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El proceso de paz entre el gobierno de Gustavo Petro y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) atraviesa su momento más complejo en 21 meses de negociación. Luego de casi 90 días sin reuniones y una comunicación cada vez más fracturada, esta semana quedó demostrado que —pese a los avances y acuerdos históricos que se han logrado— ambas partes tienen reparos de fondo y la disposición de ceder, especialmente del ELN, es escasa.
El Gobierno dejó el balón en terreno de la guerrilla y le exigió que aclare si tiene o no voluntad de continuar en los diálogos. El ELN señaló al Ejecutivo de incumplir acuerdos y rechazó la propuesta confidencial que el jefe de Estado le hizo para descongelar la negociación: poner en discusión una reforma económica con el empresariado y los movimientos sociales.
Al final, lo que queda en el aire es que el proceso entró en un punto muerto en el que las partes se culpan mutuamente, una “guerra de pronunciamientos” que no permite avanzar. Mientras tanto, tras dos semanas del fin del cese al fuego bilateral, en los territorios la población civil soporta la guerra de los fusiles, que ya deja serias afectaciones en departamentos como Chocó, donde el ELN declaró un paro armado que confinó a 50.000 pobladores y dejó a varias personas muertas (incluidos dos bebés y una mujer embarazada) ante la imposibilidad de movilizarse por ríos y carreteras, sin mencionar los combates que se han intensificado con el Clan del Golfo.
A pesar de la crisis, tanto la guerrilla como el Gobierno han dejado en claro que no planean romper los diálogos y mantienen su voluntad de llegar a una salida negociada al conflicto.
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Lo que queda es encontrar un camino para sentarse a hablar nuevamente. Eso, que ya parece difícil, es apenas un primer paso, porque lo que viene será una discusión amplia sobre varios puntos: la extensión del cese al fuego, la solicitud de retiro del ELN de la lista de Grupos Armados Organizados (GAO) -principal exigencia en este momento-, los compromisos frente a la suspensión del secuestro, la continuidad del diálogo con el frente Comuneros del Sur (que se separó de la guerrilla y empezó una negociación por aparte, el cumplimiento de lo ya acordado, la hoja de ruta para seguir dialogando, entre otros temas espinosos.
Tres elementos para entender la crisis
El investigador Gerson Arias, de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), plantea que el congelamiento de la mesa de diálogos se debe, de fondo, a tres causas. “La primera es la estructura de este proceso, consignada en el Acuerdo de México, que no presenta una ruta realista sobre el fin del conflicto con esta guerrilla, tanto en tiempos como en temas. Lo segundo es que la mesa adoptó la metodología de acuerdos parciales, que se anunciaron como avances, pero hasta el momento algunos de ellos no han sido cumplidos por el Gobierno, convirtiéndose en una justificación para no avanzar por parte del ELN”, explica Arias.
El investigador agrega un punto: que con la apertura de conversaciones con el frente Comuneros del Sur en Nariño, el Gobierno “puso en entredicho el criterio de ‘unidad’, que molesta al ELN, y es entendido por ellos como un incumplimiento a las reglas de juego de la mesa”.
En efecto, lo que se ha visto en las comunicaciones del ELN es un reiterado llamado a que el Gobierno cumpla sus compromiso y no genere rupturas internas, como la que ocurrió con Comuneros, que en mayo se separó de la guerrilla. No obstante, cuando se evidenció que el Gobierno no reversaría el proceso independiente que empezó con ese frente, la guerrilla empezó a posicionar otra exigencia como caballo de batalla: que se le levante la clasificación de GAO. Esta es una petición difícil de cumplir, en tanto determina la fuerza letal que pueden usar las autoridades contra el grupo armado, incluidas operaciones especiales o bombardeos.
Hay salidas, pero se necesitan claridades y voluntad
El segundo punto mencionado por Arias (el cumplimiento de los acuerdos) es un tema clave si se analiza a la luz de la historia de las negociaciones del ELN.
“Hay algo que para el ELN siempre ha sido muy importante, y es la formalidad. La delegación debe informar si en algún momento se comprometió a sacar al ELN de la lista de GAO, si eso está en algún acuerdo o documento firmado, porque se trata de un grupo que siempre ha priorizado los aspectos procedimentales de las conversaciones. En este punto de los GAO, la distinción fue una pelea desde el inicio de la paz total, porque los elenos plantearon que no los podrían meter en el mismo paquete de los grupos delincuenciales”, explica el profesor de la Universidad Nacional Alejo Vargas, uno de los académicos que han seguido más de cerca la evolución del ELN y sus negociaciones de paz, e incluso ha participado en varias de ellas durante los últimos 30 años.
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Ahora, si bien es necesario aclarar si se trata o no de un compromiso adquirido por la delegación de paz de Petro que quedó en veremos, si fue un error o hay alguna inconsistencia, del lado de la guerrilla también se espera una actitud de concertación para que este tema no sea un nuevo palo en la rueda.
“El ELN puede ubicarse rígidamente en la postura de que deben sacarlo de la lista GAO, pero esa no es una condición necesaria para continuar la negociación. Además, hacerlo tiene unas implicaciones y va más allá de un acuerdo entre delegaciones, porque toca la política de seguridad y defensa, y en esto influyen el Ministerio de Defensa y las Fuerzas Militares. Una postura clásica del ELN es pararse en un punto a decir que tiene voluntad y su contraparte no cede, y eso hay que evaluarlo”, dice Tatiana Prada, investigadora de la FIP.
En todo caso, con una fisura tan honda entre las partes, lo primero que se necesita es facilitar un canal para destrabar el diálogo. Se trata de una tarea que han tratado de llevar a cabo la Iglesia católica y la Misión de Verificación de la ONU, como acompañantes del proceso, pero que para algunos observadores no ha dado suficientes frutos por las restricciones que implica tener un lugar en la mesa.
En ese sentido, el profesor Vargas plantea que valdría la pena retomar la experiencia de la Comisión Facilitadora creada en la década de 1990, por él y el periodista Jaime Garzón, entre otros. “Cuando se presentaban estas circunstancias, se buscaba a un tercero que no tuviera relación con la mesa y pudiera hablar con las partes de manera privada, para tratar el tema con bajo perfil y facilitar el hallazgo de fórmulas para resolver la crisis. Ese rol podría funcionar. Ya hemos visto que estar en una guerra de comunicados no funciona”.
¿La guerrilla ya está pensando en 2026?
Al margen de si el proceso logra salir de la crisis, una claridad clave para que las negociaciones puedan continuar es saber cuál es la visión del ELN frente a la paz, pues luego de su sexto congreso (la máxima instancia de decisión de la guerrilla) quedó claro que no se ve como un tema en el corto plazo. Y aunque varios analistas han planteado que sería más sencillo llegar a un acuerdo de paz con un gobierno progresista como el de Petro, esta es una guerrilla curtida en negociaciones, que se sentaría con su sucesor (en el pasado lo hizo con Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, entre otros presidentes).
Así lo plantea Luis Fernando Trejos, profesor de la Universidad del Norte: “Una hipótesis es que el ELN pone en duda la capacidad de cumplimiento del gobierno Petro ante su pérdida de capital político, y en ese sentido la guerrilla sabe que ya avanzó bastante en la mesa, ya tiene 28 acuerdos suscritos, una agenda de diálogo clara y las bases de su convención nacional (sexto congreso). Podría guardar esos acumulados y esperar al resultado electoral de 2026 para reanudar su negociación con el nuevo presidente, ya no desde ceros, sino aprovechando lo que se avanzó durante la actual administración”.
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El llamado a dar claridad fue la exigencia central que la jefa negociadora del Ejecutivo, Vera Grabe, le planteó al grupo en un pronunciamiento esta semana: “Nosotros nos preguntamos por qué esa actitud de mantener congelados los diálogos, cuando acá hay toda la disposición de resolver las situaciones. El ELN es quien tiene que decirle al país qué va a hacer”.
Con tantos frentes por resolver, las expectativas están puestas en la respuesta del grupo guerrillero al reciente llamado del Gobierno para retomar el diálogo. Lo que está claro es que ya no se puede hablar de tropiezos ni tensiones: las partes tienen en sus manos la salida a la mayor de sus crisis y la continuidad de un proceso que, pese a los altibajos, es la esperanza de miles de colombianos para cerrar un conflicto con la guerrilla más vieja del continente.
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