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Antes de las tres de la tarde del pasado sábado 17 de septiembre, Leonor Zalabata Torres, con su mochila terciada al hombro, abordó un avión desde Bogotá con destino a Nueva York. Al día siguiente fue la primera persona en recibir en esa ciudad al presidente Gustavo Petro, que arribaba previo al inicio de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Por la noche, los dos fueron a la comunidad de Queens, donde el presidente se dirigió brevemente a decenas de colombianos que lo esperaban y, tras su intervención, varios de los asistentes se amontonaron para escuchar de Leonor Zalabata una palabra, un saludo. Querían conocer a la primera mujer indígena que representará oficialmente al país ante la ONU.
Días antes de partir, Zalabata conversó con Colombia+20 desde su casa en Valledupar, con su biblioteca a la espalda, donde reposan las fotografías de un par de hijos suyos graduándose de la Universidad Nacional y una foto con el fallecido escritor uruguayo Eduardo Galeano. En los últimos meses, la lideresa arhuaca alternó sus días entre esa casa y la que tiene en Nabusimake, arriba en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde nació.
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No es la primera vez que Zalabata viaja a Nueva York. De hecho, tampoco es nueva para ella la instancia de las Naciones Unidas. La lideresa ya había sido parte de distintos grupos de trabajo y sesiones del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la ONU y participado de asuntos relativos a la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas. También ha participado de escenarios ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). A nivel nacional, ha formado parte de instancias de interlocución con el Gobierno en materia de derechos humanos, principalmente en representación del pueblo arhuaco de la Sierra, y su lucha le valió en 2019 el Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos Antonio Nariño.
Por ese alto perfil político la habrá nombrado el presidente Petro, cree ella, y también honrando la multiculturalidad y plurietnicidad del país que quedaron plasmadas en la Constitución Política de 1991, de la cual ella es férrea defensora. De hecho, ella participó de su elaboración, al pie del líder Lorenzo Muelas, uno de los dos constituyentes indígenas en la Asamblea Nacional. Por eso mismo reclama con firmeza que aun 30 años después de la promulgación de esa carta política “no hay un desarrollo legal de los derechos de los pueblos indígenas y nosotros todavía vivimos tutelados por las sentencias de la Corte Constitucional que nos han protegido”.
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Desde apoyar la elaboración de la Constitución Política hasta llegar ahora a ser la embajadora de Colombia ante la ONU, Zalabata ha caminado siempre de la mano de los mamos de la Sierra que la han orientado política e ideológicamente desde su primer día hasta hoy. Y ha ocupado esos cargos con la convicción de que su comunidad también debe estar “en las esferas donde se toman las decisiones para el país”, como era la promesa de esa Carta Política del 91. “Esa forma distinta de ser, de pensar, se puede relacionar perfectamente con un sistema que, aunque no sea el de nosotros, somos parte de esa organización político-administrativa de Colombia y puede haber un relacionamiento entre la sociedad nacional y los pueblos indígenas, que somos diferentes”.
A la ONU llega con una apuesta clara: impulsar y consolidar un frente de apoyo a la implementación del Acuerdo de Paz. Considera que esa es también una prioridad para esa alta instancia, como lo demuestra el hecho de que trimestralmente el Consejo de Seguridad reciba de su Misión de Verificación un informe al respecto. Sin embargo, hay puntos rojos que no pueden seguir presentándose, dice: que a los excombatientes y a sus familiares los estén asesinando. “Es muy importante encontrar dónde están las debilidades, dónde está el vacío; yo quiero ser fiel a esa necesidad de Colombia de encontrar la paz”.
Esa aspiración va de la mano con una de sus mayores preocupaciones: que se ejecuten acciones para alcanzar la paz y estas sean fallidas. Piensa, por ejemplo, en la brutal arremetida de la que en los últimos meses ha sido víctima el pueblo indígena awá, en Nariño, cuyos comuneros han caído asesinados en masacres; o los asesinatos a líderes indígenas en el norte del Cauca, o los desplazamientos masivos a emberas del Chocó, que caminan por el país con su vida a cuestas. También le dedica un comentario al lío de tierras entre pueblos indígenas y comunidades afro y campesinas en el Cauca: “Considero que en este momento se necesita más diálogo que acciones de hecho”.
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Y ese diálogo, reafirma, lo dará en español. No habla inglés, como se lo respondió a una periodista radial que se lo preguntó recién designada como embajadora ante la ONU. Para Zalabata, ese episodio no pasa de anécdota y no lo sintió como discriminación. “Yo lo que pensé es que ella ignora que en las Naciones Unidas hay seis lenguas oficiales y una de esas es el español. Yo no he visto en la ONU a una persona cuya lengua sea el inglés que hable en español o en francés, entonces ¿por qué los colombianos tenemos que recurrir a otra lengua? Aunque supiera hablar inglés, francés o ruso, yo hablaría siempre mi español y, si me entendieran, en Ika”. “El trabajo y la vida de las mujeres indígenas deben entenderse desde una perspectiva que contemple las diferencias y particularidades culturales de cada pueblo. Somos autónomas y somos quienes debemos decidir sobre nuestro destino y el de sus pueblos”, dice cuando se le pregunta por su representación.
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En el aeropuerto El Dorado de Bogotá dejó a su familia. Su esposo, sus cinco hijos y sus nietos. “Esta designación no es para que viva una familia en Nueva York. Voy a cumplir una misión de trabajo y a representar a los pueblos indígenas y, por supuesto, al país”. Pero otra cosa es olvidarse de Jwerwa, la comunidad arhuaca donde nació: “No tendría sentido uno irse a cumplir una misión botando las raíces que le corresponden”.
*Este artículo es parte del proyecto de International Media Support (IMS) “Implementando la Resolución 1325 a través de los medios”, en asocio con la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz y el apoyo de la Agencia Noruega para la Cooperación al Desarrollo.