Albeiro Parra, el cura sin misa, ganador del premio Toda una vida por lucha en Chocó

El sacerdote de la Diócesis de Quibdó desde 1988 es actualmente el director ejecutivo de la Coordinación Regional del Pacífico Colombiano (CRPC) desde 2018. Su trabajo se ha enfocado en la reivindicación de los derechos humanos de la población negra, indígena del departamento.

Cindy A. Morales Castillo
11 de septiembre de 2024 - 11:46 p. m.
El padre Albeiro Parra, es sacerdote de la Diócesis de Quibdó desde 1988 y director ejecutivo de la Coordinación Regional del Pacífico Colombiano (CRPC) desde 2018.
El padre Albeiro Parra, es sacerdote de la Diócesis de Quibdó desde 1988 y director ejecutivo de la Coordinación Regional del Pacífico Colombiano (CRPC) desde 2018.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada

El Padre Jesús Albeiro Parra Solís nació en 1961 en Ciudad Bolívar, Antioquia. La cercanía de este pueblo de raíces arrieras paisas con Chocó podría ser la razón de por qué más de la mitad de la vida de Parra ha transcurrido más entre Bagadó, Lloró, Quibdó que en su natal departamento.

Pero la verdad, dice Parra, es que descubrió su vocación religiosa desde muy niño y su amor infinito por Chocó cuando hizo su año pastoral en el norte de esa región. “Yo dije, si algún día soy cura, si lo logro, yo quiero estar en esas comunidades. Es que piense, en Antioquia hay muchos curas, una iglesia en ese entonces podía tener cuatro o cinco curas que hasta se “peleaban” por dar la misa. Yo no quería solo eso, yo quería estar metido en todos los temas sociales, yo quería ir más allá”, explica.

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Su decisión de trasladarse al Chocó estuvo influenciada por el contacto con misioneros claretianos, quienes lo inspiraron por su compromiso social y su dedicación a las comunidades más marginadas. Desde entonces, ha centrado su labor en esta región, trabajando no solo como sacerdote, sino como defensor de los derechos humanos y líder comunitario.

Ese trabajo incansable fue premiado este miércoles con el galardón Toda una vida, entregado en el marco del Premio Nacional de Derechos Humanos 2024, entregado por Diakonia y Act Iglesia Sueca en una ceremonia celebrada en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.

La desigualdad y el continuo azote de la guerra contra esa zona fue el impulso que necesitaba su alma ya rebelde para declararse como un sacerdote que “no da misa”. Su misión ha sido siempre una mezcla de labor espiritual y de compromiso social, trabajando para mejorar la vida de las comunidades negras, indígenas y mestizas de la región, que han sufrido décadas de abandono por parte del Estado, explotación económica y violencia por parte de grupos armados ilegales.

No lo dice, claro, en el sentido estricto, siempre que cumple con los protocolos religiosos, pero sobre todo reza, clama por las comunidades. Lo que pasa es que dice que no “da misa” porque su tarea sobrepasa todas las funciones que la sociedad le ha conferido a un cura.

Uno de los momentos clave en su carrera desde que llegó en 1988 a la Diócesis de Quibdó, fue su llegada a la zona de El Carmen, en el norte del Chocó, en 1991, una región que, para ese entonces, ya estaba profundamente afectada por el conflicto armado. En ese período, tanto el Ejército como grupos armados ilegales, incluidos guerrillas y paramilitares, ejercían una violencia sistemática sobre la población local, especialmente los jóvenes. Además, las empresas mineras, como la Mina El Roble, explotaban los recursos naturales de la región sin respetar los derechos de los trabajadores ni las comunidades.

En todos estos años, el padre Albeiro hace obras sociales, habla con los armados, ayuda en liberaciones de secuestrados e incluso en plenos años 80 creó el Comité de Derechos Humanos del Carmen de Atrato y un sindicato minero que le reclamaba a los propietarios de esa minera un trato justo y equitativo con sus empleados.

“Eso nos trajo muchos problemas, muchas amenazas. En el camino perdimos a tantos que terminaron muertos, desaparecidos o que se fueron por miedo”, admite el padre Albeiro.

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A lo largo de los años, Parra ha sido testigo de los múltiples rostros de la violencia en el Chocó. Desde los asesinatos selectivos y los desplazamientos forzados, hasta la explotación económica y el reclutamiento de jóvenes por parte de grupos armados, su labor ha estado marcada por la constante lucha contra estas injusticias.

No obstante, su trabajo no se ha limitado a denunciar las violaciones de derechos humanos, sino que ha buscado construir alternativas. Bajo su liderazgo, se han impulsado proyectos de organización comunitaria, educación, salud y fortalecimiento cultural, con el objetivo de empoderar a las comunidades para que sean capaces de defender su territorio y sus derechos.

“Chocó es un territorio rico, diverso en su cultura, sus etnias, su naturaleza, pero esa riqueza es como el mal de este pueblo, lamento decirlo”, describe el padre Parra con cierto dejo de lamento.

A lo largo de los años, el departamento ha sido un escenario clave donde confluye el conflicto armado colombiano, con la presencia de guerrillas, paramilitares y más recientemente el Clan del Golfo (autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia - EGC), todos luchando por el control de los recursos y el territorio. En medio de este escenario de violencia, las comunidades han resistido, y el trabajo del padre Parra ha sido fundamental en la creación de procesos organizativos que promuevan la paz y el desarrollo sostenible.

El sacedorte también ha sido un interlocutor clave en los procesos de paz que involucran a grupos armados ilegales. Ha participado activamente en diálogos con actores del conflicto, y aunque reconoce que el camino hacia la paz es complejo, se mantiene firme en su convicción de que la única salida viable para la región es la negociación.

“Siempre hemos dicho que la única salida es por la vía del diálogo, y ahora estamos insistiendo es que no podemos dejar que la rueda siga retrocediendo. Ya sabemos que hubo una lentitud de la implementación del Acuerdo de Paz y eso tuvo unas consecuencias. Ahora, debemos seguir dialogando, ningún conflicto en el mundo se ha terminado por la vía de más guerra, todo ha terminado sentándose a hablar, es la única manera”, asegura.

En los últimos años, la situación en el Chocó ha continuado siendo crítica, con nuevas olas de violencia y desplazamiento. Sin embargo, el Padre Parra sigue comprometido con su labor, acompañando a las comunidades en su resistencia y promoviendo iniciativas de paz que buscan mejorar las condiciones de vida en la región. Su visión es una en la que la Iglesia, las organizaciones comunitarias y el Estado puedan trabajar juntos para construir un futuro más justo y pacífico para el Chocó y todo el Pacífico colombiano.

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A lo largo de su vida, el padre Parra ha sido una figura clave en la defensa de los derechos humanos en Colombia, no solo por su trabajo en el Chocó, sino también por su capacidad de articular redes de apoyo y resistencia que han permitido a las comunidades sobrevivir y resistir frente a la violencia y el abandono.

Hoy, a sus 63 años, sigue siendo una voz fundamental en la lucha por la paz y los derechos en una de las regiones más golpeadas por el conflicto en Colombia. “Han pasado los años y, aunque aprieta el cansancio, no nos podemos cansar por luchar por la defensa de la vida”, dijo este miércoles cuando recibió el galardón.

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Cindy A. Morales Castillo

Por Cindy A. Morales Castillo

Periodista con posgrado en Estudios Internacionales. Actualmente es la editora de Colombia+20 de El Espectador y docente de Narrativas Digitales de la Universidad Javeriana.@cinmoralejacmorales@elespectador.com

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