Los proyectos de las mujeres farianas para una vida sin armas
Un taller de confecciones en La Guajira, una panadería en el Meta y dos proyectos de artesanías y muñecas de trapo en Cauca son algunas de las iniciativas que, a pesar de las dificultades en materia de enfoque de género que ha tenido la reincorporación de las Farc, son lideradas por mujeres excombatientes que dieron el paso a la legalidad.
Sebastián Forero Rueda / @Sebasforeror
Fariana Confecciones
Fueron casi veinte años los que Janeidis Martínez anduvo por los caminos de la Serranía del Perijá, en los departamentos de Cesar y La Guajira, con las filas de las Farc. Desde que tenía 14 años ingresó a la guerrilla y no volvió a salir hasta que el proceso de paz de La Habana le abrió las puertas a la reincorporación.Martínez se unió a la insurgencia siguiendo el camino de dos de sus hermanos y porque se negaba a tener que trabajar en casas de familia para poder estudiar. “No quería ser esclava de nadie”, recuerda hoy, dos décadas después. En sus años de militancia, cuenta, nunca se le pasó por la cabeza desertar y pasó sus años entre los frentes 19 y 59, del Bloque Caribe de esa guerrilla.
Lea: “No dejamos el fusil para dedicarnos al hogar”: mujeres excombatientes
Esos años en las filas insurgentes le darían, sin saberlo, la herramienta que años después se convertiría en su proyecto de vida, una vez dejara el fusil. Era el año 2012 cuando a Martínez la enviaron como aprendiz a un taller de confección clandestino, donde Diosenel Criado cosía los uniformes de la guerra para los frentes 19, 41 y 59. Martínez pasó más de cinco años elaborando las prendas de la guerrilla junto a otras mujeres que fueron enviadas allí con el mismo propósito.
Por eso, una vez dejadas las armas, para Janeidis Martínez, Diosenel Criado —quien ahora es su compañero de vida— y otras de las mujeres que llegaron al espacio de reincorporación de Pondores, en el municipio de Fonseca (La Guajira), la iniciativa productiva a emprender era clara: un taller de confección que, lejos de elaborar prendas para el combate, fuera la cuna de uniformes, sudaderas y suéteres que pudieran venderles a las comunidades aledañas y convertir en su sustento económico. Fariana Confecciones bautizaron el taller que hoy es el proyecto de vida de nueve mujeres y un hombre (Diosenel).
En su proceso, estas excombatientes contaron con una capacitación del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), que tiene un taller itinerante para enseñar habilidades de confección y puso a disposición de esta iniciativa varias máquinas de coser durante ocho meses. La incertidumbre que se posó sobre las excombatientes al saber que el SENA debía retirar las máquinas fue disipada cuando recibieron la noticia de que la Misión de Verificación de Naciones Unidas había seleccionado este proyecto como uno de impacto rápido, por lo cual, con recursos de cooperación internacional (US$18.000), llegaron máquinas que ahora son propias de Fariana Confecciones.
Además de elaborarles los uniformes a sus compañeros que participan en los otros proyectos de este Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR), como el de ecoturismo o el de la granja integral, gracias a su presencia en ruedas de negocios, el taller ha conseguido contratos para dotación de varias empresas de la zona. Para Fundalianza, por ejemplo, Fariana Confecciones elaboró cerca de 300 gorras bordadas.
Lea también: Mujer insurgente, más allá del fusil
Nueve mujeres y un hombre conforman Fariana Confecciones, en el espacio de reincorporación de Pondores, en La Guajira.
Sin embargo, Luz Enélida Galmes, excombatiente que hace parte del proyecto, señala una de las dificultades que ha enfrentado durante el proceso y que es uno de los principales reclamos que ya han elevado las mujeres farianas en distintos espacios de reincorporación. Como no existen espacios habilitados para el cuidado de sus hijos, le preocupa que su participación en el proyecto pueda verse afectada por tener que estar a cargo de las labores propias del hogar. De hecho, según cuenta, varias de sus compañeras que han tenido hijos se han ido retirando del proyecto. Hoy son cerca de cuarenta niños, hijos de excombatientes, los que residen en este ETCR.
No son pocas las dificultades que enfrenta Fariana Confecciones para seguir adelante con la comercialización de sus productos. “Por ahora las empresas están conociéndonos, viendo cómo es que trabajamos. Poco a poco vamos sumando contratos”, dice Criado. Sin embargo, Janeidis Martínez sentencia: “Lo que uno empieza no lo puede dejar botado”.
Amasando sueños
El único espacio de reincorporación de los excombatientes de las Farc que fue bautizado en honor a una mujer guerrillera es el de Mesetas (Meta). Así, mientras otros llevan el nombre de Simón Trinidad, Dagoberto Ortiz o Amaury Rodríguez, a este le pusieron Mariana Páez, inmortalizando a quien fue conocida como ideóloga de esa guerrilla y murió en combate hace una década, en marzo de 2009.No es casual que este ETCR sea el único que lleve el nombre de una mujer. Es cuna, además, de uno de los pocos proyectos productivos que han sido liderados en su totalidad por mujeres farianas. Un hecho no menor, teniendo en cuenta lo especialmente difícil que ha sido el proceso de reincorporación para las mujeres, según señalan tanto las excombatientes como los informes que le hacen seguimiento a lo pactado en La Habana.
Le puede interesar: El fin de los espacios de reincorporación, ¿cuál será el futuro de los excombatientes?
Amasando Sueños fue como bautizaron la iniciativa, que nació en medio de las conversaciones en la comisión de género de este espacio de reincorporación. “Desde allí se discutía el papel fundamental que desempeña la mujer en la sociedad y se empezó a pensar en un proyecto para las mujeres cabeza de hogar”, cuenta Yolima García, excombatiente de las Farc que hoy lidera esta iniciativa.
El proyecto apuntó a consolidar una panadería que atendiera la demanda de la población del ETCR y de las comunidades aledañas, lo que equivale a unas 500 personas. Hoy Amasando Sueños está compuesto por nueve mujeres farianas y dos hombres, quienes trabajan a demanda.
La panadería no es la única línea de acción que se pensó en este proyecto. Como una forma de garantizar que las mujeres pudieran dedicarse de lleno a la panadería, se crearía también una guardería para los hijos de estas excombatientes y quienes se dedicaran a cuidarlos recibirían una remuneración por ello.
Sin embargo, mientras la panadería está ya en funcionamiento, han tenido dificultades para poner en ejecución la guardería. En este momento, dice García, están buscando que el ICBF capacite a las mujeres para el cuidado de los menores, porque plantean, además, iniciar un nuevo modelo de educación transformadora y que la guardería se convierta en cuna de ello, en parte para suplir las dificultades en educación de cero a cinco años que existen en la zona. Según cuenta García, la Uniminuto está interesada en apoyar este proyecto.
Yolima García, quien reivindica su nombre de guerra ahora que ha dejado las armas, pues no quiere desconocer 13 años de militancia en las filas de las Farc, dice que el principal reto a corto plazo es consolidar la comercialización de sus productos. Para ello están buscando un vehículo que les permita transportarlos y extenderse a más comunidades. La meta es entrar a Mesetas a competir con el yogurt y la mantecada, sus productos bandera.
Le recomendamos: Cambios en el modelo de salud para excombatientes de Farc
Muñecas de trapo y artesanías para la paz en Cauca
Las viejas prendas que una vez portaron los guerrilleros de las Farc durante la guerra hoy visten a las “muñecas combatientes de la vida”, nacidas en el espacio de reincorporación de Monterredondo, en Miranda (Cauca). Pedazos de viejos uniformes hoy sirven de gorros, faldas y hasta de pelo para estas muñecas de trapo.El proyecto surgió en medio de un vínculo que desdibujó la frontera entre miembros de la comunidad y excombatientes de las Farc, que es en últimas a lo que apunta el proceso de reincorporación. Lideresas sociales de la región se unieron con mujeres exguerrilleras y erigieron esta iniciativa de la que hoy hacen parte 14 personas, entre ellas ocho mujeres excombatientes de las Farc.
Siendo nativo del norte del Cauca, el proyecto pretende darles representación a las distintas comunidades que habitan este territorio, que en tiempos de guerra fue retaguardia del frente sexto de las Farc. La comunidad afro, indígena, campesina y excombatiente se ve representada en las cuatro variedades de muñecas producidas en el ETCR. Actualmente, además de comercializarse en el espacio de reincorporación, las muñecas se venden por $50.000 en las sedes del partido FARC en Popayán y en Cali.
En esa misma zona, en el municipio de Caldono, alrededor de un centenar de mujeres (al menos treinta de ellas, excombatientes de las Farc) cosen, hilan y cortan tela que luego convierten en mochilas, hamacas, ruanas y manillas que reflejan la cultura y cosmovisión nasa, uno de los pueblos indígenas más grandes del Cauca. Hilando la Paz bautizaron este proyecto nacido en el ETCR Los Monos.
Desde octubre de 2018 el proyectó está en ejecución con apoyo de la Misión de Verificación de Naciones Unidas, que dotó la iniciativa con máquinas de coser y materiales para costura. Los productos se comercializan no solo en el ETCR, sino en ferias de artesanías. Además de contar con un claro enfoque de género, la iniciativa tiene enfoque étnico, pues gran parte de las mujeres involucradas en Hilando la Paz son indígenas nasas.
Fariana Confecciones
Fueron casi veinte años los que Janeidis Martínez anduvo por los caminos de la Serranía del Perijá, en los departamentos de Cesar y La Guajira, con las filas de las Farc. Desde que tenía 14 años ingresó a la guerrilla y no volvió a salir hasta que el proceso de paz de La Habana le abrió las puertas a la reincorporación.Martínez se unió a la insurgencia siguiendo el camino de dos de sus hermanos y porque se negaba a tener que trabajar en casas de familia para poder estudiar. “No quería ser esclava de nadie”, recuerda hoy, dos décadas después. En sus años de militancia, cuenta, nunca se le pasó por la cabeza desertar y pasó sus años entre los frentes 19 y 59, del Bloque Caribe de esa guerrilla.
Lea: “No dejamos el fusil para dedicarnos al hogar”: mujeres excombatientes
Esos años en las filas insurgentes le darían, sin saberlo, la herramienta que años después se convertiría en su proyecto de vida, una vez dejara el fusil. Era el año 2012 cuando a Martínez la enviaron como aprendiz a un taller de confección clandestino, donde Diosenel Criado cosía los uniformes de la guerra para los frentes 19, 41 y 59. Martínez pasó más de cinco años elaborando las prendas de la guerrilla junto a otras mujeres que fueron enviadas allí con el mismo propósito.
Por eso, una vez dejadas las armas, para Janeidis Martínez, Diosenel Criado —quien ahora es su compañero de vida— y otras de las mujeres que llegaron al espacio de reincorporación de Pondores, en el municipio de Fonseca (La Guajira), la iniciativa productiva a emprender era clara: un taller de confección que, lejos de elaborar prendas para el combate, fuera la cuna de uniformes, sudaderas y suéteres que pudieran venderles a las comunidades aledañas y convertir en su sustento económico. Fariana Confecciones bautizaron el taller que hoy es el proyecto de vida de nueve mujeres y un hombre (Diosenel).
En su proceso, estas excombatientes contaron con una capacitación del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), que tiene un taller itinerante para enseñar habilidades de confección y puso a disposición de esta iniciativa varias máquinas de coser durante ocho meses. La incertidumbre que se posó sobre las excombatientes al saber que el SENA debía retirar las máquinas fue disipada cuando recibieron la noticia de que la Misión de Verificación de Naciones Unidas había seleccionado este proyecto como uno de impacto rápido, por lo cual, con recursos de cooperación internacional (US$18.000), llegaron máquinas que ahora son propias de Fariana Confecciones.
Además de elaborarles los uniformes a sus compañeros que participan en los otros proyectos de este Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR), como el de ecoturismo o el de la granja integral, gracias a su presencia en ruedas de negocios, el taller ha conseguido contratos para dotación de varias empresas de la zona. Para Fundalianza, por ejemplo, Fariana Confecciones elaboró cerca de 300 gorras bordadas.
Lea también: Mujer insurgente, más allá del fusil
Nueve mujeres y un hombre conforman Fariana Confecciones, en el espacio de reincorporación de Pondores, en La Guajira.
Sin embargo, Luz Enélida Galmes, excombatiente que hace parte del proyecto, señala una de las dificultades que ha enfrentado durante el proceso y que es uno de los principales reclamos que ya han elevado las mujeres farianas en distintos espacios de reincorporación. Como no existen espacios habilitados para el cuidado de sus hijos, le preocupa que su participación en el proyecto pueda verse afectada por tener que estar a cargo de las labores propias del hogar. De hecho, según cuenta, varias de sus compañeras que han tenido hijos se han ido retirando del proyecto. Hoy son cerca de cuarenta niños, hijos de excombatientes, los que residen en este ETCR.
No son pocas las dificultades que enfrenta Fariana Confecciones para seguir adelante con la comercialización de sus productos. “Por ahora las empresas están conociéndonos, viendo cómo es que trabajamos. Poco a poco vamos sumando contratos”, dice Criado. Sin embargo, Janeidis Martínez sentencia: “Lo que uno empieza no lo puede dejar botado”.
Amasando sueños
El único espacio de reincorporación de los excombatientes de las Farc que fue bautizado en honor a una mujer guerrillera es el de Mesetas (Meta). Así, mientras otros llevan el nombre de Simón Trinidad, Dagoberto Ortiz o Amaury Rodríguez, a este le pusieron Mariana Páez, inmortalizando a quien fue conocida como ideóloga de esa guerrilla y murió en combate hace una década, en marzo de 2009.No es casual que este ETCR sea el único que lleve el nombre de una mujer. Es cuna, además, de uno de los pocos proyectos productivos que han sido liderados en su totalidad por mujeres farianas. Un hecho no menor, teniendo en cuenta lo especialmente difícil que ha sido el proceso de reincorporación para las mujeres, según señalan tanto las excombatientes como los informes que le hacen seguimiento a lo pactado en La Habana.
Le puede interesar: El fin de los espacios de reincorporación, ¿cuál será el futuro de los excombatientes?
Amasando Sueños fue como bautizaron la iniciativa, que nació en medio de las conversaciones en la comisión de género de este espacio de reincorporación. “Desde allí se discutía el papel fundamental que desempeña la mujer en la sociedad y se empezó a pensar en un proyecto para las mujeres cabeza de hogar”, cuenta Yolima García, excombatiente de las Farc que hoy lidera esta iniciativa.
El proyecto apuntó a consolidar una panadería que atendiera la demanda de la población del ETCR y de las comunidades aledañas, lo que equivale a unas 500 personas. Hoy Amasando Sueños está compuesto por nueve mujeres farianas y dos hombres, quienes trabajan a demanda.
La panadería no es la única línea de acción que se pensó en este proyecto. Como una forma de garantizar que las mujeres pudieran dedicarse de lleno a la panadería, se crearía también una guardería para los hijos de estas excombatientes y quienes se dedicaran a cuidarlos recibirían una remuneración por ello.
Sin embargo, mientras la panadería está ya en funcionamiento, han tenido dificultades para poner en ejecución la guardería. En este momento, dice García, están buscando que el ICBF capacite a las mujeres para el cuidado de los menores, porque plantean, además, iniciar un nuevo modelo de educación transformadora y que la guardería se convierta en cuna de ello, en parte para suplir las dificultades en educación de cero a cinco años que existen en la zona. Según cuenta García, la Uniminuto está interesada en apoyar este proyecto.
Yolima García, quien reivindica su nombre de guerra ahora que ha dejado las armas, pues no quiere desconocer 13 años de militancia en las filas de las Farc, dice que el principal reto a corto plazo es consolidar la comercialización de sus productos. Para ello están buscando un vehículo que les permita transportarlos y extenderse a más comunidades. La meta es entrar a Mesetas a competir con el yogurt y la mantecada, sus productos bandera.
Le recomendamos: Cambios en el modelo de salud para excombatientes de Farc
Muñecas de trapo y artesanías para la paz en Cauca
Las viejas prendas que una vez portaron los guerrilleros de las Farc durante la guerra hoy visten a las “muñecas combatientes de la vida”, nacidas en el espacio de reincorporación de Monterredondo, en Miranda (Cauca). Pedazos de viejos uniformes hoy sirven de gorros, faldas y hasta de pelo para estas muñecas de trapo.El proyecto surgió en medio de un vínculo que desdibujó la frontera entre miembros de la comunidad y excombatientes de las Farc, que es en últimas a lo que apunta el proceso de reincorporación. Lideresas sociales de la región se unieron con mujeres exguerrilleras y erigieron esta iniciativa de la que hoy hacen parte 14 personas, entre ellas ocho mujeres excombatientes de las Farc.
Siendo nativo del norte del Cauca, el proyecto pretende darles representación a las distintas comunidades que habitan este territorio, que en tiempos de guerra fue retaguardia del frente sexto de las Farc. La comunidad afro, indígena, campesina y excombatiente se ve representada en las cuatro variedades de muñecas producidas en el ETCR. Actualmente, además de comercializarse en el espacio de reincorporación, las muñecas se venden por $50.000 en las sedes del partido FARC en Popayán y en Cali.
En esa misma zona, en el municipio de Caldono, alrededor de un centenar de mujeres (al menos treinta de ellas, excombatientes de las Farc) cosen, hilan y cortan tela que luego convierten en mochilas, hamacas, ruanas y manillas que reflejan la cultura y cosmovisión nasa, uno de los pueblos indígenas más grandes del Cauca. Hilando la Paz bautizaron este proyecto nacido en el ETCR Los Monos.
Desde octubre de 2018 el proyectó está en ejecución con apoyo de la Misión de Verificación de Naciones Unidas, que dotó la iniciativa con máquinas de coser y materiales para costura. Los productos se comercializan no solo en el ETCR, sino en ferias de artesanías. Además de contar con un claro enfoque de género, la iniciativa tiene enfoque étnico, pues gran parte de las mujeres involucradas en Hilando la Paz son indígenas nasas.