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El 19 de agosto de 1987 Luis Felipe Vélez se paró ante cientos de personas en el parque Berrío de Medellín y dijo: “las recientes declaraciones de los ministros de Justicia y de Defensa, orientando la conformación de grupos de “autodefensa”, no es más que la legalización de la acción de los grupos paramilitares que han venido cegando despiadadamente la vida de queridos obreros, periodistas, abogados, dirigentes populares y sindicales”. El martes 25 de agosto del mismo año Vélez fue asesinado.
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“Ese discurso fue fuerte y no les gustó ni a los militares ni a las fuerzas de Policía”, cuenta Nohemí Tamayo, quien lo conocía desde 1977. A Vélez lo asesinaron entrando a la sede de la Asociación de Institutores de Antioquia (Adida). La tragedia no terminó ahí. En la noche de ese 19 de agosto, cuando los activistas sociales Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur iban al velorio del profesor, también fueron asesinados en la entrada de las oficinas de la organización sindical en donde velaban el cuerpo de Vélez.
Adida fue su hogar. A la organización le entregó gran parte del tiempo que pudo vivir. “La lucha sindical la llevaba en las venas”, enfatiza Gonzalo Hoyos, actual vicepresidente de Adida. Para 1987, Vélez era el presidente de ese sindicato. Ese año fue trágico, junto a Vélez cayeron asesinados 15 docentes más que estaban afiliados a esa colectividad.
Hasta su muerte Vélez luchó por el sindicato. Tamayo cuenta que él impulsó la creación del Fondo Solidario por Muerte de Educador, que se trataba de una especie de seguro de vida que el sindicato les daba a las familias que sufrieran la pérdida de un profesor. Dicho fondo todavía existe. Hoyos cuenta que las familias de los profesores que estén afiliados a la unión sindical tienen derecho a recibir 22 salarios mínimos en caso de muerte.
En el sindicato recuerdan el compromiso con el que Vélez luchaba. Tamayo cuenta que el profesor convocaba a reuniones cada sábado con el fin de darles clases de sindicalismo a los profesores afiliados a Adida. “Nos decía que los maestros teníamos que saber qué era luchar por los derechos y nos explicaba qué era un derecho”, recuerda.
El lider sindical pensaba que para que el sindicato creciera los profesores debían tener asesoría jurídica. Empezó a estudiar derecho y en Adida propuso que se creara una comisión jurídica, que fuera manejada por los maestros sindicalizados con asesoría de algunos abogados laboristas externos a la organización. “Era una asesoría para los profesores que tenían problemas en los colegios, que eran perseguidos por los rectores por ser sindicalistas, a los que trasladaban injustamente, a los que no les llegaban los ascensos en el escalafón”, dice Tamayo. Esa comisión jurídica hace parte también del legado que dejó Vélez y que hoy en día se mantiene
En Adida, Vélez también impulsó la creación de un club de ajedrez. En las reuniones de los sábados dedicaba algunos minutos para enseñarle a los maestros a jugar el deporte ciencia. Además, a veces llevaba maestros de la liga de ajedrez de Antioquia para que le impartieran clases a los profesores que asistían a las reuniones.
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Otras luchas
Vélez luchaba por los derechos tanto al interior de Adida como en otros espacios. Una de esas peleas que se dio fue por la centralización de la lucha sindical. Hizo parte de una unión de trabajadores llamada Procentral Sindical Revolucionaria, desde donde se dedicó a estudiar la posibilidad de crear una central unitaria sindical. En el país hoy existe una organización que recoge esa lucha, la Central Unitaria de Trabajadores (Cut).
Además, era profesor en primaria en matemáticas. Primero en Urrao, después en Copacabana y luego en la escuela Elisa Arango del sector de Castilla en Medellín. Tamayo recuerda que en 1977, cuando Vélez era tesorero de Adida, alternaba la actividad sindical con la educativa.
En cuanto a su familia, su esposa también era profesora. Tamayo cuenta que Vélez era una persona a la que le gustaba bailar y disfrutaba de la salsa y la música latinoamericana.
Para 1987 Medellín vivía una ola de asesinatos. Vélez le apostó a detener el derramamiento de sangre. El 14 de agosto de ese año fue asesinado el congresista de la Unión Patriótica, Pedro Luis Valencia Giraldo. La sociedad civil repudió esa muerte por medio de la Jornada Nacional por el Derecho a la Vida y de la Marcha de los Claveles. El profesor fue uno de los convocantes de esas manifestaciones. "Decía que cuando uno se da a los demás, es cuando cobra sentido la vida", cuenta Jhonny Henao, quien fue amigo del líder.
Lo hacía en tiempos en los que ya sabía que su vida corría riesgo. Para esa época ya había recibido varias amenazas y señalamientos. Uno de esos hechos fue reseñado en el libro Tirándole libros a las balas, a través de una nota publicada en el periódico El Mundo de Medellín, la cual decía: “El presidente de Adida es guerrillero del EPL”. Esto daba cuenta de los señalamientos del comandante de la IV Brigada del Ejército en contra del profesor y sindicalista.
El asesinato de Vélez fue el preludio de años trágicos de los integrantes de Adida. Después de su asesinato la presidencia del sindicato fue asumida por Ángela Tobón, quien se exilió por miedo a correr con la misma suerte que su predecesor. Las cifras son aterradoras, entre 1978 y 2008 fueron asesinados 334 integrantes de Adida, según datos de la organización.
A pesar de que las balas acabaron con la vida de Vélez a sus 33 años, sus luchas pervivieron. Un grupo de docentes que lo admira creó el Equipo Magisterial Luis Felipe Vélez que pretende recoger las banderas del líder asesinado. Su discurso en el parque Berrío es recordado por sus compañeros y fue una muestra de las luchas que incomodaron a algunos sectores que decidieron asesinarlo: “A la vida por fin daremos todo, a la muerte jamás daremos nada”, fue la frase con la que el profesor decidió cerrar su último discurso como sindicalista.
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Hasta el próximo domingo en el portal web de Colombia 2020 se publicarán los perfiles de profesores que fueron asesinados en el marco del conflicto armado.
El especial es un homenaje a quienes han dado la vida ejerciendo la enseñanza y a quien en medio de todas las adversidades de la guerra se dedicaron a construir paz desde las aulas.
Asimismo, hacer memoria sobre el ejercicio docente y su legado en Colombia representa un homenaje para quienes trabajan en territorios que siguen padeciendo la confrontación armada.