Ojorubi, la lucha por la inclusión de población indígena LGBTIQ+ en Córdoba

Leo Domicó Bailarín es el fundador de esta corporación que trabaja para sensibilizar a la comunidad sobre la no discriminación de indígenas emberas con orientaciones e identidad de género diversas.

Redacción Colombia +20
07 de noviembre de 2023 - 02:00 p. m.
Ojorubi nació por el desplazamiento de muchos jóvenes que debieron abandonar el resguardo indígena debido a su orientación diversa. / Terumoto Fukuda
Ojorubi nació por el desplazamiento de muchos jóvenes que debieron abandonar el resguardo indígena debido a su orientación diversa. / Terumoto Fukuda
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El recuerdo más bonito en la infancia de Lucy Dokera Bailarín proviene de cuando tenía poco más de ocho años: la primera vez que se “subió a unos tacones” de mujer, como los que usaban las reinas de belleza, con la complicidad de sus primas y amigas de juegos en las montañas indígenas del resguardo embera-katío del Alto Sinú, en Tierralta, Córdoba.

Su recuerdo más doloroso regresa desde la misma época: fue una ocasión en que su padre, Rigo Bailarín, la descubrió maquillándose y “haciéndose los ojos” con el tizne de la olla del fogón, a falta de lápices y cosméticos. El castigo que recibió aquel día todavía la conmueve, aunque hayan corrido 15 años desde entonces.

Desde su infancia Lucy se preguntó quién era y por qué si había nacido como un niño bautizado Rigo Bailarín, igual que su padre, en realidad ella se sentía extraña, queriendo ser mujer. Aunque su infancia transcurría con la crianza tradicional que los katíos dan a sus hijos varones, aprendiendo a cazar debajo del agua, a matar venados y armadillos en los montes, ella consiguió dinero para comprarse un polvo de maquillaje con el que se pintaba a escondidas.

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“¿Por qué me pasa esto?”, se repetía a sí misma: “Tengo que saber quién soy”. No había posibilidad de conocer algún referente trans dentro de su comunidad, enclavada en las montañas remotas del Nudo del Paramillo, en Córdoba.

“No voy a decir que nací en un cuerpo equivocado. Nacimos para empoderarnos, visibilizarnos y atrevernos a ser lo que somos”, dice Lucy, convencida de su identidad de mujer trans y embera, que ha asumido desde hace años en una lucha para ser reconocida y respetada dentro de su comunidad.

El camino de humillaciones ha sido largo, y ella lo narra con una sonrisa y una voz tranquila que delata, no obstante, un inmenso dolor. Señala, en algún momento, que muchas veces durante su niñez y adolescencia pensó que la muerte era la única salida.

Su mayor miedo se dio a los 16 años, cuando la descubrieron dándole un beso a un hombre. Ese día se enteró de que las represalias podrían ser más fuertes que los castigos físicos a los que hasta ahora había sido sometida por su padre y que un grupo de personas la buscaba para hacerle un ritual de “curación” y así “expulsarle” el mal espíritu al que atribuían su orientación sexual.

Lucy decidió no esperar a las consecuencias y emprendió la huida: se arrojó al río Sinú de madrugada y por ese cauce impetuoso bajó nadando hasta un punto en el que una canoa la recogió para llevarla hasta Tierralta. Allí se escondió varios días y contactó a una organización de jóvenes katíos como ella, que también habían sido expulsados del territorio por su orientación diversa. Esa organización era la naciente Corporación Diversa Ojorubi. En ese lugar empezó su tránsito.

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Una casa que abre las puertas

Leo Domicó Bailarín, un profesor treintañero, embera y gay, quien fue el fundador de la corporación y hoy es su presidente, explica que Ojorubi nació por el desplazamiento de muchos y muchas jóvenes que como él debían abandonar el resguardo indígena embera-katío del Alto Sinú debido a su orientación diversa.

De cierta manera, Leo es un pionero dentro de su comunidad: fue el primero en plantear abiertamente que los indígenas gais o de condición diversa no tenían por qué abandonar su resguardo, sino que podían vivir su diversidad sin reñir con las tradiciones ancestrales del pueblo embera, algo que para muchos sigue siendo un tabú.

Ojorubi -que en lengua embera significa el que guía o el que abre las puertas- es, según Leo, la primera organización LGTBIQ+ dentro de la comunidad embera-katío. Empezaron en 2019 con 14 miembros y cuatro años después ya suman poco más de 80. Desde el comienzo han tenido el apoyo de organizaciones más grandes, como Córdoba Diversa y Caribe Afirmativo.

“Nosotros tenemos derecho también de vivir en el resguardo”, asegura Leo. Este es el planteamiento que él lleva años defendiendo y que le ha costado al menos cinco amenazas contra su vida, cuatro de ellas denunciadas ante la Fiscalía, presuntamente de grupos armados que operan en la región y ven a la población LGTBIQ+ con los ojos del prejuicio.

La historia de Leo es similar a la de cualquiera de los demás: desde niño sentía una fuerte atracción por los otros chicos, y eso llevó a que finalmente fuera expulsado del resguardo indígena, a pesar de que se desempeñaba ya como maestro rural en una de las comunidades.

“Sí hemos tenido temor, pero nosotros somos de aquí, entonces, ¿para dónde cogemos?”, afirma el hombre explicando las estrategias de autoprotección que han desarrollado en una zona de alto riesgo por la latencia del conflicto armado que aún persiste en la región: “Lo que hemos hecho es estar muy alertas, cuidarnos entre nosotros”.

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Sobre los castigos hechos por parte de la comunidad a los indígenas LGBTIQ+, Leo explica que la autodeterminación de los pueblos indígenas les permite establecer modelos de justicia que carecen de interseccionalidad y que no están prohibidos. Por ello, la organización Ojorubi ha llevado un proceso colectivo para sensibilizar e involucrar a las autoridades de la comunidad.

“Lo que nosotros queremos es que la comunidad conozca los derechos de la población LGTBI”, asegura. Para eso la organización ha contado con el apoyo de Caribe Afirmativo y de Usaid, a través del programa “Somos Comunidad”, implementado por FUPAD, que a través del fortalecimiento organizativo les ha ayudado a conocer mejor sus derechos y a implementar procesos de formación y talleres con las guardias indígenas en sus territorios para enseñarles el respeto por la diferencia.

“‘Somos Comunidad’ nos hace conocer muchas normas, la parte técnica que no entendíamos y nos dan talleres de fortalecimiento a nuestra organización”, agrega Leo, apuntando que algunas de las iniciativas que Ojorubi ha llevado a la comunidad embera-katío del resguardo ahora son ampliamente valoradas por los cabildos y gobernadores, como los emprendimientos de artesanías y diseño de moda que han permitido a los indígenas comercializar sus productos y generar ingresos con ello.

El programa “Somos Comunidad” es una iniciativa de la Usaid, que potencia la resiliencia comunitaria y contribuye a la seguridad humana en municipios históricamente afectados por la violencia.

De acuerdo con Paola Molina, especialista en equidad de género e inclusión social, ese programa da herramientas para reconocer la importancia de la diversidad y trabajar por empoderar e impulsar la inclusión de las mujeres y los miembros de la comunidad LGBTIQ+ en espacios de incidencia de políticas públicas para la protección de sus derechos.

En el caso del colectivo Ojorubi, se les ha ayudado en acciones de incidencia y apoyo comunitario de la mano de Caribe Afirmativo. “Buscamos que la conocieran otro tipo de organizaciones de defensa de DD. HH. y LGBT. Los acercamos a la Alcaldía, ayudamos a constituirlo legalmente, a ponerlos como ponentes en semanas del orgullo y a dar condiciones de empoderamiento”, concluye Molina.

Los casos de discriminación y agresiones, no obstante, no han cesado. Leo cuenta que hace apenas tres meses una chica trans fue abusada sexualmente por hombres de un grupo armado dentro del resguardo, y por ello tuvo que huir y pedir ayuda a Ojorubi, que ahora hace acompañamiento a su caso. Además, en agosto en este municipio fue secuestrado Carlos Mario Restrepo, un hombre abiertamente gay.

En paralelo, las amenazas a activistas LGBTIQ+ en el territorio han aumentado. Paola Jaraba, una lideresa mujer lesbiana, ha recibido una serie de amenazas, por lo que ella y su familia han tenido que salir del territorio.

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Esa región del país ha sido azotada por diversos grupos armados ilegales que se han disputado históricamente el control territorial. Desde las antiguas FARC hasta las Autodefensas Unidas de Colombia han victimizado a la población, y varios hechos violentos han sido contra personas de orientación sexual, identidad y/o expresión de género diversa.

Sobre ello se han hecho varias alertas sobre el riesgo al que se enfrentan las personas LGBTIQ+, algunas desde el Observatorio de DD. HH. de Caribe Afirmativo.

Doblemente discriminadas

“No sabía prácticamente hablar el español, al principio fue muy duro”, recuerda Lucy Dokera Bailarín de sus primeros días en una casa de acogida en algún lugar de Córdoba: “Sentía que llegué a una parte que era como un desierto para mí”.

Lucy explica así el drama doble de quienes como ella sufren la discriminación por ser indígenas, pero también por ser parte de la comunidad LGTBIQ+.

Fue en la ciudad donde pudo descubrir ese otro mundo desconocido que le permitía entender por fin su orientación: “Vi hombres con hombres besándose, mujer con mujer, trans con hombres… muchas familias, mucha diversidad”. Una diversidad que nunca había visto en su territorio, donde las condiciones diferentes a la heteronorma solían estar ocultas y escondidas por miedo a la represión.

Fue también en la ciudad donde pudo reconocerse a sí misma por primera vez de cuerpo entero en un gran espejo y comenzar a transitar hacia el cuerpo que ahora la acompaña: delgada, alta, de cabellos lisos y bien cuidados, el rostro pintado con los dibujos tradicionales de sus ancestros y un vestido de colores bordados, típico de las mujeres emberas.

El reencuentro con sus padres sucedió cuatro años después de aquella huida atropellada por el río Sinú, después de una fiesta en Tierralta a la que aquellos asistieron y donde Lucy se encontraba con su nueva apariencia. Ninguno de los dos reconoció a la joven mujer indígena que los miraba a través de la concurrencia, eso la hizo sentir triste. Sus padres la creían muerta después de la huida, pues asumieron que se había ahogado en el río.

“Mi papá pensaba que iba a sufrir bastante, que no iba a tener un empleo o no me iba a preparar. Lo que le daba más duro a él es que era la más preparada de la casa”, afirma.

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Lucy es el soporte económico de la casa y ahora trabaja en proyectos con el mismo líder indígena que antes la castigaba por su condición. “Hace un año que trabajo con un cabildo”, dice, contando que le da igual si hay burlas o desprecios de sus vecinos, pues ya se hizo a la idea de que “así yo haga bien, o haga mal, la gente siempre va a hablar mal de mí”.

Lucy Bailarín se ha convertido en modelo, diseñadora de modas y ahora en un nuevo referente para una comunidad que está descubriendo cómo aceptar la diversidad dentro de su territorio sin que esto riña con sus costumbres y tradiciones ancestrales.

“Podemos estar separados y lejos, pero siempre estamos unidos para cualquier minga, para cualquier conflicto que tengamos, podemos estar separados a miles de kilómetros, pero para un problema somos uno”, explica Lucy, y remata con la que podría ser su declaración de principios: “Soy india, no soy occidental”.

El apoyo de distintas organizaciones, así como del programa “Somos Comunidad”, a la Corporación Diversa Ojorubi ha permitido que sus miembros conozcan sus roles y responsabilidades, y asuman el liderazgo en la promoción de la inclusión de los indígenas LGBTIQ+. Por ejemplo, actividades tradicionales como las ceremonias de bastón de mando y la formación de Guardia Indígena de la comunidad embera-katío se han hecho ahora con enfoque interseccional. Esto ha convertido a la organización en un referente en DD. HH. a nivel municipal como regional.

**Este artículo fue construido en alianza con FUPAD - Fundación Panamericana para el Desarrollo.

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