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La colección está guardada en el rincón de un apartamento. A lo lejos parece un armario lleno de ropa, pero son decenas de bolsas ziploc, cada una colgada de un gancho. Dentro de ellas hay uniformes, botas, muñecos, i-pods, audífonos, tejidos, condecoraciones, libros, gorros y cinturones. La lista es larga. Cada una tiene un papel que describe por qué esas cosas están ahí. Iván Cardona y María Jimena Herrera, sus creadores, quieren que deje de estar guardada. “Objetos de paz”, como bautizaron este proyecto artístico, está buscando un hogar.
Iván y María Jimena se conocieron en 2008, cuando empezaron sus estudios en arte en la Universidad de los Andes. Durante los últimos años han emprendido varios proyectos juntos y crearon el Colectivo Obsesivo Compulsivo (COC). Tienen varios intereses, aunque hay uno que ha sido latente desde 2016: la construcción de paz.
Ese año, el entonces presidente Juan Manuel Santos decidió someter el Acuerdo de Paz, negociado entre el Estado colombiano y la extinta guerrilla de las Farc, a un plebiscito. La pregunta era: ¿Apoya usted el Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? “Todos estábamos mentalizados en que iba a ganar el “Sí”, así que ese “No” fue una sorpresa”, cuenta María Jimena. El 52,2 % rechazó lo pactado en La Habana (Cuba) y le dio un vuelco inesperado al país y a la vida de ambos artistas.
“El plebiscito nos impactó mucho. Recuerdo que nos llamamos, nos preguntamos qué podíamos hacer y al otro día estábamos reunidos para pensarnos un proyecto de arte. En principio, yo tenía la idea de sacar un retrato de un excombatiente promedio. Jimena tenía la idea de un monumento que reuniera pensamientos e ideas sobre qué es la paz para las personas en la cotidianidad. Finalmente, nos unimos y Concluimos que queríamos hacer un proyecto para recolectar unos objetos que para los exguerrilleros de las Farc tuvieran connotación de paz, acompañados de un testimonio”, explica Iván.
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Así nació “Objetos de paz”, una obra de 240 objetos que en su momento pertenecieron a excombatientes de las Farc y a miembros del Ejército Nacional, y que fueron entregados a los artistas como una donación para inmortalizar un momento trascendental para Colombia: la dejación de armas de la guerrilla más antigua del continente y el inicio de la implementación del Acuerdo de Paz.
¿Cómo lograron reunir estos objetos? “Fue un proceso lento y de paciencia”, agrega María Jimena. “Primero tuvimos una idea muy ambiciosa: queríamos 6.900 objetos, porque era en ese entonces el número de excombatientes que iban a entregar sus armas. Eso, por supuesto, fue cambiando”. Con todo lo que pasaba en el país en 2017, era imposible reunirlos. En principio querían ir a las zonas veredales a recolectarlos, pero ni el Gobierno ni las Farc autorizaron su ingreso.
“Una vez íbamos a ir a Icononzo, pero las Farc estaban en asamblea permanente. Del lado del Gobierno nos pidieron aplazarlo. Y sin ese permiso era difícil hacer el ejercicio. En vista de que había tanto rollo, optamos por capacitar a estudiantes que llevó la ONU a las zonas veredales. Hablamos con ellos y varios de estos muchachos decidieron apoyarnos”, relata Iván.
Se les ocurrió armar unos kits, conformados por una bolsa ziploc, un esfero y un instructivo: “Ahí les pedimos que, bajo su consentimiento, nos donaran un objeto que tuviese una connotación de paz para un proyecto artístico. Solo había dos reglas: no armas y que el objeto cupiera dentro de la bolsa”. Ese último requisito no fue tan tenido en cuenta.
Los artistas enviaron ocho maletas. De ellas, sorpresivamente, solo llegó una con 35 objetos. Los mensajeros tuvieron problemas de señal y María Jimena e Iván no pudieron rastrear su paradero. Además, algunos de los excomandantes de las Farc no apoyaron la iniciativa. Y el único que recolectó los objetos tenía miedo de salir de la zona, que estaba repleta de grupos paramilitares. El hombre tuvo que salir en una ambulancia al pueblo más cercano para enviar el equipaje por correo. Meses después, gracias a su insistencia, llegaron más donaciones, hasta alcanzar 150 objetos, de 94 donantes.
En ese 2017, María Jimena estaba cursando su maestría en construcción de paz. Emocionada, le comentó a su profesora Lucía González, hoy comisionada de la Verdad, sobre el proyecto. “Ella dijo que le parecía interesante, pero que sentía que era una oda a las Farc. Nos aconsejó meterle algo distinto, la otra cara de la moneda: los objetos de los militares que estuvieron en contraguerrilla y que, gracias al Acuerdo de Paz, van a estar más tranquilos. Además, recuerdo que habló de que también eran personas estigmatizadas”.
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Lucía los contactó con el Ministerio de Defensa, y ahí empezaron un nuevo proceso, no menos complejo. “Duramos siete meses de reuniones con diferentes personas de las Fuerzas Armadas. Una vez un señor nos dijo que los miembros del Ejército no podían estar al lado de las Farc. Era difícil tratar el tema, pero contamos con el respaldo de la mayoría”, asegura María Jimena.
Al final aceptaron y los artistas enviaron una maleta al Cantón Norte, en Bogotá, a donde les pidieron regresar en tres meses. Así lo hicieron. Cuando volvieron, los militares les entregaron 50 objetos de todo el país, con extensos testimonios. Sin embargo, se dieron cuenta de que necesitaban más, para equilibrar el número de donaciones de las Farc.
“Luego hubo una segunda maleta más adelante. Diría que las cosas de la primera fueron genuinas. En la segunda se sentía una directriz, porque hay patrones en el discurso y porque, además, ocurrió justo después del carro bomba en la Escuela de Policía Francisco de Paula Santander en Bogotá. En ese instante hubo mucha presión por ese lado para que lo sacáramos, pero decidimos esperar por la coyuntura”.
Con tantos objetos, lograron la variedad que querían desde el comienzo. “Desde medallas, condecoraciones, libros de guerra, anillos, calendarios de las Farc, uniformes de la guerrilla, botas de los militares con placas, que era lo previsible, hasta una camiseta de fútbol del América con un logo de las Farc, balas, portavajillas, audífonos, un i-pod, fotos, cartas, nombres tejidos, una cartilla pequeña con los códigos secretos que usaban las Farc, que fue incautada por las Fuerzas Militares”, enumera Iván, mientras va sacando cada objeto de las bolsas.
El armario de “Objetos de paz” es una muestra de cómo se vivió la guerra, de la soledad de la selva, de la camaradería con quienes te juegas la vida, de la cotidianidad de lo clandestino, de la firmeza con la que defiendes aquello que crees correcto. “Objetos de paz” no es solo un cúmulo de cosas aisladas, son historias y recuerdos entrelazados que motivaron a los guerrilleros y a militares a guardar estos tesoros durante décadas. “Esta muñeca me la regaló una niña del sector de Urabá, en el año 2005. Para mí tiene el aprecio que tiene la población civil con el Ejército Nacional y la esperanza de que algún día gozaremos de la paz que tanto anhela el pueblo colombiano”, dice la hoja que acompaña a una muñeca de vestido rojo, ya desgastada con el tiempo.
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“Nos impresiona cómo aquello que nos entregaron habla de su día a día en el conflicto. Por ejemplo, un portavajillas. Un exguerrillero nos dijo que ya no lo necesitaban porque podrían comer sin problema y sin temor a que se convirtiera en reflejo que los pudiera delatar”, agrega María Jimena. O también hay recuerdos de quienes murieron en combate. Una familia envió la bandera con la que arroparon el féretro de su hijo policía, que fue asesinado en medio del conflicto, hace 31 años.
Esta obra es también, de acuerdo con sus creadores, un momento histórico que se vive una y otra vez, gracias a los sentimientos y las ideas plasmadas por los donantes, que vieron en este acuerdo un horizonte de calma. “La vida te será más luminosa que el sol de mediodía y así oscurezca, siempre será como la mañana”, escribió un exguerrillero. Sus testimonios siguen intactos, con la caligrafía de cada excombatiente, además de tachones, dibujos y errores de ortografía.
Quien desee ver “Objetos de paz” puede hacerlo, pero los artistas reconocen que su taller no es el mejor espacio, pues es propiedad privada. Por eso insisten en que la obra sea adoptada por alguna biblioteca, institución, universidad o museo. Ya han intentado llevarla a escenarios reconocidos, como Fragmentos, donde está la obra de Doris Salcedo, pero se enfrentan siempre a demasiados requisitos.
“Para las convocatorias piden que tenga 17 años de experiencia y yo apenas tengo 29. Es difícil hacer y mostrar este esfuerzo artístico. Esta es una obra que no está a la venta. Solo queremos que se pueda conservar y esté abierta al público. La guerra en Bogotá y otras ciudades la vimos por televisión, y esta es una manera de acercarnos a esa realidad. Aunque también me gustaría verla en los municipios más afectados por el conflicto armado, donde estas historias son cercanas”, asegura María Jimena.
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El año pasado, María e Iván publicaron la página web de “Objetos de paz”, para que todo el mundo pueda acceder a ella. Está en inglés y en español. Tomaron las fotos de cada objeto, subieron y editaron los testimonios para no mostrar nombres ni lugares por seguridad de los donantes y adaptaron unos filtros de características para hacer más amable la búsqueda o para quien tenga intereses académicos. Así que puede encontrarlos por colores, temáticas o materiales.
También están trabajando unas piezas que acompañen la exposición y que la gente pueda tener. Así lo explica Iván: “Tenemos la fotografía de cada objeto y estamos armando unos relicarios para quienes quieran tener algo de la obra sin dañarla o modificarla. Eso es clave: ningún objeto se puede tocar. No nos interesa fundirlos o cambiarlos. Pero sí queremos que pueda llegar a cualquier persona. También pensamos en hacer postales o unos libros donde queden los testimonios y los conceptos que sobresalen”.
En un mes ya se cumplen cinco años del plebiscito, ese hecho que les impactó tanto y los llevó a esta travesía costeada por sus bolsillos. Esperan que de aquí a ese momento, “Objetos de paz” tenga un espacio público y quienes la visiten no olviden lo importante que ha sido este Acuerdo de Paz, que si bien en un principio tuvo un rechazo de la mayoría, hasta ahora ha traído beneficios innegables.