Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Sek y Ate (que traducen Sol y Luna, respectivamente, en idioma nasa) son dos niños que retratan las afectaciones que la guerra les ha producido a cientos de menores de edad en el noroccidente del Cauca. Sek y Ate son los personajes de un cortometraje animado llamado Árbol de amor, que se lanzará el próximo 19 de septiembre en Bogotá. El corto fue escrito y animado por unos cuarenta niños que pertenecen a la comunidad indígena nasa, de un municipio que no podemos revelar para proteger la integridad de ellos pues, aún hoy, viven en medio de la guerra.
El corto, narrado por los niños, da cuenta de lo que vivieron en medio del conflicto. Muestra cómo los actores armados se aprovecharon de la vulnerabilidad de los menores de edad para reclutarlos y los vejámenes de los que han sido víctimas: presenciar homicidios, ser víctimas de acoso, hacer ejercicios extenuantes, participar en combates y planificación forzada.
La idea de hacer un proyecto en el cual los menores de edad fueran los creadores de sus propios relatos surgió luego de que Mathew Charles, un reportero inglés que vive en Colombia hace cinco años, leyó Les di la mano, tomaron la piel. Ese libro, lanzado en noviembre de 2017, contiene varios textos escritos por niños y niñas en los que cuentan cómo la guerra atravesó sus infancias. Pensó que podían hacer algo similar, pero llevándolo al audiovisual. Hablaron con Javier Osuna, uno de los profesores que hicieron parte de la elaboración del libro. Eligieron el Cauca y consiguieron los recursos con la Universidad de Bournemouth, en Inglaterra. En el proyecto participaron la Fundación Fahrenheit 451, la productora Blue Sheep, Tyet y la Asociación de Cabildos del Norte del Cauca (ACIN).
La ACIN autorizó la realización del proyecto y brindó la seguridad por medio de la guardia indígena. “La organización es consciente de que hay una necesidad muy importante de contar lo que ha sucedido alrededor del conflicto, la infancia y la juventud”, aseguró Osuna. El cortometraje se lanza en un momento en el que el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes está disparado. El Consejo de Seguridad de la ONU verificó que durante el 2018 se registraron 293 casos de reclutamiento o utilización de menores por los grupos armados ilegales; eso representa un incremento de 124 casos con respecto al 2017. Este año la situación ha empeorado, pues Hilda Molano, coordinadora de la Secretaría Técnica de la Coalición contra la vinculación de niños, niñas y adolescentes, cuenta que entre enero y junio de 2019 han tenido más reportes que durante todo 2018.
El primer reto fue que los niños se motivaran a contar. No fue fácil porque el Cauca vive en medio de la guerra, la paz que soñaron que llegaría luego de los diálogos entre el Estado y las Farc nunca aterrizó en el departamento. Los pueblos indígenas son objetivo de los violentos. En las dos primeras semanas de agosto la guardia indígena enterró a cuatro de sus miembros, víctimas de ataques armados. Gersaín Yatacué, coordinador de la guardia indígena, y el médico tradicional Enrique Güejia fueron abaleados por sicarios. El pasado 10 de agosto, una chiva que transportaba a un grupo de comuneros fue atacada con ráfagas de fusil en la carretera que comunica a Toribío con Caloto. Panfletos suscritos, al parecer, por el Cartel de Sinaloa, procedente de México, han señalado que están dispuestos a atacar a los guardias que se interpongan en su intención de traficar droga. En los hechos murieron dos guardias y cuatro más resultaron heridos.
Para los profesores, Isis Tijaro y Javier Osuna, fue difícil encontrar un lugar donde los jóvenes pudieran escribir tranquilamente. Fueron precisamente los comuneros quienes resguardaron una escuela donde se dieron varios encuentros entre los profesores y los niños del cortometraje. “La guardia jugó un papel importante, evitando que personas extrañas con malas intenciones intentaran identificar a los jóvenes para hacerles daño, intimidarlos”, reconoció Osuna.
En medio de uno de los talleres, pidieron que fueran a un sitio que la comunidad conoce como el árbol del amor. Ese lugar inspiró el nombre del cortometraje, debido a la importancia que tiene para los indígenas. “Es donde las parejas van a confesarse su amor. Parece un árbol de Disney, es inmenso y siempre está rodeado de animales como pavos, perros y caballos. Están tratando de resignificarlo, porque ha sido también un lugar de tránsito de los grupos armados”, dice Osuna.
Luego de un año de ejercicios de escritura, los relatos de los niños quedaron condensados en el guion del cortometraje. Fue un proceso entre los talleristas y los participantes. Así se le dio vida a Sek y Ate, dos niños que en realidad son cuarenta. “No se corrió una sola coma de lo que la comunidad dijo. Sin ningún tipo de censura y sin ningún tipo de imposición, el guion se construyó textualmente sobre lo que produjeron en los talleres y eligieron contar de forma voluntaria”, afirmó Osuna.
Después, se buscó que ellos mismos animaran el producto. Algunos niños tenían conocimientos en esa área, debido a que el SENA les dictó un diplomado en 2017. En 2018 Mathew Charles, director del corto, les dictó clases de narrativas audiovisuales y Paola Albao impartió lecciones de animación. En la comunidad quedaron tres computadores, con licencias, para que los niños puedan seguir animando. Con eso, los participantes del taller decidieron montar una empresa que ya está trabajando. “El proyecto es mucho más que un documental animado”, enfatizó Charles.
Los niños recibirán un reconocimiento de la Universidad de Bournemouth en Bogotá y para alojarlos en esos días lanzaron una campaña de recolección de fondos por internet en la plataforma Vaki llamado: “Lanzamiento del corto El árbol del amor”. La idea es recoger $3’500.000.
Los niños en Colombia siguen viviendo su infancia en medio de la guerra. Las motivaciones para ser parte de ella son diversas, desde la violencia intrafamiliar hasta el hambre. Ate hace un pedido que refleja el afán de crecer en un país distinto: “Deseo que los niños o adultos de diferentes lugares entiendan lo que vivimos nosotros y no nos juzguen y por este medio nos escuchen los que hacen la guerra”.