Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Diana Hurtado y Silvia Berrocal hacen parte del grupo de víctimas de La Chinita, el barrio de Apartadó (Antioquia) en el que un comando de las Farc irrumpió en la madrugada del 23 de enero de 1994 para asesinar a 35 personas. Ese día, Diana, con seis años de edad, perdió a su papá, y Silvia a su hijo de 16 años. Ellas hacen parte del grupo de mujeres que hicieron posible que este viernes la guerrilla vaya a pedir perdón y a contar la verdad de lo que pasó hace ya 22 años. Estos son sus testimonios sobre cómo lograron el acercamiento, que contó con el apoyo de la Fundación Forjando Futuros y la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, para que las Farc estén en La Chinita poniéndoles la cara a las víctimas.
Lea también: Familiares de víctimas de la masacre de las Farc en La Chinita esperan verdad
Diana
“A la primera reunión no quise ir, por físico miedo. No estaba preparada para verlos. Las compañeras me decían que habían llorado, que eso les sirvió para sanar el dolor, pero yo no entendía bien de qué me hablaban. ¿Por qué llorar 22 años después? Cuando fui a La Habana, en el segundo encuentro, me saludó muy amable un señor moreno, me dio la mano y un beso en la mejilla que yo correspondí.
Cuando entramos a la reunión estaban Pastor Alape y ese hombre, que se presentó como alias Beicon. Escuchar eso me destrozó. Lloré y lloré mucho. Me tuve que salir de la reunión. No podía asimilar cómo había saludado tan amable a uno de los guerrilleros que mataron a mi papá. Ese día nos dijeron que no tenían previsto hacer eso, que la situación se les había salido de las manos y que se arrepentían. Vi en sus ojos que eran sinceros.
Eso me sirvió como terapia. Yo sólo tengo dos recuerdos de mi papá: cuando nació mi hermanito menor y él compró un pollo, y el día que lo mataron. Eso sí lo recuerdo con cada detalle. Lo demás lo borró mi mente. Supe en ese encuentro que era posible perdonar, pero no olvidar; yo no quiero olvidar. Volvimos a Apartadó y les contamos lo ocurrido al resto de las víctimas. Cada una sabe lo que su corazón siente. Están esperando la reunión de hoy para vivir ese encuentro que ya nosotras tuvimos.
Nos dijeron que vendrán varios comandantes. Yo vi mucha disposición de Alape y estarán también mujeres guerrilleras. Un delegado de cada familia de las víctimas se reunirá con ellos. Haremos un recorrido por la calle de la masacre y luego ellos dirán la verdad de lo que pasó. Los otros familiares estaremos en el colegio San Francisco de Asís y seguiremos todo a través de una pantalla gigante.
Para nosotros, el por qué es muy importante para sanar, para depurar, para poder decirle abiertamente sí a la paz. La paz empieza por la verdad; que nos empiecen reparando con la verdad. Yo tenía seis años, mi papá 24; tenía cinco hijos, era un obrero bananero y no sabemos por qué lo mataron. Mi mamá tuvo que asumir el hogar. Yo no he podido olvidar ese día. Paso por el lugar donde lo vi muerto con su cabeza destrozada y evito mirar porque revivo todo eso, a pesar de que ahí ya construyeron una casa.
Yo tengo un niño de nueve años y otro de tres. Al mayor le he contado muchas veces lo que pasó y creo que fue un error. Él me escucha hablar de paz y me dice que esto es de papel, y yo le digo que tenemos que creer, que puede ser de verdad. Ojalá hoy, después de escuchar a las Farc, él también los perdone”.
Silvia
“A nosotros no nos van a engañar. Yo perdí a mi hijo de 16 años y ellos asumieron el compromiso de decir quién fue y por qué lo hicieron. Otras veces nos han dicho que fue Karina, pero con ella se han tenido varias reuniones y nos ha dicho que no tuvo nada que ver. Entonces hoy tienen que honrar su palabra y decirnos la verdad. A eso vienen, no a otra cosa.
En la primera reunión que tuvimos en La Habana nos dijeron que iban a investigar. Después, en la segunda, asumieron que sí fueron ellos, y en la última reunión, el 10 de septiembre, se comprometieron a venir aquí al barrio obrero a decir la verdad y a pedir perdón a todos. Ya nosotros decidimos si los perdonamos o no.
Esa masacre nos causó mucho daño. Varios días antes recibimos amenazas, nos llegaban panfletos diciendo que alistáramos 2.000 ataúdes. Si estábamos en reunión, sonaban disparos y teníamos que salir corriendo. Fue mucha presión psicológica.
Nosotros pensamos que fue porque esta invasión fue orientada por los desmovilizados del Epl, pero ellos no vivían ahí. Ese día tuvimos una reunión con Aníbal Palacio, que estaba haciendo campaña para el Congreso y lo apoyábamos. Mucha gente asistió. Entre los 35 muertos cayó un desmovilizado: Clímaco Herrera. Estaba con la familia, pero los demás eran personas del común que nada tenían que ver ni con unos ni con otros.
Yo espero que hoy nos digan la verdad, yo creo en la voluntad que tienen porque los miré a los ojos y vi que estaban avergonzados por lo que hicieron. El darnos respuestas hoy nos va a demostrar ese arrepentimiento. Como decía Pastor Alape, es algo que ‘uno pierde un dedo y eso sana, pero la conciencia no sana y nosotros todo el tiempo vamos a tener eso en nuestra conciencia y si ustedes nos perdonan son personas muy valiosas’”.