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¡Palabra que sí!: Marco Antonio Chalitas, memorias de un constituyente campesino

Marco Antonio Chalitas fue dirigente campesino en el Huila y Caquetá, posteriormente comandante del M-19 y terminó en la Asamblea Nacional Constituyente que creó la Constitución de 1991. A casi 20 años de su fallecimiento, su hijo, que lleva su mismo nombre, hace un recuento de su historia y legado.

Óscar Arnulfo Cardozo*
29 de octubre de 2021 - 06:45 p. m.
Retrato de Marco Antonio Chalitas
Retrato de Marco Antonio Chalitas
Foto: Archivo particular

Probablemente en el radar de muchas personas, la figura de Marco Antonio Chalitas no tenga mucha resonancia, ni asociación alguna. Sin embargo, su prominente porte y carisma con las poblaciones más empobrecidas del país, campesinos e indígenas, lo llevaron desde muy temprana edad, primero en Belén de los Andaquíes (Caquetá), a liderar las principales organizaciones campesinas de la región, asumiendo incluso la batuta de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) en el municipio durante las décadas de los años 70 y 80. Desde entonces, Chalitas nunca dejó de estar al servicio de las necesidades de campesinos e indígenas en zonas como Huila y Caquetá, incluso significándole repetir aquel eterno ciclo de reivindicaciones agrarias de antaño en las cuales los campesinos se armaban para exigir mejores garantías para su vida, en su caso puntual, a través de la integración a la guerrilla del M-19 en el Caquetá.

Allí dentro, Chalitas no fue uno más, compartía los cargos altos con personas como Jaime Bateman y Carlos Pizarro, entre otros, siendo nombrado el comandante para la región sur de esta guerrilla en el país. Vinieron luego las negociaciones de paz con César Gaviria y su posterior ingreso a la lucha política desde la vida civil, en donde obteniendo una de las mayores votaciones para la época, ejerció dos veces la curul de diputado en la Asamblea Departamental del Huila.

A su vez, eran los tiempos de la Asamblea Nacional Constituyente y ante la plaza abandonada por Francisco “Pacho” Maturana, Chalitas entraría como el representante No.19 del M-19, lo que a la postre resultaría fundamental pues con su impulso los derechos de campesinos en el país serían, por lo menos, representados a través de una figura en donde millones de ellos se sentían incluidos. Esta ocasión no sería desaprovechada por Chalitas quien a través de gestiones y exposiciones muy serias de la realidad agraria nacional, incluiría lo poco que hasta el sol de hoy fue reconocido para los campesinos en el país dentro de la Constitución: el artículo 64 que obliga al Estado colombiano a promover el acceso a la tierra de campesinos de manera individual y colectiva, velando a su vez por una educación, servicios de salud, vivienda y otros derechos como forma de garantizar mejoras en sus ingresos y en su misma calidad de vida.

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Sin embargo, Chalitas no solo quería conformarse con esto. El país apenas empezaba a reconocer una deuda histórica con los campesinos, sus organizaciones locales y la reivindicación de sus derechos. Por ello, decide renunciar a sus aspiraciones políticas regionales y piensa en la posibilidad de reclamar derechos desde una curul como representante a la Cámara. Pero la muerte del líder campesino de sombrero de Ala Ancha un enero del 2002, truncaría todas estas aspiraciones y en cierta medida, también dejaría huérfana la representación política de millones de campesinos que veían en este líder político, un digno representante del campo colombiano, por demás, alejado de las castas tradicionales que por décadas les han declarado la guerra a los pequeños productores agrarios a lo largo y ancho del país.

Hoy, a tan solo un par de meses de conmemorar el aniversario número 20 de su trágico fallecimiento el 2 de enero de 2002 en Neiva (Huila), su hijo, Marco Antonio Chalitas, comparte esta entrevista, llena de significados sobre la pérdida de un padre, de un líder campesino y de un antiguo militante político, pero también, sobre el legado de defensa campesina a seguir en medio de un departamento en la actualidad lleno de caciques políticos, poderío gamonal y poca participación del sector rural popular en sus órganos participativos y decisorios.

¿Como recuerda a su padre, Marco Antonio Chalitas?

Cuando mi papa falleció yo tenía ocho años. Lo que sé es por boca de la familia, de los amigos, lo que he leído y de los pocos recuerdos que aún me acompañan. Mi papa nació el 2 de agosto de 1949 en Belén de los Andaquíes (Caquetá), un municipio abandonado históricamente por el Estado colombiano, causa principal de su vinculación posteriormente al M-19 donde llegó a ser nombrado comandante del Bloque Sur (Caquetá y Huila) liderando a su vez 1.500 hombres, casi todos campesinos o de base campesina. Su base militar quedaba en la vereda El Vergel adscrita al municipio de Suaza (Huila), donde de paso conoció a mi mamá que también era oriunda de allá. Él era el mayor de 11 hermanos y siendo muy joven asumió el liderazgo de campesinos en el municipio alrededor de las famosas mingas. Mi abuelo era indígena y mi abuela era campesina, entonces de ahí vino su pujanza agraria. Hizo parte de la ANUC en los años 70 y en el M-19 duro 20 años, siempre interesado en los problemas que aquejaban a los campesinos.

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Él deja las armas en El Vergel (Suaza) como comandante de la compañía ‘Gloria Amanda Rincón’ del M-19, siendo famosa esa entrega porque la última arma del M-19 que fue entregada ahí, envuelta en la bandera de Colombia. Fue la pistola 9 mm de Carlos Pizarro. Luego de eso, entra de una a la política siendo diputado en el Huila durante tres periodos consecutivos. Fue constituyente en el año 1991 y quedó pendiente su aspiración a la Cámara truncada por su fallecimiento en el año 2002. Somos tres hermanos. Mi hermano mayor falleció en causas similares a las de mi papá, en un río, mientras que mi papá falleció en una piscina.

¿Cómo fue el paso de su papá por la ANUC?

Desde muy joven hizo parte de la ANUC. Según me cuentan, porque ni siquiera había nacido yo, el lideraba a los campesinos en Belén de los Andaquíes a través de la participación en mingas y juntanzas campesinas en contra de los gobiernos de Julio César Turbay y posteriormente de Belisario Betancur, siempre mostrando las inconformidades campesinas de entonces. Sin embargo, el gobierno nunca paró bolas y el vio con buenos ojos la adscripción al M-19 para visibilizar estas cosas.

En Belén lo recuerdan mucho. En años anteriores, la alcaldía de este municipio le ha hecho algunos homenajes pequeños por ser originario de allá. En vida, mi padre visitaba mucho este lugar, a pie, saludando a la gente campesina, casi siempre sin escoltas. Todo el mundo quería a Marco Antonio Chalitas, mi papá. Incluso cuando a él lo detiene la Fiscalía en 1992 por porte ilegal de armas – estaba recién desmovilizado del M-19 y tenía sus enemigos que lo querían matar - la gente inicio caminatas y marchas hacia Bogotá exigiendo su inmediata liberación porque entre otras cosas, mi papá era diputado, el de mayor número de votos en toda la elección regional de entonces. Fueron tres meses los que él estuvo preso en Bogotá, sin embargo, fue la propia gente quien a través de movilizaciones y marchas lo hizo sacar de allí, presionando por su salida, sobre todo la gente campesina.

¿Como era la relación de su papá con los otros lideres históricos del M-19?

Muy buena. Él se la llevaba muy bien con Navarro Wolff, con Petro. Recuerdo sus reuniones con Navarro aquí en Neiva, yo tenía apenas ocho años. Se reunían en un hotel de la ciudad y hablaban. Navarro fue uno de sus grandes amigos en la dirigencia del movimiento. Hace un tiempo hubo un encuentro entre los hijos de los desmovilizados del M-19, organizado por Julián Moreno, alcalde actual de la localidad de Suba en Bogotá en donde estuvimos unos 40 jóvenes con miras a organizar las Juventudes del M-1. No sé en qué quedó finalmente.

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¿Como fue el trasegar político de su papa ya en la vida civil?

Bueno, él empieza lanzándose a la Asamblea Departamental del Huila por la Alianza Democrática M-19, obteniendo como resultado la mayor votación en la elección para1990. Luego de eso, repitió un periodo más su curul como diputado. Ya en su tercera candidatura al mismo cargo se alcanzó a quemar por 14 votos nada más. Ahí fue cuando se retira de esta aspiración política para preparar su lanzamiento a la Cámara de Representantes, sin embargo, es ahí cuando él queda en coma y posteriormente fallece en enero del 2002.

¿Como recuerda el contexto de la muerte de su padre?

Recuerdo tanto que ese día estaba mi hermano menor, mi madre y él, y nos dijo que quien lo acompañaba para pasar sus vacaciones de fin de año. Yo vivía pegado a el a todo lado. Casi pierdo tercero de primaria por andar tanto con él. Entonces nos fuimos para una reunión el 31 de diciembre, en el marco de la despedida de año. Después, el 1 de enero salimos para un paseo y ya el 2 de enero en una piscina él muere por un golpe en la cabeza muy pequeño.

Apenas sufre el golpe lo remitimos al hospital departamental donde lo trasladaron a Emcosalud y allí tras una reanimación tardía, muere. Si a él lo hubiesen atendido con los primeros auxilios en el municipio de Rivera (Huila) donde sufrió el accidente, estaría actualmente vivo. A su honras fúnebres, las cuales tuvieron cámara ardiente durante dos días en la Asamblea Departamental del Huila, vino el Ministro de Trabajo de la época, Angelino Garzón; Gustavo Petro, ya como representante a la Cámara; Navarro Wolf; Otty Patiño, entre otros líderes políticos importantes.

¿Como fue el paso de su papá por la Constituyente en el año 1991?

Entra en 1990 como reemplazo del famoso director técnico, Francisco “Pacho” Maturana. Mi papá estaba muy contento porque nunca se imaginó representar a los campesinos del Caquetá y Huila en una Asamblea Nacional Constituyente. Entró de último, como el representante número 19 del M-19 en este evento. Gestionó allí dos artículos, uno a favor de la mejora de las condiciones de vida de los campesinos en el país, el cual posteriormente pasaría a convertirse en el actual artículo 64 de la Constitución Política de Colombia que reza: “El acceso progresivo a la propiedad de la tierra de los trabajadores agrarios, en forma individual o asociativa, y a los servicios de educación, salud, vivienda, seguridad social, recreación, crédito, comunicaciones, comercialización de los productos, asistencia técnica y empresarial, con el fin de mejorar el ingreso y calidad de vida de los campesinos”.

Finalmente, ¿qué aspiraciones tiene actualmente para continuar con el legado dejado por su padre?

Aspiro lanzarme en algún momento al Concejo de Neiva. El asunto allí, lo cual es una réplica de la política en la mayoría de las regiones del país, es que siempre quedan los mismos y un pequeño número de curules para la gente joven con nuevas aspiraciones políticas, a lo que esperamos en últimas a aspirar. Una vez muerto mi papá, las banderas políticas de lo que había dejado se perdieron en una última aspiración política de un amigo de mi papá, también del M-19, Gustavo San Juan, quien se quemó lanzándose a la Cámara de Representantes. Ahora, 20 años después, yo ya soy abogado y aspiro a seguir con su legado, siempre en favor de los campesinos de la región, como decía mi papa, “¡Palabra que sí!”.

*Sociólogo e investigador en temas de memoria, conflicto armado y paz.

Por Óscar Arnulfo Cardozo*

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