La exguerrillera médica que ahora construye paz en Putumayo por medio de la salud
Nelsy Rojas** es firmante de paz y estudió medicina en Cuba cuando hacía parte del Bloque Sur de la antigua guerrilla de las FARC. Desde la firma del Acuerdo Final, ha puesto su conocimiento al servicio del país, a pesar de la violencia que atenta contra la población reincorporada. Entrevista.
Silvia Corredor Rodríguez
Luz Mary Lame*
Nelsy Rojas** , es una mujer firmante del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las FARC. Nos la encontramos en el departamento de Putumayo, lugar en el que está cumpliendo su transición a la vida civil y donde nos habló de su historia de vida, sus posibilidades de estudio, y los sueños que tiene junto a su pareja (también exFARC) y su familia.
La violencia y los fusiles son cosas del pasado para ella. Sin embargo, en su día a día persiste el miedo por la persecución latente que no ha dejado de acechar a quienes decidieron desmovilizarse de las FARC. El panorama es tan turbio que desde la firma del Acuerdo, hasta febrero del 2023, 33 excombatientes fueron asesinados en Putumayo, según registros del Mecanismo Unificado de Monitoreo de Riesgos del Sistema Integral para la Paz.
A pesar de estos crímenes y a sabiendas de la estigmatización que viven los firmantes de paz en Colombia, Nesly quiere construir paz aportando sus conocimientos como médica al servicio de quienes la necesitan.
¿Cómo fue su proceso en las FARC?
Mi mamá y mi papá fueron guerrilleros. Desde pequeña estuve entrando y saliendo de la selva, en medio de muchas dificultades y desplazamientos por amenazas. Yo nací en Cali, pero con tanta persecución estuve un tiempo en el monte con mis papás. Vivir allí era muy complicado por todos los enfrentamientos.
Decidieron sacarme a vivir con mi abuela materna, y generalmente me llevaban cada mes o dos meses a ver a mis papás. Cuando yo tenía cinco años, lamentablemente mi mamá cayó en una emboscada del Ejército por los lados de Palestina (Huila) y ahí murió. Después de eso quedé con el amparo de mi abuela, pero cuando tenía 10 años, ella murió. Me fui con unos tíos y luego empecé a voltear de un lado para otro.
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A través de nosotros buscaban a nuestros papás, nos hacían daño y esto me llevó a que a la hora de poder desarrollar mis estudios tuviera que estar desplazándome a muchas partes del país, incluso tuve que salir de Colombia. Terminé mis estudios de bachillerato en Ecuador, ya estando allá no tuve la forma de poder dar continuidad a mis estudios y ahí ingresé a las FARC.
Como mi papá estaba siendo muy perseguido, no tuve la oportunidad de verlo por muchos años, pero cuando supo que mi abuela había muerto me mandó a recoger. Tuve la oportunidad de verlo nuevamente y él hasta el momento afortunadamente está vivo. En estos momentos también es reincorporado y cumpliendo con su proceso. Ya es una persona de bastante edad y con muchas enfermedades.
¿Por qué decidió ingresar a esas filas?
Porque no tuve en ese momento el apoyo para poder dar continuidad a la carrera que quería y por eso busqué la forma de ingresar a las FARC en una unidad diferente a la de mi papá.
En ese entonces, cuando tenía 17 años, el camarada Raúl Reyes fue mi mentor. Fue como un papá en el tiempo que yo estuve allá. Era una persona que tenía un liderazgo muy grande y me dio un apoyo intelectual porque leía mucho. Yo estuve andando con él más o menos unos ocho meses y cumpliendo todas las labores de la organización. Estando en el campamento puedo decir que realmente fue una experiencia muy bonita.
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Cuando andaba por allá se creó un mecanismo que se vinculó con la embajada de Cuba. La idea de las FARC no era solamente tener una estrategia militar, sino llegar al poder a través de los diálogos y de la política. Pero para eso no solamente se necesitaban armas, también personas que estuvieran capacitadas ideológica y políticamente. Así dio inicio a mi vida como médica en formación a los 18 años recién cumpliditos.
¿Por qué decidió estudiar Medicina?
Yo siempre quise estudiar Medicina. Es una profesión que nos permite realizar una labor social y es un apoyo para dar bienestar a las demás personas. Es lo que siempre he buscado y he querido. Gracias a Dios se me dio la oportunidad.
¿Cómo fue vivir en Cuba durante sus siete años de estudio?
Me fui a Cuba en el 2005 y vivir allá fue una experiencia única, que si tuviera la oportunidad de vivirla nuevamente, a ojo cerrado la haría.
Cuba es un país al que me le quito el sombrero, porque aún con tantas dificultades, tienen esa amabilidad con las demás personas de poder ayudar. Cuando llegué pensé que era a la única que le habían dado la oportunidad, pero habían 1.500 o 2.000 estudiantes realizando sus estudios con todo pago: alimentación, alojamiento, estudio, libros y hasta las toallas higiénicas para las mujeres.
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Comíamos lo mismo que come un cubano común y corriente, con muchas limitantes pero es un país muy solidario. Gracias a eso fue que tuve la oportunidad de estudiar y toda la carrera fue costeada directamente por el gobierno de Cuba. Llegué a la Escuela Latinoamericana de Medicina.
¿Vivía con más gente colombiana o estaba en residencia estudiantil en la Universidad?
Estuve con mucha gente de otros países de Latinoamérica y también con algunos estadounidenses. Luego, empezaron a llegar africanos, árabes y asiáticos.
¿Cuando estaba en Cuba tenía comunicación con Colombia para hablar con su papá?
Comunicación directa no, porque en ese entonces Cuba era muy limitada en comunicaciones. Me acuerdo que teníamos una hora de internet a la semana y era terrible. Sin embargo, tenía la oportunidad de viajar a Colombia, por lo general en las vacaciones... aunque realmente llegaba a Ecuador por temas de seguridad, para poder ingresar al campamento.
Eso tocaba hacerlo con mucho sigilo. Cuando mataron al camarada Raúl (1 de marzo de 2008), él estaba por los lados de la frontera con Ecuador y yo había estado unos seis meses antes con él y toda la gente en el campamento. Debido a esto, duré dos años sin volver al país.
¿Cuándo y cómo se enteró de la muerte de Raúl Reyes y cómo fue eso para usted?
Me enteré por las noticias cubanas y fue difícil porque allá nadie sabía realmente quién era yo ni de dónde iba, ni nada... entonces fue un golpe duro porque no podía comentarlo con nadie. Hoy en día, gracias al proceso de paz, uno puede hablarlo abiertamente aunque con cierto riesgo. El camarada fue una persona muy especial para mí, fue quien me dio la oportunidad de poder formarme y dar continuidad a mis estudios. Fue un golpe duro para todo el movimiento guerrillero.
Vea:
Usted se fue en el 2005 y regresó graduada para 2012. ¿Llegó directamente a ejercer su profesión?
Llegue a cumplir con todos los documentos reglamentarios que debe tener todo médico graduado en el exterior, es decir, a homologar el título. En ese momento estaban iniciando los diálogos para el proceso de paz.
Yo inicié a trabajar en hospitales públicos, pero también cumplía labores cuando cualquier unidad guerrillera lo necesitara con consultas médicas o valoraciones. Estuve más que todo en lo que fue el Bloque Sur.
¿Luego de que se acogieron al proceso de reincorporación, tuvo la oportunidad de seguir trabajando con hospitales y otras entidades?
Gracias al Acuerdo de Paz ya se puede tener una vida legal, un poco más llevadera, más tranquila aunque solo un poco porque para nadie es un secreto que nosotros, a pesar de que estamos tratando de hacer las cosas lo mejor posible, día a día nos están matando. He podido dar continuidad a mi profesión, me he vinculado laboralmente con entidades públicas -no diciendo quién específicamente soy- porque la estigmatización que hay hacia nosotros es grande.
Durante la pandemia quedé desvinculada laboralmente, pero gracias al Comité Internacional para el Desarrollo de los Pueblos (CISP) tuve la posibilidad de trabajar con población campesina, indígena y migrante. De todos los trabajos que he tenido ese ha sido el trabajo que vale la pena resaltar, porque realmente uno cumple la labor como se debe. Entramos a dar apoyo y bienestar a quienes realmente lo necesitan: las personas más vulnerables que están en los sitios más alejados y vulnerados del país.
¿En qué está trabajando actualmente?
Estuve con una entidad petrolera anteriormente y lamentablemente hubo unos problemas de seguridad en donde estábamos y tuvimos que desplazarnos. Esto a raíz de un atentado en febrero del 2022, en el que mataron a nuestro dirigente Jorge Santofimio. Después de eso, mi compañero recibió varias amenazas y nos tocó desplazarnos nuevamente. Tuvimos que dejar todo y ahora trabajo de forma independiente.
¿Qué dificultades ha tenido al momento de encontrar trabajo?
El tema de seguridad en este país es bien complicado. Ojalá uno pudiera hablar hoy en día libremente de quién fue, qué fue lo que hizo y por qué lo hizo. Yo me siento orgullosa de quienes fueron mis papás, de cómo estuve, dónde estuve, de lo que hice y de la oportunidad de estar en la selva, de interactuar con las demás camaradas, de proyectarse, de estudiar, de realmente tener un fundamento ideológico... en fin, de querer tener un cambio para el país.
Ahora, la estigmatización que hay para nosotros es muy grande, entonces poder llegar a un trabajo y decir realmente quién fui yo, qué hice o por qué lo hice es muy complicado. Lo hago por temas de seguridad, porque hay muchas personas que están contrarias al proceso de paz y esto puede poner en riesgo mi vida y la de mi familia.
¿Cuál es su sueño para el futuro? ¿Le gustaría seguir estudiando?
Me gustaría darle continuidad a mis estudios, pero el tema de recursos es lo que a uno lo limita. En una universidad privada eso es bastante costoso. Mi ilusión algún día es poder estudiar ginecobstetricia.
Me gustaría tener un consultorio donde pueda atender como especialista a muchas mujeres. Hay muchas enfermedades ginecológicas que se pueden prevenir, pero las mujeres a veces por ignorancia o porque las EPS limitan muchas cosas, no se pueden hacer sus respectivos estudios y seguimientos.
Ojalá pudiera aportar ese granito de arena, por lo menos con las consultas, con los estudios o los exámenes. Eso sería una felicidad para mí, ayudar a quienes lo necesitan y a eso es a lo que le estoy apostando.
*Periodista independiente.
**El nombre de la persona entrevistada fue cambiado por temas de seguridad, a petición de la misma.
Nelsy Rojas** , es una mujer firmante del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las FARC. Nos la encontramos en el departamento de Putumayo, lugar en el que está cumpliendo su transición a la vida civil y donde nos habló de su historia de vida, sus posibilidades de estudio, y los sueños que tiene junto a su pareja (también exFARC) y su familia.
La violencia y los fusiles son cosas del pasado para ella. Sin embargo, en su día a día persiste el miedo por la persecución latente que no ha dejado de acechar a quienes decidieron desmovilizarse de las FARC. El panorama es tan turbio que desde la firma del Acuerdo, hasta febrero del 2023, 33 excombatientes fueron asesinados en Putumayo, según registros del Mecanismo Unificado de Monitoreo de Riesgos del Sistema Integral para la Paz.
A pesar de estos crímenes y a sabiendas de la estigmatización que viven los firmantes de paz en Colombia, Nesly quiere construir paz aportando sus conocimientos como médica al servicio de quienes la necesitan.
¿Cómo fue su proceso en las FARC?
Mi mamá y mi papá fueron guerrilleros. Desde pequeña estuve entrando y saliendo de la selva, en medio de muchas dificultades y desplazamientos por amenazas. Yo nací en Cali, pero con tanta persecución estuve un tiempo en el monte con mis papás. Vivir allí era muy complicado por todos los enfrentamientos.
Decidieron sacarme a vivir con mi abuela materna, y generalmente me llevaban cada mes o dos meses a ver a mis papás. Cuando yo tenía cinco años, lamentablemente mi mamá cayó en una emboscada del Ejército por los lados de Palestina (Huila) y ahí murió. Después de eso quedé con el amparo de mi abuela, pero cuando tenía 10 años, ella murió. Me fui con unos tíos y luego empecé a voltear de un lado para otro.
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A través de nosotros buscaban a nuestros papás, nos hacían daño y esto me llevó a que a la hora de poder desarrollar mis estudios tuviera que estar desplazándome a muchas partes del país, incluso tuve que salir de Colombia. Terminé mis estudios de bachillerato en Ecuador, ya estando allá no tuve la forma de poder dar continuidad a mis estudios y ahí ingresé a las FARC.
Como mi papá estaba siendo muy perseguido, no tuve la oportunidad de verlo por muchos años, pero cuando supo que mi abuela había muerto me mandó a recoger. Tuve la oportunidad de verlo nuevamente y él hasta el momento afortunadamente está vivo. En estos momentos también es reincorporado y cumpliendo con su proceso. Ya es una persona de bastante edad y con muchas enfermedades.
¿Por qué decidió ingresar a esas filas?
Porque no tuve en ese momento el apoyo para poder dar continuidad a la carrera que quería y por eso busqué la forma de ingresar a las FARC en una unidad diferente a la de mi papá.
En ese entonces, cuando tenía 17 años, el camarada Raúl Reyes fue mi mentor. Fue como un papá en el tiempo que yo estuve allá. Era una persona que tenía un liderazgo muy grande y me dio un apoyo intelectual porque leía mucho. Yo estuve andando con él más o menos unos ocho meses y cumpliendo todas las labores de la organización. Estando en el campamento puedo decir que realmente fue una experiencia muy bonita.
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Cuando andaba por allá se creó un mecanismo que se vinculó con la embajada de Cuba. La idea de las FARC no era solamente tener una estrategia militar, sino llegar al poder a través de los diálogos y de la política. Pero para eso no solamente se necesitaban armas, también personas que estuvieran capacitadas ideológica y políticamente. Así dio inicio a mi vida como médica en formación a los 18 años recién cumpliditos.
¿Por qué decidió estudiar Medicina?
Yo siempre quise estudiar Medicina. Es una profesión que nos permite realizar una labor social y es un apoyo para dar bienestar a las demás personas. Es lo que siempre he buscado y he querido. Gracias a Dios se me dio la oportunidad.
¿Cómo fue vivir en Cuba durante sus siete años de estudio?
Me fui a Cuba en el 2005 y vivir allá fue una experiencia única, que si tuviera la oportunidad de vivirla nuevamente, a ojo cerrado la haría.
Cuba es un país al que me le quito el sombrero, porque aún con tantas dificultades, tienen esa amabilidad con las demás personas de poder ayudar. Cuando llegué pensé que era a la única que le habían dado la oportunidad, pero habían 1.500 o 2.000 estudiantes realizando sus estudios con todo pago: alimentación, alojamiento, estudio, libros y hasta las toallas higiénicas para las mujeres.
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Comíamos lo mismo que come un cubano común y corriente, con muchas limitantes pero es un país muy solidario. Gracias a eso fue que tuve la oportunidad de estudiar y toda la carrera fue costeada directamente por el gobierno de Cuba. Llegué a la Escuela Latinoamericana de Medicina.
¿Vivía con más gente colombiana o estaba en residencia estudiantil en la Universidad?
Estuve con mucha gente de otros países de Latinoamérica y también con algunos estadounidenses. Luego, empezaron a llegar africanos, árabes y asiáticos.
¿Cuando estaba en Cuba tenía comunicación con Colombia para hablar con su papá?
Comunicación directa no, porque en ese entonces Cuba era muy limitada en comunicaciones. Me acuerdo que teníamos una hora de internet a la semana y era terrible. Sin embargo, tenía la oportunidad de viajar a Colombia, por lo general en las vacaciones... aunque realmente llegaba a Ecuador por temas de seguridad, para poder ingresar al campamento.
Eso tocaba hacerlo con mucho sigilo. Cuando mataron al camarada Raúl (1 de marzo de 2008), él estaba por los lados de la frontera con Ecuador y yo había estado unos seis meses antes con él y toda la gente en el campamento. Debido a esto, duré dos años sin volver al país.
¿Cuándo y cómo se enteró de la muerte de Raúl Reyes y cómo fue eso para usted?
Me enteré por las noticias cubanas y fue difícil porque allá nadie sabía realmente quién era yo ni de dónde iba, ni nada... entonces fue un golpe duro porque no podía comentarlo con nadie. Hoy en día, gracias al proceso de paz, uno puede hablarlo abiertamente aunque con cierto riesgo. El camarada fue una persona muy especial para mí, fue quien me dio la oportunidad de poder formarme y dar continuidad a mis estudios. Fue un golpe duro para todo el movimiento guerrillero.
Vea:
Usted se fue en el 2005 y regresó graduada para 2012. ¿Llegó directamente a ejercer su profesión?
Llegue a cumplir con todos los documentos reglamentarios que debe tener todo médico graduado en el exterior, es decir, a homologar el título. En ese momento estaban iniciando los diálogos para el proceso de paz.
Yo inicié a trabajar en hospitales públicos, pero también cumplía labores cuando cualquier unidad guerrillera lo necesitara con consultas médicas o valoraciones. Estuve más que todo en lo que fue el Bloque Sur.
¿Luego de que se acogieron al proceso de reincorporación, tuvo la oportunidad de seguir trabajando con hospitales y otras entidades?
Gracias al Acuerdo de Paz ya se puede tener una vida legal, un poco más llevadera, más tranquila aunque solo un poco porque para nadie es un secreto que nosotros, a pesar de que estamos tratando de hacer las cosas lo mejor posible, día a día nos están matando. He podido dar continuidad a mi profesión, me he vinculado laboralmente con entidades públicas -no diciendo quién específicamente soy- porque la estigmatización que hay hacia nosotros es grande.
Durante la pandemia quedé desvinculada laboralmente, pero gracias al Comité Internacional para el Desarrollo de los Pueblos (CISP) tuve la posibilidad de trabajar con población campesina, indígena y migrante. De todos los trabajos que he tenido ese ha sido el trabajo que vale la pena resaltar, porque realmente uno cumple la labor como se debe. Entramos a dar apoyo y bienestar a quienes realmente lo necesitan: las personas más vulnerables que están en los sitios más alejados y vulnerados del país.
¿En qué está trabajando actualmente?
Estuve con una entidad petrolera anteriormente y lamentablemente hubo unos problemas de seguridad en donde estábamos y tuvimos que desplazarnos. Esto a raíz de un atentado en febrero del 2022, en el que mataron a nuestro dirigente Jorge Santofimio. Después de eso, mi compañero recibió varias amenazas y nos tocó desplazarnos nuevamente. Tuvimos que dejar todo y ahora trabajo de forma independiente.
¿Qué dificultades ha tenido al momento de encontrar trabajo?
El tema de seguridad en este país es bien complicado. Ojalá uno pudiera hablar hoy en día libremente de quién fue, qué fue lo que hizo y por qué lo hizo. Yo me siento orgullosa de quienes fueron mis papás, de cómo estuve, dónde estuve, de lo que hice y de la oportunidad de estar en la selva, de interactuar con las demás camaradas, de proyectarse, de estudiar, de realmente tener un fundamento ideológico... en fin, de querer tener un cambio para el país.
Ahora, la estigmatización que hay para nosotros es muy grande, entonces poder llegar a un trabajo y decir realmente quién fui yo, qué hice o por qué lo hice es muy complicado. Lo hago por temas de seguridad, porque hay muchas personas que están contrarias al proceso de paz y esto puede poner en riesgo mi vida y la de mi familia.
¿Cuál es su sueño para el futuro? ¿Le gustaría seguir estudiando?
Me gustaría darle continuidad a mis estudios, pero el tema de recursos es lo que a uno lo limita. En una universidad privada eso es bastante costoso. Mi ilusión algún día es poder estudiar ginecobstetricia.
Me gustaría tener un consultorio donde pueda atender como especialista a muchas mujeres. Hay muchas enfermedades ginecológicas que se pueden prevenir, pero las mujeres a veces por ignorancia o porque las EPS limitan muchas cosas, no se pueden hacer sus respectivos estudios y seguimientos.
Ojalá pudiera aportar ese granito de arena, por lo menos con las consultas, con los estudios o los exámenes. Eso sería una felicidad para mí, ayudar a quienes lo necesitan y a eso es a lo que le estoy apostando.
*Periodista independiente.
**El nombre de la persona entrevistada fue cambiado por temas de seguridad, a petición de la misma.