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Dos días después de la accidentada entrevista que tuvo la Comisión de la Verdad con el expresidente Álvaro Uribe Vélez, en su finca de Llano Grande (Antioquia), la comisionada Lucía González dice que no se arrepiente de haber asistido al encuentro, pese a que no se esperaba que el exmandatario y sus hijos la agredieran. Pensó que su cercanía con Lina Moreno podría, incluso, haber ayudado a la tarea en la que acompañó a Francisco de Roux y Leyner Palacios.
La hoy comisionada es arquitecta, profesión que nunca ejerció porque la vida la llevó por otros caminos. Creció en la Medellín que se enfrentó al narcotráfico y desde muy temprano trabajó con organizaciones sociales. Así lideró un proceso de paz con 120 muchachos de bandas de sicarios en el barrio Antioquia y más adelante trabajaría con María Emma en las desmovilizaciones de las milicias urbanas. Dice que desde siempre ha estado “en el mundo del otro que está por fuera”. Y asegura que eso tiene que ver con su formación cristiana católica. Trabajó en la reconstrucción del eje cafetero después del terremoto de Armenia, al lado de Luis Carlos Villegas, y más adelante lo volvió a acompañar en Colombia Humanitaria, la entidad que se creó para atender la emergencia invernal del año 2000.
Volvió a las comunas para trabajar con los muchachos que se expresaban a través del arte, por eso dice que es rapera de corazón. Valora mucho esas expresiones juveniles y urbanas que volvieron a explotar ahora con el paro nacional. También pasó por el Museo de Antioquia, la Consejería de Paz de Medellín, el Museo Casa de la Memoria, el Teatro Pablo Tobón y con Guillermo Gaviria, el gobernador secuestrado y asesinado por las Farc, conoció y trabajó por la No violencia. Sus últimos cargos estuvieron en la oficina del alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, en el Consejo Nacional de Paz y en Idartes.
En la Comisión se hizo cargo del tema arte y cultura, y creó Nombrar lo innombrable, un espacio para contar cómo los artistas han ayudado históricamente a leer lo que pasa en el país, ya que la academia no hace lecturas sobre prácticas artísticas y se dedica más a leer filosofía, historia y política que lo que sale del rap, el punk o el grafiti. En el Magdalena Medio ha propiciado encuentros entre la comunidad, paramilitares y la guerrilla para reconocer los daños que infligieron y hacer una promesa de no repetición.
¿Por qué acompañó al presidente de la Comisión en este encuentro?
Pacho me pidió que lo acompañara, tal vez pensó que como conozco a Lina Moreno podían sentirse cómodos. También porque quería que se reafirmara como un acto institucional; de manera muy ocasional hacemos entrevistas individuales. A las entrevistas con los otros expresidentes fuimos 5 o 6 comisionados, y a veces los 11.
Me pareció muy acertado que fuera Leyner porque es una víctima directa y tiene esa autoridad moral. A pesar de que el expresidente Uribe dijo que no reconocía a la Comisión, nosotros fuimos como Comisión porque no podíamos quitarnos esa investidura para pasar una cerca y decir ya no lo somos. Aquí hubo un juego de palabras, una incongruencia total porque o te reciben o no te reciben.
¿En qué momento se percibe la molestia de su presencia allí?
El señor Uribe pretendió solamente hablar con Pacho y yo le dije: “¡No, aquí estamos nosotros, somos comisionados y vamos a hablar!”. Leyner y yo somos comisionados en igual categoría que el presidente del pleno. Eso no le gustó. Luego se desarrolló la entrevista que tenía un performance que los medios han destacado, en el que estaba claro que quien controlaba todo era él. Pero para Pacho el imperativo de oírlos a todos estaba por encima de las formas.
Se supo que el expresidente Uribe cambió el acuerdo sobre el encuentro, ¿por qué permitieron ese cambio?, ¿por qué seguir?
Uribe había hablado de que se grabara la reunión y luego se le diera uso público. Después, la noche anterior, dijo que él la pasaba en directo por sus redes y que podíamos hacer lo mismo. Y se acordó que no, que mejor grabábamos y que luego se publicaba. Cuando llegamos al lugar nos encontramos con la escenografía dispuesta para que él fuera el centro, la autoridad. Esa puesta en escena no era adecuada para la dignidad de la Comisión ni la de Pacho. Hablamos y Pacho privilegió la escucha. Dijo: “Ya estamos aquí, vamos a oírlo y hacer las preguntas que tenemos que hacer. Sigamos”. Haber dicho que no, habría hecho imposible el espacio, y se tenía un objetivo superior muy claro. Creo que fue mejor transmitirlo completo para que quedara en evidencia qué se dijo, qué y como se actuó. Si no hubiera sido así, estaríamos unos y otros contando versiones o sacando apartes. Uribe habló de respeto todo el tiempo, pero una cosa son las palabras y otra la evidencia de los actos.
(Lea también: ¿Por qué Uribe no puede ir a la JEP tras su paso por la Comisión de la Verdad?)
¿Usted se sintió agredida por ser mujer?
Uribe hace una descalificación por un supuesto sesgo que tengo. Nunca he sido uribista y él lo sabe; no tengo por qué serlo y eso no me impide hablar con él. No he sido fariana y hablo con las Farc. No he sido paramilitar y hablo con los paramilitares. Nunca he sido del Partido Conservador, y eso no me condiciona para escuchar a alguien como comisionada. Esa fue una descalificación patriarcal, por un prejuicio. Él conoce mi trayectoria y sabe que no he sido de las Farc, sabe que nunca he estado a favor de la guerra. Su esposa me conoce desde siempre. Lo que preocupa no es solo el hecho sino cómo se instituyen esas maneras, se convierten en ejemplares, hay licencia para hacerlas, los hijos las replican, los medios las replican y el matoneo se convierte en un acto lícito. En el origen del conflicto armado está el patriarcado, el clasismo, el racismo, está la invención del enemigo interno, la descalificación y eliminación del otro no solo física, sino moralmente. Me afecta el desprecio de la institucionalidad amparada por la Constitución, ese desprecio de lo que significa la verdad. Esa es la guerra, los grupos armados son solo el síntoma.
¿Cree que Uribe le hubiera hecho lo mismo a un comisionado varón?
Claro que no, hubiera sido completamente distinto, de hecho, Leyner le hizo la misma pregunta que yo le hice y no le hizo lo mismo. A un hombre no le hace lo que me hizo a mí, ni el hijo le hace lo que me hizo a mí y que no se vio en cámara: me puso el teléfono en la cara y me dijo que confesara que yo estaba del lado de las Farc. Fue un acto muy violento. Estoy en una casa invitada y espero respeto, una casa paisa que siento cercana por la cercanía de Lina. Si eso pasa en cabeza de quienes ostentan autoridad uno solo puede pensar que los demás tienen licencia para que se repita. Es lamentable como hecho social, más que como hecho personal; lo que está pasando en redes da cuenta de eso. Me hace poca mella el matoneo porque no creo que tenga que conseguir muchos trabajos de aquí en adelante y porque tengo una tranquilidad moral enorme. La gente me conoce desde siempre y sabe que soy demócrata radical.
¿Por qué no impidieron que personas ajenas participaran?
No había posibilidad de impedirlo sin dañar el escenario, sin que fracasara el encuentro. Estuvo por encima la tarea superior de escuchar a una persona determinante en la vida de este país. Eso se pasó para poder hacer el diálogo.
¿Por qué escribió ese trino a favor de Jesús Santrich?
Fue cuando él hizo la huelga de hambre, me produjo mucha compasión. Desde el primer momento se supo que eso era entrampamiento. El que lee la historia de América Latina sabe que la DEA solo coge a los que entrampa. Luego se confirmó con lo que se supo del exfiscal. Todavía lo lamento mucho, porque esa gente le hubiera servido mucho al país para la paz. Ese fue un atentado contra la paz. Estábamos tratando de rescatarlo para que no se fuera a la disidencia.
¿Por qué no borró esos trinos?
No me da pena decir que siento compasión por una persona para que esté de este lado. Todo lo que digo y hago es público, no tengo secretos y por eso me regañan. Hace poco me regañaron porque le dije Timo a Rodrigo Londoño. A mí no me importa, es un ser humano, no tengo prejuicios para enfrentarme a ellos, no aparento nada a nadie, yo estoy cumpliendo mi misión.
(Vea: “Uribe aún está sin preparación espiritual y mental para la paz”: víctimas)
¿Después de posesionarse como comisionada ha seguido trinando? La mayoría de los comisionados cerraron sus redes…
No escribo casi. Cuando se murió Iván Roberto Duque dije que sentía mucho que un hombre que estaba en el camino de la paz se muriera sin terminar la tarea. Yo lideré la mesa de excombatientes (exintegrantes de Farc, Eln, M-19, Quintín Lame, Prt, Epl y Auc). Él estaba entusiasmado porque creía que podía redimirse, descubrió que la guerrilla tenía principios similares a los suyos. Hubiera ido a su entierro. Pasaré el resto de mi vida señalada por quienes no soportan que tenga un acto de compasión con quien se equivocó y está en el camino de la paz.
Las víctimas dicen que ustedes permitieron que las revictimizaran...
Esta es una verdad entre muchas otras que hay que contrastar, es una versión de la historia. Pacho fue categórico en sus contrapreguntas, y nosotros también. En otros casos, Santos dio un discurso, Mancuso dijo lo que dijo y Timo contestó lo que le pareció. Sabemos que en esos espacios ha habido mentiras, por eso es importante la contrastación. Nosotros vamos con un análisis previo y un contexto estudiado. Este no es un escenario adversarial, no vamos a acusar a nadie, ni a sacar las pruebas, ni a llevar a los límites a nadie.
¿Y cuál es su balance?
No se avanzó en la explicación de los contextos explicativos que es lo que buscamos, saber cuáles son esas razones para que las cosas sucedan, ¿qué permite que sucedan los falsos positivos, qué hay que transformar para que no vuelvan a suceder?
¿Cómo terminó el encuentro?
Fue un final formal y tranquilo, nos correspondía a todos guardar la altura. Pero para nadie es un secreto que fue un escenario humanamente muy duro para nosotros, fuimos con la intención más sana, más tranquila, hasta el punto de que dijimos graben todo sin problema. Fue incómodo todo el tiempo, fue un escenario de agresión simbólica y real.
¿Qué pasará con este testimonio?
Se trabaja con investigadores y comisionados, como se hizo con el testimonio de Mancuso o de Timo, o del empresario de Urabá.
¿Se arrepiente de haber ido?
No me arrepiento de haber ido. A cualquier mujer que hubiera ido le hubiera pasado lo mismo.
¿Conoció a la guerrilla de las Farc antes de ser comisionada?
No. Conocí a unos milicianos de Medellín cuando trabajé con María Emma Mejía en las desmovilizaciones. Con los “paras” tuve mi primer acercamiento desde el Museo Casa de la Memoria. Cuando anunciaron que salían de la cárcel e iban a trabajar por la paz, me fui por ellos. Me eché la bendición y llegué temblando, porque nada que yo odiara más que el proyecto paramilitar, pero dije: si estos señores van a trabajar por la paz de Colombia, yo me pido recogerlos y darles la mano. Puedo decir sin vergüenza, sin el pudor que quieren imponerme los detractores, que unos y otros son mis nuevos mejores amigos y apuesto por ellos, por la paz que ellos apuesten y hago todo para acompañarlos en ese tránsito.
Uno de los avances es que la Comisión de la Verdad los llame responsables y no victimarios o perpetradores, porque “responsable” ubica una responsabilidad de la que deben hacerse cargo, por la que debe haber justicia y verdad, y te deja sujeto. Los sujetos tienen que ser redimibles. A la gente de Farc los he visto sufrir porque se les destruyó su pasado que creían heroico y que hoy reconocen errático. Salen como héroes, creen que estaban salvando la patria -como los paramilitares lo creyeron- y ante la sociedad son unos asesinos que hicieron daño infinito y eso no tiene atenuantes. Haré lo que sea necesario por esos sujetos para que se permitan construir otra subjetividad y se sientan orgullosos de sí mismos.