Las razones de una violencia histórica y prolongada en el Sumapaz
La estigmatización, la violencia política y la lucha por la tierra fueron algunos de los motivos por los que esta localidad de Bogotá vivió con crudeza la guerra. Sin embargo, son problemas aún sin resolver y las víctimas siguen a la espera de reparación.
Sumapaz alberga el sistema de páramos más grande del mundo y a más de 5.600 personas, gran parte de ellas campesinos mayores que vivieron en carne propia la violencia entre liberales y conservadores que se asentó a medidos del siglo XX en está región, conocida como la localidad 20 de Bogotá.
A 31 kilómetros de la urbe, Sumapaz ha sido uno de los epicentros de la guerra colombiana. Primero por la violencia política y luego por la guerra insurgente y contrainsurgente. Desde los años 30 albergó a campesinos que se asentaron en baldíos. Con el incremento de la violencia bipartidista fue recibiendo cada vez a más pobladores, sobre todo liberales que huían de Tolima, Meta y Boyacá. Fueron estas personas, desde el liberalismo o el Partido Comunista, quienes encabezaron la lucha agraria, liderada por Erasmo Valencia y Juan de la Cruz Varela, y crearon el Movimiento Agrario Nacional.
Lea: Un diálogo para la no repetición del conflicto armado en Sumapaz
Así también fueron naciendo los movimientos insurgentes y se instalaron las “repúblicas independientes”, como denunció el dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado en 1961.
Tres años después la denuncia desembocó en operaciones militares que abrieron paso a la defensa de los campesinos y a la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).
“El Sumapaz es importante para nosotros por dos razones: porque fue un territorio donde históricamente se dieron luchas agrarias, fue un pueblo aguerrido por la tierra, y eso nos dio las condiciones para el fortalecimiento y la lucha guerrillera. Y dos, porque parte de nuestro plan era dirigirnos hacia Bogotá, lo que implicaba pasar por este corredor. Además, el páramo fue nuestro refugio”, señala Isabela Sanroque, exintegrante del bloque Jorge Briceño de las Farc. Hoy es miembro del Partido FARC por el Acuerdo de Paz.
Este territorio era un corredor ideal para trasladar tropas, víveres y tener un mayor control territorial, pues conecta a Bogotá con Cundinamarca, Tolima, Huila y Meta. Además, las ex-Farc instalaron allí sus emblemáticos campamentos de La Caucha o Casa Verde, a través de los senderos aún poco conocidos del cañón del río Duda, que conectan esa región con La Uribe, en Meta. Caminos por los que se movieron con tranquilidad comandantes de esa guerrilla, Manuel Marulanda Vélez entre ellos, a pesar de su cercanía con el centro del poder político nacional en Bogotá.
Aunque la guerrilla estuvo tanto tiempo en Sumapaz y la localidad se convirtió en escenario de combates, masacres, ejecuciones extrajudiciales, desplazamientos forzados, entre otros crímenes, poco se habla en Bogotá de su historia de guerra. Incluso, sus habitantes hoy reclaman la ausencia del Estado en la zona. Dicen que solo llegaba a través de las tropas de las Fuerzas Militares.
Lea también: Sumapaz, una víctima no reconocida de la guerra
“Por aquí nunca ha habido un reconocimiento del campesinado”, señala Misael Baquero, integrante del Sindicato de Trabajadores Agrícolas del Sumapaz (Sintrapaz).
“Imagínese si eso sucede en este territorio que es Distrito Capital, cómo será en otros lugares”, agrega. Misael cuenta además, a sus 61 años, que su temor a los aviones puede venir desde antes de nacer, “tal vez por el miedo que me pasó mi mamá desde su vientre cuando los bombardeaban”.
Tras la firma del Acuerdo de Paz con las Farc, en 2016, y la llegada de la Comisión de la Verdad, con la que Misael y otras organizaciones y campesinos de la región ya han tenido cinco encuentros, hay mucho por develar de lo que ha pasado en estas tierras campesinas. Y es que, como insiste este líder, una cosa es lo que sabe la población colombiana por información oficial y los medios, pero otra es lo que ha conocido esta entidad en boca de sus habitantes.
“¿Quiénes se estaban muriendo en la guerra y quiénes se estaban lucrando? ¿Quién ha promovido la violencia acá y quiénes han sido los ganadores? Los perdedores ya se saben que hemos sido los campesinos. Por reclamar nuestros derechos hemos sido estigmatizados y asesinados”, agrega.
Marta Ruiz, comisionada de la Verdad, señala que la estigmatización al campesinado en Sumapaz es una de las fracturas más grandes que ha dejado el conflicto: “En los encuentros que hemos hecho, la gente nos ha dicho que esa estigmatización también viene de los medios, sectores políticos y la Fuerza Pública”. Incluso hoy todavía se observan divisiones entre las mismas veredas porque cargan el peso histórico y político.
El trabajo se ha adelantado con el ahora Partido FARC, con el que la Comisión de la Verdad ha hecho puentes para que hagan un reconocimiento del daño ocasionado a este territorio y cuenten las verdades de miles de crímenes. Entre esos está, por ejemplo, el asesinato de tres ediles del Sumapaz a finales de 2000.
Para contarle al país algunas de las conclusiones e iniciativas que nacieron de los encuentros entre los habitantes, funcionarios y excombatientes, la Comisión llevará a cabo el próximo jueves 10 de diciembre, de 10:00 a.m. a 12:00 m., un diálogo de manera virtual por las redes y la página de Colombia 2020 de El Espectador y de la Comisión de la Verdad.
El panel estará conformado por Rocío Londoño, doctora en historia y especialista en el Sumapaz; Emilio Archila, consejero presidencial para la Estabilización y Consolidación; Misael Baquero, integrante de Sintrapaz; Jairo Hortúa, alcalde de Fusagasugá; Vladimir Rodríguez, alto consejero para los Derechos de las Víctimas, la Paz y la Reconciliación; Isabela Sanroque, integrante del Partido FARC; María Fernanda Guarín, defensora de derechos humanos de Fusagasugá, y Raúl Rosende, jefe de Verificación de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia.
Este y los demás encuentros, según la Comisión de la Verdad, se han realizado no solo para construir un diálogo alrededor de las condiciones que le dieron paso al conflicto y los factores que lo han sostenido en el tiempo, sino también identificar propuestas desde las organizaciones y gobernantes que fortalezcan la democracia y garanticen la tranquilidad en el Sumapaz.
Sumapaz alberga el sistema de páramos más grande del mundo y a más de 5.600 personas, gran parte de ellas campesinos mayores que vivieron en carne propia la violencia entre liberales y conservadores que se asentó a medidos del siglo XX en está región, conocida como la localidad 20 de Bogotá.
A 31 kilómetros de la urbe, Sumapaz ha sido uno de los epicentros de la guerra colombiana. Primero por la violencia política y luego por la guerra insurgente y contrainsurgente. Desde los años 30 albergó a campesinos que se asentaron en baldíos. Con el incremento de la violencia bipartidista fue recibiendo cada vez a más pobladores, sobre todo liberales que huían de Tolima, Meta y Boyacá. Fueron estas personas, desde el liberalismo o el Partido Comunista, quienes encabezaron la lucha agraria, liderada por Erasmo Valencia y Juan de la Cruz Varela, y crearon el Movimiento Agrario Nacional.
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Así también fueron naciendo los movimientos insurgentes y se instalaron las “repúblicas independientes”, como denunció el dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado en 1961.
Tres años después la denuncia desembocó en operaciones militares que abrieron paso a la defensa de los campesinos y a la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).
“El Sumapaz es importante para nosotros por dos razones: porque fue un territorio donde históricamente se dieron luchas agrarias, fue un pueblo aguerrido por la tierra, y eso nos dio las condiciones para el fortalecimiento y la lucha guerrillera. Y dos, porque parte de nuestro plan era dirigirnos hacia Bogotá, lo que implicaba pasar por este corredor. Además, el páramo fue nuestro refugio”, señala Isabela Sanroque, exintegrante del bloque Jorge Briceño de las Farc. Hoy es miembro del Partido FARC por el Acuerdo de Paz.
Este territorio era un corredor ideal para trasladar tropas, víveres y tener un mayor control territorial, pues conecta a Bogotá con Cundinamarca, Tolima, Huila y Meta. Además, las ex-Farc instalaron allí sus emblemáticos campamentos de La Caucha o Casa Verde, a través de los senderos aún poco conocidos del cañón del río Duda, que conectan esa región con La Uribe, en Meta. Caminos por los que se movieron con tranquilidad comandantes de esa guerrilla, Manuel Marulanda Vélez entre ellos, a pesar de su cercanía con el centro del poder político nacional en Bogotá.
Aunque la guerrilla estuvo tanto tiempo en Sumapaz y la localidad se convirtió en escenario de combates, masacres, ejecuciones extrajudiciales, desplazamientos forzados, entre otros crímenes, poco se habla en Bogotá de su historia de guerra. Incluso, sus habitantes hoy reclaman la ausencia del Estado en la zona. Dicen que solo llegaba a través de las tropas de las Fuerzas Militares.
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“Por aquí nunca ha habido un reconocimiento del campesinado”, señala Misael Baquero, integrante del Sindicato de Trabajadores Agrícolas del Sumapaz (Sintrapaz).
“Imagínese si eso sucede en este territorio que es Distrito Capital, cómo será en otros lugares”, agrega. Misael cuenta además, a sus 61 años, que su temor a los aviones puede venir desde antes de nacer, “tal vez por el miedo que me pasó mi mamá desde su vientre cuando los bombardeaban”.
Tras la firma del Acuerdo de Paz con las Farc, en 2016, y la llegada de la Comisión de la Verdad, con la que Misael y otras organizaciones y campesinos de la región ya han tenido cinco encuentros, hay mucho por develar de lo que ha pasado en estas tierras campesinas. Y es que, como insiste este líder, una cosa es lo que sabe la población colombiana por información oficial y los medios, pero otra es lo que ha conocido esta entidad en boca de sus habitantes.
“¿Quiénes se estaban muriendo en la guerra y quiénes se estaban lucrando? ¿Quién ha promovido la violencia acá y quiénes han sido los ganadores? Los perdedores ya se saben que hemos sido los campesinos. Por reclamar nuestros derechos hemos sido estigmatizados y asesinados”, agrega.
Marta Ruiz, comisionada de la Verdad, señala que la estigmatización al campesinado en Sumapaz es una de las fracturas más grandes que ha dejado el conflicto: “En los encuentros que hemos hecho, la gente nos ha dicho que esa estigmatización también viene de los medios, sectores políticos y la Fuerza Pública”. Incluso hoy todavía se observan divisiones entre las mismas veredas porque cargan el peso histórico y político.
El trabajo se ha adelantado con el ahora Partido FARC, con el que la Comisión de la Verdad ha hecho puentes para que hagan un reconocimiento del daño ocasionado a este territorio y cuenten las verdades de miles de crímenes. Entre esos está, por ejemplo, el asesinato de tres ediles del Sumapaz a finales de 2000.
Para contarle al país algunas de las conclusiones e iniciativas que nacieron de los encuentros entre los habitantes, funcionarios y excombatientes, la Comisión llevará a cabo el próximo jueves 10 de diciembre, de 10:00 a.m. a 12:00 m., un diálogo de manera virtual por las redes y la página de Colombia 2020 de El Espectador y de la Comisión de la Verdad.
El panel estará conformado por Rocío Londoño, doctora en historia y especialista en el Sumapaz; Emilio Archila, consejero presidencial para la Estabilización y Consolidación; Misael Baquero, integrante de Sintrapaz; Jairo Hortúa, alcalde de Fusagasugá; Vladimir Rodríguez, alto consejero para los Derechos de las Víctimas, la Paz y la Reconciliación; Isabela Sanroque, integrante del Partido FARC; María Fernanda Guarín, defensora de derechos humanos de Fusagasugá, y Raúl Rosende, jefe de Verificación de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia.
Este y los demás encuentros, según la Comisión de la Verdad, se han realizado no solo para construir un diálogo alrededor de las condiciones que le dieron paso al conflicto y los factores que lo han sostenido en el tiempo, sino también identificar propuestas desde las organizaciones y gobernantes que fortalezcan la democracia y garanticen la tranquilidad en el Sumapaz.