Tras 20 años de masacre de Caño Seco, araucanos conmemoran a líderes asesinados
En un evento masivo en esa vereda del municipio de Saravena, Arauca, más de mil personas se concentraron para recordar a Leonel Goyeneche, Héctor Alirio Martínez y Jorge Prieto, asesinados el 5 de agosto de 2004 por miembros del Ejército Nacional. La Caravana Humanitaria por la Vida, que recorre el departamento, acompañó la conmemoración.
Paulina Mesa Loaiza
Como un grito de lucha y resistencia, cada año el pueblo araucano se reúne en la vereda Caño Seco, en Saravena, para cumplir con una cita infaltable: la conmemoración por la vida de tres líderes sociales del territorio que fueron asesinados en el año 2004. Los nombres de Leonel Goyeneche, Héctor Alirio Martínez y Jorge Prieto retumban cada 5 de agosto en la casa de la memoria, en la que además reposan las fotografías de otras víctimas de crímenes de Estado, como un acto para recordar y que no se repita la historia.
En esta versión de la conmemoración, la Caravana Humanitaria por la vida, por la paz y por la permanencia en el territorio, que recorre todo el departamento y seguirá su ruta hacia Chocó y el suroccidente del país, estuvo presente en el acto para acompañar a las comunidades en su lucha por el movimiento social. Asimismo, recoger las vivencias de las comunidades víctimas de confinamientos, desplazamientos masivos y violaciones a los derechos humanos.
Esta vez, las voces de más de mil personas se unieron en la conmemoración de los 20 años de la masacre para gritar “presente, presente, presente”, cada vez que se nombraron a los sindicalistas asesinados a manos de miembros del Ejército Nacional. “20 años después podemos reafirmar que las intenciones de acallar nuestras voces no se cumplió porque se encontraron con un pueblo organizado (...) nos hemos sobrepuesto”, dijo Sonia López, representante de la fundación de Derechos Humanos, Joel Sierra.
El 5 de agosto de 2004, miembros de la Brigada XVIII Grupo de Caballería Mecanizado General Revéis Pizarro retuvieron y asesinaron a los tres líderes sindicales para, posteriormente, presentarlos como guerrilleros en combate. Por este hecho, el subteniente Juan Pablo Ordóñez, y los soldados profesionales John Jairo Hernández, Walter Loaiza y Oscar Saul Cuta, fueron condenados a 40 años de prisión. Sin embargo, todos están en libertad tras el sometimiento a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
La profesora Raquel Castro fue una sobreviviente del ataque. Durante el evento, con la voz corta por el dolor que le produce rememorar el hecho 20 años después, contó lo que pasó ese día en la vereda. “Ese cinco de agosto compartimos la mesa en esa casita de madera”, dijo mientras señalaba el lugar en el que le dispararon a los tres líderes.
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Y continuó: “Ese día, cuando me llevaron presa, el abogado me preguntó ‘¿Qué pasó Raquel? ¿Cuál combate?’ y yo le respondí que no hubo ningún combate porque nosotros no teníamos armas. A mis compañeros los sacaron descalzos a las 5:36 de la mañana, les dispararon porque hubo muchas ráfagas de fusil. Yo sobreviví porque estaba en una habitación oscura. Los soldados del Ejército los nombraron y los asesinaron. Conmigo se les hizo tarde. No me arrinconan ahora porque siempre estaré de pie hasta que mi voz me lo permita y seguiré resistiendo por la memoria de mis compañeros”. Raquel estuvo dos años presa en Bogotá, a raíz de la persecución a la que fue sometido el movimiento social.
A la conmemoración también asistieron familiares de los tres líderes sociales. Julio Martínez, hijo de Héctor Alirio, resaltó el acompañamiento de la comunidad en los momentos difíciles que han tenido que sobrellevar tras la muerte de su padre. “Es reconfortante participar de este movimiento (...) El apoyo entre pueblos es lo que hoy nos lleva a la lucha por la permanencia en nuestro territorio”, señaló.
Tras cada intervención, la comunidad reunida lanzaba arengas: “Y lucha, lucha, lucha. No dejes de luchar por un gobierno obrero, campesino y popular”.
Esta conmemoración también se enmarcó en la necesidad de mantener la memoria histórica sobre el movimiento social en el territorio. Sonia López explicó que se hace más importante cuando se piensa que en el territorio han querido borrar física y simbólicamente a los líderes sociales; por eso, en este tipo de espacios resisten al olvido y reivindican la vida y obra de los que dejan huella en la comunidad a través de sus procesos organizativos.
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“Hace 10 años el Movimiento Político de Masas Social y Popular del Centro Oriente de Colombia determinó en una asamblea que los 5 de agosto íbamos a conmemorar no solamente la masacre de Caño Seco sino un día para exaltar la vida y la memoria. Hoy estamos reclamando verdad, justicia y reparación, pero sobre todo para exigirle al Estado unas garantías para que nunca más ocurran este tipo de crímenes en nuestro territorio y en ningún territorio del país”, dijo Sonia López.
Los bastones de mando de la guardia indígena formaron una calle de honor para darle paso a los arreglos florales que llevaban el nombre de los líderes sociales asesinados en la mañana de ese 5 de agosto de 2004. Uno a uno fueron pasando para reposar en el monumento que fue construido en la casa de la memoria. A su vez, los familiares los despidieron, una vez más, con velas encendidas a su honor.
✉️ Si tiene información o denuncias sobre temas relacionadas con la paz, el conflicto, las negociaciones de paz o algún otro tema que quiera compartirnos o que trabajemos, puede escribirnos a: cmorales@elespectador.com; jrios@elespectador.com; pmesa@elespectador.com o aosorio@elespectador.com
Como un grito de lucha y resistencia, cada año el pueblo araucano se reúne en la vereda Caño Seco, en Saravena, para cumplir con una cita infaltable: la conmemoración por la vida de tres líderes sociales del territorio que fueron asesinados en el año 2004. Los nombres de Leonel Goyeneche, Héctor Alirio Martínez y Jorge Prieto retumban cada 5 de agosto en la casa de la memoria, en la que además reposan las fotografías de otras víctimas de crímenes de Estado, como un acto para recordar y que no se repita la historia.
En esta versión de la conmemoración, la Caravana Humanitaria por la vida, por la paz y por la permanencia en el territorio, que recorre todo el departamento y seguirá su ruta hacia Chocó y el suroccidente del país, estuvo presente en el acto para acompañar a las comunidades en su lucha por el movimiento social. Asimismo, recoger las vivencias de las comunidades víctimas de confinamientos, desplazamientos masivos y violaciones a los derechos humanos.
Esta vez, las voces de más de mil personas se unieron en la conmemoración de los 20 años de la masacre para gritar “presente, presente, presente”, cada vez que se nombraron a los sindicalistas asesinados a manos de miembros del Ejército Nacional. “20 años después podemos reafirmar que las intenciones de acallar nuestras voces no se cumplió porque se encontraron con un pueblo organizado (...) nos hemos sobrepuesto”, dijo Sonia López, representante de la fundación de Derechos Humanos, Joel Sierra.
El 5 de agosto de 2004, miembros de la Brigada XVIII Grupo de Caballería Mecanizado General Revéis Pizarro retuvieron y asesinaron a los tres líderes sindicales para, posteriormente, presentarlos como guerrilleros en combate. Por este hecho, el subteniente Juan Pablo Ordóñez, y los soldados profesionales John Jairo Hernández, Walter Loaiza y Oscar Saul Cuta, fueron condenados a 40 años de prisión. Sin embargo, todos están en libertad tras el sometimiento a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
La profesora Raquel Castro fue una sobreviviente del ataque. Durante el evento, con la voz corta por el dolor que le produce rememorar el hecho 20 años después, contó lo que pasó ese día en la vereda. “Ese cinco de agosto compartimos la mesa en esa casita de madera”, dijo mientras señalaba el lugar en el que le dispararon a los tres líderes.
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Y continuó: “Ese día, cuando me llevaron presa, el abogado me preguntó ‘¿Qué pasó Raquel? ¿Cuál combate?’ y yo le respondí que no hubo ningún combate porque nosotros no teníamos armas. A mis compañeros los sacaron descalzos a las 5:36 de la mañana, les dispararon porque hubo muchas ráfagas de fusil. Yo sobreviví porque estaba en una habitación oscura. Los soldados del Ejército los nombraron y los asesinaron. Conmigo se les hizo tarde. No me arrinconan ahora porque siempre estaré de pie hasta que mi voz me lo permita y seguiré resistiendo por la memoria de mis compañeros”. Raquel estuvo dos años presa en Bogotá, a raíz de la persecución a la que fue sometido el movimiento social.
A la conmemoración también asistieron familiares de los tres líderes sociales. Julio Martínez, hijo de Héctor Alirio, resaltó el acompañamiento de la comunidad en los momentos difíciles que han tenido que sobrellevar tras la muerte de su padre. “Es reconfortante participar de este movimiento (...) El apoyo entre pueblos es lo que hoy nos lleva a la lucha por la permanencia en nuestro territorio”, señaló.
Tras cada intervención, la comunidad reunida lanzaba arengas: “Y lucha, lucha, lucha. No dejes de luchar por un gobierno obrero, campesino y popular”.
Esta conmemoración también se enmarcó en la necesidad de mantener la memoria histórica sobre el movimiento social en el territorio. Sonia López explicó que se hace más importante cuando se piensa que en el territorio han querido borrar física y simbólicamente a los líderes sociales; por eso, en este tipo de espacios resisten al olvido y reivindican la vida y obra de los que dejan huella en la comunidad a través de sus procesos organizativos.
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“Hace 10 años el Movimiento Político de Masas Social y Popular del Centro Oriente de Colombia determinó en una asamblea que los 5 de agosto íbamos a conmemorar no solamente la masacre de Caño Seco sino un día para exaltar la vida y la memoria. Hoy estamos reclamando verdad, justicia y reparación, pero sobre todo para exigirle al Estado unas garantías para que nunca más ocurran este tipo de crímenes en nuestro territorio y en ningún territorio del país”, dijo Sonia López.
Los bastones de mando de la guardia indígena formaron una calle de honor para darle paso a los arreglos florales que llevaban el nombre de los líderes sociales asesinados en la mañana de ese 5 de agosto de 2004. Uno a uno fueron pasando para reposar en el monumento que fue construido en la casa de la memoria. A su vez, los familiares los despidieron, una vez más, con velas encendidas a su honor.
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