Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Brígida Rentería dice que ha traído al mundo a más de un centenar de niños desde que, a sus 14 años, empezó a acompañar a su abuela a partear desde un rincón de la zona rural de Buenaventura. Sus padres eran oriundos de Guapi, Cauca, y desde pequeña vivió los terrores de la guerra con los desplazamientos. Como partera tradicional, dice que esos miedos siguen latentes.
“Una vez llegaron a mi casa con nombre propio para llevarme a un parto de la mujer de uno de ellos. Y en esos casos toca ir, encomendarse a Dios y hacer caso”. Brígida se refiere a ellos para no tener que identificarlos ni entrar en detalles, pero hace alusión a los integrantes de grupos armados ilegales que acechan la población del Bajo Calima y de la zona urbana de Buenaventura.
Justo este año, la población del Consejo Comunitario del Bajo Calima fue desplazada tras los constantes enfrentamientos entre miembros de las autodenominadas Agc y la guerrilla del Eln, que vienen desde el Chocó disputándose el control territorial de esta zona fluvial y rural del Pacífico. La Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), ha reportado el desplazamiento de por lo menos 700 familias bonaverenses, conformadas por unas 2.800 personas.
Estas historias hacen parte del Museo de Memoria Viva de la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico (Asoparupa), que con apoyo de la Embajada de Canadá en Colombia, constituyó una Agencia de Viajes y Turismo con el fin de incentivar el turismo sostenible, ecológico y ancestral en el distrito portuario de comercio exterior más importante del país. El recorrido del Museo es en el barrio La Independencia, ubicado en la Comuna 10.
Nía Valencia de 29 años, aprendiz de partería, es una de las encargadas de dar el tour. Comienza explicando la escultura que da la bienvenida a la sede de Asoparupa, que es una casa blanca de tres niveles en el barrio La Independencia, donde vive Rosmilda Quiñones, la matrona mayor y fundadora de la Asociación. “Lo primero que vemos al llegar acá es este vientre en una escultura de una mujer negra que está embarazada. Eso es lo que hacemos y representamos aquí: la magia de dar vida en un territorio como este. Bienvenidos y bienvenidas al Museo de Memoria Viva”, recita.
(Vea: La Ruta de la Partera como turismo ancestral en Buenaventura)
El Museo de Memoria Viva es un recorrido para entender los secretos que guardan las parteras del Pacífico cuando ejercen uno de los oficios más antiguos del mundo: el de traer vida de forma tradicional, en casa, sin medicinas y con plantas medicinales. En la exposición, que se hace una vez al mes en Buenaventura, lo primero que muestran son los implementos de trabajo de la partera: guantes, gasa, un estetoscopio, la campana de pinart, una vela blanca y los bebedizos a base de viche, que ayudan al momento del parto.
Nía explica que es importante saber que todas las parteras, matronas y curanderas del Pacífico tienen en sus azoteas todas las plantas que necesitan para atender partos o enfermos: ruda, poleo, manzanilla, destrancadera, sauco, entre otras plantas que usan para hacer sobijos, baños de asiento o para preparar viche curao’, que es como se le llama a las bebidas medicinales con hierbas. “Las tenemos en nuestras casas, sobre todo porque en algunas regiones donde todavía vivimos fuertemente el conflicto, es difícil poder salir a otro lado a conseguir estas plantas medicinales”, cuenta Serafina Castillo, una partera tradicional del Bajo Calima.
Hablar con la matrona Serafina es, por ejemplo, una radiografía de la importancia de estos sabios y sabias en regiones a las que la medicina occidental nunca ha llegado. En medio de un conversatorio en el Museo de Memoria, explicó que a sus 68 años ha podido atender a niños enfermos, personas con fracturas, embarazadas y menores casi en estado de delirio. “Anoche llegó a mi casa una señora a decirme que su hijo se estaba muriendo, ya estaba frío y no reaccionaba. Preparé un sovijo (un baño de hierbas en todo el cuerpo) y se lo puse mientras hacía algunos rezos. El muchacho se curó”, cuenta y sonríe.
Es gracias a la satisfacción de su trabajo que Serafina se ha negado a salir desplazada de su territorio. Aunque habla poco sobre lo que vive en el Bajo Calima, dice con firmeza que: “Dios me dio un don que yo pongo al servicio de la comunidad. No le hago daño a nadie y él jamás lo desampara a uno, entonces por ahora no he tenido que salirme de mi casa a ningún lado”. Mientras habla, de fondo empiezan a sonar los cununos y la marimba, que anuncian que en pocos minutos dará inicio el Arrullo a la Vida, un ritual espiritual, musical y cultural de Buenaventura que reúne a la población en torno a una celebración por la vida.
Liceth Quiñonez, directora de Asoparupa, explica que el Museo de Memoria Viva es una iniciativa que consolidaron luego de ser beneficiarios del Fondo de Iniciativas Locales de la Embajada de Canadá, que aportó recursos con el fin de impulsar turísticamente a la ciudad-puerto. “Con el Museo lo que pretendemos es que las personas conozcan qué hacemos las parteras, cómo vivimos, qué tenemos que atravesar y por qué somos patrimonio de la Nación”, asegura con la certeza de saber que fue gracias a esta Asociación que el país reconoció, públicamente, que la partería tradicional debe ser protegida y garantizada por el Estado.
(Le puede interesar: La Local, una banda armada que impone el silencio en Buenaventura)
Una de sus apuestas, de hecho, es brindar alternativas para que las personas se acerquen a este Distrito, que por años ha sido coptado por grupos armados ilegales y bandas criminales como La Local, que se disputan el control territorial de este corredor fluvial.
“Nosotros en Buenaventura somos personas de paz, la guerra nos la han traído acá, pero no es que los bonaverenses seamos personas que queramos la guerra”, dice Liceth, convencida de que hechos como la reciente amenaza al obispo de Buenaventura, monseñor Rubén Darío Jaramillo, es un intento de acallar a la población que lleva décadas pidiendo presencia estatal.
En medio del Museo hay un rincón dedicado a honrar a las mujeres que han fallecido. Es una mesa decorada con flores, velas blancas, ofrendas, agua, frutas y sahumerio. Al frente, las fotografías de las mujeres simulando un altar. “Los evocamos con alegría, con sentimiento y con una sonrisa porque la mejor manera de recordar a nuestros fallecidos es tenerlos en nuestros pensamientos”, dice Lía, que continúa explicando el recorrido. Después, en una esquina llamada el Muro de la Memoria, reposan todas las fotografías de las parteras que, desde la zona rural trabajan y se capacitan para seguir trayendo vidas al mundo. “Este es un espacio muy importante porque es donde las parteras tienen la posibilidad de mostrarse cómo son, dónde viven, qué hacen y cómo se sienten”, explica Nía, haciendo alusión a que justo en esa esquina se reúnen las matronas a ‘comadrear’ (como se le dice coloquialmente a conversar).
El Museo de la Memoria termina con la línea del tiempo de Asoparupa, una asociación que nació en 1988, por iniciativa de Rosmilda Quiñonez en Buenaventura, con el fin de formalizar la labor que realizan las mujeres y hombres que en las regiones más apartadas del país cumplen la función de médicos en medio de los embarazos.
Gracias a esta lucha, lograron llevar a la agenda pública y política la necesidad de nombrar como patrimonio nacional a la partería tradicional y ahora buscan ese mismo reconocimiento, pero a nivel mundial a través de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). “También estamos detrás de la Ley de la Partería. Si ya pudimos sacar e impulsar la Ley del Viche, que nos va permitir formalizar mucho más la función de esta bebida sagrada en el Pacífico, ahora queremos lograr lo mismo pero con la partería a nivel nacional, para que sea reconocida como un oficio y no se remunere solo con un ‘Dios le pague’”, dice entre risas Rosmilda.
Si usted desea visitar el Museo de la Memoria Viva o la Ruta de la Partera, puede comunicarse con Asoparupa en sus redes sociales, a través de la página web: www.ombligandosaberes.com o al +57 3166225056.
*Este texto fue realizado con el apoyo del Gobierno de Canadá. Las opiniones, ideas y contenidos son responsabilidad de las personas entrevistadas y no necesariamente reflejan la posición del Gobierno del Canadá.