Los resultados del primer censo socioeconómico de las Farc
El 90 % de los miembros de esa guerrilla saben leer y escribir, el 57 % tiene educación básica primaria y el 54 % tiene al menos un hijo. El 77 % no tiene hoy una vivienda para habitar.
Germán Gómez Polo / @TresEnMil
En pleno arranque del proceso de reincorporación de los excombatientes de las Farc, llega un nuevo insumo que servirá para orientar las políticas que beneficien a los miles que dejaron las armas el pasado 27 de junio. Se trata del censo socioeconómico, realizado por la Universidad Nacional con apoyo del Dane, y que caracterizó a la comunidad de la recién desarmada guerrilla en el país.
Lo primero en lo que hay que hacer claridad es que no se trata de un censo poblacional; por lo tanto, los 10.015 guerrilleros a los que se les realizó la encuesta —entre combatientes (55 %), milicianos (29 %) y privados de la libertad (16 %)— no significan el número total de miembros que forman parte de las Farc. (Vea los resultados generales del censo socioeconómico de las Farc)
También se debe señalar que, entre el universo de encuestados, 9.929 son colombianos. El resto, proviene de Venezuela (54), Ecuador (16), Brasil (8), Chile (2), Argentina (1), Holanda (1), Panamá (1), República Dominicana (1) y Francia (1). De esta manera, en datos gruesos, el 77 % de los guerrilleros que formaron parte del censo socioeconómico son hombres y el 23 %, mujeres. Asimismo, el 66 % es de origen rural; el 19 %, urbano, y el 15%, urbano-rural.
Por otro lado, el 90 % de los miembros de esa guerrilla saben leer y escribir; el 57 % tiene educación básica primaria; el 21 %, secundaria; el 8 %, media vocacional, y el último 3 %, educación superior. Sólo el 11 % de los encuestados no tienen ningún tipo de educación. En esa misma línea, hay una cifra preocupante: el 77 %, hoy, no tiene una vivienda para habitar. Estos datos son, sin duda, vitales para pensar en lo que debe ser prioridad para los proyectos productivos de reincorporación.
Para Alejo Vargas, profesor de la Universidad Nacional y una de las personas que estuvo al frente del proyecto, hay elementos importantes para destacar dentro de las falencias, como el nivel educativo. “Hay un grueso de población base que sólo tiene formación primaria, lo que corresponde a la fuerte presencia campesina que históricamente ha caracterizado a las Farc. Hay un “saber hacer” que no necesariamente es educación formal”, señala.
Explica que muchos de los excombatientes tienen experiencia en enfermería, medicina de guerra, manejo de economía doméstica o las finanzas en los diferentes frentes, y que ese conocimiento específico debe ser utilizado en los proyectos de reincorporación. Según Vargas, los elementos que encontró el estudio en las distintas zonas veredales son la prueba de que hay que pensar en 26 programas regionales, que, juntos, integren un gran programa nacional de reincorporación de miembros de las Farc.
Con dicha idea está de acuerdo Joshua Mitrotti, director de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización, al señalar que esta primera fotografía de la comunidad de las Farc da luces para diseñar una política pública que sea responsable tanto con los excombatientes como con las comunidades aledañas a los proyectos productivos. No obstante, reconoce que los retos mayores para el Gobierno serán los complejos temas de alfabetización, estabilización emocional, reunificación familiar y revalidación de saberes.
El estudio también indagó sobre el entorno familiar de los excombatientes. Por ejemplo, el 46 % dijo no tener hijos, mientras que el 54 % tiene al menos un hijo. Entre los guerrilleros con descendencia, el 86 % tiene entre uno, dos y tres hijos. También se exponen las limitaciones de algunos de los miembros de la guerrilla: de los 3.305 que presentan al menos una, la mayoría tiene problemas visuales, cardíacos o respiratorios. En menor proporción están los problemas auditivos, de aprendizaje o de habla.
De igual forma, se les indagó sobre los tipos de proyectos en los que les gustaría participar dentro del proceso de reincorporación a la vida civil. De allí, el 60 % tiene interés en actividades agropecuarias en granjas integrales; un 39 %, en programas de construcción y mejoramiento de viviendas y un 37 %, en construcción y mantenimiento de vías, escuelas o puestos de salud, entre otros. Por debajo del 30 % se ubicaron intereses en guía turística, sustitución de cultivos ilícitos, desminado humanitario y explotación minera.
Lo que hay es un primer panorama que pone a pensar a los encargados de diseñar los caminos de la reincorporación, con base en las expectativas e intereses de una gran mayoría de los miembros de las Farc, pero con miras, también, al beneficio de las comunidades aledañas que recibieron los impactos del conflicto armado durante décadas.
En pleno arranque del proceso de reincorporación de los excombatientes de las Farc, llega un nuevo insumo que servirá para orientar las políticas que beneficien a los miles que dejaron las armas el pasado 27 de junio. Se trata del censo socioeconómico, realizado por la Universidad Nacional con apoyo del Dane, y que caracterizó a la comunidad de la recién desarmada guerrilla en el país.
Lo primero en lo que hay que hacer claridad es que no se trata de un censo poblacional; por lo tanto, los 10.015 guerrilleros a los que se les realizó la encuesta —entre combatientes (55 %), milicianos (29 %) y privados de la libertad (16 %)— no significan el número total de miembros que forman parte de las Farc. (Vea los resultados generales del censo socioeconómico de las Farc)
También se debe señalar que, entre el universo de encuestados, 9.929 son colombianos. El resto, proviene de Venezuela (54), Ecuador (16), Brasil (8), Chile (2), Argentina (1), Holanda (1), Panamá (1), República Dominicana (1) y Francia (1). De esta manera, en datos gruesos, el 77 % de los guerrilleros que formaron parte del censo socioeconómico son hombres y el 23 %, mujeres. Asimismo, el 66 % es de origen rural; el 19 %, urbano, y el 15%, urbano-rural.
Por otro lado, el 90 % de los miembros de esa guerrilla saben leer y escribir; el 57 % tiene educación básica primaria; el 21 %, secundaria; el 8 %, media vocacional, y el último 3 %, educación superior. Sólo el 11 % de los encuestados no tienen ningún tipo de educación. En esa misma línea, hay una cifra preocupante: el 77 %, hoy, no tiene una vivienda para habitar. Estos datos son, sin duda, vitales para pensar en lo que debe ser prioridad para los proyectos productivos de reincorporación.
Para Alejo Vargas, profesor de la Universidad Nacional y una de las personas que estuvo al frente del proyecto, hay elementos importantes para destacar dentro de las falencias, como el nivel educativo. “Hay un grueso de población base que sólo tiene formación primaria, lo que corresponde a la fuerte presencia campesina que históricamente ha caracterizado a las Farc. Hay un “saber hacer” que no necesariamente es educación formal”, señala.
Explica que muchos de los excombatientes tienen experiencia en enfermería, medicina de guerra, manejo de economía doméstica o las finanzas en los diferentes frentes, y que ese conocimiento específico debe ser utilizado en los proyectos de reincorporación. Según Vargas, los elementos que encontró el estudio en las distintas zonas veredales son la prueba de que hay que pensar en 26 programas regionales, que, juntos, integren un gran programa nacional de reincorporación de miembros de las Farc.
Con dicha idea está de acuerdo Joshua Mitrotti, director de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización, al señalar que esta primera fotografía de la comunidad de las Farc da luces para diseñar una política pública que sea responsable tanto con los excombatientes como con las comunidades aledañas a los proyectos productivos. No obstante, reconoce que los retos mayores para el Gobierno serán los complejos temas de alfabetización, estabilización emocional, reunificación familiar y revalidación de saberes.
El estudio también indagó sobre el entorno familiar de los excombatientes. Por ejemplo, el 46 % dijo no tener hijos, mientras que el 54 % tiene al menos un hijo. Entre los guerrilleros con descendencia, el 86 % tiene entre uno, dos y tres hijos. También se exponen las limitaciones de algunos de los miembros de la guerrilla: de los 3.305 que presentan al menos una, la mayoría tiene problemas visuales, cardíacos o respiratorios. En menor proporción están los problemas auditivos, de aprendizaje o de habla.
De igual forma, se les indagó sobre los tipos de proyectos en los que les gustaría participar dentro del proceso de reincorporación a la vida civil. De allí, el 60 % tiene interés en actividades agropecuarias en granjas integrales; un 39 %, en programas de construcción y mejoramiento de viviendas y un 37 %, en construcción y mantenimiento de vías, escuelas o puestos de salud, entre otros. Por debajo del 30 % se ubicaron intereses en guía turística, sustitución de cultivos ilícitos, desminado humanitario y explotación minera.
Lo que hay es un primer panorama que pone a pensar a los encargados de diseñar los caminos de la reincorporación, con base en las expectativas e intereses de una gran mayoría de los miembros de las Farc, pero con miras, también, al beneficio de las comunidades aledañas que recibieron los impactos del conflicto armado durante décadas.