El detrás de las negociaciones de Petro con los firmantes amenazados en Mesetas
En poco más de una hora, el presidente logró lo que parecía que estaba perdido: que los excombatientes de las Farc que viven en el espacio territorial Mariana Páez accedieran a quedarse por unos meses más mientras se compra un predio como solución definitiva. La decisión es una victoria para los habitantes del lugar... pero también para Petro.
Cindy A. Morales Castillo
El ambiente en Mesetas, Meta, no estaba tenso, pero la decisión parecía ya tomada: los excombatientes de las Farc que viven en ese espacio territorial denominado Mariana Páez se iban sí o sí de esa zona.
Eso no solo era lo que decían cada vez que alguien les preguntaba, desde hacía días los camiones estaban empezando a salir cargados con algunas cosas: camas, una que otra nevera, las cercas del ganado. Mejor dicho, todo lo que no estuviera anclado a la tierra.
La “mudanza” fue forzada por la amenaza que hicieron el pasado 14 de marzo las disidencias del Estado Mayor Central hacia las 200 familias que viven en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR), y cuya orden era que tenían 30 días para salir del lugar.
Tras conocerse el hecho, el Gobierno realizó una reunión de emergencia para resolver la situación, pero el ultimátum era la gota que rebosaba la copa. “Entre seis años de incumplimientos y un terreno que no es nuestro y sobre el que habíamos pedido traslado, la amenaza aceleró todo”, dice a Colombia+20 una de las mujeres firmantes.
En contexto: Acuerdo con Petro: exFARC se quedan tres meses más en Mesetas, Meta
Así que mientras todas las instituciones del Gobierno que atendieron el hecho les pedían a los excombatientes una oportunidad para que ellos pudieran resolver el tema, los habitantes del Mariana Páez seguían firmes que en se iban o se iban y que su salida tenía ya una fecha pactada: el 8 de abril abandonaría el territorio que por cerca de seis años fue su casa.
Por eso, la visita del presidente Gustavo Petro a ese lugar - la primera que hacía a un ETCR- era tan esperada. No solo era una señal contundente de su compromiso con la implementación del Acuerdo de Paz, sino que ambas partes lo esperaban como al árbitro del partido para que diera su pitazo final… pero el inicial se daría casi cinco horas después de la hora acordada porque, como ya es costumbre, Petro llegó tarde.
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La jornada empezó con una rueda de prensa que dieron las mujeres del Mariana Páez. En ese espacio, ellas son mayoría -casi 86 y muchas cabezas de hogar- y lideran casi todos los procesos, una rareza dado que algunas estructuras organizativas de los firmantes de paz a veces responden a las mismas que tenían cuando estaban en armas.
Como casi todos los habitantes del ETCR, ese día ellas estaban usando camisetas y gorras blancas con la frase ‘Por la vida, por la paz’. La rueda de prensa empezó así: “Estamos aquí hablando del desplazamiento forzado de nuestra comunidad que es inminente, que es una realidad y que estaremos realizando en los próximos días”, dijo contundentemente Yulis Cabana, lideresa y quien ha impulsado activamente procesos de reincorporación social en el territorio.
A su turno, Yaritza Paniagua, también lideresa del ETCR, dejó claro que no quería obstaculizar ningún proceso, pero que era insostenible su permanencia. “Queremos y la apostamos a la Paz Total, para ello se requiere de todos y del compromiso de todos y nosotros apoyamos ese tema. Nosotros recibimos piedras de todo lado, pero los firmantes no somos obstáculo para la paz”, dijo.
Además, dijeron algunos detalles de a dónde estaban trasladando los enseres. También afirmaron que el ganado que tenían en el espacio había sido trasladado a una finca vecina, que solo se tenía comida para las reses para una semana y, de nuevo, que el 8 de abril, se iban sí o sí.
“La propuesta que se le hizo al Gobierno era que si para el 8 de abril no había tierras para nosotros, entonces las instituciones deberán tener un sitio en Villavicencio donde podamos llegar todos en condiciones dignas y con todas las adecuaciones”, afirmó Cabana.
Además: Salida de excombatientes de las FARC en Mesetas, Meta, ¿revés para la “Paz Total”?
¿Pero entonces ya es definitivo o cuáles serían esas garantías que ustedes necesitan que Petro les dé para quedarse?, pregunté. “A ver, nuestra decisión hasta el momento es irnos (…) Pero necesitamos tierra para la vivienda, tierra para los proyectos productivos, seguridad integral, todo lo que está plasmado en el Acuerdo de Paz”, dijo Cabana.
Pero de inmediato, Yaritza tomó la palabra: “Bueno, en este momento es prematuro decir si nos quedamos o no nos quedamos. Eso es motivo de conversación y motivo de escuchar al presidente. Nosotros tenemos una decisión que hasta este momento es indeclinable”.
O sea, el Gobierno tenía una puerta pequeña para convencerlos de quedarse, pero la jugada era larga.
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Casi una hora después de esa rueda de prensa, empezaron a llegar al Mariana Páez algunos de los funcionarios citados al encuentro. En helicóptero llegaron el alto comisionado para la paz, Danilo Rueda; la directora de la Unidad de Implementación del Acuerdo, Gloria Cuartas; el director de derechos humanos del Ministerio del Interior, Franklin Castañeda; la directora de la Agencia de Reincorporación y Normalización, Alejandra Miller y el director de Agencia de Renovación del Territorio, Raúl Delgado.
La misión que Petro les había encargado no era fácil: había que lograr que los firmantes de paz no se fueran de esa zona, o al menos no con la premura en que se estaba dando todo.
La fecha del 8 de abril estaba muy encima y, por decir lo menos, no era bueno que en el “Gobierno del cambio” y cuya promesa de campaña, entre tantas otras, era por fin darle cumplimiento al Acuerdo de Paz, salieron desplazados forzadamente firmantes de paz. Y menos si era porque estaban siendo amenazados por las disidencias del Estado Mayor Central con quien Petro está haciendo una negociación, y muchísimo menos si eso pasaba en Mesetas, el lugar histórico donde se hizo la dejación de armas de las Farc.
Mejor dicho, Petro y su gabinete no solo pisaban un terreno lleno de símbolos, sino también llevaban un pulso que podría poner a tambalear la política de Paz Total.
“La implementación del Acuerdo de Paz y la seguridad de los firmantes es una prioridad para nuestro gobierno. El primer compromiso del gabinete es el cumplimiento de lo pactado, este es el gobierno de la paz”, escribió en su cuenta de Twitter hace unos días el mandatario.
A la reunión también asistieron los representantes del Partido Comunes, Rodrigo Londoño y Pastor Alape. Como garantes estuvieron el jefe de la Misión de Verificación de la ONU, Carlos Ruiz Massieu y delegados de los países que han acompañado el proceso de paz con las extintas Farc.
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El Puesto de Mando Unificado por la Vida, PMUV, fue instalado por el mismo Castañeda quien con diplomacia, pero sin anestesia puso las cartas sobre la mesa: “Venimos con la plena intención y todas las posibilidades para facilitar los acuerdos a los que aquí lleguemos, que deben ser sobre la seguridad física, jurídica y social en este espacio de reincorporación. También con la certeza de que iniciemos un proceso de reincorporación óptimo. Este gobierno tiene la plena seguridad de que tiene la capacidad de generar garantías integrales y la voluntad de acompañarlos en este espacio si deciden el traslado”.
Tras Castañeda, al menos unos 10 líderes y lideresas del espacio tomaron la palabra. Eran tres minutos por persona, que la mayoría de los intervinientes cumplió. La primera en pasar fue Yulnis, quien ostenta el gran liderazgo entre los habitantes del Mariana Páez. Allí reiteró las palabras que dijo en la rueda de prensa.
“Amamos nuestro territorio, pero tenemos que irnos. El anuncio que tenemos que darle al Gobierno es que nos vamos. Espero que nos hagan el acompañamiento”, dijo, y se escucharon aplausos y gritos en el auditorio.
Helena Romero, delegada por el ETCR en temas de género y diversidad en esa mesa, no pudo detener el llanto cuando pasó al frente. “Hoy la historia se repite nuevamente y no sé qué responderle a los niños y niñas del jardín cuando me preguntan si a donde vayamos vamos a tener un parque como el que tenemos. Yo solo sé que a donde quiera que vayamos seremos constructores de paz”.
Helena también hacía parte de un colectivo turístico que hacía recorrido por paraísos ocultos y que ellos recorrían cuando aún estaban en armas. Ya habían montado una casita que funcionaba como hotel y que hoy, está completamente desarmado.
El desfile de los demás funcionarios, líderes y lideresas que por más de dos horas pasaron al micrófono estuvo acompañado casi que del mismo pulso. Unos pidiendo una oportunidad para mostrar que el Gobierno sí está dando su apoyo a los firmantes, eso sí con pequeños guiños en los que decían que si la decisión era irse, los apoyarían. Los habitantes, por su lado, en cada discurso más seguros de que la salida no tenía marcha atrás.
La dinámica solo cambió tras el discurso del Alto Comisionado para la Paz, Danilo Rueda. El funcionario debió enfrentar a un público que no estaba nada contento con el video que había publicado en redes sociales -y que después borró- en el que decía que el traslado de los excombatientes de este espacio era una decisión “deliberada”. De hecho, las mismas mujeres firmantes habían pedido una disculpa pública en la rueda de prensa.
“Si nos dan la oportunidad, podemos demostrar que es posible construir la paz en medio de la conflictividad (…) Queremos lograr que esa sea una decisión de fondo y que se tome en profunda libertad y que, antes que irse, se reconstruya todo lo que se ha hecho aquí”, dijo Rueda y de inmediato se escucharon los gritos: Nos vamos, nos vamos, nos vamos.
Sobre la 1 de la tarde, cuando se dio por terminada la primera parte del Puesto de Mando por la Vida, el Gobierno iba a perdiendo la partida.
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“Si yo hoy les quiero entregar un marrano o darles un casa me toca pasar por toda una burocracia tendiente ano cumplir el Acuerdo de Paz”
Gustavo Petro
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A las 3 de la tarde, después del almuerzo comunal, la gente volvió a llenar el auditorio que es un espacio amplio y techado de paredes rojas y piso de cemento. Uno a uno se fueron acomodando en las sillas de plástico, en el piso o alrededor de los muros que rodeaban el lugar. A la izquierda está la biblioteca comunitaria -ya vacía- y otras dos casitas, una donde funciona una cafetería y otra que hizo de sala de reuniones.
Unos 20 niños esperaban afuera de ellas a Petro con banderas blancas y un letrero que decía: Bienvenido señor presidente Gustavo Petro. Somos el jardín marianitos. Deseamos un nuevo espacio para seguir construyendo paz. Bajo el bochorno, los niños, los asistentes y los más de 300 perros que hay en el espacio, seguíamos esperando a Petro.
A las 4 en punto llegó.
La reunión con su equipo y los líderes y lideresas designados duró 1 hora y 22 minutos. Varios asistentes contaron a este diario que no fue un encuentro tenso. Se le puso al tanto de lo que había ocurrido en la mañana y luego el presidente intervino. “Nos hizo las preguntas que hasta ahora nadie nos había preguntado. Nos preguntó ¿esta tierra es fértil y productiva? ¿Qué están haciendo los niños? Y si veíamos viable quedarnos hasta resolver los problemas”, dijo a Colombia+20 una de las asistentes.
Otra también comentó que dio el visto bueno sobre las propuestas que se le presentaron y que aceptaba el retraso dejado en la implementación del Acuerdo de Paz. “Sabemos que estos seis años en los que no ha pasado nada fueron la herencia de gobierno anteriores, pero aquí y ahora se tiene que acelerar”, dijo uno de los firmantes.
“Si nos dan la oportunidad, podemos demostrar que es posible construir la paz en medio de la conflictividad (…) Queremos lograr que esa sea una decisión de fondo y que se tome en profunda libertad y que, antes que irse, se reconstruya todo lo que se ha hecho aquí”, dijo Rueda y de inmediato se escucharon los gritos: Nos vamos, nos vamos, nos vamos.
Del encuentro salió directo al salón. La gente le pedía fotos o lo gritaba por su nombre. Él sacó su teléfono y le tomó una foto al auditorio que luego público en redes sociales. Se sentó en la mesa y entonces se dio el pitazo final: había acuerdo... aunque era un empate. “Habrá una permanencia temporal mientras se garantizan las condiciones del traslado”, resumió Franklin Castañeda.
En palabras cortas. Los firmantes accedieron a permanecer en el territorio por tres meses más -aunque Petro en su discurso le pidió a sus funcionarios que fuera en mes y medio-, con el compromiso de que el gobierno adquiriría un predio en el que se puedan establecer de manera definitiva.
A su turno, el mandatario hizo una lista de mea culpa sobre el por qué se llegó a esa situación. “La institucionalidad para los Acuerdos de Paz es mínima, por ahí empieza el desastre porque no hay un Estado para implementarlos y eso se nota (…) Y no hay nada peor que un estado que mienta. La historia de las FARC está marcada, su origen, por un estado que mintió. Quizás esta victoria electoral es el inicio de un Estado que sí diga la verdad y que cumpla con lo que se promete”, dijo Petro, al son de los vítores de la gente.
Y siguió:
“Parte de los problemas que hemos tenido es que el Estado está lleno de tantos decretos que no es posible hacer nada. Si yo les quiero entregar un marrano o darles un casa me toca pasar por toda la burocracia. El Gobierno se tendió su propia trampa con eso y mi compromiso hoy es quitar ese enredo, ese alambre de púas para agilizar los acuerdos (…) La plata está. Necesitamos menos abogados más acción”.
Al final, les hizo una promesa:
“Nos vamos a ver en mes y medio otra vez, pero esa reunión debe ser en la tierra a donde van a llegar y a donde van a cultivar”.
Así terminó. Un empate con sabor a gloria para los firmantes, pero también para Petro.
El ambiente en Mesetas, Meta, no estaba tenso, pero la decisión parecía ya tomada: los excombatientes de las Farc que viven en ese espacio territorial denominado Mariana Páez se iban sí o sí de esa zona.
Eso no solo era lo que decían cada vez que alguien les preguntaba, desde hacía días los camiones estaban empezando a salir cargados con algunas cosas: camas, una que otra nevera, las cercas del ganado. Mejor dicho, todo lo que no estuviera anclado a la tierra.
La “mudanza” fue forzada por la amenaza que hicieron el pasado 14 de marzo las disidencias del Estado Mayor Central hacia las 200 familias que viven en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR), y cuya orden era que tenían 30 días para salir del lugar.
Tras conocerse el hecho, el Gobierno realizó una reunión de emergencia para resolver la situación, pero el ultimátum era la gota que rebosaba la copa. “Entre seis años de incumplimientos y un terreno que no es nuestro y sobre el que habíamos pedido traslado, la amenaza aceleró todo”, dice a Colombia+20 una de las mujeres firmantes.
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Así que mientras todas las instituciones del Gobierno que atendieron el hecho les pedían a los excombatientes una oportunidad para que ellos pudieran resolver el tema, los habitantes del Mariana Páez seguían firmes que en se iban o se iban y que su salida tenía ya una fecha pactada: el 8 de abril abandonaría el territorio que por cerca de seis años fue su casa.
Por eso, la visita del presidente Gustavo Petro a ese lugar - la primera que hacía a un ETCR- era tan esperada. No solo era una señal contundente de su compromiso con la implementación del Acuerdo de Paz, sino que ambas partes lo esperaban como al árbitro del partido para que diera su pitazo final… pero el inicial se daría casi cinco horas después de la hora acordada porque, como ya es costumbre, Petro llegó tarde.
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La jornada empezó con una rueda de prensa que dieron las mujeres del Mariana Páez. En ese espacio, ellas son mayoría -casi 86 y muchas cabezas de hogar- y lideran casi todos los procesos, una rareza dado que algunas estructuras organizativas de los firmantes de paz a veces responden a las mismas que tenían cuando estaban en armas.
Como casi todos los habitantes del ETCR, ese día ellas estaban usando camisetas y gorras blancas con la frase ‘Por la vida, por la paz’. La rueda de prensa empezó así: “Estamos aquí hablando del desplazamiento forzado de nuestra comunidad que es inminente, que es una realidad y que estaremos realizando en los próximos días”, dijo contundentemente Yulis Cabana, lideresa y quien ha impulsado activamente procesos de reincorporación social en el territorio.
A su turno, Yaritza Paniagua, también lideresa del ETCR, dejó claro que no quería obstaculizar ningún proceso, pero que era insostenible su permanencia. “Queremos y la apostamos a la Paz Total, para ello se requiere de todos y del compromiso de todos y nosotros apoyamos ese tema. Nosotros recibimos piedras de todo lado, pero los firmantes no somos obstáculo para la paz”, dijo.
Además, dijeron algunos detalles de a dónde estaban trasladando los enseres. También afirmaron que el ganado que tenían en el espacio había sido trasladado a una finca vecina, que solo se tenía comida para las reses para una semana y, de nuevo, que el 8 de abril, se iban sí o sí.
“La propuesta que se le hizo al Gobierno era que si para el 8 de abril no había tierras para nosotros, entonces las instituciones deberán tener un sitio en Villavicencio donde podamos llegar todos en condiciones dignas y con todas las adecuaciones”, afirmó Cabana.
Además: Salida de excombatientes de las FARC en Mesetas, Meta, ¿revés para la “Paz Total”?
¿Pero entonces ya es definitivo o cuáles serían esas garantías que ustedes necesitan que Petro les dé para quedarse?, pregunté. “A ver, nuestra decisión hasta el momento es irnos (…) Pero necesitamos tierra para la vivienda, tierra para los proyectos productivos, seguridad integral, todo lo que está plasmado en el Acuerdo de Paz”, dijo Cabana.
Pero de inmediato, Yaritza tomó la palabra: “Bueno, en este momento es prematuro decir si nos quedamos o no nos quedamos. Eso es motivo de conversación y motivo de escuchar al presidente. Nosotros tenemos una decisión que hasta este momento es indeclinable”.
O sea, el Gobierno tenía una puerta pequeña para convencerlos de quedarse, pero la jugada era larga.
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Casi una hora después de esa rueda de prensa, empezaron a llegar al Mariana Páez algunos de los funcionarios citados al encuentro. En helicóptero llegaron el alto comisionado para la paz, Danilo Rueda; la directora de la Unidad de Implementación del Acuerdo, Gloria Cuartas; el director de derechos humanos del Ministerio del Interior, Franklin Castañeda; la directora de la Agencia de Reincorporación y Normalización, Alejandra Miller y el director de Agencia de Renovación del Territorio, Raúl Delgado.
La misión que Petro les había encargado no era fácil: había que lograr que los firmantes de paz no se fueran de esa zona, o al menos no con la premura en que se estaba dando todo.
La fecha del 8 de abril estaba muy encima y, por decir lo menos, no era bueno que en el “Gobierno del cambio” y cuya promesa de campaña, entre tantas otras, era por fin darle cumplimiento al Acuerdo de Paz, salieron desplazados forzadamente firmantes de paz. Y menos si era porque estaban siendo amenazados por las disidencias del Estado Mayor Central con quien Petro está haciendo una negociación, y muchísimo menos si eso pasaba en Mesetas, el lugar histórico donde se hizo la dejación de armas de las Farc.
Mejor dicho, Petro y su gabinete no solo pisaban un terreno lleno de símbolos, sino también llevaban un pulso que podría poner a tambalear la política de Paz Total.
“La implementación del Acuerdo de Paz y la seguridad de los firmantes es una prioridad para nuestro gobierno. El primer compromiso del gabinete es el cumplimiento de lo pactado, este es el gobierno de la paz”, escribió en su cuenta de Twitter hace unos días el mandatario.
A la reunión también asistieron los representantes del Partido Comunes, Rodrigo Londoño y Pastor Alape. Como garantes estuvieron el jefe de la Misión de Verificación de la ONU, Carlos Ruiz Massieu y delegados de los países que han acompañado el proceso de paz con las extintas Farc.
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El Puesto de Mando Unificado por la Vida, PMUV, fue instalado por el mismo Castañeda quien con diplomacia, pero sin anestesia puso las cartas sobre la mesa: “Venimos con la plena intención y todas las posibilidades para facilitar los acuerdos a los que aquí lleguemos, que deben ser sobre la seguridad física, jurídica y social en este espacio de reincorporación. También con la certeza de que iniciemos un proceso de reincorporación óptimo. Este gobierno tiene la plena seguridad de que tiene la capacidad de generar garantías integrales y la voluntad de acompañarlos en este espacio si deciden el traslado”.
Tras Castañeda, al menos unos 10 líderes y lideresas del espacio tomaron la palabra. Eran tres minutos por persona, que la mayoría de los intervinientes cumplió. La primera en pasar fue Yulnis, quien ostenta el gran liderazgo entre los habitantes del Mariana Páez. Allí reiteró las palabras que dijo en la rueda de prensa.
“Amamos nuestro territorio, pero tenemos que irnos. El anuncio que tenemos que darle al Gobierno es que nos vamos. Espero que nos hagan el acompañamiento”, dijo, y se escucharon aplausos y gritos en el auditorio.
Helena Romero, delegada por el ETCR en temas de género y diversidad en esa mesa, no pudo detener el llanto cuando pasó al frente. “Hoy la historia se repite nuevamente y no sé qué responderle a los niños y niñas del jardín cuando me preguntan si a donde vayamos vamos a tener un parque como el que tenemos. Yo solo sé que a donde quiera que vayamos seremos constructores de paz”.
Helena también hacía parte de un colectivo turístico que hacía recorrido por paraísos ocultos y que ellos recorrían cuando aún estaban en armas. Ya habían montado una casita que funcionaba como hotel y que hoy, está completamente desarmado.
El desfile de los demás funcionarios, líderes y lideresas que por más de dos horas pasaron al micrófono estuvo acompañado casi que del mismo pulso. Unos pidiendo una oportunidad para mostrar que el Gobierno sí está dando su apoyo a los firmantes, eso sí con pequeños guiños en los que decían que si la decisión era irse, los apoyarían. Los habitantes, por su lado, en cada discurso más seguros de que la salida no tenía marcha atrás.
La dinámica solo cambió tras el discurso del Alto Comisionado para la Paz, Danilo Rueda. El funcionario debió enfrentar a un público que no estaba nada contento con el video que había publicado en redes sociales -y que después borró- en el que decía que el traslado de los excombatientes de este espacio era una decisión “deliberada”. De hecho, las mismas mujeres firmantes habían pedido una disculpa pública en la rueda de prensa.
“Si nos dan la oportunidad, podemos demostrar que es posible construir la paz en medio de la conflictividad (…) Queremos lograr que esa sea una decisión de fondo y que se tome en profunda libertad y que, antes que irse, se reconstruya todo lo que se ha hecho aquí”, dijo Rueda y de inmediato se escucharon los gritos: Nos vamos, nos vamos, nos vamos.
Sobre la 1 de la tarde, cuando se dio por terminada la primera parte del Puesto de Mando por la Vida, el Gobierno iba a perdiendo la partida.
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“Si yo hoy les quiero entregar un marrano o darles un casa me toca pasar por toda una burocracia tendiente ano cumplir el Acuerdo de Paz”
Gustavo Petro
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A las 3 de la tarde, después del almuerzo comunal, la gente volvió a llenar el auditorio que es un espacio amplio y techado de paredes rojas y piso de cemento. Uno a uno se fueron acomodando en las sillas de plástico, en el piso o alrededor de los muros que rodeaban el lugar. A la izquierda está la biblioteca comunitaria -ya vacía- y otras dos casitas, una donde funciona una cafetería y otra que hizo de sala de reuniones.
Unos 20 niños esperaban afuera de ellas a Petro con banderas blancas y un letrero que decía: Bienvenido señor presidente Gustavo Petro. Somos el jardín marianitos. Deseamos un nuevo espacio para seguir construyendo paz. Bajo el bochorno, los niños, los asistentes y los más de 300 perros que hay en el espacio, seguíamos esperando a Petro.
A las 4 en punto llegó.
La reunión con su equipo y los líderes y lideresas designados duró 1 hora y 22 minutos. Varios asistentes contaron a este diario que no fue un encuentro tenso. Se le puso al tanto de lo que había ocurrido en la mañana y luego el presidente intervino. “Nos hizo las preguntas que hasta ahora nadie nos había preguntado. Nos preguntó ¿esta tierra es fértil y productiva? ¿Qué están haciendo los niños? Y si veíamos viable quedarnos hasta resolver los problemas”, dijo a Colombia+20 una de las asistentes.
Otra también comentó que dio el visto bueno sobre las propuestas que se le presentaron y que aceptaba el retraso dejado en la implementación del Acuerdo de Paz. “Sabemos que estos seis años en los que no ha pasado nada fueron la herencia de gobierno anteriores, pero aquí y ahora se tiene que acelerar”, dijo uno de los firmantes.
“Si nos dan la oportunidad, podemos demostrar que es posible construir la paz en medio de la conflictividad (…) Queremos lograr que esa sea una decisión de fondo y que se tome en profunda libertad y que, antes que irse, se reconstruya todo lo que se ha hecho aquí”, dijo Rueda y de inmediato se escucharon los gritos: Nos vamos, nos vamos, nos vamos.
Del encuentro salió directo al salón. La gente le pedía fotos o lo gritaba por su nombre. Él sacó su teléfono y le tomó una foto al auditorio que luego público en redes sociales. Se sentó en la mesa y entonces se dio el pitazo final: había acuerdo... aunque era un empate. “Habrá una permanencia temporal mientras se garantizan las condiciones del traslado”, resumió Franklin Castañeda.
En palabras cortas. Los firmantes accedieron a permanecer en el territorio por tres meses más -aunque Petro en su discurso le pidió a sus funcionarios que fuera en mes y medio-, con el compromiso de que el gobierno adquiriría un predio en el que se puedan establecer de manera definitiva.
A su turno, el mandatario hizo una lista de mea culpa sobre el por qué se llegó a esa situación. “La institucionalidad para los Acuerdos de Paz es mínima, por ahí empieza el desastre porque no hay un Estado para implementarlos y eso se nota (…) Y no hay nada peor que un estado que mienta. La historia de las FARC está marcada, su origen, por un estado que mintió. Quizás esta victoria electoral es el inicio de un Estado que sí diga la verdad y que cumpla con lo que se promete”, dijo Petro, al son de los vítores de la gente.
Y siguió:
“Parte de los problemas que hemos tenido es que el Estado está lleno de tantos decretos que no es posible hacer nada. Si yo les quiero entregar un marrano o darles un casa me toca pasar por toda la burocracia. El Gobierno se tendió su propia trampa con eso y mi compromiso hoy es quitar ese enredo, ese alambre de púas para agilizar los acuerdos (…) La plata está. Necesitamos menos abogados más acción”.
Al final, les hizo una promesa:
“Nos vamos a ver en mes y medio otra vez, pero esa reunión debe ser en la tierra a donde van a llegar y a donde van a cultivar”.
Así terminó. Un empate con sabor a gloria para los firmantes, pero también para Petro.