Las luchas de Jesús María Valle
Este 27 de febrero se cumplen 20 años del crimen del defensor de derechos humanos que se atrevió a denunciar en Antioquia la alianza entre paramilitares, oficiales del Ejército y funcionarios públicos.
Justicia para la Paz
Dos disparos en la cabeza silenciaron hace 20 años a una de las voces que denunciaron con ahínco la alianza que se estaba gestando en Antioquia entre paramilitares, oficiales del Ejército y funcionarios públicos. Jesús María Valle fue asesinado el 27 de febrero de 1998 en su oficina, donde dirigía el Comité de Derechos Humanos de Antioquia, la asociación que las autodefensas de Carlos Castaño, en asocio con la Fuerza Pública, quisieron exterminar.
Pie de foto: Recorte del diario El Espectador del 28 de febrero de 1998, un día después del crimen de Valle.
El crimen de Jesús María Valle no tiene dolientes. Sigue en total impunidad, pues aún se desconoce quiénes fueron los autores intelectuales. Su crimen tuvo el mismo modus operandi de los homicidios en Bogotá de los investigadores sociales Mario Calderón y Elsa Alvarado (que ocurrió nueve meses antes) y del abogado Eduardo Umaña Mendoza (a quien mataron dos meses después en el Valle). Contrataron a sicarios de la banda La Terraza de Medellín, quienes siguieron órdenes de la casa Castaño y habrían sido supervisados por miembros de la Fuerza Pública.
(Vea: Jesús María Valle, 20 años de un asesinato que dejó “infinita tristeza”)
Jesús María Valle hizo parte de la estela de directores del Comité de Derechos Humanos de Antioquia que cayeron bajo las balas de los paramilitares. Diez años atrás y 12 días después de la Marcha de los Claveles que se realizó el 13 de agosto de 1987 para protestar por ola criminal que estaba azotando a la Universidad de Antioquia, las autodefensas mataron a Luis Felipe Vélez, uno de los directivos del comité y promotor de la marcha. Al día siguiente, durante la velación del cuerpo de Vélez, cayeron otros dos directivos de la organización defensora de derechos humanos: Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur.
Pie de foto: Retrato hablado de los sicarios de Valle. (Lea: Seis meses de terror en Antioquia)
Valle era uno de los últimos líderes del Comité de Derechos Humanos en Antioquia en caer, pues otros terminaron en el exilio ante las constantes amenazas. Su carácter y determinación lo hicieron perdurar en la memoria de la defensa por los derechos humanos en Colombia. Sus luchas se centraron en su natal Ituango, donde denunció infinitas veces la presencia de paramilitares y las masacres que estos cometieron en las veredas La Granja en 1996 y en El Aro en 1997.
Pie de foto: sepelio de Jesús María Valle.
En un recorte de prensa del 26 de abril de 1998 del diario El Espectador, su hermana Magdalena Valle lo recordó como “un idealista consumado, educador por vocación y tan amigo de los presos que dejaba su ropa para que tuvieran otra muda”. Su lema era “hay que decir la verdad cueste lo que cueste”, pues siempre ponía por delante a la comunidad y a sus alumnos. Tenía 55 años cuando fue asesinado y ante su círculo más cercano reconocía el miedo que sentía por enfrentar al fenómeno del paramilitarismo.
(Puede ver: Veinte años sin Jesús María Valle Jaramillo)
“Prefirió que lo mataran antes de someterse a la desaparición o al secuestro. El país pierde el tiempo averiguando quién le disparo al maestro Valle”, dijeron sus amigos 20 años atrás. Fue una predicción acertada, pues dos décadas después la justicia sigue en deuda en el caso de Valle. Hace pocas semanas se conoció el fallo del Tribunal Superior de Medellín contra los hermanos Francisco Antonio y Jaime Alberto Angulo Osorio, quienes eran los aliados de Castaño y financiaron el crimen de Jesús María Valle.
Jesús María Valle. / Cortesía
En esa misma sentencia, se ordenó investigar si el expresidente Álvaro Uribe, cuando era gobernador de Antioquia, estuvo relacionado con el crimen. Uribe desde hace 20 años, como lo recuerdan los recortes de prensa, ha tenido que dar explicaciones sobre el tema y ha insistido en que nada ha tenido que ver con este asesinato. Hoy la familia espera que la Fiscalía declare el homicidio de Jesús María Valle como un delito de lesa humanidad para que no quede en el olvido.
Dos disparos en la cabeza silenciaron hace 20 años a una de las voces que denunciaron con ahínco la alianza que se estaba gestando en Antioquia entre paramilitares, oficiales del Ejército y funcionarios públicos. Jesús María Valle fue asesinado el 27 de febrero de 1998 en su oficina, donde dirigía el Comité de Derechos Humanos de Antioquia, la asociación que las autodefensas de Carlos Castaño, en asocio con la Fuerza Pública, quisieron exterminar.
Pie de foto: Recorte del diario El Espectador del 28 de febrero de 1998, un día después del crimen de Valle.
El crimen de Jesús María Valle no tiene dolientes. Sigue en total impunidad, pues aún se desconoce quiénes fueron los autores intelectuales. Su crimen tuvo el mismo modus operandi de los homicidios en Bogotá de los investigadores sociales Mario Calderón y Elsa Alvarado (que ocurrió nueve meses antes) y del abogado Eduardo Umaña Mendoza (a quien mataron dos meses después en el Valle). Contrataron a sicarios de la banda La Terraza de Medellín, quienes siguieron órdenes de la casa Castaño y habrían sido supervisados por miembros de la Fuerza Pública.
(Vea: Jesús María Valle, 20 años de un asesinato que dejó “infinita tristeza”)
Jesús María Valle hizo parte de la estela de directores del Comité de Derechos Humanos de Antioquia que cayeron bajo las balas de los paramilitares. Diez años atrás y 12 días después de la Marcha de los Claveles que se realizó el 13 de agosto de 1987 para protestar por ola criminal que estaba azotando a la Universidad de Antioquia, las autodefensas mataron a Luis Felipe Vélez, uno de los directivos del comité y promotor de la marcha. Al día siguiente, durante la velación del cuerpo de Vélez, cayeron otros dos directivos de la organización defensora de derechos humanos: Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur.
Pie de foto: Retrato hablado de los sicarios de Valle. (Lea: Seis meses de terror en Antioquia)
Valle era uno de los últimos líderes del Comité de Derechos Humanos en Antioquia en caer, pues otros terminaron en el exilio ante las constantes amenazas. Su carácter y determinación lo hicieron perdurar en la memoria de la defensa por los derechos humanos en Colombia. Sus luchas se centraron en su natal Ituango, donde denunció infinitas veces la presencia de paramilitares y las masacres que estos cometieron en las veredas La Granja en 1996 y en El Aro en 1997.
Pie de foto: sepelio de Jesús María Valle.
En un recorte de prensa del 26 de abril de 1998 del diario El Espectador, su hermana Magdalena Valle lo recordó como “un idealista consumado, educador por vocación y tan amigo de los presos que dejaba su ropa para que tuvieran otra muda”. Su lema era “hay que decir la verdad cueste lo que cueste”, pues siempre ponía por delante a la comunidad y a sus alumnos. Tenía 55 años cuando fue asesinado y ante su círculo más cercano reconocía el miedo que sentía por enfrentar al fenómeno del paramilitarismo.
(Puede ver: Veinte años sin Jesús María Valle Jaramillo)
“Prefirió que lo mataran antes de someterse a la desaparición o al secuestro. El país pierde el tiempo averiguando quién le disparo al maestro Valle”, dijeron sus amigos 20 años atrás. Fue una predicción acertada, pues dos décadas después la justicia sigue en deuda en el caso de Valle. Hace pocas semanas se conoció el fallo del Tribunal Superior de Medellín contra los hermanos Francisco Antonio y Jaime Alberto Angulo Osorio, quienes eran los aliados de Castaño y financiaron el crimen de Jesús María Valle.
Jesús María Valle. / Cortesía
En esa misma sentencia, se ordenó investigar si el expresidente Álvaro Uribe, cuando era gobernador de Antioquia, estuvo relacionado con el crimen. Uribe desde hace 20 años, como lo recuerdan los recortes de prensa, ha tenido que dar explicaciones sobre el tema y ha insistido en que nada ha tenido que ver con este asesinato. Hoy la familia espera que la Fiscalía declare el homicidio de Jesús María Valle como un delito de lesa humanidad para que no quede en el olvido.