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Erlendy Cuero Bravo, subdirectora de la Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes) carga con un dolor que es compartido por miles de madres, hermanas, hijas y abuelas que han perdido a sus seres queridos en la guerra. Sus penas inconsolables no fueron motivo para no perdonar, seguir adelante y sacar con fuerza a su comunidad.
“Me han amenazado por ser lideresa, asesinaron a mi hermano y mis sobrinos están en el exilio. Nos conformamos con llorar porque se fue. Tal vez eso no hubiera sucedido si no viviéramos en un país que no ha atendido las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, o si le pusiéramos más cuidado al capítulo étnico del Acuerdo de Paz. Colombia es tan hermoso, pero nos sigue enlutando la persecución. Seremos potencia mundial de vida solo cuando nos comprometamos con la gente; cuando veamos que los líderes y las lideresas no somos el coco”, dice.
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Con llamados como el de ella y la petición constante para que a los liderazgos sociales se les defienda y deje de estigmatizar, fue relanzada la campaña “Lidera la Vida”, una unión interinstitucional para salvaguardar y hacer más visible el rol de las personas que en los territorios dejan todo para poner por encima de cualquier cosa la visibilidad de su gente.
La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) hace parte de esta campaña y a través de Erumis Ureña, su subdirector en Colombia, resaltó lo esencial que es en este momento del país hablar sobre el cuidado de aquellos que ejercen liderazgo social.
“No podemos dejarlos solos. Los líderes en su lucha por la paz demuestran que están en la capacidad de reconciliarnos a todos. Su trabajo es fundamental porque va más allá de los límites geográficos y su solidaridad no conoce fronteras”, dice Ureña.
Hay desespero, preocupación y no es para menos. De acuerdo con el Sistema de Alertas de la Defensoría del Pueblo, en el primer semestre de 2023 fueron asesinados 92 líderes y lideresas sociales. Tan solo en abril y junio se perpetraron 38 de estos hechos y con esto hay una muestra innegable de que la violencia se resiste a abandonar a las regiones.
Naciones Unidas reconoció esto y con la voz de Mireille Girard, representante en Colombia de la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) insistió en que las acciones urgentes en favor de estas personas no dan más espera.
“Tenemos preocupación por tantas amenazas. Son evidentes las limitaciones a los derechos de estas personas y hay que trabajar en la incidencia con el Estado para que las y los líderes se puedan proteger y también prevenir la violencia. Estas situaciones de riesgo no son aceptables y deben cambiar”, acota Girard.
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Este llamado fue similar al de Carlos de la Torre, representante de la ONU DD. HH. El alto funcionario invitó a la sociedad civil a sentir estos flagelos como propios y a las autoridades a actuar con celeridad. “Ya es hora que sean transformadoras las acciones para cambiar las realidades locales. Los líderes sociales son agentes de cambio, generan diálogos sostenidos en el tiempo y ya están de más los factores de riesgo en su contra”, agrega.
De hecho, la oficina a la que de la Torre representa ha tenido la labor, entre otras cosas, de registrar las afectaciones a líderes y lideresas de grupos étnicos y minoritarios. Siguiendo cifras de la ONU DD. HH. en el último año han sido asesinadas 16 personas que lideran Juntas de Acción Comunal, seis líderes indígenas, tres campesinos y seis más que ejercen algún tipo de actividad política de nivel local.
Reconstruir la confianza
¿Cómo seguir creyendo en que nos van a cuidar si nos siguen matando como siempre? El líder social y activista LGBT, Wilder Quiñones, se pregunta esto y cree que es momento de convertir las palabras, promesas y documentos en acciones certeras.
El tumaqueño dice sin sonrojarse que es hora de devolverle la esperanza a las juventudes que ligan al liderazgo social con la muerte o con un peligro inminente que puede llegar a acabar con todos los sueños.
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“De donde vengo ser marica es un pecado. Hemos agarrado fuerza y seguimos en pie… estamos formados de madera para afrontar los retos en el territorio y no nos van a intimidar más con sus amenazas. Es impresionante la cantidad de muertos, pero no nos podemos quedar ya en eso, sino que tenemos que revisar cómo están las rutas de atención para que nuestro cuidado funcione. Es increíble cómo las rutas que existen se activan cuando el líder está muerto y enterrado”, denuncia.
Por su parte, Juana Alicia Ruiz -representante de las Tejedoras de Mampuján- cree que se deben tender lazos para que la fuerza colectiva sea más fuerte que la voluntad de los violentos. Y para ella, este deber comienza con el papel protagónico de las mujeres en la realidad territorial.
“En medio de la misoginia hemos llegado a ser doctoras y a transformar nuestra realidad. Hemos cuidado, pero también necesitamos que nos protejan en ambientes hostiles. Confiamos en un mejor mañana”, dice.
El defensor del Pueblo, Carlos Camargo, estuvo también en el relanzamiento de “Lidera la Vida” y revalidó la angustia de los líderes y las lideresas que temen por su vida. Para el funcionario es indispensable escuchar y unir lazos desde las comunidades para que estos casos de horror no sucedan más.
“Es una vergüenza cuando vemos cifras tan escalofriantes en el ejercicio libre de los liderazgos sociales en el territorio nacional. Los homicidios de este año contra ellos se han concentrado en 26 departamentos y vemos cómo entre liderazgos comunitarios, indígenas y comunales se llevan el 63% de estas matanzas. Hay una vulneración a la vida con empadronamientos, carnetizaciones a muchas personas. Por eso tenemos que confiar, unirnos y dejar la narrativa a un lado para ir manos a la obra”, insiste.
La esperanza sigue, pero las comunidades y los liderazgos sociales necesitan acciones concretas para retomar la confianza en las instituciones. Un grito colectivo está en el deseo de no tener que buscar siempre a las autoridades, sino que haya una voluntad mutua de encontrarse, fijar consensos y trabajar todos los días para que la defensa de los territorios no cueste la vida.
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Martha Cecilia Valencia, lideresa social en Miranda (Cauca) anhela con eso pronto. Se cansó de ser perseguida, señalada y amenazada por querer darle dignidad a su pueblo. En la resistencia ha encontrado todas las respuestas a un mar de dudas que los violentos han querido dejar en su vida. Cree en la unión, no desfallece y está convencida de que en el país ya no se puede conformar con vivir bajo zozobra.
“No es un secreto que vemos el cumplimiento de muchas promesas solo puestas en un papel. Hay muchos que aún no se quieren poner en la tarea de saber bien lo que pasa en nuestras comunidades, pero acá seguimos. Hay muchos más que nos quieren ver bien y con ellos nos quedamos”, concluye.