“Aportaré lo que me queda de vida en este esfuerzo por la paz”: Gabino
Colombia+20 conversó con Nicolás Rodríguez Bautista “Gabino”, miembro fundador y antiguo comandante del Ejército de Liberación Nacional. Dice que hay una decisión plena de todo el ELN para jugársela por este proceso de negociaciones y cuenta algunos secretos de aquella guerrilla.
Nicolás Rodríguez Bautista “Gabino” está a pocos meses de cumplir sesenta años de militancia en la última guerrilla de Colombia, de la que fue fundador en Santander, cuando apenas era un niño campesino de catorce años. Contra él pesan una veintena de órdenes de captura en múltiples procesos judiciales que incluyen ya condenas en firme como reo ausente por hechos como la masacre de Machuca en Segovia, Antioquia, donde murieron 84 civiles después que esa guerrilla dinamitara un oleoducto cercano en 1998, o el secuestro masivo de 194 personas en la iglesia La María de Cali, en 1999.
Gabino recuerda que el sacerdote Manuel Pérez no murió en Colombia, como él mismo había asegurado hace 25 años en un comunicado, sino que alcanzó a ser trasladado a La Habana a finales de 1997 para un tratamiento médico infructuoso. Su versión ratifica lo que dijo la Comisión de la Verdad, confirmando también las declaraciones que en su momento diera sobre el tema el general Mario Fernando Roa, comandante de la segunda división del Ejército, basándose en informes de inteligencia que registraron el robo de una avioneta en Arauca, con la que supuestamente se habría sacado a Pérez del país.
Cuenta que, en contra de la creencia generalizada, nunca existió una mala relación con Fabio Vásquez Castaño, fundador y primer jefe del ELN, quien terminó degradado y exiliado en Cuba después de ordenar el fusilamiento de un centenar de sus compañeros en la selva.
Vásquez Castaño falleció en 2019 y Colombia+20 publicó los audios de una de las pocas entrevistas que concedió después de su exilio, cuando Mónica Yarima Lara, hija de Ricardo Lara Parada, exguerrillero y también fundador del ELN, fue a indagar los motivos que provocaron el asesinato de su padre, cometido presuntamente por esa misma guerrilla en 1985, cuando Lara era un dirigente de izquierda en Barrancabermeja ya desmovilizado.
Es difícil acceder a Gabino en medio de la férrea vigilancia de la seguridad cubana, que mantiene a raya a los periodistas en los salones de protocolo de Cubanacán, en La Habana, donde se lleva a cabo la ceremonia en la que el presidente Gustavo Petro firma el acuerdo de cese al fuego bilateral con el ELN el 9 de junio. Este acuerdo además traza una ruta completa para las negociaciones y la participación de la sociedad civil en ellas durante los próximos años.
El tiempo es escaso, pero alcanza para preguntarle por el asesinato de sus hermanos y los “dolores y amarguras” que le dejó la guerra. Por un ligero instante se le quiebra la voz recordándolos.
Nuestra charla ocurre de improviso en dos momentos diferentes de la mañana, en uno además participa el reportero Winston Viracacha de Telepacífico, quién formula una única pregunta sobre los compromisos del ELN frente a la comunidad internacional.
¿A qué se compromete el ELN con Colombia de cara a la comunidad internacional?
A todo lo que sea necesario, con tal de que la sociedad y sobre todo los excluidos tengan la oportunidad de organizarse y luchar por las transformaciones para que desaparezcan las causas que originaron la violencia. Por eso ha repetido el comandante Pablo Beltrán: “no nos convoquen para hablar de las consecuencias, convóquenos para luchar por las causas que originaron este conflicto en que todavía estamos”.
Lleva casi sesenta años en la guerra, ahora es posible que sea uno de los que firmen este acuerdo de paz, ¿cuáles son sus expectativas?
Yo he dicho que cuando me metí a la guerra siempre soñé que el objetivo era la paz, siempre abracé junto a mis compañeros ese propósito. Dolorosamente se han necesitado casi sesenta años para lograrlo y tengo la plena disposición de aportar lo que me queda de vida en ese esfuerzo por la paz.
Siempre se ha dicho que usted es una figura de unidad y cohesión dentro del ELN, fue fundador y es el último comandante histórico. ¿Está acá para enviar un mensaje a ciertos sectores que son reacios a la negociación y no han visto con buenos ojos este proceso?
En el ELN hay una decisión plena de apostarle a este proceso de paz, en eso no hay en absoluto ninguna desarmonía, ni ningún cuestionamiento. Mi mensaje es para los sectores en Colombia que tienen dudas o desconfianzas de este proceso de paz: el ELN se la juega y si encuentra el respaldo y la decisión de la sociedad, entre el ELN y el Gobierno vamos a desatar toda la potencialidad para que la paz se logre, siendo que la paz se sintetiza en las transformaciones indispensables para la sociedad colombiana.
A Vanguardia Liberal usted le dijo que el gobierno de Santos apostaba por una “paz barata”, ahora Petro viene hasta acá en una apuesta que algunos creemos que es muy prematura, vino solamente a firmar un cese al fuego, porque aún no hay ningún acuerdo, ¿esta no es una “paz barata”?
La venida del Presidente no es prematura. Yo pienso que la venida del Presidente sintetiza la profundidad con que este proceso de paz arranca, y el Presidente lo hace colocando una gran confianza de su Gobierno en el Ejército de Liberación Nacional, no vamos a ser inferiores, por tanto, este proceso de paz que comienza es el inicio de una perspectiva de largo plazo en donde nosotros estamos convencidos de que lo empeñamos todo para que florezca el objetivo que siempre hemos querido: las realizaciones para la sociedad colombiana.
Sus hermanas y otros parientes que nunca tuvieron que ver con el ELN fueron asesinados en medio de la guerra sucia, hábleme de esos dolores que le dejó la guerra…
Realmente los costos para los humildes han sido demasiado altos en esta guerra. Los revolucionarios, dolorosamente, tenemos que cargar en lo personal una cuota de ello. Lo importante es que ahora en este proceso de paz logremos reivindicar ese sacrificio y superemos definitivamente los dolores y las amarguras que ha vivido el pueblo colombiano.
¿Y un hecho que le haya dolido?
Muchos. Por ejemplo, eso de mis hermanos, las masacres, el asesinato permanente y el genocidio de los líderes sociales son las mayores desgarraduras en toda esta situación de guerra que hemos vivido.
Hace años, en uno de tantos viajes a Cuba usted se encontró con Fabio Vásquez, el fundador del ELN que terminó degradado del mando en los años setenta. En El Espectador publicamos los audios de una entrevista que Mónica Yarima Lara, hija del exguerrillero Ricardo Lara, tuvo con Vásquez. ¿Cómo fue su encuentro con él?
Bueno, yo me vi por primera vez con Fabio en 1985. Yo lo despedí a él rumbo a Cuba en 1974, estaba enfermo, y volví a verlo en el 85 porque pasé para Vietnam y me encontré con él aquí. Fue un encuentro muy fraternal, muy humano, hablamos bastante y después no pude volver a verlo hasta ahora que yo vine hace cuatro años para Cuba y me volví a ver con él. Ahí si hablamos largo y tendido de muchas cosas.
¿Y qué decía? Él los abandonó a ustedes en la selva, dicen que daba las órdenes desde Cuba por un radioteléfono…
No, eso son fantasías. Fueron momentos muy difíciles en donde no pudimos mantener una comunicación fluida. Pero si algo tiene que reconocerle el ELN al comandante Fabio Vásquez Castaño es su delicadeza, su lealtad y su fidelidad a las dinámicas de la organización y el ELN se lo ha sabido agradecer.
¿Entonces por qué nunca volvió? Él se quedó en Cuba y usted con el cura Manuel Pérez asumieron la comandancia en Colombia.
Bueno, Fabio tenía muchas ganas de ir a Colombia y siempre lo solicitó, y no fue posible, no por el ELN, sino por otras realidades que después podremos clarificar.
Esa parte de la historia está por contarse.
Si, claro que sí. Es que la historia de la organización todavía tiene demasiadas páginas que no se han logrado. Por ejemplo, lo que yo escribo en [el libro] “Papá, ¡son los muchachos!”, es mi visión, pero seguramente que si otros comandantes que llegaran después contaran su vida, habría mucha riqueza. Nosotros pensamos que no hay una historia oficial, sino que tienen que juntarse todos los que hemos vivido para darle mucha riqueza a la historia del ELN.
En 1997 se habló de una división interna en el ELN, según la cuál usted estaba con una línea y el cura Manuel Pérez con otra, ¿eso fue verdad?
No, él y yo nos encontramos en un momento muy difícil de la organización, que es después de los acontecimientos de Anorí [se refiere al cerco militar en el nordeste de Antioquia que estuvo a punto de exterminar al ELN en 1973]. La organización ha dicho que por fortuna él y yo confluimos y pudimos cada uno aportar lo que éramos como revolucionarios para ayudar a superar la crisis que vivió la organización. Ahora ¿qué pasa? Pues lógico, que si hay una crisis y hay que superarla, nadie puede ser ajeno a que hayan diferencias, pero siempre supimos trabajarlas, clarificarlas, y nunca nos distanciamos humanamente y como conductores de la organización.
¿Cómo fue la muerte del cura Pérez? Eso no se ha contado.
El comandante murió de una cirrosis hepática, aquí en Cuba.
¿No murió en la selva? Había un video del entierro de él en una montaña…
Sí, sí lo enterramos en Colombia, pero murió aquí de una cirrosis hepática. Al comandante Fidel [Castro] y a Cuba le debemos grandes esfuerzos por salvarle la vida al comandante Manuel Pérez, sin embargo, no fue posible, él llegó aquí a Cuba ya muy enfermo, hubo muchas dificultades para sacarlo de Colombia por los operativos militares y ya cuando llegó a Cuba llegó en unas condiciones muy difíciles.
Cuénteme que ocurrió con ese acuerdo del Palacio de Viana, en España, con el gobierno de Samper, dicen que se malogró por la muerte del cura Pérez.
Para ese momento el comandante Manuel ya estaba muy enfermo y estaba internado en un hospital aquí. Quien estuvo en ese esfuerzo fue el comandante Milton Hernández, que era en ese momento miembro de la dirección nacional y era el encargado de lo internacional, entonces fue Milton Hernández el que estuvo en Viana, el comandante Manuel no participó.
Estuvo en el combate donde murió Camilo Torres, ¿Cómo fue?
Ese fue el segundo combate importante del ELN, después de la toma de Simacota. Había mucha inexperiencia y nosotros planificamos el combate y estábamos plenamente convencidos de que iba a ser un éxito total. Las cosas cambiaron porque el sistema de inteligencia que teníamos para ubicar la capacidad del enemigo, por una situación fortuita, no logró ser lo que estimábamos y lo que pensábamos que sería un éxito pleno se convirtió en un golpe muy duro, porque allí murió el comandante Camilo Torres y cinco compañeros más.
Una última pregunta: usted entró a la guerrilla a los catorce años, era lo que hoy llamaríamos un menor reclutado, ¿ha pensado en eso: en que usted también fue víctima de la guerra?
No, yo nunca me he considerado una víctima. Yo he actuado, desde que llegué a la guerrilla, con plena consciencia de lo que significaba vincularme a la guerrilla. Por fortuna mi padre era un dirigente campesino, bastante lúcido, modestia aparte, y nos inculcó mucho sus valores cristianos y revolucionarios. Fruto de mis convicciones, a pesar de que tenía catorce años, decidí vincularme a la guerrilla y nunca me he considerado una víctima.
Con toda la experiencia, con todas las vivencias de tantos años de guerra, después de todo lo que pasó ¿qué le diría hoy a ese niño de catorce años si pudiera hablar con él?
Que, si ese momento volviera a vivirse, sería necesario empuñar las armas y continuar la lucha.
¿Hoy es necesario?
No. Ya hoy no estamos en ese momento, pero esa experiencia histórica es válida, es importante y el ELN la reivindica.
Nicolás Rodríguez Bautista “Gabino” está a pocos meses de cumplir sesenta años de militancia en la última guerrilla de Colombia, de la que fue fundador en Santander, cuando apenas era un niño campesino de catorce años. Contra él pesan una veintena de órdenes de captura en múltiples procesos judiciales que incluyen ya condenas en firme como reo ausente por hechos como la masacre de Machuca en Segovia, Antioquia, donde murieron 84 civiles después que esa guerrilla dinamitara un oleoducto cercano en 1998, o el secuestro masivo de 194 personas en la iglesia La María de Cali, en 1999.
Gabino recuerda que el sacerdote Manuel Pérez no murió en Colombia, como él mismo había asegurado hace 25 años en un comunicado, sino que alcanzó a ser trasladado a La Habana a finales de 1997 para un tratamiento médico infructuoso. Su versión ratifica lo que dijo la Comisión de la Verdad, confirmando también las declaraciones que en su momento diera sobre el tema el general Mario Fernando Roa, comandante de la segunda división del Ejército, basándose en informes de inteligencia que registraron el robo de una avioneta en Arauca, con la que supuestamente se habría sacado a Pérez del país.
Cuenta que, en contra de la creencia generalizada, nunca existió una mala relación con Fabio Vásquez Castaño, fundador y primer jefe del ELN, quien terminó degradado y exiliado en Cuba después de ordenar el fusilamiento de un centenar de sus compañeros en la selva.
Vásquez Castaño falleció en 2019 y Colombia+20 publicó los audios de una de las pocas entrevistas que concedió después de su exilio, cuando Mónica Yarima Lara, hija de Ricardo Lara Parada, exguerrillero y también fundador del ELN, fue a indagar los motivos que provocaron el asesinato de su padre, cometido presuntamente por esa misma guerrilla en 1985, cuando Lara era un dirigente de izquierda en Barrancabermeja ya desmovilizado.
Es difícil acceder a Gabino en medio de la férrea vigilancia de la seguridad cubana, que mantiene a raya a los periodistas en los salones de protocolo de Cubanacán, en La Habana, donde se lleva a cabo la ceremonia en la que el presidente Gustavo Petro firma el acuerdo de cese al fuego bilateral con el ELN el 9 de junio. Este acuerdo además traza una ruta completa para las negociaciones y la participación de la sociedad civil en ellas durante los próximos años.
El tiempo es escaso, pero alcanza para preguntarle por el asesinato de sus hermanos y los “dolores y amarguras” que le dejó la guerra. Por un ligero instante se le quiebra la voz recordándolos.
Nuestra charla ocurre de improviso en dos momentos diferentes de la mañana, en uno además participa el reportero Winston Viracacha de Telepacífico, quién formula una única pregunta sobre los compromisos del ELN frente a la comunidad internacional.
¿A qué se compromete el ELN con Colombia de cara a la comunidad internacional?
A todo lo que sea necesario, con tal de que la sociedad y sobre todo los excluidos tengan la oportunidad de organizarse y luchar por las transformaciones para que desaparezcan las causas que originaron la violencia. Por eso ha repetido el comandante Pablo Beltrán: “no nos convoquen para hablar de las consecuencias, convóquenos para luchar por las causas que originaron este conflicto en que todavía estamos”.
Lleva casi sesenta años en la guerra, ahora es posible que sea uno de los que firmen este acuerdo de paz, ¿cuáles son sus expectativas?
Yo he dicho que cuando me metí a la guerra siempre soñé que el objetivo era la paz, siempre abracé junto a mis compañeros ese propósito. Dolorosamente se han necesitado casi sesenta años para lograrlo y tengo la plena disposición de aportar lo que me queda de vida en ese esfuerzo por la paz.
Siempre se ha dicho que usted es una figura de unidad y cohesión dentro del ELN, fue fundador y es el último comandante histórico. ¿Está acá para enviar un mensaje a ciertos sectores que son reacios a la negociación y no han visto con buenos ojos este proceso?
En el ELN hay una decisión plena de apostarle a este proceso de paz, en eso no hay en absoluto ninguna desarmonía, ni ningún cuestionamiento. Mi mensaje es para los sectores en Colombia que tienen dudas o desconfianzas de este proceso de paz: el ELN se la juega y si encuentra el respaldo y la decisión de la sociedad, entre el ELN y el Gobierno vamos a desatar toda la potencialidad para que la paz se logre, siendo que la paz se sintetiza en las transformaciones indispensables para la sociedad colombiana.
A Vanguardia Liberal usted le dijo que el gobierno de Santos apostaba por una “paz barata”, ahora Petro viene hasta acá en una apuesta que algunos creemos que es muy prematura, vino solamente a firmar un cese al fuego, porque aún no hay ningún acuerdo, ¿esta no es una “paz barata”?
La venida del Presidente no es prematura. Yo pienso que la venida del Presidente sintetiza la profundidad con que este proceso de paz arranca, y el Presidente lo hace colocando una gran confianza de su Gobierno en el Ejército de Liberación Nacional, no vamos a ser inferiores, por tanto, este proceso de paz que comienza es el inicio de una perspectiva de largo plazo en donde nosotros estamos convencidos de que lo empeñamos todo para que florezca el objetivo que siempre hemos querido: las realizaciones para la sociedad colombiana.
Sus hermanas y otros parientes que nunca tuvieron que ver con el ELN fueron asesinados en medio de la guerra sucia, hábleme de esos dolores que le dejó la guerra…
Realmente los costos para los humildes han sido demasiado altos en esta guerra. Los revolucionarios, dolorosamente, tenemos que cargar en lo personal una cuota de ello. Lo importante es que ahora en este proceso de paz logremos reivindicar ese sacrificio y superemos definitivamente los dolores y las amarguras que ha vivido el pueblo colombiano.
¿Y un hecho que le haya dolido?
Muchos. Por ejemplo, eso de mis hermanos, las masacres, el asesinato permanente y el genocidio de los líderes sociales son las mayores desgarraduras en toda esta situación de guerra que hemos vivido.
Hace años, en uno de tantos viajes a Cuba usted se encontró con Fabio Vásquez, el fundador del ELN que terminó degradado del mando en los años setenta. En El Espectador publicamos los audios de una entrevista que Mónica Yarima Lara, hija del exguerrillero Ricardo Lara, tuvo con Vásquez. ¿Cómo fue su encuentro con él?
Bueno, yo me vi por primera vez con Fabio en 1985. Yo lo despedí a él rumbo a Cuba en 1974, estaba enfermo, y volví a verlo en el 85 porque pasé para Vietnam y me encontré con él aquí. Fue un encuentro muy fraternal, muy humano, hablamos bastante y después no pude volver a verlo hasta ahora que yo vine hace cuatro años para Cuba y me volví a ver con él. Ahí si hablamos largo y tendido de muchas cosas.
¿Y qué decía? Él los abandonó a ustedes en la selva, dicen que daba las órdenes desde Cuba por un radioteléfono…
No, eso son fantasías. Fueron momentos muy difíciles en donde no pudimos mantener una comunicación fluida. Pero si algo tiene que reconocerle el ELN al comandante Fabio Vásquez Castaño es su delicadeza, su lealtad y su fidelidad a las dinámicas de la organización y el ELN se lo ha sabido agradecer.
¿Entonces por qué nunca volvió? Él se quedó en Cuba y usted con el cura Manuel Pérez asumieron la comandancia en Colombia.
Bueno, Fabio tenía muchas ganas de ir a Colombia y siempre lo solicitó, y no fue posible, no por el ELN, sino por otras realidades que después podremos clarificar.
Esa parte de la historia está por contarse.
Si, claro que sí. Es que la historia de la organización todavía tiene demasiadas páginas que no se han logrado. Por ejemplo, lo que yo escribo en [el libro] “Papá, ¡son los muchachos!”, es mi visión, pero seguramente que si otros comandantes que llegaran después contaran su vida, habría mucha riqueza. Nosotros pensamos que no hay una historia oficial, sino que tienen que juntarse todos los que hemos vivido para darle mucha riqueza a la historia del ELN.
En 1997 se habló de una división interna en el ELN, según la cuál usted estaba con una línea y el cura Manuel Pérez con otra, ¿eso fue verdad?
No, él y yo nos encontramos en un momento muy difícil de la organización, que es después de los acontecimientos de Anorí [se refiere al cerco militar en el nordeste de Antioquia que estuvo a punto de exterminar al ELN en 1973]. La organización ha dicho que por fortuna él y yo confluimos y pudimos cada uno aportar lo que éramos como revolucionarios para ayudar a superar la crisis que vivió la organización. Ahora ¿qué pasa? Pues lógico, que si hay una crisis y hay que superarla, nadie puede ser ajeno a que hayan diferencias, pero siempre supimos trabajarlas, clarificarlas, y nunca nos distanciamos humanamente y como conductores de la organización.
¿Cómo fue la muerte del cura Pérez? Eso no se ha contado.
El comandante murió de una cirrosis hepática, aquí en Cuba.
¿No murió en la selva? Había un video del entierro de él en una montaña…
Sí, sí lo enterramos en Colombia, pero murió aquí de una cirrosis hepática. Al comandante Fidel [Castro] y a Cuba le debemos grandes esfuerzos por salvarle la vida al comandante Manuel Pérez, sin embargo, no fue posible, él llegó aquí a Cuba ya muy enfermo, hubo muchas dificultades para sacarlo de Colombia por los operativos militares y ya cuando llegó a Cuba llegó en unas condiciones muy difíciles.
Cuénteme que ocurrió con ese acuerdo del Palacio de Viana, en España, con el gobierno de Samper, dicen que se malogró por la muerte del cura Pérez.
Para ese momento el comandante Manuel ya estaba muy enfermo y estaba internado en un hospital aquí. Quien estuvo en ese esfuerzo fue el comandante Milton Hernández, que era en ese momento miembro de la dirección nacional y era el encargado de lo internacional, entonces fue Milton Hernández el que estuvo en Viana, el comandante Manuel no participó.
Estuvo en el combate donde murió Camilo Torres, ¿Cómo fue?
Ese fue el segundo combate importante del ELN, después de la toma de Simacota. Había mucha inexperiencia y nosotros planificamos el combate y estábamos plenamente convencidos de que iba a ser un éxito total. Las cosas cambiaron porque el sistema de inteligencia que teníamos para ubicar la capacidad del enemigo, por una situación fortuita, no logró ser lo que estimábamos y lo que pensábamos que sería un éxito pleno se convirtió en un golpe muy duro, porque allí murió el comandante Camilo Torres y cinco compañeros más.
Una última pregunta: usted entró a la guerrilla a los catorce años, era lo que hoy llamaríamos un menor reclutado, ¿ha pensado en eso: en que usted también fue víctima de la guerra?
No, yo nunca me he considerado una víctima. Yo he actuado, desde que llegué a la guerrilla, con plena consciencia de lo que significaba vincularme a la guerrilla. Por fortuna mi padre era un dirigente campesino, bastante lúcido, modestia aparte, y nos inculcó mucho sus valores cristianos y revolucionarios. Fruto de mis convicciones, a pesar de que tenía catorce años, decidí vincularme a la guerrilla y nunca me he considerado una víctima.
Con toda la experiencia, con todas las vivencias de tantos años de guerra, después de todo lo que pasó ¿qué le diría hoy a ese niño de catorce años si pudiera hablar con él?
Que, si ese momento volviera a vivirse, sería necesario empuñar las armas y continuar la lucha.
¿Hoy es necesario?
No. Ya hoy no estamos en ese momento, pero esa experiencia histórica es válida, es importante y el ELN la reivindica.