicos. Lo que estamos construyendo, no solamente es legítimo éticamente, sino que creemos que está generando cambios reales y transformaciones, así sean pequeñas y modestas para el núcleo de familiares que empiezan a saber la verdad.
¿Su nombre no es desconocido para los funcionarios del Inpec?
No, mi nombre no es desconocido. He ido a otras cárceles.
¿Por qué va con el hermano de Petro?
Me imaginé que podía haber un mensaje potente a largo plazo, no ahora, de cómo se genera un clima de confianza entre dos personas que son tan contradictorias, Gustavo Petro y Álvaro García. Me imaginé que podrían darse unos encuentros de familias que mandaran un mensaje: miren lo que pasó, pero más allá de eso podemos encontrarnos y podemos mirar de frente a la sociedad y construir un nuevo país. Un mensaje de que, en medio de los odios y venganzas que estamos viviendo en medio de este desmoronamiento del Acuerdo de Paz con las Farc, es muy importante tejer puentes. Aquí hay que escuchar a todo el mundo, hay que escuchar a la banda más pequeña, tanto como a las guerrillas, las nuevas formas de paramilitarismo. Hay que hay que sentarse a construir, sino este país va a ir al abismo y las nuevas generaciones, nuestros hijos, van a tener un país deshecho.
¿En cuánto tiempo imaginó ese encuentro, porque una de esas personas es hoy un firme aspirante a ser el presidente de la República?
Nosotros no hacemos cálculos políticos, nunca hemos hecho política. Ya dimensionamos el daño causado. Por eso ofrecemos disculpas a los seguidores del Pacto Histórico, le ofrecemos disculpas al país por lo que esto ha incentivado, unos odios, unas tergiversaciones, unas cosas que no ocurrieron. Y eso es lo que le duele a uno, digamos la ingenuidad, la estupidez, el desatino. Si me preguntan, ¿los privados de la libertad le han hablado usted de rebajas de penas? Claro, por supuesto. Pero, no todos. ¿Y le hablan de problemas de la justicia? Sí, claro. Pero no todos. Otros reconocen su responsabilidad. Otros aceptan que fueron vencidos en juicio que cometieron delitos. Otros dicen que hubo niveles de corrupción en la justicia. O sea, hay de todo y uno lo que hace es escuchar, para tratar de ver cómo aportar a que puedan realizarse cambios de políticas públicas que mejoren el aparato de justicia.
¿Cuánto tiempo tarda tener un encuentro así?
Nosotros estamos trabajando con personas que tienen mucho reconocimiento público en Colombia por lo que hicieron. Hemos llevado a coroneles a diálogos con víctimas de falsos positivos, en medio de la pandemia. Yo fui de los que llevó a La Habana la iniciativa del reconocimiento de responsabilidad de las Farc en Bojayá. Y me dijeron que no, me cerraron la puerta. Yo insistí y luego me volví el labrador de eso, incluso yo no tenía ningún permiso para hacerlo y aquí me estoy confesando, no sé si me judicialicen por eso. Duré dos años y medio de trabajo con total discreción, para lograrlo. En esta visita yo no estaba pensando si Petro era presidente o no.
¿En algún momento siente que alguien lo usó para crear este efecto en la campaña electoral?
No. Yo soy consciente y responsable de mis actos. Esta visita es parte del proceso, yo estoy visitando las cárceles de manera legítima y esa legitimidad me la da un grupo de víctimas con las que trabajamos, con las que creemos en el derecho al restaurador. Yo no estoy en el cálculo político, ni en el movimiento político.
¿Y eso que tiene que ver con su interés de ver al señor García?
Yo fui a hablar con el gordo García porque imaginé que en el trabajo que estamos haciendo podríamos tener elementos de juicio, como trasladar este mensaje de reconstrucción de relaciones a nuevas generaciones y como Juan Fernando viene trabajando con jóvenes, pues esta era una oportunidad.
¿Había ido antes a cárceles con él?
No, es la primera vez.
¿A quién le llega la invitación?
A los dos.
Lea: “Rechazo la torpe idea de vincular reconciliación social a rebaja de penas”: Petro
¿Para usted era claro que él iba a hablar de perdón social en la cárcel?
No, por supuesto que no. Es yo me he convertido en una especie de facilitador. El abogado me dijo, quiero que usted vaya porque puede haber alguna tensión y, si se da el momento, hable del derecho restaurador. Entonces esa era mi mirada. En las actividades que hemos desarrollado hemos tenido diálogos sobre el perdón social con Juan Fernando. Yo le he dicho que a mí esa expresión no me suena. Puede ser muy posmoderna, pero no me suena. Para nosotros, como organización, está claro que todo proceso pasa por la confianza, por reconocer responsabilidad, por construir con aquel que se afectó y, en conjunto, diseñar nuevas formas nuevas y nuevas iniciativas que transformen el presente lo que pasó ayer y la forma como nos veíamos.
¿En otros eventos ya había hablado del perdón social?
Él sí había hablado de eso en otras actividades, pero es que en los encuentros todo el mundo habla de lo que cree. Un encuentro o una cena de las memorias no son para que todos tengan que pensar como la Comisión de Justicia y Paz. En los encuentros que están grabados, donde participan todos exactores, cada quien da su opinión. O sea, no tenemos pensamiento único y pues si él está convencido de que es el perdón social, pues es ese él. Esas diferencias no hacen inviable encontrarnos. Yo estoy en diálogo con abogados que no tienen la misma ideología, y con ellos puedo moverme en las cárceles.
¿Se hizo un pacto con miras a las elecciones en el que se hablara de reformas a la justicia y rebajas de penas?
No. Es descabellado pensar que se pactó algo, ¿quién soy y para hacer un pacto? Nosotros somos 32 personas que tenemos escasamente unos recursos de cooperación para intentar sobre aguar de aquí a diciembre.
La campaña de Petro ha dicho que esto es un entrampamiento, ¿fue así?
Hay que preguntarle a la campaña.
¿Usted se siente entrampado?
No. No me siento entrampado. He hecho las cosas por convicción.
¿El hermano de Petro habló de perdón social en la cárcel?
En un momento sí habló de perdón social y muchos dirán que tengo memoria selectiva, pero yo estaba muy impactado por lo que escuché y sé que estaban hablando de otras cosas, pero no presté atención. Seguramente sí se habló de reformar la justicia, pero no sé quién lo habló.
¿Con Iván Moreno hablaron de rebaja de penas y de eliminar jueces de ejecución de penas?
Iván Moreno habló de cómo las cárceles podrían ser unos sitios donde pudieran las personas desarrollar sus capacidades. Y puso como ejemplo que él era médico y podría contribuir en ese centro penitenciario ejerciendo la medicina. Yo me imaginé -no lo dije- que eso podría ser parte de una gran iniciativa. También habló de que había escrito un libro con sus reflexiones de diez años de privación de la libertad. Yo no hablé de jueces de ejecución de penas, eso seguramente la habrá dicho el abogado, porque él maneja esos temas. No se habló de nada de eso ni de pactos ni de votos ni nada.
¿Y con los otros personajes, cuáles fueron los temas?
Ahí se armaron corrillos, para el almuerzo. Pero ahí no escuché esos temas, a ninguno se le dijo ahorita salimos y vamos a rebajarle las penas. Escuché la tragedia humana y la tragedia judicial. Si hay grabaciones que las muestren. Pero yo eso no hablé de eso ni lo escuché. Una cosa es comentar, los abogados tienen opiniones sobre esos temas, pero yo no soy abogado ni conozco los procesos de ellos.
Vea aquí el tráiler de NO ODIARÁS, documental de Colombia+20 que próximamente se proyectará en salas de cine a nivel nacional.
¿Qué lecciones le deja este episodio?
Yo creo que estamos en lo que hay que estar. Hay que juntarnos todas y todos con nuestras diferencias y nuestras contradicciones a conversar, a romper prejuicios, a construir juntos. Es necesario apaciguar las redes, apaciguar el ejercicio periodístico en el sentido de no azuzar, no tergiversar. Conozco la trayectoria Ricardo Calderón es muy buena, sus informes nos han servido mucho para el caso de un territorio colectivo como Cacarica, gracias a él estamos moviéndonos judicialmente en un caso, lo valoramos mucho, pero no tuvimos la oportunidad de que nos preguntara. Otros medios están usando todo esto para señalar, hacer acusaciones que rayan en la mentira, en la difamación.
No soy un actor que ha comprado testigos ni quise comprar al Tuso Sierra. Recibimos pocos ingresos, no tenemos capacidad de pagar testigos de moverlos para un lado y para otro y decirles ataquen al expresidente Álvaro Uribe. No es cierto que yo estaba en Medellín haciendo diálogos con los cercanos del Tuso Sierra para ver como lo sacaba del país. Las conversaciones fueron en Bogotá, en el Parkway. Porque él, como aparece en el informe privado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pidió apoyo para su familia y garantías para decir verdad. Incluso se pensó en pedir medidas cautelares para la familia. Nosotros hacemos lo mismo con un responsable, con testigo o con una víctima: protegerlo. Si él mintió es su problema. No es el mío.
¿Ustedes son conscientes de que los grabaron a la entrada de la cárcel?
Yo soy consciente que nos grabaron al interior porque yo vi a una persona con un teléfono, la persona iba vestida de civil, de café y nos grabó sin problema, se movía como pedro por su casa. A la entrada de la cárcel no sé quién grabaría, tal vez las cámaras del Inpec. Esa es una pregunta para el INPEC y para el director de la cárcel La Picota.
¿Qué relación tiene Juan F. Petro con la Comisión Intereclesial?
Tenemos un convenio desde hace dos años para el trabajo con niñas, niños y jóvenes para ver cómo logramos que las nuevas generaciones tengan unas memorias que realmente sean de transformación y no memorias dolorosas, o que lo doloroso se con vierta en motor de transformaciones y evitar que las venganzas y que sigan en unas disputas intestinas por poderes que pueden llevar a más odios y a nuevos a los ciclos de violencia.
Fue a partir de un encuentro de memorias que desarrollamos en Turbo, en donde había exmilitares, exparamilitares, firmantes de paz y había hijos e hijas de ellos. Él participa con un minitaller y yo vi las capacidades que tenían de dinamizar y generar espacios con los jóvenes. Y decidimos firmar el convenio. Hacemos visitas territoriales para hacer lectura de paisajes de violencia en zonas de conflicto, se hacen encuentros con jóvenes para ir sistematizando algunas conclusiones de propuestas de garantías de no repetición o de políticas públicas de atención a los jóvenes y niños.
El más reciente escándalo alrededor de esta campaña electoral tiene varios protagonistas: Juan Fernando Petro, hermano del candidato por el Pacto Histórico, Gustavo Petro; Danilo Rueda, de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, y los presos que visitaron el pabellón ERE 2 de La Picota para propósitos aún no aclarados. Rueda, un comunicador que hizo estudios de filosofía, teología y de ciencias políticas, habla por primera vez de este episodio.
¿Qué es y qué hace la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz?
Es una organización de derechos humanos que inició en el año 1988 y que, en desarrollo de su misión por los derechos a la justicia, desde el año 2002, tiene una apuesta de justicia a través del derecho restaurador y de memorias transformantes. Luego de evaluar la desmovilización que se generó por la Ley 975 y del proceso de paz con las Farc, concretamos un ejercicio de diálogos directos entre los responsables de las victimizaciones y las víctimas de esas afectaciones. Los acercamientos tienen como finalidad buscar la verdad y la restauración de la dignidad de las víctimas. En este momento la Comisión de Justicia y Paz somos 34 personas, trabajamos sobre unos principios y unos objetivos misionales que están claramente estipulados. Tenemos tres programas que se desarrollan en 160 procesos territoriales campesinos, rurales, étnicos, afros e indígenas, y tres procesos urbanos: ambiente y territorio, memoria y justicia, y participación y democracia.
¿En cuál de esas líneas está su visita a La Picota?
En el de Memoria y Justicia. Nosotros desarrollamos una dinámica de conversaciones extrajudiciales con diversos actores que han tenido responsabilidad en la violencia, esos diálogos pueden ser dentro o fuera de las cárceles, para generar una confianza que pretende construir el escenario de la verdad. Esa visita se inscribe en un escenario de verdad que va más allá de los estrados judiciales, que tiene trascendencias históricas, que afectan a las nuevas generaciones, niños y jóvenes. Nuestra perspectiva de memorias transformantes mira el pasado, el presente y tiene una perspectiva de futuro.
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¿Es normal que usted entre a las cárceles?
Sí. Venimos visitando diversos centros carcelarios desde hace varios años. Fui a cárceles de Estados Unidos en una misión humanitaria, a escuchar las condiciones en que se encontraban los jefes paramilitares extraditados, y lo que vimos junto con personas como Iván Cepeda y quien la lideró en ese momento, Rodrigo Lara y Piedad Córdoba, está consignado en informes ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, los cuales desvirtúan lo que afirma un expresidente de la República de que fui a buscar testigos falsos. Esa no es nuestra manera de proceder. Sería incoherente estar hablando de verdad y proceder con medios y mecanismos espurios.
¿Ese informe que rindieron ante la Comisión Interamericana qué decía?
Ellos nos compartieron sobre su situación familiar, sus historias de vida, algunos de ellos hablaron del proceso de desmovilización y de todas sus historias en la violencia. El objetivo inicial fue preguntarles: cómo se encuentran ustedes, qué requieren por parte de las instituciones colombianas para que ustedes tengan garantías procesales. Y por supuesto, a partir de allí se genera una relación con algunos que buscan que se les apoye a miembros de sus familias por la situación de inseguridad o desprotección de derechos que tienen en Colombia.
Y ese es el trabajo que hacemos muchas organizaciones de derechos humanos. Nosotros trabajamos con las víctimas, pero también con aquellos seres humanos que quieren decir la verdad y requieren un apoyo en materia de protección.
¿Por qué fue a La Picota esta vez?
Nuestro trabajo lo conocen más de 300 personas que han participado en esos encuentros públicos, como bien lo conoce la comunidad internacional, como bien lo conocen las Madres de la Plaza de Mayo Línea Fundadora, el Arzobispado de Guatemala, un sector de la Iglesia católica colombiana que ayuda a estos encuentros. El más reciente lo hicimos en Turbo y Cacarica. Nosotros nos relacionamos con exparamilitares, exguerrilleros, exmilitares de alto rango, de bajo rango, terceros, algunos que están compareciendo ante la JEP y otros que están en justicia ordinaria, y también las víctimas. Y estamos generando espacios de confianza, de diálogo, de intercambio, para construir propuestas de garantías de no repetición, ¿cómo logramos romper ciclos de violencia? El propósito es tener unas cartas abiertas donde se van a compartir algunos elementos que creemos que debe ser tenidos en cuenta por la sociedad colombiana y por quienes toman decisiones políticas para que pueda haber unos cambios que permitan una democracia distinta en este país.
Otro contexto: “Aquí estoy por la reconciliación y aquí me quedo”: Jaime Palmera, hermano de ‘Simón Trinidad’
Pero la mayoría de los presos que usted visitó no tienen nada que ver con el conflicto armado, están procesados por corrupción…
Nuestro objetivo era conocer y hablar con Álvaro García para volver sobre la misma pregunta: con su experiencia, ¿qué propuestas tendría para que este país pueda ser distinto?
¿Usted no iba por los otros cinco, sino por Álvaro García?
Quería escucharlo desde la dimensión humana y desde su ser, también sus reflexiones con relación a cómo podemos superar fases de violencia en nuestro país.
¿Y obtuvo algo de eso?, ¿qué impresión le dejó esa conversación?
Quedé muy impresionado por la situación en la que se encuentra como ser humano. Puedo decir que me quebró, me dejó muchas preguntas profundas, solo puedo decir eso.
Y en esa reflexión tan profunda, ¿se habló de rebaja de penas para él?
En esa conversación no.
¿Ya había visitado presos por corrupción?
No, es la primera vez.
¿Quién lo invitó y para qué?
Llegó una carta de invitación que se conoce públicamente para hablar de varios temas, a través del abogado Pedro Niño. Yo venía de otras visitas carcelarias, agotado, pero acepté para cerrar este ciclo de visitas. La idea era llegar a las 7:30 de la mañana y salir a las 11 de la mañana.
¿Cómo se desarrollaron esas seis horas de visita?
Nos dijeron que habría dos espacios. Resulta que Álvaro García e Iván Moreno querían hablar en privado primero, hubo una tensión entre ellos por quién hablaba primero y por cuánto tiempo. Fueron unas conversaciones muy atropelladas, no fue un escenario propicio para conversar con tranquilidad. En diálogos reales y con mínimas condiciones no duramos más de dos horas.
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¿Y por qué se habla de la visita de seis horas?
No han explicado que llegamos a las 7:30, hicimos filas e ingresamos a las 9:30. Estuvimos como a las 10:40 en el pabellón y empezamos el primer diálogo, pero nos avisan que tenemos que salir otra vez al otro patio porque no nos habían dado un ficho; nos tocó salir. Volvimos otra vez y tuvimos otros 10 o 15 minutos con Álvaro García y luego los otros internos empiezan a tocar, a decir que ya tenían que irse. Entonces entraron rápidamente. Nos dieron las 12:03 y los guardias del Inpec nos dicen que no podemos salir. Volvemos al patio y nos dicen que podemos salir a las 2:30, nos invitaron a almorzar. Nos sentamos todos en la mesa larga. Había un televisor de fondo y hablamos de muchos temas, de todo. Y luego nos paramos como a la 1:30. Ahí no se habló de política, se habló de cosas que se hablan en un almuerzo y en un momento hay conversaciones individuales muy cortas, de personas que fueron llegando. Salimos a las 2 y esperamos hasta las 2:30 que nos permitieran salir. Y salimos a las tres y algo hasta que pasa uno todos los controles.
¿Por qué se identifica como trabajador de la Comisión de la Verdad?
Cuando ingreso, a mí no me preguntan de dónde vengo, solo me piden mi documento de identidad. Inicialmente el guardia me dice: el ERE 2 no tiene visitas hoy. Espero a que me entreguen el documento y luego me dice que entre; me entregaron un papel impreso, no preguntaron de qué organización íbamos. Íbamos en un día de visita normal.
¿Por qué se presentaron como amigos y no como lo que son?
Si tengo la posibilidad de ingresar en un día de visita normal pues entro y nadie pregunta de dónde vengo. Yo he ingresado a la Picota a visitar exmilitares, exparamilitares, en días normales de visita que eran los sábados, ellos ponen una lista y ya.
¿A qué atribuye que en el registro dice que usted se identificó como funcionario de la Comisión de la Verdad?
No sé. Esa es una pregunta que le formulamos al Inpec, que nos aclare por qué aparecemos como miembros de la Comisión de la Verdad, porque nunca lo hemos hecho, nunca. Nosotros, como organización de la sociedad civil, hemos trabajado con la Comisión de la Verdad, con dos comisionados de manera particular hemos hecho visitas territoriales, hemos desarrollado actividades. Ellos dan fe de ese tipo de encuentros que hemos desarrollado y que son públicos. Lo que estamos construyendo, no solamente es legítimo éticamente, sino que creemos que está generando cambios reales y transformaciones, así sean pequeñas y modestas para el núcleo de familiares que empiezan a saber la verdad.
¿Su nombre no es desconocido para los funcionarios del Inpec?
No, mi nombre no es desconocido. He ido a otras cárceles.
¿Por qué va con el hermano de Petro?
Me imaginé que podía haber un mensaje potente a largo plazo, no ahora, de cómo se genera un clima de confianza entre dos personas que son tan contradictorias, Gustavo Petro y Álvaro García. Me imaginé que podrían darse unos encuentros de familias que mandaran un mensaje: miren lo que pasó, pero más allá de eso podemos encontrarnos y podemos mirar de frente a la sociedad y construir un nuevo país. Un mensaje de que, en medio de los odios y venganzas que estamos viviendo en medio de este desmoronamiento del Acuerdo de Paz con las Farc, es muy importante tejer puentes. Aquí hay que escuchar a todo el mundo, hay que escuchar a la banda más pequeña, tanto como a las guerrillas, las nuevas formas de paramilitarismo. Hay que hay que sentarse a construir, sino este país va a ir al abismo y las nuevas generaciones, nuestros hijos, van a tener un país deshecho.
¿En cuánto tiempo imaginó ese encuentro, porque una de esas personas es hoy un firme aspirante a ser el presidente de la República?
Nosotros no hacemos cálculos políticos, nunca hemos hecho política. Ya dimensionamos el daño causado. Por eso ofrecemos disculpas a los seguidores del Pacto Histórico, le ofrecemos disculpas al país por lo que esto ha incentivado, unos odios, unas tergiversaciones, unas cosas que no ocurrieron. Y eso es lo que le duele a uno, digamos la ingenuidad, la estupidez, el desatino. Si me preguntan, ¿los privados de la libertad le han hablado usted de rebajas de penas? Claro, por supuesto. Pero, no todos. ¿Y le hablan de problemas de la justicia? Sí, claro. Pero no todos. Otros reconocen su responsabilidad. Otros aceptan que fueron vencidos en juicio que cometieron delitos. Otros dicen que hubo niveles de corrupción en la justicia. O sea, hay de todo y uno lo que hace es escuchar, para tratar de ver cómo aportar a que puedan realizarse cambios de políticas públicas que mejoren el aparato de justicia.
¿Cuánto tiempo tarda tener un encuentro así?
Nosotros estamos trabajando con personas que tienen mucho reconocimiento público en Colombia por lo que hicieron. Hemos llevado a coroneles a diálogos con víctimas de falsos positivos, en medio de la pandemia. Yo fui de los que llevó a La Habana la iniciativa del reconocimiento de responsabilidad de las Farc en Bojayá. Y me dijeron que no, me cerraron la puerta. Yo insistí y luego me volví el labrador de eso, incluso yo no tenía ningún permiso para hacerlo y aquí me estoy confesando, no sé si me judicialicen por eso. Duré dos años y medio de trabajo con total discreción, para lograrlo. En esta visita yo no estaba pensando si Petro era presidente o no.
¿En algún momento siente que alguien lo usó para crear este efecto en la campaña electoral?
No. Yo soy consciente y responsable de mis actos. Esta visita es parte del proceso, yo estoy visitando las cárceles de manera legítima y esa legitimidad me la da un grupo de víctimas con las que trabajamos, con las que creemos en el derecho al restaurador. Yo no estoy en el cálculo político, ni en el movimiento político.
¿Y eso que tiene que ver con su interés de ver al señor García?
Yo fui a hablar con el gordo García porque imaginé que en el trabajo que estamos haciendo podríamos tener elementos de juicio, como trasladar este mensaje de reconstrucción de relaciones a nuevas generaciones y como Juan Fernando viene trabajando con jóvenes, pues esta era una oportunidad.
¿Había ido antes a cárceles con él?
No, es la primera vez.
¿A quién le llega la invitación?
A los dos.
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¿Para usted era claro que él iba a hablar de perdón social en la cárcel?
No, por supuesto que no. Es yo me he convertido en una especie de facilitador. El abogado me dijo, quiero que usted vaya porque puede haber alguna tensión y, si se da el momento, hable del derecho restaurador. Entonces esa era mi mirada. En las actividades que hemos desarrollado hemos tenido diálogos sobre el perdón social con Juan Fernando. Yo le he dicho que a mí esa expresión no me suena. Puede ser muy posmoderna, pero no me suena. Para nosotros, como organización, está claro que todo proceso pasa por la confianza, por reconocer responsabilidad, por construir con aquel que se afectó y, en conjunto, diseñar nuevas formas nuevas y nuevas iniciativas que transformen el presente lo que pasó ayer y la forma como nos veíamos.
¿En otros eventos ya había hablado del perdón social?
Él sí había hablado de eso en otras actividades, pero es que en los encuentros todo el mundo habla de lo que cree. Un encuentro o una cena de las memorias no son para que todos tengan que pensar como la Comisión de Justicia y Paz. En los encuentros que están grabados, donde participan todos exactores, cada quien da su opinión. O sea, no tenemos pensamiento único y pues si él está convencido de que es el perdón social, pues es ese él. Esas diferencias no hacen inviable encontrarnos. Yo estoy en diálogo con abogados que no tienen la misma ideología, y con ellos puedo moverme en las cárceles.
¿Se hizo un pacto con miras a las elecciones en el que se hablara de reformas a la justicia y rebajas de penas?
No. Es descabellado pensar que se pactó algo, ¿quién soy y para hacer un pacto? Nosotros somos 32 personas que tenemos escasamente unos recursos de cooperación para intentar sobre aguar de aquí a diciembre.
La campaña de Petro ha dicho que esto es un entrampamiento, ¿fue así?
Hay que preguntarle a la campaña.
¿Usted se siente entrampado?
No. No me siento entrampado. He hecho las cosas por convicción.
¿El hermano de Petro habló de perdón social en la cárcel?
En un momento sí habló de perdón social y muchos dirán que tengo memoria selectiva, pero yo estaba muy impactado por lo que escuché y sé que estaban hablando de otras cosas, pero no presté atención. Seguramente sí se habló de reformar la justicia, pero no sé quién lo habló.
¿Con Iván Moreno hablaron de rebaja de penas y de eliminar jueces de ejecución de penas?
Iván Moreno habló de cómo las cárceles podrían ser unos sitios donde pudieran las personas desarrollar sus capacidades. Y puso como ejemplo que él era médico y podría contribuir en ese centro penitenciario ejerciendo la medicina. Yo me imaginé -no lo dije- que eso podría ser parte de una gran iniciativa. También habló de que había escrito un libro con sus reflexiones de diez años de privación de la libertad. Yo no hablé de jueces de ejecución de penas, eso seguramente la habrá dicho el abogado, porque él maneja esos temas. No se habló de nada de eso ni de pactos ni de votos ni nada.
¿Y con los otros personajes, cuáles fueron los temas?
Ahí se armaron corrillos, para el almuerzo. Pero ahí no escuché esos temas, a ninguno se le dijo ahorita salimos y vamos a rebajarle las penas. Escuché la tragedia humana y la tragedia judicial. Si hay grabaciones que las muestren. Pero yo eso no hablé de eso ni lo escuché. Una cosa es comentar, los abogados tienen opiniones sobre esos temas, pero yo no soy abogado ni conozco los procesos de ellos.
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¿Qué lecciones le deja este episodio?
Yo creo que estamos en lo que hay que estar. Hay que juntarnos todas y todos con nuestras diferencias y nuestras contradicciones a conversar, a romper prejuicios, a construir juntos. Es necesario apaciguar las redes, apaciguar el ejercicio periodístico en el sentido de no azuzar, no tergiversar. Conozco la trayectoria Ricardo Calderón es muy buena, sus informes nos han servido mucho para el caso de un territorio colectivo como Cacarica, gracias a él estamos moviéndonos judicialmente en un caso, lo valoramos mucho, pero no tuvimos la oportunidad de que nos preguntara. Otros medios están usando todo esto para señalar, hacer acusaciones que rayan en la mentira, en la difamación.
No soy un actor que ha comprado testigos ni quise comprar al Tuso Sierra. Recibimos pocos ingresos, no tenemos capacidad de pagar testigos de moverlos para un lado y para otro y decirles ataquen al expresidente Álvaro Uribe. No es cierto que yo estaba en Medellín haciendo diálogos con los cercanos del Tuso Sierra para ver como lo sacaba del país. Las conversaciones fueron en Bogotá, en el Parkway. Porque él, como aparece en el informe privado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pidió apoyo para su familia y garantías para decir verdad. Incluso se pensó en pedir medidas cautelares para la familia. Nosotros hacemos lo mismo con un responsable, con testigo o con una víctima: protegerlo. Si él mintió es su problema. No es el mío.
¿Ustedes son conscientes de que los grabaron a la entrada de la cárcel?
Yo soy consciente que nos grabaron al interior porque yo vi a una persona con un teléfono, la persona iba vestida de civil, de café y nos grabó sin problema, se movía como pedro por su casa. A la entrada de la cárcel no sé quién grabaría, tal vez las cámaras del Inpec. Esa es una pregunta para el INPEC y para el director de la cárcel La Picota.
¿Qué relación tiene Juan F. Petro con la Comisión Intereclesial?
Tenemos un convenio desde hace dos años para el trabajo con niñas, niños y jóvenes para ver cómo logramos que las nuevas generaciones tengan unas memorias que realmente sean de transformación y no memorias dolorosas, o que lo doloroso se con vierta en motor de transformaciones y evitar que las venganzas y que sigan en unas disputas intestinas por poderes que pueden llevar a más odios y a nuevos a los ciclos de violencia.
Fue a partir de un encuentro de memorias que desarrollamos en Turbo, en donde había exmilitares, exparamilitares, firmantes de paz y había hijos e hijas de ellos. Él participa con un minitaller y yo vi las capacidades que tenían de dinamizar y generar espacios con los jóvenes. Y decidimos firmar el convenio. Hacemos visitas territoriales para hacer lectura de paisajes de violencia en zonas de conflicto, se hacen encuentros con jóvenes para ir sistematizando algunas conclusiones de propuestas de garantías de no repetición o de políticas públicas de atención a los jóvenes y niños.