Nelly Velandia y la lucha por la tierra de las mujeres campesinas
El Día Internacional de la Mujer es para conmemorar las luchas. Esta es la historia de Nelly Velandia, una mujer que desde hace más de 30 años ha luchado por la tierra para las mujeres campesinas, logrando que ellas pudieran tener los títulos de sus terrenos.
Natalia Herrera Durán - @Natal1aH
Nelly Velandia Avendaño nació el 25 de abril de 1957, en el municipio de Nuevo Colón, en el departamento de Boyacá. Su padre Abdón Velandia fue un líder campesino. Su madre Marina Avendaño fue una mujer campesina y líder política y comunitaria. Fue la primera mujer concejal de su municipio a finales de la década de los 80.
“Ella decía que nosotros nunca deberíamos depender de los hombres y que tuviéramos nuestra propia plata para que nadie nos humillara. Nos decía que teníamos que estudiar para que no le pasara lo que a ella le pasó, porque ella solo pudo hacer hasta segundo de primaria” así refiere Nelly a su madre.
Cuando terminó su bachillerato en un colegio femenino en Tunja, Nelly viajó a Bogotá. Quería presentarse a la universidad, a la carrera de Ciencias Sociales en la Universidad Distrital. Pero ante las interrupciones estudiantiles empezó a trabajar como maestra en diversos colegios privados.
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Cuando iba en la mitad de su carrera profesional, Nelly tuvo un accidente de tránsito que le ocasionó graves inconvenientes de salud y fracturas en su cuerpo. Cuando se recuperó entendió que su futuro estaba en volver al campo y emprendió un proyecto campesino con abejas. En Boyacá buscó, de paso, reactivar la Asociación nacional de usuarios campesinos de Colombia (ANUC), que había sido blanco de violencia política y estigmatización.
Fue en esos años de 1986 que escuchó por primera vez sobre la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas (ANMUCIC), una organización sin ánimo de lucro, de carácter gremial y de género, que surge en la década de los ochenta con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las mujeres rurales.
“Fui a una reunión de ellas y sin escucharlas me puse a pelear, porque me habían metido en la cabeza que esas eran unas feministas que querían dividir a la familia campesina”, reconoce con humor Nelly.
Leonora Castaño lideraba en ese momento la organización y el evento buscaba que la Ley 30 contemplara el acceso de las mujeres a la tierra como propietarias.
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Nelly cuenta que después de esa reunión, ya hace más de 30 años, se entregó a esta asociación, que ha sido su familia y su lucha. “Ese día me enamoré de la organización. Yo lo veía con la vida que había vivido mi mamá y mi abuela por los maltratos de otros. Y decidí rebelarme contra eso. La lucha no fue fácil, y menos en Boyacá que es terriblemente machista. Nos decían brujas, libertinas, vagabundas. Si las mujeres nos organizábamos éramos unas abandona hogares. Nos tocaba meterle al discurso mucha religión porque si no los curas no nos dejaban hablar”.
“En ese momento, las mujeres no tenían derecho al título de propiedad, todo se declaraba a nombre del hombre. Nosotras conocíamos a mujeres que se estaban separando de sus maridos y quedaban en la calle porque no tenían tierra a su nombre. Todas las organizaciones campesinas se fueron en contra de ANMUCIC porque decían que esta organización dividía la familia. Cuando sabemos que a nosotras nos toca más dura la pelea y el trabajo. En ese momento empezó la lucha para que a las mujeres les titularan”, dice Nelly.
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Recuerda también que un 8 de marzo de 1990, la asociación logró que el Gobierno, a través de cooperación internacional, las apoyara en unos proyectos productivos. “Esa plata venía de Naciones Unidas y tenía que entrar por el Ministerio de Agricultura y el entonces ministro invitó a todas las organizaciones campesinas para que distribuyeran la plata, y a la única que no invitaron fue a nosotras, cuando hicimos la gestión de recursos. Igual allí llegamos y exigimos que nos tuvieran en cuenta”. Al final los recursos entraron por la Gobernación y nada se materializó.
Nelly cree que ANMUCIC fue clave para sacar adelante la Ley 30 de 1988 de reforma agraria. Un hito legislativo que, lamentablemente, no se ha reglamentado del todo y sigue en el papel. “Con la Ley 160 de 1994 ratificamos la titulación a la mujer cabeza de familia, mayor de 16 años, y nos ganamos el derecho de estar en la junta del Incora. También trabajamos fuertemente en la ley 101 de 1993”, menciona Nelly.
Más adelante, ANMUCIC lideró la discusión en la Comisión Cuarta del Congreso de la ley 731 de 2002. Una ley clave para superar los obstáculos normativos que existían para que las mujeres campesinas accedieran a tierra y derechos de salud, vivienda y educación. El 14 de enero esta ley fue sancionada por el entonces presidente Andrés Pastrana.
“La celebración fue grande, nos vinimos más de 400 mujeres para hacer parte de la firma de la ley. Fue la primera en su momento en Latinoamérica”, recuerda Nelly. Sin embargo, la ley no se ha cumplido y no hay ninguna comisión de seguimiento.
Pero la guerra se recrudeció en el país y ANMUCIC empezó a padecerla en carne propia. “Empezaron a asesinar a lideresas y a desplazarlas de la organización. Nos empezaron a dar a las cabezas. Al ejecutivo nacional le tocó exiliarse. Yo era en ese momento fiscal general pero no pude exiliarme. Muchas de las presidentas fueron asesinadas, entre esas Marta de El Zulia y Marleny en el Meta”. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ordenó en una resolución medidas cautelares de protección a estas mujeres pero nada detenía la violencia.
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“Yo me salvé por las cosas de mi Dios. Tuve un atentado, en diciembre de 2008, en Bogotá. Me llegaron amenazas por teléfono, seguimientos, facsímiles, sufragios, fue una cosa terrible”, recuerda Nelly. En el año 2000 ANMUCIC tenía más de 100.000 mujeres agremiadas en 27 departamentos y más de 450 municipios. Luego del 2010 la asociación solo representaba alrededor de mil mujeres, que buscaban salvar su vida no siendo tan visibles.
En los años más recientes, las mujeres de ANMUCIC han ido recuperando espacios y han ido perdiendo el miedo. Trabajaron en la Ley de Víctimas en el proceso de reparación colectiva y en la ley de restitución de tierras, porque tienen registrados al menos 17 hechos victimizantes. “Al momento hemos recuperado 120 asociaciones”, dice Nelly, quien desde hace 30 años ha trabajado de tiempo completo en esta asociación y ha hecho de su trabajo su familia y vocación. Por eso en 2016 fue nombrada presidenta de esta asociación que sigue dispuesta a visibilizar los derechos de las mujeres rurales en el país. Como presidenta viajó a La Habana (Cuba) para hablar con el Gobierno y las Farc dentro de los diálogos de paz. Más recientemente, convencida de la necesidad de una salida pacífica al conflicto, Nelly hizo parte de la comisión de la Cumbre Nacional de Mujeres por la Paz que viajó hasta Quito (Ecuador) para que el Gobierno y la guerrilla del ELN no renuncie a un diálogo de paz.
Nelly Velandia Avendaño nació el 25 de abril de 1957, en el municipio de Nuevo Colón, en el departamento de Boyacá. Su padre Abdón Velandia fue un líder campesino. Su madre Marina Avendaño fue una mujer campesina y líder política y comunitaria. Fue la primera mujer concejal de su municipio a finales de la década de los 80.
“Ella decía que nosotros nunca deberíamos depender de los hombres y que tuviéramos nuestra propia plata para que nadie nos humillara. Nos decía que teníamos que estudiar para que no le pasara lo que a ella le pasó, porque ella solo pudo hacer hasta segundo de primaria” así refiere Nelly a su madre.
Cuando terminó su bachillerato en un colegio femenino en Tunja, Nelly viajó a Bogotá. Quería presentarse a la universidad, a la carrera de Ciencias Sociales en la Universidad Distrital. Pero ante las interrupciones estudiantiles empezó a trabajar como maestra en diversos colegios privados.
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Cuando iba en la mitad de su carrera profesional, Nelly tuvo un accidente de tránsito que le ocasionó graves inconvenientes de salud y fracturas en su cuerpo. Cuando se recuperó entendió que su futuro estaba en volver al campo y emprendió un proyecto campesino con abejas. En Boyacá buscó, de paso, reactivar la Asociación nacional de usuarios campesinos de Colombia (ANUC), que había sido blanco de violencia política y estigmatización.
Fue en esos años de 1986 que escuchó por primera vez sobre la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas (ANMUCIC), una organización sin ánimo de lucro, de carácter gremial y de género, que surge en la década de los ochenta con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las mujeres rurales.
“Fui a una reunión de ellas y sin escucharlas me puse a pelear, porque me habían metido en la cabeza que esas eran unas feministas que querían dividir a la familia campesina”, reconoce con humor Nelly.
Leonora Castaño lideraba en ese momento la organización y el evento buscaba que la Ley 30 contemplara el acceso de las mujeres a la tierra como propietarias.
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Nelly cuenta que después de esa reunión, ya hace más de 30 años, se entregó a esta asociación, que ha sido su familia y su lucha. “Ese día me enamoré de la organización. Yo lo veía con la vida que había vivido mi mamá y mi abuela por los maltratos de otros. Y decidí rebelarme contra eso. La lucha no fue fácil, y menos en Boyacá que es terriblemente machista. Nos decían brujas, libertinas, vagabundas. Si las mujeres nos organizábamos éramos unas abandona hogares. Nos tocaba meterle al discurso mucha religión porque si no los curas no nos dejaban hablar”.
“En ese momento, las mujeres no tenían derecho al título de propiedad, todo se declaraba a nombre del hombre. Nosotras conocíamos a mujeres que se estaban separando de sus maridos y quedaban en la calle porque no tenían tierra a su nombre. Todas las organizaciones campesinas se fueron en contra de ANMUCIC porque decían que esta organización dividía la familia. Cuando sabemos que a nosotras nos toca más dura la pelea y el trabajo. En ese momento empezó la lucha para que a las mujeres les titularan”, dice Nelly.
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Recuerda también que un 8 de marzo de 1990, la asociación logró que el Gobierno, a través de cooperación internacional, las apoyara en unos proyectos productivos. “Esa plata venía de Naciones Unidas y tenía que entrar por el Ministerio de Agricultura y el entonces ministro invitó a todas las organizaciones campesinas para que distribuyeran la plata, y a la única que no invitaron fue a nosotras, cuando hicimos la gestión de recursos. Igual allí llegamos y exigimos que nos tuvieran en cuenta”. Al final los recursos entraron por la Gobernación y nada se materializó.
Nelly cree que ANMUCIC fue clave para sacar adelante la Ley 30 de 1988 de reforma agraria. Un hito legislativo que, lamentablemente, no se ha reglamentado del todo y sigue en el papel. “Con la Ley 160 de 1994 ratificamos la titulación a la mujer cabeza de familia, mayor de 16 años, y nos ganamos el derecho de estar en la junta del Incora. También trabajamos fuertemente en la ley 101 de 1993”, menciona Nelly.
Más adelante, ANMUCIC lideró la discusión en la Comisión Cuarta del Congreso de la ley 731 de 2002. Una ley clave para superar los obstáculos normativos que existían para que las mujeres campesinas accedieran a tierra y derechos de salud, vivienda y educación. El 14 de enero esta ley fue sancionada por el entonces presidente Andrés Pastrana.
“La celebración fue grande, nos vinimos más de 400 mujeres para hacer parte de la firma de la ley. Fue la primera en su momento en Latinoamérica”, recuerda Nelly. Sin embargo, la ley no se ha cumplido y no hay ninguna comisión de seguimiento.
Pero la guerra se recrudeció en el país y ANMUCIC empezó a padecerla en carne propia. “Empezaron a asesinar a lideresas y a desplazarlas de la organización. Nos empezaron a dar a las cabezas. Al ejecutivo nacional le tocó exiliarse. Yo era en ese momento fiscal general pero no pude exiliarme. Muchas de las presidentas fueron asesinadas, entre esas Marta de El Zulia y Marleny en el Meta”. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ordenó en una resolución medidas cautelares de protección a estas mujeres pero nada detenía la violencia.
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“Yo me salvé por las cosas de mi Dios. Tuve un atentado, en diciembre de 2008, en Bogotá. Me llegaron amenazas por teléfono, seguimientos, facsímiles, sufragios, fue una cosa terrible”, recuerda Nelly. En el año 2000 ANMUCIC tenía más de 100.000 mujeres agremiadas en 27 departamentos y más de 450 municipios. Luego del 2010 la asociación solo representaba alrededor de mil mujeres, que buscaban salvar su vida no siendo tan visibles.
En los años más recientes, las mujeres de ANMUCIC han ido recuperando espacios y han ido perdiendo el miedo. Trabajaron en la Ley de Víctimas en el proceso de reparación colectiva y en la ley de restitución de tierras, porque tienen registrados al menos 17 hechos victimizantes. “Al momento hemos recuperado 120 asociaciones”, dice Nelly, quien desde hace 30 años ha trabajado de tiempo completo en esta asociación y ha hecho de su trabajo su familia y vocación. Por eso en 2016 fue nombrada presidenta de esta asociación que sigue dispuesta a visibilizar los derechos de las mujeres rurales en el país. Como presidenta viajó a La Habana (Cuba) para hablar con el Gobierno y las Farc dentro de los diálogos de paz. Más recientemente, convencida de la necesidad de una salida pacífica al conflicto, Nelly hizo parte de la comisión de la Cumbre Nacional de Mujeres por la Paz que viajó hasta Quito (Ecuador) para que el Gobierno y la guerrilla del ELN no renuncie a un diálogo de paz.