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Arauquita, un municipio fronterizo a dos horas de Arauca (Arauca), fue uno de los más afectados por la crisis humanitaria que vivió el departamento en los primeros meses de 2022 con la intensificación del conflicto entre las disidencias de las Farc y la guerrilla del Eln. Solo en enero, la Defensoría del Pueblo registró 66 homicidios y 1.284 personas desplazadas en el departamento. A agosto, la cuenta de los asesinatos va en más de 300, de acuerdo con el Observatorio en Frontera, Territorio y Paz en Universidad Nacional de Colombia.
Pese a que la situación de violencia es una realidad, los habitantes de este municipio están agotados de la estigmatización que viven. Organizaciones de la sociedad civil, víctimas, empresarios y reincorporados de la antigua guerrilla de las Farc le apuestan a la construcción de paz desde distintas iniciativas.
Este es el séptimo episodio de Onda Pacífica, el proyecto colaborativo entre las emisoras de paz de Radio Nacional de Colombia y Colombia+20.
Brisas del Caranal, el pueblo que se levanta entre las ruinas del conflicto
A unas dos horas de Arauquita por una vía desgastada sobre el piedemonte llanero y luego de pasar varios caseríos marcados por el Frente 10 de las disidencias de Farc y el Frente Domingo Laín de la guerrilla del Eln, se levanta de entre las ruinas un centro poblado que llegó albergar a más de 700 familias en sus mejores años pero se convirtió en un pueblo fantasma entre el 2006 y el 2012 como consecuencia de la guerra. Se trata de Brisas del Caranal.
“Aquí se vivían plomaceras desde la 1 p. m. hasta las 2 a. m. Imagínese usted con familia y con niños viviendo esa situación tan arrecha. Al final del 2006 todo el mundo empezó a irse y solo quedamos mis hermanos y yo que teníamos un contrato en la vía. Lo hicimos con el temor de pisar alguna mina y cuando terminamos nos fuimos”, recuerda Élfido Parada.
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Élfido fue presidente de la Junta de Acción Comunal durante 10 años. Él fue último en irse en el 2007 y el primero en volver, casi cinco años después, cuando retornó cierta calma. Lo que encontró fue un pueblo saqueado y cubierto por el monte: no era ni el rastro del caserío con puerto y comercio estable que alguna vez fue. Hoy, junto a 60 familias más, Élfido está tratando de reconstruirlo.
El centro de la comunidad es ahora la Sede Educativa Brisas del Caranal. En diciembre pasado, después de tocar muchas puertas obtuvieron el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja. Ahora, en medio de las ruinas del centro de salud y las de antiguos salones están las dos aulas completamente renovadas en las que empezaron estudiando 20 niños y ya van 44. Tienen paredes blancas, limpias, escritorios nuevos enfilados y un tablero. También tienen baño, tan básico pero tan inédito en la zona.
La comunidad ha recobrado la esperanza, pero aún no pierde el temor. Por eso aplauden y esperan con ansias los resultados de los diálogos de paz prometidos por el Gobierno de Gustavo Petro, no solo con el Eln, sino con todos los grupos armados. “Esperamos que el señor Petro nos cumpla porque de los 50 años que tengo yo, 40 los he vivido en guerra. No queremos más guerra, queremos paz en nuestro territorio”, sentencia Élfido.
Las reincorporadas de Farc que llegaron ‘Pisando Firme’ a Colombiamoda
La Asociación de Mujeres Pisando Firme se conformó hace cicno años para brindarle una alternativa económica a 20 mujeres, entre excombatientes, familiares de excombatentes y víctimas. Aura María Torres es una de ellas. Unos meses después de la firma del Acuerdo de paz, en el día internacional de la mujer del 2017, decidió emprender en el camino de la confección de calzado para buscar una alternativa productiva.
Este 2022 Aura llevó a la asociación a Colombiamoda, la feria de moda más importante de América Latina, para dar a conocer su trabajo en calzado deportivo, cotizas y botas de cuero. Sin embargo, tras el bombo y la emoción de asistir a ese escenario internacional, aún no tienen una forma de comercio estable. “La mayor venta que tenemos es de zapato colegial a la vereda de Filipinas, algunos zapatos de enfermería o lo que compra de vez en cuando la gente de las entidades que nos visitan. Por eso muchas han decidido buscar otros trabajos”, explica. De las 20 que iniciaron, quedan 12.
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Las dificultades no las viven solo ellas y no son solo en materia productiva. Sorleny Torres, también firmante de paz, es el enlace de reincorporación en Arauca. Torres insiste en que adicional a las limitaciones en la implementación del Acuerdo, los firmantes de Villapaz temen por su seguridad. En enero de este año pidieron medidas urgentes de seguridad para varias de las familias amenazadas por la confrontación entre el Eln y la disidencia de las Farc. Por temor muchos de ellos abandonaron sus cultivos y proyectos productivos.
“Este ha sido un año muy complejo por la seguridad en el departamento. Hemos pasado solicitudes a distintas entidades del Estado pero no hemos recibido respuesta. Hay mucho temor entre los reincorporados pero independientemente de eso hay un compromiso en el aporte a la paz”, dice.
Arauquita siembra cacao para cosechar paz
Hace doce años el cacao araucano llegó al salón del chocolate más importante del mundo, el Salon Du Chocolat en París. Allí se inspiraron para crear el Salón del Cacao y el Chocolate de Colombia, que desde entonces se celebra en Arauquita. Este año se celebra la décima versión de ese gran en encuentro con el que los cacaoteros de Arauca persisten en su lucha por ser visibles nacional e internacionalmente con cacao y chocolates de exportación, más que por la estigmatización que la región sufre debido al conflicto armado.
“La genética del cacao araucano tiene su propia personalidad y eso depende de una buena poscosecha, es dulce, sabe a melaza, a caña, sabe a trapiche, a mermelada de mora con frambuesa, pero también sabe a cítricos y notas robustas de cacao. Así es el cacao araucano, esa es una mezcla perfecta”, así describe Elizabeth Agudelo el grano de cacao que, desde que era una niña, aprendió a conocer, a disfrutar y a cultivar.
Hoy, como la de Elizabeth son más de 6.400 familias cacaocultoras en el departamento, quienes, pese a los vejámenes de la guerra, el auge corto pero fuerte de la coca en la región y la estigmatización, se mantuvieron en ese esfuerzo por alcanzar niveles internacionales de calidad. Hoy exportan granos de cacao y chocolatería a Europa y Asia. “Arauca siembra cacao para cosechar paz”, es el lema de los campesinos y empresarios de la región.