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Heredar luchas y hacerlas propias puede ser una tarea extenuante. Ahora, si esto lo llevamos a un contexto rural que vio directamente los estragos de un conflicto armado de más de 50 años, las palabras se quedan cortas, muchas veces, para describir el férreo camino entre la guerra y la paz, las consecuencias que años de hostilidades dejaron en miles de familias y los procesos que muchas comunidades tuvieron que afrontar para seguir con sus vidas a pesar del dolor.
Por fortuna, estamos ante una generación de jóvenes que ven a la construcción de paz, y todos los caminos que esto conlleva, como el único camino para tener un proyecto de vida, sin salir de los territorios, respetando sus raíces y haciendo una apuesta a futuro en la que se pueda construir tejido social, con espacio para el arte, el medioambiente, y las nuevas oportunidades para vivir tranquilamente en todo el territorio nacional.
Según datos de la Embajada de la Unión Europea en Colombia, cerca de 10.000 jóvenes encabezan iniciativas locales de proyectos productivos y desarrollo rural en el país, cuestión que ha catapultado a esta población como un grupo social determinante para no aferrarse al pasado y comenzar a redignificar los territorios, con el fin de ofrecer alternativas de desarrollo.
Con ese ánimo, en la mañana de este viernes se llevó a cabo el conversatorio “L@s jóvenes hablan: una nueva generación que le apuesta a la paz”, una iniciativa de Colombia2020 y el apoyo de la Unión Europea, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
El hilo conductor de este diálogo fue conmovedor. Marcos Guevara, excombatinte de las Farc y miembro de Constructores de Paz en la Serranía del Perijá; Juliana Rincón, representante de Mujeres que Transforman; Daniel Lucero Bernal, vocero de PDT Nariño; Sandra Ángel, miembro de la organización Proterra; y Felipe Henao, representante del colectivo Caminemos, le contaron al país que a pesar de conocer la estigmatización que los líderes sociales tienen en sus respectivos territorios, su tarea está en no salir de ellos para reconocer a sus comunidades como un agente transformador y resiliente.
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Felipe Henao (también conocido en YouTube y otras redes sociales como ‘Pipe Cuida‘), comentó desde el Guaviare que a pesar de las adversidades es posible unificar esfuerzos para lograr fines comunes de construcción de paz, a partir de habilidades blandas. “En la Amazonía nos tienen muy pocas veces en cuenta para el desarrollo. Desde el centro se piensa que por ser de cierto municipio no tenemos acceso a la protección o no contribuimos al país... ¡pero no! Demostramos lo contrario porque creamos lazos de solidaridad, construimos desde nuestros espacios y no tenemos intenciones de salir de acá por más de saber que ser ejemplo para la juventud a veces tiene consecuencias nefastas”, comenta Henao.
Amar lo propio y dignificar lo local. Ese también es un estilo de vida para Marcos Guevara, una persona que es consciente de los daños que como antiguo guerrillero le hizo al Perijá, pero que en ese mismo sentido es propositivo para honrar esa tierra y mostrar que las segundas oportunidades y el saldo de deudas históricas son claves para darle una nueva vida a la serranía.
Guevara le dedica sus días a proyectos audiovisuales y fotográficos que muestren las bellezas incalculables que tiene el país y para construir un arte que sirva como reparación inmaterial.
“A veces duele que no se tenga en cuenta a la reparación inmaterial como algo sanador. No todo es con bustos, monumentos u objetos materiales. Busco que con mis fotos aportemos para que la serranía sea grande, como siempre lo ha sido. el mensaje también está en que al Perijá la hace grande su gente y por eso veo que nuestro aporte es no salir del territorio, es luchar por él desde adentro. El Estado debe llegar al territorio... un joven no tendría por qué salir”, asegura el videógrafo.
Tanto Marcos, como Daniel Lucero, invitan a no tener miedo y a entender que los trabajos locales para construir paz son lo más valioso en lugares de alta complejidad. “El miedo ya no está en nuestra genética. Si alguno de nosotros cae, los procesos que hemos dejado ya están sembrados”, sugiere el líder juvenil de PDT Nariño, quien fue complementado por Guevara, quien no titubea al decir que además de que sus acciones ya están interiorizadas en las comunidades, “los jóvenes no pueden bajar la cabeza ante nada, deben contar lo que pasó en sus familias y comunidades, y se debe luchar para que las próximas generaciones crezcan en sitios con respeto por sus raíces ”.
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Desmilitarizar la juventud y el medioambiente
Juliana Rincón comulga con la idea de luchar por lo local, pero con el agregado de hacerlo bajo parámetros de justicia social y equidad de género. Para ella, los éxitos que tiene el Acuerdo de Paz no serían posibles sin la intervención de mujeres valientes que se la jugaron por clamar garantías de participación y seguridad. “La guerra nos quitó la palabra, pero no la voluntad de cuidar a nuestras comunidades. Desde 2005 buscamos incidencias transformadoras que permitan entender que para estar libres de violencias, debemos desmilitarizar la vida juvenil, abrir oportunidades para todos y creer en que es posible llegar a acuerdos locales de largo alcance”, asevera Rincón.
Sandra Ángel, desde Bogotá, cuenta con una óptica diferente al de sus demás compañeros de panel. No por el hecho de no vivir en territorio quiere decir que no sepa acerca de las necesidades que tienen las comunidades en sitios más remotos. De hecho, su discurso conjuga puntos de Juliana Rincón, para darle mayor voz a las mujeres rurales, y a su vez, apela a una pedagogía ecológica para apropiarse de lo local, sin descuidar los cuidados básicos que necesita el medioambiente.
“El arraigo del territorio, que es lo que todos queremos, debe reconocer la naturaleza como una apuesta política y pedagógica; no solo como un botín de guerra. El hecho de que los líderes, en especial si son jóvenes, se quedan en el territorio, abre las posibilidades de que se fomente la “memoria ambiental”: un espacio para relatar historias de ríos o lagunas, cuya narrativa trascienda las armas”, propone Ángel.
La vida es el centro de todo. Al menos estos cinco jóvenes lo entienden así. Su mensaje de resiliencia promete una amplia acogida y un legado imborrable para entender las funciones que los jóvenes pueden ejercer para construir paz. Su bandera, duradera y sin manchas, no olvida el perdón, la resistencia y al sentido de pertenencia como instrumentos de desarrollo territorial.